Argentina: La lucha continúa
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Jorge Jure
Prensa- APDH - Neuquen
El primero de los testigos de la mañana, fue el comerciante Alberto Belmonte,
relacionado con el secuestro, desaparición y detención de Pedro Trezza.
Comenzó diciendo que ""tenía un restaurante y Pedro Trezza trabajaba con
nosotros. Lo detuvieron en la puerta del negocio. Yo no lo vi, lo vio mi papá.
Me fui a la Comisaria de Cipolletti, pedí si me dejaban pasar a verlo, aparte de
personal policial, había hombres de civil, le pregunte a Pedro qué pasaba, me
dijo que no tenía ni idea lo que pasaba, le deje un encendedor. Me volví para el
negocio, le comente a mi papá, no sé porque lo pueden haber detenido. A los 15
días, vuelve al negocio, me cuenta que aparentemente, fue por haber salido con
una chica, que era su novia".
Belmonte fue contundente a la hora de contar cómo le había ido a Trezza, "la
paso muy mal, sufrió tormentos y torturas, cuando lo liberaron y volvió, parecía
un fantasma. Conto que lo tenían acostado en una camilla, desnudo, que le hacían
simulacro que lo iban a matar, vendado. Paso mucho tiempo para que Pedro hable
del tema, se ponía muy mal".
AMNESIA PARA ARAUJO
El segundo turno fue para el militar retirado, sub oficial Aníbal Araujo,
quien relató que "llegué en febrero del 1977, me destinan a la Plana Mayor, en
el Batallón de Ingenieros 181, en el Grupo Justicia, donde se tramitan todos los
temas judiciales. Me desempeñe seis o siete años, me tuve que hacer cago de otro
grupo, volví al sector mecánica".
Ya en la rueda de preguntas y puntualmente sobre el Centro Clandestino, dijo que
"tenía conocimiento de ‘La Escuelita’, no oficial, sabía en dependencias, que
estaba afuera del Cuartel. No conocí, donde se interrogaban y se demoraban
personas presuntamente subversivas. El personal que estaba en ‘La Escuelita’,
eran servicios especiales, provenían de inteligencia. La división de
Inteligencia, estaba en el Destacamento, pegado al Comando".
A minutos de contestar preguntas, Araujo, comenzó a contradecirse, a no
recordar, a dudar, a decir que no recordaba. "Las operaciones contra la
subversión, me parece que eran del Comando". Y que "la comida, era ‘vox populi’,
que salía del Batallón. La guardia, no se a quien le competía. No recuerdo. Yo
presumo que si alguien estaba implicado en algo, había que sacarle declaración,
vinculado con la subversión".
Lo único que recordó y fue concreto fue en describir al militar Gómez Arenas,
del que sostuvo que "siempre vestía de civil, el pasaba, andaba de barbita, en
esa época usaba barba, una persona bajita, muy agradable".
Y volver a ‘no recordar’, diciendo que "orgánicamente, no sé de quien dependía
‘La Escuelita’ (dependía del destacamento de inteligencia, dijo por escrito,
bajo las ordenes del militar Gómez Arenas, bajo el comando de éste y la comida
se llevaba del Batallón, aunque esto me enteré por los diarios).
Terminar diciendo que "para nosotros, para el pueblo argentino, para las fuerzas
armadas, hubo una guerra". Sin poder ser concreto en sus respuestas, el militar
retirado que paso por el Batallón en cuyos fondos estuvo ‘La Escuelita’, dejó un
mar de dudas.
AMNESIA A MEDIAS
Otro de los militares retirados, sub oficial mayor Ricardo Bustos, a su
turno dijo que "en el período de 1976, me hicieron la pregunta (cuando
testimonie en el Juzgado Federal, por escrito) si yo conocía ‘La Escuelita’.
