El 6 de septiembre de 1930 fue la fecha de nacimiento de la llamada década
infame. Fue el golpe contra el segundo gobierno de Hipólito Irigoyen y aunque
tuvo una impronta vinculada a los negocios de las grandes petroleras que no
querían la profundización del proyecto de YPF, también comenzó una práctica
política de miseria, clientelismo y promesa permanente.
Nacieron las villas miserias y el tango discepoliano y las aguafuertes de
Roberto Arlt denunciaban aquella mezcla de anuncios de futuros mejores y
mantenimiento del privilegio de unos pocos a costillas de vastos sectores
populares que eran hundidos en el hambre y la desesperación.
Eran los días del conservadurismo en el Gran Buenos Aires, sumado a la mano dura
de las mafias vernáculas.
Doble moral que decía tener un compromiso con los más altos valores de la
nación, por un lado, mientras las clases dominantes afianzaban sus métodos de
corrupción y compra de voluntades a bajo costo.
Doble moral, doble discurso.
Más pobreza para muchos, más riquezas para unos pocos.
Y el esquema seguía su curso gracias al devastador efecto de la promesa: aquello
que promete un horizonte distinto al mismo tiempo que obtura la pelea en el
presente, la aplaza, a través de dádivas que vienen desde distintos sectores del
poder.
Aquella década del treinta, aquellos años de la década infame no desaparecieron
en la evolución social y política de la Argentina.
Hubo permanentes reciclajes de esta forma de ingeniería política y social que
llegan a estos atribulados tiempos del tercer milenio.
Corrupción, clientelismo, pobreza, promesas y consolidación del sistema. He allí
la matriz conceptual de la siempre viva década infame.
Procedimientos cotidianos que muestran su vitalidad en distintos puntos de la
geografía argentina.
Una reciente investigación periodística da cuenta de esta clave histórica: en el
primer año de gobierno de la doctora Cristina Fernández, el hambre creció en un
30 por ciento en la región del conurbano bonaerense, al mismo tiempo que
reapareció "el clientelismo K", sostienen los diarios.
Confirmación de aquella matriz inaugurada como método serial a principios de los
años treinta.
Para la organización Red Solidaria ya hay medio millón de nuevos pobres en la
zona que, según todos los analistas, definen las elecciones presidenciales en el
país de los argentinos.
El dato no debe generar sorpresa, sino conciencia sobre cómo construyen poder
los sectores dominantes en la Argentina.
No se trata de un viaje en el tiempo, sino la lógica de un sistema que sabe
reproducirse más allá de cambios formales.
La década del treinta sigue viva en la Argentina.
Y el verdadero rostro de la infamia está en sus consecuencias, medio millón de
nuevos pobres en aquellos que siguieron la mecánica de la promesa y el
clientelismo.