Argentina: La lucha continúa
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Redefinir la palabra "progreso"
Osvaldo Bayer
Página 12
Es increíble cómo se silencia la vida de las pequeñas ciudades, de los pueblos,
aquello que tiene un verdadero valor para la ética de la vida, para la belleza
local, para la verdadera historia comarcal que, por su ejemplo, a pesar de ese
silencio, siempre trascienden. Los medios, en su gran mayoría, dedican sus
páginas a la crisis económica, a las internas políticas, a los cambios de
entrenadores de fútbol y, ahora, si Riquelme o Caranta.
Para demostrar que existen cielos, que se habla del paisaje, que hay interés por
la historia o que hay pocos pero existen que se ponen tristes o se desesperan
por las estadísticas del hambre de nuestros niños nos meteremos en el corazón de
la tierra.
Hoy hablaremos de un lugar bonaerense pura pampa. Lo que ocurrió podría pintarse
en un cuadro con rostros de adolescentes riendo, aplaudiendo, entusiasmados. Es
que lo que ocurrió en Rojas no ocurrió en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
¿Autónoma de quién? Sí, vamos a decirlo en una sola línea: el Concejo
Deliberante de Rojas aprobó por mayoría un proyecto por el cual se cambia el
nombre de la calle Roca por el de Pueblos Originarios. Pero aquí viene lo
sorprendente: al proyecto lo presentaron alumnos del colegio secundario de la
ciudad. De la ciudad. Y los representantes municipales lo aprobaron por amplia
mayoría. Con una conciencia y claridad que pueden notarse en las intervenciones
de esos concejales. El anteproyecto fue elaborado por los alumnos y discutido
con la ayuda de los profesores Liliana Barzaghi, Javier Membriani y Andrea
Tamasi sobre la base del proyecto Identidad Latinoamericana que se propone
"asumir la identidad de los medios de simbolización a través de los mecanismos
democráticos de participación".
Justamente eso así es iniciar el debate sobre nuestra historia para preguntarnos
el porqué de tanta crueldad en nuestro devenir que culminó con el método
represivo más sádico y perverso de la historia: la desaparición de personas y el
robo de niños. Por ahí se comienza. Preguntarnos por qué glorificamos actos de
tanta crueldad y cinismo como lo fue la Campaña del Desierto, que terminó con la
muerte o la esclavitud de los pueblos originarios y el apoderarse de sus
tierras. Los alumnos de la Escuela de Rojas, después de estudiar una profunda
bibliografía y discutirla, llegaron a la conclusión, como dice su anteproyecto,
de "que el general Julio Argentino Roca fue el principal actor de la llamada
Campaña del Desierto, que significó uno de los momentos más bochornosos de
nuestra historia nacional, por el etnocidio y el genodicio que se perpetró
contra ‘nuestros hermanos los indios’ (como los llamó San Martín) al solo efecto
de robarles sus tierras para otorgarlas a unos pocos propietarios" y que "en el
término de veintisiete años, el Estado regalase o vendiese a precios irrisorios
41.787.023 hectáreas a 1843 terratenientes vinculados por lazos económicos y
familiares a los diferentes gobiernos que se sucedieron en aquel período. De
resultas de ello, cincuenta familias llegaron a ser propietarias de más de
cuatro millones de hectáreas en la provincia de Buenos Aires. Por ley especial
se premió al general Roca con 15.000 hectáreas que se agregaron a las 50.000 que
ya se le habían otorgado" y que "la mencionada guerra de exterminio se llevó a
cabo con una crueldad que repugna a todo sentimiento humanitario y que se hizo
posible gracias al sentimiento de superioridad que nacía del enraizado racismo
de toda una clase dirigente: por ello, y sin siquiera cuestionarse, llamaron
desierto a un territorio ocupado por aborígenes, a quienes hoy la Constitución
denomina pueblos preexistentes". Y luego, el anteproyecto trae una frase de
legítimo derecho: "que a la mirada de los niños y adolescentes no corresponde
exponer a quien desempeñó un papel nefasto en la historia otorgándole el lugar
que se reserva para los héroes y otros personajes dignos del respeto de los
argentinos".
El debate entre los concejales fue profundo y extenso. Votaron por la afirmativa
los concejales María Baldoma, Lila Cohen, Alicia Ferrea y Carlos Blázquez (todo
del Frente par la Victoria), Daniel Boyeras, Alejandra Sábato, Carlos Veliz y
Juan Piqué (UCR), y Laura Onrubiam de la agrupación 26 de Octubre. En contra,
Vicente Escorcia, y Alba Molina (26 de Octubre), Miguel Crespo (Frente para la
Victoria). Estuvo ausente el vecinalista Luis Miguel Caso, que antes había
señalado que votaría en contra.
En los argumentos de los que votaron en contra está demostrado el absoluto vacío
de ideas y de defensa de la ética. Por ejemplo, el concejal Vicente Escorcia
dijo: "Un cambio de nombre implica trastornos para quienes habitan en esa calle.
