Argentina: La lucha continúa
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Malvinas: Una herida abierta
Edgardo Esteban
Corresponsal de TeleSUR en Argentina
La guerra de Malvinas es una parte de la historia reciente argentina de la que
poco se habla.
La guerra de Malvinas es una parte de la historia reciente argentina de la
que poco se habla. Los datos y testimonios reunidos a lo largo de un cuarto de
siglo han logrado quebrar el silencio oficial y poner al descubierto un hecho
espeluznante: durante la guerra los soldados argentinos no sólo tuvieron que
combatir al enemigo, sino al hambre, el frío y la inaudita incompetencia,
cobardía y crueldad de sus propios jefes militares.
Lo que vino después, el regreso, la posguerra, estuvo determinado por la
indiferencia de una sociedad traumada por su irreflexivo apoyo a la dictadura y
el silencio y el olvido impuesto por los militares. Volver fue el comienzo de un
doloroso camino para una gran cantidad de soldados sacudidos por el horror
vivido y por el porvenir, que ya no sería el mismo.
De alguna forma se combatió a los excombatientes, dándoles la espalda,
obligándolos a la marginación, sepultándolos en el olvido, la indiferencia.
Resultado: a la fecha los ex combatientes suicidados llegan a 400, mucho más que
los 267 muertos en combate. Los que aún viven padecen distintas afecciones, de
graves consecuencias, englobadas en la denominación ''Trastorno de Estrés
Postraumático''...
La indiferencia social posterior al conflicto contrastó con el fervor patriótico
que el 2 de abril de 1982 generó el anuncio de la ''recuperación'' de las Islas
Malvinas, en boca del dictador Leopoldo Galtieri. La Plaza de Mayo de Buenos
Aires, teñida de color celeste y blanco, se colmó de miles de ciudadanos, entre
ellos muchos reconocidos dirigentes políticos y sindicales. Aclamaban a Galtieri,
quien decía: ''si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla''.
Al final de la guerra, el 14 de junio, todo cambió de golpe. Tras la derrota,
esa misma gente trató de incendiar la casa de gobierno, echó a Galtieri del
poder y no quiso volver a hablar de Malvinas. El final del conflicto cerró el
capítulo de la dictadura y fue un factor decisivo para la reinstauración de la
democracia, pero en cuanto a la guerra, la sociedad no se hizo cargo de sus
responsabilidades.
Las autoridades y la sociedad se comportaban como si los soldados fuesen los
responsables de la derrota. Hubo un acuerdo tácito para olvidar la guerra,
esconder a los que regresaban y borrar de las mentes lo vivido. Para obtener la
baja militar, los oficiales hicieron firmar a los soldados una declaración
jurada, en la que nos comprometíamos a callar y por ende a olvidar.
Hablar de la guerra, de lo ocurrido durante la guerra, fue lo primero que nos
prohibieron. Así, el dolor, las humillaciones, la frustración, el desengaño, la
furia, quedaron dentro de cada uno de nosotros hasta tornarse insoportables en
muchos casos. Es que hablar, contar, era el primer, necesario paso para
exorcizar nuestro infierno interior y empezar a curar las heridas. Pero no se
podía, eran cuestiones de Estado. De modo que el regreso fue cruel, en silencio,
a escondidas, como si fuésemos un grupo de cobardes. La bienvenida quedó para el
hogar.
Asignaturas pendientes
Nadie discute hoy, ni ha discutido nunca, el justo reclamo de soberanía que la
República Argentina mantiene sobre las Islas desde 1833. Pero eso nada tiene que
ver con el análisis descarnado de lo ocurrido en 1982. Durante mucho tiempo se
ha preferido eludir la autocrítica de la derrota, de la que nadie quiso hacerse
cargo. Galtieri y recientemente el almirante Jorge Anaya murieron sin haber
hablado, sin enfrentar sus responsabilidades políticas y militares. Ninguna
guerra es buena, pero ésta, por la improvisación e incompetencia, fue peor.
