Argentina: La lucha continúa
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Paciencia estratégica
León Rozitchner
Págian 12
Un nuevo concepto acuñado por las fuerzas armadas de los EE.UU. y utilizado por
su enviado político-militar a la Argentina, Tom Shannon, se denomina: "paciencia
estratégica". ¿Qué significa esto? ¿Que a la paciencia se la llama ahora
"política" y cuando se les acaba la paciencia se la llama "intervencionismo
armado" y guerra? O tiempo o sangre: a eso volvemos. La paciencia es entonces un
lapso intermedio en el que sólo se tolera –y eso sería la política– que la
ciudadanía inocente crea que la democracia funciona con su legalidad jurídica, y
como si en ella se tuviera derecho a modificar la realidad social por medios
pacíficos. Quieren que nos demos cuenta: si se sobrepasan las cosas se agravan.
El árbitro armado saca la tarjeta roja y manda a parar el juego por medio de las
armas de fuego. ¿La paciencia está por acabarse y por eso nos mandan la IV
Flota?
También han tenido una larga paciencia los pueblos aborígenes en Latinoamérica,
que son al parecer aquellos donde la resistencia mantenida durante casi cinco
siglos también se ha acabado. Era a su manera una paciencia estratégica, que
nunca se había perdido. Esto no coincide con lo que, utilizando las categorías
de la izquierda tradicional, se ha llamado la lucha de clases del
"proletariado". Son rebeliones y luchas políticas campesinas de las cuales el
nuevo Estado se nutre, que se apoyan en una cultura colectiva diferente a la
atomización social que produce la industria racionalizada sobre fondo de un
cuerpo maquinal humano como el que describe Descartes. Nuestros obreros, en su
mayoría, cuyos ascendientes llegaron de Europa –italianos, españoles– vinieron
en cambio ya cristianizados, convertidos en sujetos "abstractos", como Marx
decía de los ciudadanos burgueses separados y aislados, descomunitarizados por
imperio de la figura de Cristo con la cual cada uno se identificaba. El
peronismo les prestó a sus descamisados una pseudo "comunidad organizada",
política y también religiosa. No hubo reforma agraria aunque se nos
industrializara: a la oligarquía se le hizo el campo orégano sin perder ni una
hectárea. La comunidad indígena aborigen, en cambio, mantiene otro modelo:
conservan a la Madretierra, a la Pachamama, como fundamento de los lazos
sociales, ligados desde la sangre y el cuerpo al cuerpo materno de la
Naturaleza, sobre cuyo regazo húmedo siempre vivo todos se acogen. Muy diferente
al modelo del cuerpo de la Virgen María sin pasiones sensuales: llena de
pasiones tristes, sólo espirituales y celestiales, nunca terrenales.
Si algo tiene de notable lo que está sucediendo en Latinoamérica es que los
cambios y las transformaciones políticas que se están produciendo provienen de
los pueblos aborígenes que fueron esclavizados por los europeos con la cruz y la
espada. La izquierda, dispersa, mientras aspira a que los nuestros también se
unifiquen, los mira, envidiosa. No son allí tampoco los partidos políticos
populistas de izquierda –como el PT brasileño o el PJ peronista– los que han
hecho punta y sostienen esta verdadera resistencia colectiva allí donde las
otras se han apagado. En ellos, paganos, el reclamo surge desde la tierra común
que reclaman y no desde el maquinismo abstracto, donde se ha perdido la cercanía
con la tierra de la que sin embargo la industria se crea, y con ello se olvida
el sentido material de la creatividad humana. Bienvenido el pedido de la
industrialización para desarrollarnos. Pero si viene acompañado de una
recuperación de la tierra de la que los argentinos fuimos despojados, como se
hizo visible que nos es ajena en el reclamo de nuestros "dueños de la tierra"
patria como propiedad privada. La tierra entre nosotros también fue
cuantificada, cristianizada, y por eso aparecía la imagen religiosa entronizada
en el relicario de la Mesa de Enlace, como amonedada fue la Madretierra al
cuantificarla y entrar en el circuito de la tierra convertida en fondos
financieros. Cada uno de los argentinos pobres, la mayoría digo, vivimos en el
aire: hemos perdido la relación con la tierra como cuerpo común que nos sostenga
unidos. Cuando fueron convocados a morir por un pedazo de la tierra patria en
las Malvinas, jóvenes patriotas argentinos que sobrevivieron volvieron a una
tierra patria privada que los condenó al suicidio o a la mendicidad: no tenían
ni un cacho de tierra humana que los acogiera, las cuentas no daban. Aprendamos
de los aborígenes: ellos nunca vendieron a su madre. Por eso, cuando la
paciencia se les acaba no es igual a la paciencia que pierden las fuerzas
armadas norteamericanas. Tienen el tiempo terrenal de la Naturaleza, no el
tiempo inhumano que les marca la Bolsa. El infinito cualitativo de la
Tierramadre donde viven sus sueños los hombres tiene un tiempo distinto del
Paraíso cuantitativo y amonedado, online, instantáneo, que es el tiempo "real"
pero vaciado de vida del capital financiero.
Por eso, nuestros "noticieros" se despiertan de día con la Bolsa, no la vida, y
cierran de noche su ojo viscoso con el Credo.
León Rozitchner es Filósofo.