Por eso, más allá de que considero que Roca fue un personaje nefasto de la
historia, voto para que la calle continúe con el nombre que tiene". Aquí se
podría aducir que, con ese argumento, todas las ciudades alemanas deberían hoy
mantener sus principales calles con el nombre de Hitler, para no causar
"trastornos" a los vecinos. Elba Molina, que también votó en contra del cambio
de nombre, adujo: "Cambiar el nombre de la calle no va a cambiar la historia, no
va a eliminar las muertes, y por el contrario, creo que dejarlo nos va a
recordar siempre la tragedia de los pueblos originarios". Con ese criterio,
nuestras calles tendrían que tener el nombre de Videla, Massera, Etchecolatz,
Astiz, etc. Increíble el argumento de la señora concejal.
Y también el concejal Miguel Crespo repitió ese argumento que bien podría
calificarse de oportunista. Dijo, textual: "Creo que dejándole el nombre a la
calle Roca mucha gente se va a acordar de que este hombre fue un asesino, y
siempre va a estar presente en ese carácter. Por eso voto para que no se le
cambie el nombre". En Rojas, la gente lo llama ahora al concejal Crespo con el
apodo de "Pilatos Crespo".
En cambio, los concejales que defendieron la eliminación del nombre de Roca
trajeron copiosos datos históricos de cómo ese militar Roca restableció la
esclavitud al anunciar el "reparto de indios", más los fusilamientos y la quita
de los niños a sus madres. Y, claro está, el indiscutible negociado del reparto
de tierras entre los poderosos de la época.
La ciudad de Rojas nos ha dado el ejemplo. En nuestra "adelantada" ciudad de
Buenos Aires, el macrismo rechazó en comisión el proyecto y hay hasta
iniciativas soplonas de aprobar una suma de dinero para limpiar el monumento de
Roca de la Diagonal Sur de todas las inscripciones de la sabiduría popular.
Pero, por más que la limpien...
Y de lo de Rojas pasamos a otro hecho que dignifica a los encuentros populares y
a sus búsquedas de una sociedad más profunda. Ocurrió en Los Toldos, también
provincia de Buenos Aires, donde los mapuches hicieron un encuentro con el bello
nombre de "Caminata por la defensa de todas las vidas". La música típica de
ellos acompañó al encuentro que llevaba como lema "El habla de la tierra, el
agua, el viento y el fuego". Las invitaciones fueron amplias: a los pequeños
productores orgánicos, a ambientalistas, y a otros pueblos originarios.
Participaron escuelas y jardines de infantes y abuelos mapuches entregaron a los
niños plantines de flores y plantas medicinales, como signo de la diversidad
biológica. También se plantó una cortina forestal como símbolo de detener las
fumigaciones sobre los campos. Se leyó una página de Verónica Azpiroz Cleñan,
donde describe lo que era esa región antes y lo que es ahora. Después detalló la
tierra donde vivió su abuelo y lo que es ahora. Dijo: "Ayer fui al campo donde
vivió mi abuelo. Encontré una tapera. El campo está sembrado de soja, la tierra
ya no es negra. Es grisácea. No hay ya ni caballos. Ni vacas, ni lechones, ni
plantas, ni huerta, ni flores, ni pájaros, ni mariposas, ni perdices, ni
gaviotas, ni el cielo azul de mi infancia. Me quedé pensando. Está en el
recuerdo vivo de nosotros, el modo de producción agraria sin lastimar la tierra,
con una producción diversificada, en equilibrio con el ecosistema, con el
espacio natural y respetando las fuerzas naturales que dan vida a todas las
vidas. Los espacios territoriales han sido transgredidos, contaminados por la
fumigación y así, ha sido fumigada nuestra salud, nuestro pensamiento y nuestra
vida". Luego señalará las virtudes de la medicina mapuche, con el uso de 250
hierbas medicinales. "El año pasado –señala– hemos recolectado cerca de 50
especies. Pudimos constatar que las pérdidas de las especies en menos de 30 años
son abruptas, que el empobrecimiento de nuestra tierra es atroz por el uso de
los agroquímicos." Y la representante mapuche en su documento se pregunta
"¿dónde está garantizado nuestro derecho a vivir y curarnos de acuerdo con
nuestra cultura, si la ‘lógica chacarera’ y mezquina sigue peleando por
retenciones pero nada dice sobre las enfermedades que nos causa el glifosato
para que crezca la señora soja? Y nadie da cuenta de la pérdida de la
biodiversidad. ¿Y de la muerte de más de 150 especies de plantas medicinales en
menos de treinta años? ¿Por qué callamos sobre la muerte de la diversidad
biológica gracias a la soja transgénica?". Y luego, Verónica terminó con esta
fuerte frase: "A la soja le digo fuera, fuera de nuestra tierra".
Roca señaló que conquistaba esas tierras "para atraer al capital extranjero".
Los pueblos originarios –sus víctimas– defienden hoy las hierbas medicinales.
Dos reacciones contra el ritmo impuesto por un sistema económico que hoy está
aterrando al mundo entero. Habría que redefinir el sentido de la palabra
"progreso".