Al margen de los errores tácticos y estratégicos que definieron la suerte de la
guerra, lo que aparece como inaudito son los injustificados malos tratos, las
crueldades de algunos oficiales y suboficiales hacia sus soldados: por ejemplo,
''estaqueos'' durante horas en la turba mojada, con temperaturas bajo cero. En
su gran mayoría eran castigos por robar comida. Teníamos hambre, porque la
imprevisión y la incompetencia eran tales, que a pesar de que ''invadimos'' unas
islas semidesiertas, estábamos al lado de nuestras costas y permanecimos allí 30
días hasta que llegaron las tropas inglesas y empezaron los combates... ¡no
había casi comida!.
El genocidio iniciado por los militares y sus apoyos civiles con el golpe de
Estado del 24 de marzo de 1976, continuó de algún modo en Malvinas. La misma
crueldad, la misma incompetencia, el mismo desprecio por la vida ajena, la misma
cobardía. En Malvinas, los militares cometieron aberraciones progresivamente
denunciadas por quienes las sufrieron en carne propia: tortura física y
psicológica; traición. Con alguna otra excepción, sólo la valentía y capacidad
técnica de los pilotos de la Fuerza Aérea quedan fuera de estas calificaciones.
La derrota fue tan dura para la Junta Militar, que se vio obligada a nombrar a
una Comisión Investigadora. Un digno general de la Nación, Benjamín Rattenbach,
elaboró en 1983 un informe, a pedido de la Comisión de Análisis y Evaluación
Político Militar de las Responsabilidades del Conflicto del Atlántico Sur. El
informe califica la Guerra de Malvinas como una ''aventura irresponsable'' (ver
''El Informe...'').
Señala que cada arma funcionaba por su cuenta, que carecían de preparación y que
la conducción estuvo plagada de errores. Sobre esta base, el Consejo Supremo de
las Fuerzas Armadas condenó a Galtieri a 12 años de reclusión con accesoria de
destitución; al almirante Jorge Isaac Anaya a 14 años de reclusión con accesoria
de destitución y al brigadier Basilio Arturo Lami Dozo a 8 años de reclusión. En
cambio, quedaron absueltos, por prescripción de los delitos, los jefes militares
Osvaldo Jorge García, Helmut Conrado Weber, Juan José Lombardo, Leopoldo Alfredo
Suárez del Cerro, Mario Benjamín Menéndez y Omar Edgardo Parada.
En 1988, al cabo de la revisión en segunda instancia civil y federal de la
condena a Galtieri y demás responsables militares, un tribunal ratificó las
condenas por los delitos cometidos unificándolas en 12 años solo para los tres
máximos jefes militares. No hubo otros condenados por responsabilidades en la
Guerra de Malvinas. Finalmente Galtieri, Anaya y Lami Dozo fueron indultados en
1990 por el presidente civil Carlos Saúl Menem.
Militares que cometieron violaciones de los derechos humanos como tortura,
tortura seguida de muerte, (Art. 144 del Código Penal) y robos, homicidios y
delitos conexos cometidos como miembros de una organización delictiva (dirigida
por las juntas militares que gobernaron durante el llamado ''Proceso''), cobran
pensión actualmente como ex combatientes de Malvinas. En algunos casos no se los
juzgo o se los absolvió; en otros se los indultó o sus procesos se cerraron a
causa de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida.
Entre los absueltos figuraba el entonces teniente de navío Alfredo Ignacio Astiz,
miembro de los primeros comandos enviados a las islas Georgias del Sur, vecinas
de las Malvinas y también bajo ocupación británica. Astiz se rindió con su tropa
al enemigo sin efectuar la debida resistencia; fue capturado y remitido a Gran
Bretaña. De regreso en el país y ya en democracia, fue juzgado en Argentina y
condenado (en ausencia) en Francia por participar de secuestros y desapariciones
durante la dictadura, entre ellos el de dos monjas francesas y de miembros de
Madres de Plaza de Mayo.
Otra de sus hazañas, realizada el 27 de enero de 1977 en la localidad de
Palomar, cuando encabezaba un grupo de tareas que operaba en la Escuela de
Mecánica de la Armada (ESMA), consistió en balear por la espalda a la
adolescente sueca Dagmar Hagelin, cuando ésta corría asustada sin ofrecer
resistencia. Estos actos de ''valentía'' en el servicio no los repitió Astiz en
Malvinas: es conocido que ante el primer disparo del enemigo alzó la bandera de
rendición y se entregó junto con su tropa.