Dije que si, teníamos el taller cerca. Sabia de la existencia, no sabía que
pasaba ahí adentro. Me preguntaron si entraba gente, dije que sí, que entraba
gente de civil, no eran como nosotros uniformados. Teníamos prohibido ir al
sector de ‘La Escuelita’, estaba fuera de los límites del cuartel. Se veía como
un corralón, con un letrero que decía ‘zona restringida, explosivos’. Si la
gente de civil, me preguntaron dónde comían, yo eso no lo sabía, si lo hacían en
el Casino, dije que no, porque ahí había que anotarse. Nadie hablaba de eso,
teníamos miedo. Nuestra misión era distinta, desconozco qué se hacía en ‘La
Escuelita’, después con el tiempo algo supe".
Así quedó evidenciado que, en su declaración por escrito, ante el Juzgado
Federal, declaro ante el Juez Guillermo Labate, no condice con lo que declara
hoy en el Tribunal Oral Federal, hay contradicciones.
PRIMER SOLDADO EN DECLARAR
Para Eduardo González, no fue fácil hacer el servicio militar obligatorio,
era el año 1976, a días de haberse producido el golpe militar en el país.
Comenzó su relato contando que "fui incorporado al Batallón el 12 marzo de 1976,
con un período de instrucción y a la Compañía B, que se ocupaba de realizar todo
tipo de allanamientos y operativos militares en la zona. Participé de algunos,
de otros no, porque los militares dudaban de los soldados, en mi caso, tenia
militancia política. Participé de unos cuatro allanamientos. Durante ese
período, de instrucción, se comenzó a refaccionar el predio ‘La Escuelita’,
soldados de mi compañía, no todos algunos. El jefe era el Teniente Ruso. Los sub
oficiales, de la Compañía, tenían guardias en ‘La Escuelita’, dicho por ellos.
En el Casino de Sub Oficiales, dormía gente que no era del Ejército, se
manejaban con absoluta libertad, eran civiles. Los militares dudaban de los
soldados, nos sometían a pruebas físicas, de tipo ‘apriete’. Nos preguntaban si
teníamos inclinación política, que hacíamos, que amigos teníamos. El trato no
era de lo más corté".
González fue contundente al decir que "la refacción de ‘La Escuelita’, fue
durante la instrucción unos 40 días, pasábamos todos los días, durante ese
tiempo no hubo actividades, las refacciones ocurrieron después. Participaron
compañeros de la Compañía ‘B’. Revocaban, pintaban, arreglos de albañilería.
Hicieron un alambrado perimetral"
Y describir que "una vez se fugó un preso que tenían detenido. Una mañana salió
casi toda la Compañía a buscarlo, rastrillarlo. Decían ‘el chileno’ se escapó,
anduvimos buscándolo, nunca lo encontramos".
Siempre recordando detalles del centro clandestino, en los fondos del Batallón,
quien hacía la ‘colimba’, rememoró que "los sub oficiales de mi compañía, hacían
guardias, los soldados no. Los civiles andaban en automóviles particulares.
Ingresaban por una calle lateral, por afuera del Batallón, la calle de tierra.
Teníamos información general de las cosas que pasaban en el país, sabíamos que
había gente que estaba desaparecida, pero a ‘La Escuelita’, no teníamos acceso".
Al volver a relatar sobre los allanamientos, dijo que "no tenían orden de un
juez. En uno que participé, detuvieron un tren que iba a Zapala, detuvieron a
una mujer, fueron los comentarios de los sub oficiales. En algunos, se llevaron
objetos, en la Balsa de las Perlas, volvieron con un camión lleno de objetos. La
compañía B, era una más del Batallón, el Jefe era el teniente coronel Enrique
Braulio Olea".
OTRO DE LOS SOLDADOS
El segundo de los que le tocó hacer la conscripción y declarar fue Ángel
Scaiola, quien comenzó el relato diciendo que "ingresé al servicio militar en
marzo de 1976, unos diez días antes del golpe de Estado. Normal el primer mes de
instrucción. Nos enteramos ahí del golpe de Estado. No conocía lo que era el
ambiente del Ejército. Estaba en la compañía ‘B’, le decían de ‘combate’.
Salíamos a hacer recorridos, por calles, patrullajes, en dos o tres camionetas".
