ARGENTINA, LALUCHA CONTINUA.... |
Argentina: "El objetivo del golpe fue recuperar la autoridad
del capital"
Parte I
Andrés Sarlengo
CONTRAPUNTOS
"El 24 de marzo de 1976, representa la muerte, la corrupción, la persecución,
el exilio", subraya el historiador Leonidas Ceruti.
Leonidas nació en Providencia (Santa Fe) y es un profuso narrador de las luchas
obreras. "El 1º de mayo es el día de los explotados, de los trabajadores",
afirma en su libro "El 1º de mayo en Rosario 1890-2000".
Con Leonidas repasamos qué fue (y sigue siendo) el Proceso de Reorganización
Nacional. Es indispensable mirar hacia atrás para desbrozar el camino rumbo a
una verdadera democracia. Es indispensable comprender que el capitalismo siempre
precisará gobiernos "autoritarios". Aunque votemos cada dos años: los gerentes
que elegimos representan "la autoridad del capital".
Leonidas Ceruti aporta a la reflexión con sus largas respuestas.
¿Democracia con niños sin pan ni escuelas? El discurso oficial pretende
engañarnos y confundirnos.
Habrá que desbrozar nuestro lenguaje para que el amo opresor aparezca desnudo y
tal como es. Habrá que matarlo –si es necesario- y parir la democracia.
• Contrapuntos: ¿Cómo definir e interpretar la última dictadura cívico militar
desde una perspectiva de lucha de clases? ¿Fue una reacción burguesa?
• Leonidas Ceruti: El golpe militar del 24 de marzo de 1976 fue clara y
contundentemente contra la clase obrera y los trabajadores, para restaurar el
orden en la producción, y desarticular las distintas formas de organización
obrera e imponer un plan económico de distribución contra el proletariado.
Desde 1969, en distintas zonas industriales, se fueron dando formas
organizativas democráticas, con gran participación de las bases obreras,
estableciendo con el tiempo profundas relaciones interfabriles, con innumerables
contactos regionales y nacionales. A lo que se sumo la intensificación de las
relaciones y debates al interior de las fábricas, de las fábricas a otras
fabricas, de las zonas industriales a los barrios obreros.
Para frenar ese desarrollo en ascenso, el principal objetivo de la dictadura
militar fuera destruir y paralizar toda esa organización que se venia gestando.
La supresión de las garantías civiles fue la metodología para imponer las
condiciones necesarias de destrucción y reestructuración económica, política,
social y cultural, según los lineamientos internacionales que condicionaron los
años sucesivos. Se desarticularon las formas de participación, de movilización,
que venían construyendo los sectores populares. Fueron años trágicos, con
profundas secuelas de sufrimiento y dolor, cambios y mutaciones.
Los militares genocidas, vinieron a poner disciplina, ante la indisciplina
social y productiva, la indisciplina fabril, la anarquía social que corroía el
cuerpo social, y que se habían roto las jerarquías políticas en todos los
planos. Lo hicieron para controlar las cuestiones sociales, e implementaron
mecanismos de desarticulación y escisión de todas las estructuras y organismos
participativos, bajo signos de alta violencia y sin vigencia de las garantías
civiles. La larga lista de atropellos y apremios ilegales a los que fueron
sometidas los detenidos, explican la crudeza del modelo de reorganización de la
estructura productiva del país.
El primer objetivo de la Junta Militar de Videla, Massera y Agosti fue
desarticular las luchas, la organización de la clase obrera, controlar las
demandas y cuestionamientos que generarían el segundo objetivo que fue la
imposición de un modelo económico antiobrero. Su aplicación trajo consecuencias
sociales, como el cierre de fábricas, desocupación, deteriorando las condiciones
de vida de los trabajadores y de la población. La clase obrera, desde un tiempo
antes del golpe militar del 24 de marzo, venía soportando una dura represión,
pero desde ese día se inició la mayor persecución desde sus orígenes en el siglo
XIX.
El golpe militar constituyó el momento culminante de un largo proceso histórico,
en que militarismo y golpismo se conjugaron periódicamente, para negar todo tipo
de democracia. Nunca como en el período 1976-83, se alcanzó lo que ahora
conocemos como terrorismo de estado, nunca como entonces se llegó al nivel de
exterminio de miles de hombres, mujeres y niños. La sociedad argentina se vio
sometida por la dictadura militar, que llevó al paroxismo la persecución
política, la cárcel, la tortura y la desaparición de personas.