El descarnado informe del general Rattenbach fue silenciado por sus camaradas,
que no quisieron hacerse cargo del debate y sumir una autocrítica sobre lo
ocurrido. Tampoco por los gobiernos civiles. Solo fue publicado en una edición
del Centro de Soldados ex Combatientes de Malvinas de La Plata (CESIM). Como
dice el escritor Osvaldo Bayer, autor del prólogo: ''Malvinas es la única guerra
del mundo donde murieron los soldados y se rindieron todos los generales,
almirantes, brigadieres, coroneles, vicealmirantes, contraalmirantes, mayores,
capitanes, sargentos, cabos primeros''.
Todos esos heroicos militares van muriendo en la cama, poco a poco, gozando de
pensión completa. El cinismo continuó con la democracia, cuando se empezó a
inaugurar monumentos a los ''Héroes de Malvinas'', mientras los ex soldados
comenzaban a suicidarse. Los ''héroes'' en realidad fueron víctimas. Mientras
oficiales y suboficiales siguieron cobrando sueldos, pensiones y retiros al
margen de su responsabilidad en los hechos de la guerra (y en otros hechos,
durante la represión dictatorial), los ''soldaditos'' en un primer tiempo
tuvieron que salir a mendigar.
El día después
Las pensiones a los ex-combatientes de Malvinas sólo se establecieron en 1990,
casi una década después de la guerra y gracias a la ley nacional 23.848, que
beneficiaba a los ex soldados conscriptos, comenzaron a cobrar 150 pesos
mensuales.
La difícil recuperación de las secuelas de la guerra y de la reinserción social,
el ''Trastorno de Estrés Postraumático'' (TEPT) afectó en diverso grado a todos
los ex combatientes. El TEPT es un estado depresivo crónico, propio de alguien
que ha experimentado de forma directa la guerra.
Genera una constante sensación de temor, angustia u horror y pesadillas, miedos,
problemas de relación, irritabilidad, dificultades para conciliar el sueño,
sobresalto, un elevado nivel de violencia e irritabilidad, inclinación por las
adicciones, entre tantos síntomas.
Según datos estadísticos obtenidos en el 2004 por el Ministerio de salud de la
provincia de Buenos Aires, un 77.9% de los ex combatientes sufre de trastornos
de sueño. Un 10% reconoce haber padecido síntomas psicóticos tales como
delirios, alucinaciones y manifestaciones paranoicas. Un 20% asegura sufrir
algún tipo de fobia y un 60% se queja de trastornos de la memoria (olvido
constante de nombres, fechas, situaciones, etc.).
Un 32% declara padecer de ideas obsesivas ligadas a Malvinas y la relación de
Malvinas con hechos posteriores. Un 28% de los ex combatientes encuestados tiene
ideas recurrentes respecto al suicidio; un 10 % reconoce que ha realizado
intentos de suicidio en una o más ocasiones. El 37% se reconoce violento; un 26%
usa comúnmente armas de fuego.
Los estudios ayudan a entender las particularidades de la población de ex
combatientes: el 41% alcanzó la escolaridad primaria; el 60% no tiene resuelta
en forma estable su situación laboral; el 36% padece discapacidad física y/o
psíquica. Si bien el 99% cuenta con obra social, el 72% no concurre al médico y
el 91% no recibe atención específicamente psiquiátrica y psicológica. El 88%
nunca concurrió a un centro de salud. Entre el 25 y el 39% de los ex
combatientes (varía según su zona de residencia), padece el TEPT.
Las formas más frecuentes de TEPT en estos ciudadanos son: trastornos depresivos
severos con intentos de suicidio o idea suicida persistente; violencia familiar;
bajo o nulo control de los impulsos; intoxicación por drogas o alcohol;
abstinencias; episodios de descompensación psicótica, trastornos de ansiedad en
sus distintas formas.
