Nuestro Planeta
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Agrocombustibles: deforestación, desplazamiento forzado,
explotación laboral, cambio climático
Biocombustibles: la ‘gasolina’ de la destrucción
Hendrik Vaneeckhaute
Los mal llamados biocombustibles son anunciados por las autoridades europeas
y norteamericanas como solución para hacer frente al cambio climático y la
creciente escasez de los hidrocarburos. Detrás de este engaño masivo –cada vez
se publican más informes que dan prueba de ello– están las grandes
multinacionales del sector automovilístico, petroquímica y agroindustria que han
encontrado la forma de seguir con sus actividades lucrativas en términos
capitalistas, pero destructivas en términos del medio ambiente, incluido el ser
humano. La Comisión Europea, junto con los políticos de la Casa Blanca, desde
hace mucho defienden los intereses de las multinacionales, y para ello no
desestiman esfuerzo alguno. Lo que está en juego es todo el modelo económico
capitalista basado en el crecimiento de los beneficios financieros, un modelo
totalmente insostenible y destructor, pero al cual no se quiere renunciar.
Existen muchas alternativas para combatir el cambio climático, como son el
ahorro energético, la promoción de la agricultura ecológica local y de escala
pequeña a mediana (perfectamente capaz de producir todos los alimentos
necesarios), dejar de promover los medios de transporte menos eficaces (como son
los aviones para distancias cortas y los trenes de alta velocidad), promover el
transporte público, dejar de promover el consumismo, acabar con los paraísos
fiscales, la introducción de una ecotasa para los productos más contaminantes,
etc. Pero todo ello son alternativas demasiadas eficientes: acabarían con
beneficios de unos pocos, para redistribuirlos para muchos.
El engaño empieza ya con el nombre utilizado: ‘bio’, significa vida, cuando en
realidad lo que se está provocando con los biocombustibles es la muerte masiva
de biodiversidad, la destrucción de formas de vida indígenas y campesinas, hasta
cobrar de forma directa miles de vidas humanas. Además, la palabra ‘bio’,
también es un término protegido legalmente para hablar de productos ecológicos
(biológicos u orgánicos) y tiene en el público en general una connotación
positiva. Hablar de biocombustibles por parte de las autoridades y las grandes
empresas beneficiadas es un engaño nada inocente. Aunque sería más exacto hablar
de necrocombustibles, tal como lo sugiera Frei Betto, una palabra más acertada
podría ser agrocombustibles, o incluso se podría hablar de
agroindustria-combustibles.
Los efectos nocivos de los agrocombustibles son diversos y profundos, y en
muchos casos provocan hasta más gases de efecto invernadero que los
tradicionales hidrocarburos. Las millonarias subvenciones otorgadas por las
autoridades a las grandes multinacionales tienen un efecto perverso en el
sistema ecológico de la tierra, además de provocar más miseria en diferentes
partes del mundo. El aumento espectacular de la demanda provocado por las
medidas impuestas por las autoridades europeas y norteamericanas, está causando
deforestación, erosión, incendios forestales, aumento del modelo agroindustrial
(más consumo de hidrocarburos por la maquinaria y el transporte), aumento del
uso de pesticidas, fungicidas, herbicidas y abonos químicos, concentración de
tierras, desplazamiento forzoso, aumento de violencia contra población indígena
y campesina, represión sindical, aumento del uso de semillas genéticamente
manipuladas, aumento de trabajo precario, más hambre, aumento del consumo de
agua y menos tierras dedicadas a la producción de alimentos.
Si tomamos en cuenta que dos de los principales causantes del cambio climático
son el transporte y la agroindustria, está claro que los agrocombustibles no son
ninguna solución. Al contrario, varios estudios demuestran que la producción del
aceite de palma incluso produce más gases de efecto invernadero que la de
petróleo.
En este momento se está promoviendo la producción de agrocombustibles de forma
masiva y se prevén ganancias espectaculares para los inversores. En el Estado
Español, actualmente hay una docena de fábricas de agrocombustibles en
funcionamiento, otras tantas en construcción y otra decena en planificación.