Es ejemplificadora la proclama del 24 de marzo de 1976 por la cual Fuerzas
Armadas anunciaron que habían derrocado el gobierno de María Estela Martínez de
Perón y asumido el poder, afirmando: "...Nuestro pueblo ha sufrido una nueva
frustración. Frente a un tremendo vacío de poder,(...) a la falta de una
estrategia global que, conducida por el poder político, enfrentara a la
subversión, (...) las Fuerzas Armadas, en cumplimiento de una obligación
irrenunciable, han asumido el poder y desarrollaran, durante la etapa que hoy se
inicia, una acción regida por pautas perfectamente determinadas, por medio del
orden, del trabajo, la observancia plena de los principios éticos y morales, de
la justicia, de la organización integral del hombre, del respeto a sus derechos
y dignidad. Así la República llegara a la unidad de los argentinos y a la total
recuperación del ser nacional.
"A partir de este momento, la responsabilidad asumida impone el ejercicio severo
de la autoridad para erradicar definitivamente los vicios que afectan al país.
Por ello, a la par que se continuará combatiendo sin tregua a la delincuencia
subversiva, abierta o encubierta, y se desterrará toda demagogia, no se tolerara
la corrupción ni la venalidad bajo ninguna forma o circunstancia, ni tampoco
cualquier trasgresión a la ley u oposición al proceso de reparación que se
inicia.
"Las Fuerzas Armadas han asumido el control de la República. Quiera el país todo
comprender el sentido profundo e inequívoco de esta actitud, para que la
responsabilidad y el esfuerzo colectivo acompañen esta empresa que, persiguiendo
el bien común, alcanzará con la ayuda de Dios la plena recuperación nacional".
Firmaban: Teniente General Jorge Rafael Videla, Almirante Emilio Eduardo Massera,
Brigadier General Orlando Ramón Agosti.
El segundo objetivo del golpe militar fue imponer el proyecto económico
encarnado en la figura del Ministro de Economía, José A. Martínez de Hoz, que
fue elaborado como un programa de modernización del aparato productivo y de
"racionalidad". En la práctica, esto se manifestó en un lenguaje economicista
que explicaba y trataba de justificar el proyecto de apertura económica, con el
fin de atraer inversiones de capitales que concretaran la reestructuración
económica. Todo se tradujo en una crisis económica que fue en aumento, con
fábricas cerradas, miles de desocupados y una deuda externa que endeudó al país
por años.
Las consecuencias de la represión son conocidas: 30.000 desaparecidos, miles de
muertos, torturados, secuestrados, robo de niños y todo el tipo de aberraciones.
El 24 de marzo de 1976, representa la muerte, la corrupción, la persecución, el
exilio. No obstante el terror, la resistencia y la búsqueda de personas se
manifestaron públicamente. Los jueves, la Plaza de Mayo vio marchar a las
Madres. Publicaciones clandestinas, periodistas independientes, contribuyeron
con su valerosa tarea a sacar a la luz los oscuros sucesos de ese período.
Las primeras medidas tomadas por la Junta Militar contra el movimiento obrero
fueron la intervención de la CGT y de numerosos sindicatos - entre ellos 27
federaciones y 30 regionales de esa central obrera-, la suspensión de la
actividad gremial -asambleas, reuniones, congresos-, la prohibición del derecho
de huelga, la separación de las obras sociales de los sindicatos. En 1979, la
ley de Asociaciones Profesionales limitó la cantidad de delegados de fábrica -en
el caso de Ford, por ejemplo, se redujo de 300 a 6-, se aprobó la libre
afiliación - a pesar que el 95% de los trabajadores ratificaron a sus anteriores
sindicatos -, se disolvieron las federaciones de tercer grado y se exigieron
cuatro años de antigüedad en el empleo para ser elegidos como delegados, además
de la infaltable constancia de "buena conducta" de la policía para poder
presentarse a trabajar. A esto, se sumo la Ley de Prescindibilidad, que
autorizaba el despido de cualquier empleado de la administración pública. A un
mes del golpe se reformó la Ley de Contratos de Trabajo, que anulaba normas en
materia de derechos.
Toda esa legislación se combino con la represión, ocupando militarmente las
fábricas en conflicto, reprimiendo especialmente a distintos gremios
industriales y de servicio, a sus delegados y miembros de comisiones internas.