La fantasía suicida, los intentos concretos de suicidio, o bien las conductas de
autodestrucción y auto agresión se verifican en casi todos los casos de
urgencia. Al margen del altísimo número de suicidios consumados, hay un número
de casos de ''suicidio encubierto'' (sobredosis, accidentes, etc.), de los que
no se tiene un registro claro.
En los últimos años la situación de los ex combatientes de Malvinas mejoró
notablemente. Los Centros de ex combatientes (organizaciones creadas por los
propios soldados, unas 30 ONG en todo el país), han logrado acceder a la
participación en la discusión de políticas públicas con el Estado, con objeto de
revertir la situación. 26 años después de terminada la guerra, recién ahora se
está realizando un relevamiento socio-sanitario nacional de los ex combatientes,
para atender aquellos casos de alta vulnerabilidad, a cargo del INSSJP-PAMI,
obra social que atiende a los ex combatieres y a su grupo familiar.
Con el incremento de las pensiones, la situación económica de los ex
combatientes ha mejorado. A partir del 2004, el Estado nacional otorga una
pensión de mil 700 pesos, equivalente a tres jubilaciones mínimas y en muchos
casos los estados provinciales también otorgan pensiones y coberturas en las
obras sociales provinciales. A partir de enero de 2007, la provincia de Buenos
Aires, que tiene el 50 % del padrón -unos 5 mil 500 ex soldados-, otorga una
pensión equivalente a tres salarios mínimos del estado provincial, unos mil 500
pesos. En la provincias de Corrientes, Chaco, Entre Ríos, Ushuaia, entre otras,
la situación es similar.
También existen encuadres para el acceso al trabajo. En la provincia de Buenos
Aires, los ex soldados tienen prioridad para ocupar cargos auxiliares (porteros)
en la Dirección General de Escuelas, donde trabajan mil ex combatientes. Así
mismo, en el 2007 el ANSES (Administración Nacional de la Seguridad Social)
reconoció un error en la liquidación de los haberes de las pensiones devengadas
en años anteriores, estimado en 30 mil pesos por ex combatiente.
Durante 10 años no hubo ningún tipo de asistencia ni ayuda, por lo que se
reclama una ley de reconocimiento histórico por el periodo que abraca desde 1982
hasta 1990. Los militares fueron a Malvinas cobrando salario y con cobertura
social, en tanto que los conscriptos se encontraban cumpliendo con la Ley de
servicio militar obligatorio, derogado en 1994.
El ahora
En el año 1992, una década después, escribí ''Iluminados por el fuego'', libro
que sin dudas contribuyó a abrir un debate sobre lo ocurrido en Malvinas. Hasta
ese momento poco o nada se sabía sobre los suicidios y los traumas de posguerra
entre los soldados, y la película realizada luego por Tristán Bauer mostró la
cotidianidad de la guerra; el hambre, las torturas a soldados por sus propios
jefes. Desde entonces se multiplicaron las denuncias de los soldados sobre los
malos tratos.
En 2007, tras un profundo trabajo de investigación y denuncia por parte del
Subsecretario de Derechos Humanos de la Provincia de Corrientes, Pablo Andrés
Vassel y la decisión colectiva de los ex combatientes (realizan congresos
provinciales cada tres meses), se llevó a cabo una recopilación para el libro
''Memoria, verdad, justicia y soberanía, Corrientes en Malvinas'', donde se
denuncia la muerte de cuatro conscriptos -uno ametrallado, los otros por
desnutrición y un enorme número de estaqueados.
Vassel comenzó a recopilar estos testimonios en 2005, luego del preestreno en
Corrientes de ''Iluminados por el fuego'', al que asistieron numerosos ex
combatientes. Vassel narra que después de la proyección hubo un debate y que al
comentar los vejámenes lo sorprendió que todos confirmaran las denuncias de la
película, pero que al respecto ésta se había quedado corta. Así nació la idea de
reunir las denuncias.
Poco tiempo después Vassel filmó y armó con ellas el cuerpo central de los
casos. Los primeros testimonios fueron presentados en el 2007 al entonces
presidente Néstor Kirchner, en su carácter de Comandante en Jefe de las Fuerzas
Armadas, y a la ministra de Defensa Nilda Garré.