Relató, al igual que González, como tuvieron que salir a buscar a un preso que
se escapó, "una vez, estuvimos rastrillando la zona y por el norte de la ciudad,
decían que se había escapado un prisionero. Nos dijeron que el evadido, estaba
armado, salió todo el Ejército de Neuquén".
También confirmó que ahí "estaba el edificio ‘La Escuelita’, ahí, hacíamos la
instrucción, pasábamos por el costado, era todo campo, abandonado. Me enteré
cuando es de conocimiento de todo el mundo, en el momento de estar ahí, no sabía
nada, era un predio abandonado. No teníamos orden de pasar por ahí. Los soldados
viejos, comentaban que los que se vestían de civil y usaban pelo largo, eran del
Ejército".
"YO ERA UN SOLADO SIN DESTINO
‘LA ESCUELITA’ ESTABA AHÍ"
Artista y titiritero, Manuel Vera Urrutia, se paró frente a los jueces y
dijo "Juro por los compañeros y compañeras que no están, por el dolor que han
padecido, porque estas vejaciones no vuelvan a suceder".
Como los anteriores relatos de los soldados, dijo que "mi incorporación como
conscripto fue el 14 de marzo de 1976, al Batallón 181. Hicimos la instrucción,
larga, salvaje, unos 40 días. La situación era muy convulsionante, por el golpe
del 24 de marzo. Había algunos Oficiales, que nos trataban con algo de
benevolencia, otros nos denigraban permanentemente.
Vera Urrutia, sostuvo que "nuestros superiores nos decían que allí, iba a
funcionar ‘La Escuelita’, porque ahí, iban a estar estudiando soldados. Paso a
ser otra cosa, había sub oficiales que se dedicaban a otra cosa, era vedado a
todos nosotros", refiriéndose al centro clandestino en los fondos del Batallón
181.
Lugo, concretamente dijo que "observábamos –los que teníamos una mirada crítica
de la vida- que ahí era muy anormal el permanente ingreso de vehículos del
Ejército, de la Compañía ‘B’, un Renault blanco, varios Ford Falcon.
Helicópteros, se escuchaban muchos gritos y balaceras, provenientes de ‘La
Escuelita’".
En esa época, conto que "pertenecía al grupo muy conocido: ‘Las Marionetas de
Centenario’, éramos convocados a muchos actos de distintos pueblos. A raíz de
esto, de lo que investigaban los servicios de inteligencia del ejército,
comenzaron a hacerme interrogatorios, en relación a que hacía, quien era mi
familia, mis amigos. Dejé de hacer guardias, me empezaron a ‘pasear’ por todos
lados, yo era ‘un soldado sin destino’.
Reveló y resaltó que "la logística, el funcionamiento de ‘La Escuelita, se hacía
desde el Batallón, la comida salía del comedor que comíamos los soldados. Venían
con unos baldes grandes, viandas, la comida salía del Batallón, estaba a cargo
del militar y cocinero, Sr. Torino. Los soldados conocíamos estos movimientos,
había algunos con mucho miedo, otros con una visión distinta. Los Oficiales
arengaban a la disputa con los civiles, al enfrentamiento, era terrible el
adiestramiento que les daba a los de la compañía ‘B’.
El ‘detalle’ fue sorprendente, ya que conto que "instalamos un teléfono
–tendiendo el cableado- hasta ‘La Escuelita’, la primera vez entramos, las
instalaciones recién estaban en reconstrucción, la segunda vez, no nos dejaron
pasar del alambrado que delimitaba entre el Batallón y ‘La Escuelita’, fue
vallada la zona".