Los sindicalistas, delegados, militantes fabriles y abogados laborales fueron
víctimas de la violencia aplicada desde el poder militar. Sin embargo, existía
la necesidad de brindar una imagen de "paz interior". Por tal motivo, ese
proceso de disciplinamiento represivo se realizo en forma abierta o encubierta,
ocultando la identidad de las víctimas, hechos que se materializaron en la
figura del "desaparecido". Las características de los procedimientos y
padecimientos a los que eran sometidos los detenidos en los "centros
clandestinos", fueron conocidos por las declaraciones de sobrevivientes y
posteriormente por el relato de los mismos autores "arrepentidos".
Este cuadro sobre los Desaparecidos por profesión con datos de la CONADEP, nos
ejemplifica sobre los sostenemos:
DESAPARECIDOS POR PROFESION PORCENTAJE
OBREROS 30,2 %
EMPLEADOS 17,9 %
DOCENTES 5,7,%
ESTUDIANTES 21 %
PROFESIONALES 10,7 %
AUTONOMOS 5 %
AMAS DE CASA 3,8 %
CONSCRIPTOS 2,5 %
PERIODISTAS 1,6 %
ACTORES, ARTISTAS 1,3 %
RELIGIOSOS 0,3 %
En síntesis, sumando los porcentajes de los desaparecidos de obreros, empleados
y docentes alcanza el 53, 8 %, lo que significa que la fuerza de la represión
cayó sobre los trabajadores.
La Junta Militar, designo como Ministro de Trabajo al General Liendo, que luego
de ordenar una batería de medidas contra la clase obrera, participo activamente
en las reformas a la Ley de Contratos de Trabajo, por la cual se dejaba sin
vigencia una serie de normas que hacían a los derechos individuales. Entre sus
primeras actividades estuvo definir la política del gobierno hacia el movimiento
obrero en su mensaje del 1º de mayo de 1976. En el mismo, con todo cinismo fijo
las pautas de la política laboral, al afirmar que "la intervención militar no se
hizo en contra de un determinado sector social, partido político o sistema
económico, sino para corregir excesos, impedir desviaciones, reordenar y
reencauzar la vida nacional, cambiar la actitud argentina con respecto a su
propia responsabilidad, facilitar en suma, el desarrollo pleno de nuestra
potencialidad. (...) "referido a las disposiciones legales que encuadran la
actividad y estructura gremial, su revisión no tiene en modo alguno como
objetivo lesionar el principio protector incito en el derecho laboral, ni
cercenar ningún derecho inalienable del trabajador. Su finalidad es la de
corregir excesos, vicios, instrumentar normas que eviten la corruptela en la
utilización de fondos y reconstruir la armonía en el campo laboral a través de
las relaciones individuales de trabajo".
Posteriormente defendió las modificaciones a la Ley de Contrato de Trabajo, la
reglamentación del derecho de huelga, que se hallaba suspendido, la Ley de
Asociaciones Profesionales y la intervención de la CGT. Finalmente dejó en claro
cual era la política para cualquier oposición en las fábricas a la dictadura al
afirmar que "Con relación a la actividad de la subversión en el ámbito fabril se
sabe que ella intenta desarrollar una intensa y activa campaña de terrorismo e
intimidación a nivel del sector laboral. Los objetivos de esa campaña son: la
destrucción de la Nación, la paralización del aparato productor, la instauración
de una dictadura marxista y la negación del ser nacional. Para combatir y
destruir a la subversión hay que conocer su modo de actuar: adoctrinamiento
individual y de grupos para la conquista de base obreras, colocándose a la
cabeza de falsas reivindicaciones, creación de conflictos artificiales para
logra el enfrentamiento con dirigentes empresarios y el desprestigio de los
auténticos dirigentes obreros, el sabotaje a la producción, la intimidación,
secuestro y asesinato de obreros y empresarios que se opongan a sus fines.
Ejecutores de ese accionar son agentes infiltrados y activistas perfectamente
diferenciales de los verdaderos delegados que ejercen la representación gremial
de sus mandantes. Frente a ese accionar, el gobierno y las FFAA han comprometido
sus medios y su máximo esfuerzo para garantizar la libertad de trabajo, la
seguridad familiar e individual de empresarios y trabajadores y el
aniquilamiento de enemigo de todos".