Posteriormente, el documento fue presentado a la jueza Federal de Río Grande
(Tierra del Fuego, jurisdicción de las Islas Malvinas), a cargo de la jueza
federal Lilian Herraez.
El texto denuncia que algunos efectivos militares de carrera, oficiales y
suboficiales, trataron a los soldados conscriptos de manera similar, o con los
mismos criterios y métodos de terror, que había utilizado la dictadura militar
ante el conjunto de la población. Simulacros de fusilamiento, torturas
sistemáticas, vejámenes repetidos y desprecio absoluto por la vida.
Varios soldados correntinos murieron de hambre, y ésto no fue una circunstancia
inevitable de la guerra, sino consecuencia de un tratamiento humano indigno, ya
que todos los testimonios hablan de que el personal de cuadro no sufría
privaciones.
Por ejemplo, el ex combatiente Jorge Delgado recuerda: ''El hambre que teníamos
era una constante, porque estábamos muy mal alimentados; la carne y la verdura
se repartían entre los oficiales y suboficiales''. Marcos Ojeda agrega: ''Al mes
del combate el 90% del regimiento estaba con desnutrición, incluso mi compañía
tuvo un deceso por esa causa. Yo siempre pesé 70 kilos y cuando terminó la
guerra estaba en 52 kilos y medio''.
Mario Romero: ''Nosotros estábamos a un kilómetro del puerto, y ahí pegado había
un lugar donde los ingleses faenaban las ovejas y tiraban las vísceras. Los
soldados iban y alzaban eso (...) buscaban cáscaras de papa, de naranja, y
comían; juntaban y comían. Llegó un momento en que parecía que no éramos
soldados, éramos linyeras buscando comida. Se tomaban sanciones contra quienes
hacían esto. Los estaqueaban o lo enterraban en un pozo, con sólo la cabeza
afuera''.
A mediados de agosto de 2007, la jueza Herraez y la secretaria Cecilia Incardone
se instalaron en la ciudad de Corrientes, en el Juzgado Federal. Allí tomaron
los primeros 23 testimonios y se presentó una segunda denuncia con 15 nuevos
casos de estaqueamientos de soldados de la provincia de Corrientes, dos de
Chaco, uno de Santiago del Estero, tres de Rosario y uno de Buenos Aires. Este
último, ''Cacho'' Núñez, un ex soldado del Batallón de Infantería de Marina 5
(de Río Grande), compartió la pena con el suboficial retirado del ejército
Guillermo Insaurralde, castigado... porque se compadeció y lo liberó del cepo.
Fue muy importante el testimonio de un ex conscripto de la Fuerza Aérea, Alberto
Fernández, de Casilda (Santa Fé), quien fue enterrado hasta el cuello en la
turba helada a causa del acto ''indisciplinario'' de tomar un paquete de
galletitas para alimentarse.
El expediente cuenta con tres cuerpos de 200 fojas cada uno. La Fiscalía
interviniente está a cargo de Marcelo Rapoport. La causa está en la etapa
probatoria, todavía sin procesados, aunque a raíz de las revelaciones el
ministerio de Defensa separó a algunos militares, como el subteniente Gustavo
Malacalza, subdirector del Liceo San Martín. También la Armada inició sumarios
internos.
De los casos analizados por la Justicia el más grave es el de Rito Portillo, un
soldado ametrallado por un cabo. Los militares lo hicieron figurar como muerto
en combate y amenazaron con un Consejo de Guerra a un compañero de Portillo que
intentó denunciar lo que había sucedido. Entre los muertos por desnutrición está
Remigio Antonio Fernández, de quien recuerda uno de los testimonios: ''Era un
compañero mío, muy flaquito, muy quedado diría yo. No se la supo rebuscar, y
falleció en la trinchera, arrolladito''.