Las informaciones se filtraban, relató Urrutia, para continuar diciendo que
"había Oficiales y soldados, que hacían referencia de los que torturaban en ‘La
Escuelita’, gritos, ráfagas de ametralladoras, los autos que ingresaban, las
camionetas no ingresaban hasta dentro de ‘La Escuelita’, suponemos que eran la
‘apoyatura’ a otros autos, como así también los helicópteros. Esto sumado a los
comentarios que hacían los soldados de la Compañía ‘B’, nos decían ahí está ‘La
Escuelita’, ahí vamos, como no pueden estar en desconocimiento el resto de los
soldados, sub oficiales, oficiales o el jefe del Batallón, Braulio Olea. Si
nosotros como soldados, conocíamos que ahí estaba ‘La Escuelita’, el jefe del
Batallón Braulio Olea, el segundo jefe, Papa, no podían desconocer esto".
"VI COMO TRES MILITARES TIRABAN A TRES MUERTOS"
El ultimo en declarar, de los soldados que hicieron el servicio militar en
1976, fue Oscar Landaeta, quien comenzó diciendo que "quiero ratificar que hice
por escrito, si no recuerdo es por razones de tiempo que ha pasado. Fui soldado
del Batallón, de la Compañía ‘C’, el 6 de marzo de 1977 hasta el 13 de junio de
1979, por la situación con Chile.
Con detalles que hasta ahora no se habían contado en el juicio, sostuvo que
"nosotros como soldados, fuimos seleccionados unos 20, a los que teníamos mejor
promedio de tiro, los sub alternos (Cabo, Sargento, etc.), era un grupo
especial, normalmente hacíamos la misma guardia, los que habíamos tenido el
mayor promedio de tiro. Las guardias eran en 8 o 9 sectores, también comprendía
‘La Escuelita’, o sea por todo el Batallón. Los puestos más cercanos a ‘La
Escuelita’, eran: 5, 6 y 7, a unos cuarenta o cincuenta metros. A mí me tocó
hacer guardia después de la instrucción. No supimos bien que actividades se
hacían en ‘La Escuelita’.
El pasaje más duro, difícil y desgarrador fue cuando relato que "en una ocasión
desobediendo las órdenes de los Oficiales y Sub Oficiales, cambie el lugar de
guardia, con un compañero. Sentí tiros, escuche claramente los tiros, me
arrastré hasta muy cerca de ‘La Escuelita’, un compañero me decía ‘te van a
matar’, vi como tres militares llevaban a tres personas muertas, los metían en
un camión, unimog. Estaban muertas, de acuerdo a cómo los tiraban, como a una
bolsa de papas, con perdón de ellos".
Pero la ‘crudeza’ del relato, seguía, ya que Landaeta dijo que "el
desmantelamiento de ‘La Escuelita’, fue un día que nos llaman, nos llevan a ese
lugar, un grupo de diez soldados, fue la segunda vez que entraba ahí. Un soldado
pintaba las paredes con cal. Me toco sacar como un tipo de nido, un fardo de
pasto, había ropa con mucha sangre, no pude saber si era sangre humana, las
paredes las pintaron varias veces, supuestamente era humana, no se podían tapar
tan fácil. Ahí fue donde desmantelamos toda ‘La Escuelita’, una rancha, una
mesa, un fogón, una especie de cerco, todo eso lo desarmamos, dejarlo sin ningún
tipo de evidencia". También dio una lista de compañeros que estaban con él:
(soldados tenían conocimiento: Noriega, Nicocia, Córdoba, Rivero, León, Lanchas,
Scalani, Rivera, Costilla, Vera, Luna).
Continuó diciendo que "la comida era llevada –había un soldado González, era el
encargado de llevar la comida, cuando la Compañía estaba de guardia. Si, se veía
desplazamiento de vehículos, normalmente iban camionetas del ejército,
automóviles y el que más recuerdo es un Ford Falcon verde y uno gris. De ‘La
Escuelita’, se comentaba que ahí tenían a los ‘zurdos’, a los subversivos, lo
comentaban los guardias que lo hacían dentro de ahí, que a su vez, se los decían
los Sub Oficiales y Oficiales. Por lo que me tocó vivir a mí, digo que no debe
haber sido nada fácil haber estado dentro de ‘La Escuelita’. Hoy después de
treinta años, puedo decir que estoy mejor, al declarar hoy, gracias".