Todos los primeros de mayo, las FF.AA dieron a conocer distintos mensajes con
una serie de medidas, y en 1977, el Comando del II Cuerpo de Ejercito con
asiento en Rosario, emitió un comunicado del arma, en el cual puntualizo que "La
suspensión temporaria de algunas actividad gremiales (…) tuvo como finalidad
corregir factores distorsionantes de la vida nacional, teniendo en cuenta que
serán paulatinamente restablecidas en cuanto se logre se reordenamiento y
reencauzamiento y se ubiquen por encima de lo coyuntural (..) El ejército
defiende la necesidad de un orden mínimo imprescindible para la convivencia y el
progreso de la Nación, ordenamiento, cuyos límites han sido fijados teniendo en
cuenta las especiales circunstancias que vive el país. Esos limites son lo
suficientemente flexibles para evitar que una excesiva rigidez los convierta en
un esquema estático fácilmente superable por una realidad en permanente cambio"
Para luego aclarar que se lo hacía "para evitar que su trasgresión desate la
puja de intereses sectoriales y se convierta en un impedimento para la
consolidación de unidad nacional. El Ejercito Argentino sabe perfectamente que
el sector sindical tiene espíritu y vocación nacional y que a pesar de todos los
intentos realizados desde distintos puntos del espectro ideológico para
infiltrarlo no ha sido contaminado ni por el marxismo ni por ninguna otra
doctrina extranjerizante opuesta al sentir nacional".
Hacía 1979, el Ministro Reston, en el tradicional mensaje a los trabajadores,
hizo referencia al paro de actividades que hacía pocos días se había realizado,
afirmando que "el gobierno y el pueblo están dispuestos a consolidar los
objetivos alcanzados por encima de intereses mezquinos, sectoriales o
individuales, cuya acción perjudica al conjunto de la Nación". Dejando un
observación para los sindicalistas, que "debían asumir sus responsabilidades,
cumpliendo con sus deberes y derechos", finalizando con una nueva advertencia
"En esta dura prueba que la Nación debió afrontar, hemos ganado la paz y la
seguridad. No debemos olvidar que nuestros enemigos aunque derrotados, están
presentes y se manifiestan de diversa manera. Contra ellos debemos estar
prevenidos y no dejar de mirar el rumbo…ya que el Proceso de Reorganización
Nacional aún no concluido su misión y la gran labor de todos ha sido que impere
un orden social y para lograrlo el gobierno tiene comprometida toda su voluntad
y energía".
En síntesis, los genocidas del 76 hicieron hincapié en los objetivos económicos
del proceso, la necesidad de sacrificios y esfuerzos de los trabajadores, las
tareas de ordenar y recuperar a la Nación, a la vez que se destacaba que se
buscaba el punto de equilibrios entre el desarrollo de sus riquezas potenciales,
y la armonización de su crecimiento económico y social, como también corregir
los excesos, vicios, e instrumentar normas que eviten la corruptela en la
utilización de fondos sindicales y reconstruir la armonía en el campo laboral a
través de las relaciones individuales de trabajo, "combatir y aniquilar la
actividad de la subversión en el ámbito fabril, ya esta lo que pretende es la
destrucción de la Nación, la paralización del aparato productor, la instauración
de una dictadura marxista y la negación del ser nacional".
Seria un error creer que el golpe de Estado fue resistido por toda la sociedad.
Fue aceptado por la mayoría de las fuerzas políticas, la Iglesia, y con alivio
por el sector más poderoso del empresariado.
Los empresarios estaban atemorizados por la violencia dentro de sus fábricas y
por la situación económica que combinaba control de precios y alta inflación. A
mediados de 1975, en una reunión privada con Videla, sugirieron que las Fuerzas
Armadas asumieran el poder. El compromiso que tomaron los principales
empresarios fue que uno de ellos, José Alfredo Martínez de Hoz, fuera el
responsable de la gestión económica del nuevo gobierno militar. Los sectores con
poder económico resolvían así sus dos problemas principales: ellos arreglarían
las finanzas del país, mientras los militares ponían orden eliminando a la
subversión.
Los medios de comunicación mayoritarios también apoyaron el golpe. Incluso el
diario considerado más progresista en la época, "La Opinión", publicó notas
favorables al golpe, antes y después del 24 de marzo.
Afirmamos anteriormente que el objetivo del golpe fue recuperar la autoridad del
capital, ponerlo a éste en condiciones de hacer lo que más le conviniera en la
crisis, restaurar el orden en las fábricas, respaldándose con la violencia
organizada y que tenía un norte bien claro: recuperar las fuerzas políticas
pérdidas, recuperando la autoridad del Estado como monopolio de la violencia,
para poder utilizarlo en la aplicación de un plan económico en defensa del
capital contra los intereses de los trabajadores.