Perder el miedo
Muchas de las historias reunidas en el libro fueron relatadas por primera vez en
25 años. ''Hubo tres formas de presión sobre los ex combatientes: la imposición
de silencio de los jefes militares, que los amenazaron para que no hablaran al
volver de Malvinas; la campaña de desmalvinización posterior y el olvido que se
impuso en los 90'', señala el libro. Una de las consecuencias del silencio ha
sido el alto número de suicidios de ex combatientes (400), que supera al de los
caídos durante la guerra (271).
Pero además de las políticas impulsadas desde el Estado, el tema de los soldados
de Malvinas siempre ha provocado frialdad social. ''Para mí, tiene que ver con
que Malvinas expresa las contradicciones de los argentinos: el haber salido a la
Plaza de Mayo a apoyar a Galtieri, y luego el hecho de que mucha gente asocia el
tema a una reivindicación de la dictadura. Esto deja a los soldados en una
situación difícil, porque para los militares, ellos son civiles, pero para los
civiles son militares'', sostiene Vassel.
En noviembre pasado, Vassel y Orlando Pascua, miembros del Centro de ex
combatientes de la provincia de Corrientes (CESCEM), acompañados por el ex
combatiente Roque Zabala, estuvieron nuevamente en Río Grande, donde anexaron a
la causa tres casos de estaqueamientos detectados en la provincia de Santa Fe y
entregados a la Justicia por la Secretaría de Estado de Derechos Humanos de esa
provincia, a cargo de Domingo Pochettino y Alfredo Vivono, más dos testimonios
de ex conscriptos que residen actualmente en Río Grande. Uno de ellos señala
claramente al ''famoso'' teniente Jorge Taranto (o Baroni) por sus actitudes
aberrantes para con los soldados conscriptos.
También en Río Grande, los miembros de la Comisión de Derechos Humanos de la
Provincia del Chaco María Cristina Barrios, María Luisa Chomiak y María Elena
Vargas, presentaron cuatro denuncias de ex combatientes chaqueños, quienes
quieren que la jueza que lleva la causa se apersone también en esa provincia
para tomar declaraciones a otros ex combatientes.
La presentación la realizó finalmente la propia Legislatura Provincial chaqueña,
denunciando ante la jueza fueguina distinto tipo de vejámenes sufridos por
soldados durante la guerra, cometidos por miembros del Estado. Los diputados
provinciales dispusieron un plazo de 90 días para posibilitar que otros ex
combatientes puedan testimoniar. La provincia del Chaco, junto con las de Buenos
Aires y Corrientes, es las que más soldados aportó a la guerra.
De esa manera, totalizan 41 los casos denunciados ante la Justicia Federal de
Primera Instancia de Río Grande, con jurisdicción sobre las Islas Malvinas. La
presentación sostiene que las Fuerzas Armadas pueden aprender mucho del
testimonio de los soldados, puesto que para ellos su participación en Malvinas
es el hecho más importante de sus vidas; que allí lo pusieron todo, que el
hambre, el frío, la incompetencia, no fueron suficientes para quitarles su ánimo
de combate y que esos relatos no hacen más que encarnar un profundo deseo de
verdad y justicia.
Se trata de establecer la verdad de lo ocurrido. Algo que la sociedad les debe a
los caídos y a los que combatieron con dignidad en Malvinas. Se trata de hacer
justicia, para separar nítidamente a aquellos que combatieron con honor,
incluidos algunos oficiales y suboficiales, de quienes consideraban un acto de
valentía estaquear a un soldado hambriento.
El trabajo fue presentado al ex presidente Néstor Kirchner, acompañado de una
carta que dice: ''debe conocerse en nuestro país la verdad sobre estos hechos y
sobre todas las tropelías cometidas por la última dictadura militar, para tener
en claro la memoria sobre los padecimientos de nuestro pueblo; la necesidad de
contar la verdad sobre la forma en que se condujo la guerra y el trato que se
les dio a los patriotas que ofrecieron sus vidas a los 18 años, sugiriendo una
comisión investigadora para recibir el testimonio de los soldados''.
La presentación judicial, por su parte, hace hincapié en que fue un genocidio
planificado, dado que están implicadas las tres fuerzas y los altos mandos y que
esos hechos no fueron producto del desvarío y la crueldad de cuatro o cinco
oficiales o suboficiales. Por ejemplo, un soldado del Regimiento de Curuzú
Cuatiá fue estaqueado en el Liceo Militar General Roca de Comodoro Rivadavia
antes de viajar a Malvinas, con lo que el argumento de la ausencia de
instalaciones ''adecuadas'' para el ''acto disciplinario'', revela toda su
falsedad.
La denuncia generó las siguientes acciones oficiales:
- Se ultiman detalles jurídicos para que la Nación, por decisión del ex
presidente Néstor Kirchner, se presente como querellante en la causa a través de
la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, a cargo de Eduardo Luis Duhalde.
- La Comisión de Derechos Humanos de la legislatura de la provincia del Chaco
creó una Comisión Investigadora. En las primeras dos semanas de trabajo se
recolectaron cinco nuevos casos, presentados en el juzgado de Río Grande a fines
de 2007.
- La Provincia de Santa Fe creó a su vez una Comisión Investigadora.
- A instancias de la Subsecretaría de Derechos Humanos de Corrientes tomó
contacto con la ministra de Defensa Nilda Garré, a quien le entrego una copia de
la investigación: 220 páginas y 10 horas de documento fílmico con los
testimonios.
Obran en el expediente 41 casos ''y un número muy importante de testimonios'',
dijo Vassel, quien agregó que ''sabemos de nuevos casos, descubiertos en
Tucumán, Salta, San Luís, Córdoba, Corrientes, Misiones y Buenos Aires. Estamos
esperando la mejor oportunidad para presentarlos a la causa''.
''En la actualidad hay 41, que podrían llegar a 60 en los próximos meses'',
detalla Vassel, que durante este año seguirá viajando por el país recopilando
denuncias como las de ex combatientes de la provincia de Chubut, que narran como
eran picaneados en los pies por sus superiores, con los equipos de
comunicaciones de 12 voltios.
Acompañando las denuncias de los ex combatientes, organismos de derechos humanos
como Abuelas y Madres de Plaza de Mayo realizaron en Buenos Aires el 8 de
diciembre pasado una conferencia de prensa y la presentación del libro de la
Subsecretaria de Derechos Humanos de la provincia de Corrientes.
En el prólogo del libro Estela de Carlotto, presidente de Abuelas, manifiesta su
compromiso con la verdad histórica de Malvinas: ''Felizmente la memoria esta
presente y activa en nuestro pueblo. Esta vez es la provincia de Corrientes la
que nos da el ejemplo de que no debemos olvidar los acontecimientos, ni a las
victimas, ni a los responsables de las atrocidades infringidas durante los años
de la dictadura militar''.
Y agrega: ''El escarnio, el abandono, el valor de estos conscriptos que con el
pecho abierto al amor por la Patria, fueron a defenderla pero indefensos. Nos
concierne a todos los pobladores del país saber que no es posible el olvido, que
26 años después la leyenda es un dolor abierto y que debemos saldar estas
deudas. Queda entonces esperar que la justicia actúe, que los indiferentes se
involucren y que los lectores del libro tomen partido para la construcción entre
todos de un país digno, libre y soberano''.
Carlotto da en el clavo: los ejes deben ser memoria, verdad y justicia. Memoria,
por los caídos, por los que no soportaron tanta desidia y por todos aquellos que
dieron la vida allá y acá por la soberanía. Verdad, porque sin ella ninguna
sociedad crece ni se desarrolla. Justicia, para que no exista más impunidad.
La sociedad argentina jamás será justa; el país no será distinto, previsible,
lógico y pacífico si no condena la impunidad y a quienes violan la Constitución
y los Derechos Humanos. Los argentinos necesitamos ganarle a nuestra propia
guerra, esa que deambula en nuestra mente y que nos acecha. Malvinas exige que
se castigue a todos los culpables, que se proteja y asista a los ex
combatientes. Que se recuerde tanto a los que murieron en las islas, como a los
que volvieron y como consecuencia de la indiferencia y el olvido se quitaron la
vida.