Muchos años después, el 16 de marzo de 1998 comparecieron ante el Juzgado del
Juez Garzón en España en carácter de miembros de la Comisión Directiva de la
Central de los Trabajadores Argentinos (CTA): D. Víctor Norberto de Gennaro,
Doña Maria Olinda Maffei, D. Víctor Inocencio Mendivil. D. Alberto Oscar
Morlachetti, D. Alberto José Piccinini y D. Juan Carlos Caamaño, para denunciar
la represión que padecieron los trabajadores argentinos, en el juicio que se
llevaba adelante contar un conjunto de represores.
Sus declaraciones constan en el tomo 51 de la pieza principal del Sumario a
partir de los folios 13.796 y la documentación que acompañaron y que se reseña
en el Acta de su declaración en los tomos 95 a 98 y 105 a 107 de la pieza
separada de documentación.
Dieron cuenta de los testimonios recuperados y la documentación que demuestra la
existencia de un número aproximado de 10000 trabajadores desaparecidos en los
siguientes sectores de la industria y los servicios: Telefónicos, Trabajadores
de la Luz y Fuerza, Trabajadores de Correos, Trabajadores del Estado,
Visitadores Médicos, Trabajadores del Azúcar, Ceramistas, Empleados Públicos,
Vitivinícolas, Obreros de la Carne, Metalúrgicos, Empleados de Comercio,
Taxistas, Viajantes de Comercio, Empleados Municipales, Trabajadores de la
Construcción, Navales, Aeronáuticos, Ferroviarios, Trabajadores de la
Alimentación, Gráficos, Empleados de Seguros, Marítimos, Plásticos, Químicos,
Papeleros, Trabajadores del Cuero, Fileteros, Petroleros, Periodistas y
Trabajadores de Prensa, etc.
Destacaron en su declaración que "el aniquilamiento de las organizaciones
populares adquiere una centralidad desconocida extendiendo su aplicación al
conjunto de la comunidad. En este esquema la noción de lo subversivo involucra a
toda forma de organización, resistencia o disidencia frente a los objetivos del
proceso militar. Se convierte en práctica habitual la supresión de dirigentes
gremiales y miembros de comisiones internas o de simples trabajadores cuya
práctica sindical supone automáticamente enfrentarse con el Estado represor".
Marcaron la complicidad de los directivos de muchas empresas con la represión
ejercida contra los trabajadores. Indicaron en este sentido que muchos
activistas sindicales fueron secuestrados debido a que eran señalados por
aquéllos ante quienes ejercían la represión y que en muchos casos fueron
utilizados locales de las empresas para la detención y tortura.
Resaltaron principalmente que las investigaciones realizadas acreditan que el
67% del total de los detenidos desaparecidos fueron trabajadores.
En ese sentido, Víctor Mendibil, de la Asociación Judicial Bonaerense,
integrante de la Comisión por la Memoria y Secretario Gremial de la CTA, en el
II Encuentro Internacional sobre la Construcción de la Memoria Colectiva,
realizado en la ciudad de La Plata durante agosto de 2001, señalo claramente
"Valoro el debate y los temas que se desarrollan. No comparto la visión
mayoritariamente. Cuando se analiza la primera etapa, se visualiza el
enfrentamiento armado y no se visualiza la lucha con las organizaciones
sindicales, delegados y todos los obreros que participan de las actividades
militantes, en las organizaciones armadas que sufrieron las consecuencias antes
de 1976 por la Triple A y posteriores a esa etapa. Les diría que, según nuestros
estudios, el 70% de los 30.000 desaparecidos son integrantes de comisiones
internas u obreros que solamente tenían su comportamiento como parte de una
organización sindical que planteaba una distribución de la riqueza más justa a
partir de la lucha sindical".
Luego al comentar la base jurídica y sustento para la presentación ante el Juez
Garzón afirmo que "Nosotros decíamos que en la Argentina hubo un plan concertado
por los grandes grupos económicos y las FFAA para implementar el terrorismo de
Estado y el genocidio, con el objetivo de disciplinar socialmente a la clase
trabajadora para obtener una más alta tasa de ganancia y la concentración
económica (…) Hay 8300 casos de delegados sindicales, militantes obreros, de la
clase trabajadora, que fueron masacrados, desaparecidos para disciplinar
precisamente. Ese es el grupo nacional central en que se basó la represión para
que después se instalara un terror determinado que permite que hoy el modelo
económico se esté desarrollando y que haya una planificación de la muerte a
través de la continuidad de una misma política económica, basadas en el
exterminio, basada en el terrorismo de Estado, en la desaparición de casi 9000
delegados sindicales que pretendían generar condiciones más dignas de trabajo y
de distribución de la riqueza".