Edgardo Esteban
Recuadro:
El Informe Rattenbach
Ya en democracia, tendría que haberse dicho la verdad sobre la guerra de
Malvinas, en lugar de encubrirla. Si bien la comisión encabezada por Benjamín
Rattenbach era sólo de ''análisis y evaluación'', el honrado general no se
prestó a realizar un informe que dijera algo para ocultar todo, sino que fue al
fondo de la cuestión.
Y lo dice en su documento final: ''La fuerza, empleada equivocada e
inoportunamente, no es el medio idóneo para hacer valer los derechos frente al
adversario y ante la comunidad internacional''.
En los considerandos ya se establece que el clima no era el mejor para iniciar
la invasión, ya que ''existía en numerosos países, particularmente en los países
europeos, un rechazo hacia el Gobierno argentino, por la cuestión de los
derechos humanos''. Frase fundamental.
Sobre la improvisación irracional de la dictadura, establece: ''...las
capacidades del enemigo han sido consideradas en forma poco profunda, al igual
que el análisis de la probable reacción británica, no existiendo certeza acerca
de qué documentos o funcionarios fueron consultados''.
Y ''el escasísimo aviso previo que se dio a las unidades propias para cumplir
misiones de guerra provocó que se enviasen a Malvinas tropas sin adiestramiento
ni equipamiento adecuado''. Se expresan claramente las ''fallas de coordinación
entre comandos''; la ''falta de preparación del personal y material'' y la ''de
información sobre el enemigo''.
Además, ''no existía un plan de defensa de las islas en caso de que Gran Bretaña
decidiera recuperarlas por la fuerza''. Improvisación total. Luego, el informe
califica a las medidas de las tres armas como ''irreflexivas y precipitadas'',
que convirtieron la invasión ''en una aventura militar, sobre todo cuando se
hizo efectiva la reacción bélica británica''.
Se refiere también a las fanfarronadas oficiales, absolutamente irracionales,
como cuando Galtieri habló desde el balcón de la Casa Rosada, o cuando el
canciller argentino Nicanor Costa Méndez (un civil), decía: ''La bandera
argentina no será arriada mientras corra una gota de sangre por las venas del
último soldado argentino que defiende las islas Malvinas''. El primero en
arriarla fue el general Mario Benjamín Menéndez, el comandante de la isla.
Bravuconadas que costaron la vida de centenares de jóvenes.
La investigación apunta luego a la preparación militar. La irresponsabilidad fue
iniciar una guerra cuando ''la clase 1963 no había completado su instrucción
básica ni se había completado la instrucción elemental de tiro y combate''. ''No
se previeron las necesidades de orden logístico'' que ''fue causa de serios
problemas de desnutrición'' de los soldados. Además, se subraya la ''falta de
capacidad integral de la flota''. El 60% de las bombas argentinas sobre buques
británicos ''no explotaron porque no tenían su tren de fuego preparado para
blancos navales''.
Respecto al comandante militar de Malvinas, general Mario Benjamín Menéndez,
dicen las conclusiones: ''No exhibió ni evidenció las aptitudes de mando y
arrojo indispensables en la emergencia, y no fue en esa oportunidad 'única en su
vida militar' el ejemplo y la figura que la situación exigía frente a las
tropas''.
Un documento que debería ser conocido tanto por las generaciones que sufrieron
el régimen como por las venideras. El ''Informe Rattenbach'', que por su
honradez y precisión redime a los militares argentinos, aunque no por supuesto a
los implicados en los hechos, debería distribuirse en edición oficial para que
la sociedad sepa lo ocurrido.
Pero ni Raúl Alfonsín, ni Carlos Menem, ni Fernando De la Rúa se dieron por
enterados. Las distintas reparticiones oficiales del país deberían editar y
repartir este libro sobre la guerra de Malvinas: una razón noble y justa, la
soberanía nacional sobre las islas, que en manos de una dictadura despiadada,
reaccionaria e incompetente, llevó a la muerte a centenares de jóvenes y llenó
al país de vergüenza.
Edgardo Esteban: Escritor, periodista, ex combatiente en la guerra de Malvinas
entre Argentina y Gran Bretaña (1982). Autor del libro ''Iluminados por el
Fuego'', y coautor del guión de la película del mismo nombre.