También se aprobó una ley que establece la obligatoriedad para el uso de las
mezclas de los agrocombustibles para el año 2009. La Comisión Europea emitió una
directiva en el 2003 que impone a los Estados miembros la obligación de adoptar
la legislación y de tomar las medidas necesarias para que, a partir de 2005, los
agrocarburantes representasen un porcentaje mínimo de los combustibles
comercializados en su territorio. En el 2005, el promedio del porcentaje de
agrocombustible debería haber sido el 2%, llegando al 5,75% en el 2010. No se
alcanzó este porcentaje en el 2005 (se quedó en la mitad, el 1%), ni se llegará
al 5,75 en el 2010, pero la Comisión quiere imponer la obligación de alcanzar el
10% en el 2020.
¿Qué son los agrocombustibles?
En el sector del transporte se habla de ‘biodiesel’ y de ‘bioetanol’.
El llamado ‘biodiesel’ o agrodiesel se obtiene a partir del procesamiento de
aceites vegetales obtenidos de cultivos como colza, girasol, soja, maíz o palma
africana. El agrodiesel en principio se podría utilizar sin adaptar los motores
(actuales) obteniendo rendimientos muy similares con una menor contaminación. En
EEUU se comercializa el llamado ‘B20’, una mezcla del 20% de agrodiesel y el 80%
de diesel normal. (El ‘B100’ significa agrodiesel al 100% sin mezcla alguna.)
El ‘bioetanol’ o etanol es un alcohol producido a partir del azúcar de la
remolacha o de la caña o a partir del almidón de maíz, cebada o trigo. Se mezcla
con gasolina en diferentes proporciones. La ‘E5’, 5% de etanol y 95% de
gasolina, es la mezcla actualmente propuesta por la UE. Se prevé el aumento
hasta el ‘E10’ (la utilizada en EEUU), dado que no sería necesario ningún cambio
en los motores. En EEUU se comercializan también los motores adaptados para
funcionar con el ‘E85’ (85% de etanol) y en Brasil los ‘E95’ y ‘E100’ son
utilizados desde hace muchos años. En algunos países se comercializan los
llamados vehículos con motores Flexifuel, FFV (Flexible Fuel Vehicles), o
Vehículos de Combustibles Flexibles, con motores adaptados que permiten una
variedad de mezclas.
Los agrocombustibles pueden producir incluso más gases con efecto
invernadero.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) estima
que, para sustituir el 10% de la demanda actual de combustibles de la UE, habría
que dedicar el 70% de la superficie agrícola europea. (El grupo BIOFRAC, en un
informe publicado por la Comisión Europea, aboga por llegar al 25% de
agrocombustibles en el sector de transporte para el año 2030.) Alemania es el
mayor productor del agrodiesel (de colza y girasol) en Europa, produciendo casi
2.000 millones de litros, y cubre con ello apenas el 2% del consumo de diesel en
su territorio. Para ello dedica ya el 10% del área total cultivado. La gran
necesidad en Europa (y en EEUU) implica la importación de agrocombustibles de
países del tercer mundo como son Colombia e Indonesia. Como en Europa el consumo
de diesel es mayor que el de gasolina, se trata sobre todo de importación de
agrocombustibles ‘biodiesel’ como el aceite de la palma africana. Este cultivo
tiene un impacto devastador en los países productores.
Holanda, líder europeo en el uso del llamado ‘energía verde’ ha suspendido las
subvenciones al aceite de palma. Varios estudios demostraron que la producción
masiva de aceite de palma ha catapultado Indonesia como uno de los 5 principales
emisores de gases con efecto invernadero, sobre todo por la conversión masiva de
bosque tropical en monocultivos de palma, los gigantes incendios para despejar
los terrenos y el uso intensivo de abonos químicos. (Incluso se está pidiendo
que Holanda, como uno de los principales causantes del auge en la demanda,
indemnice a Indonesia por el daño causado.)
Otras investigaciones también ponen serías dudas en cuanto al uso de los
agrocombustibles como herramienta contra el cambio climático. La producción de
etanol a partir del aceite de girasol, por ejemplo, requiere un 118% más de
energía fósil que la de un combustible normal.
Si miramos las cifras de los principales causantes de las emisiones de los gases
con efecto invernadero tenemos el siguiente panorama: (% de las emisiones
causados.)
- El 18% se relaciona con el cambio del uso del suelo (sobre todo la conversión
de bosque en tierras de uso agrícola). Los grandes responsables son las regiones
tropicales: el 55% es producido en el Asia tropical, el 30% en América tropical
y el 20% en África tropical.
- El 14% se relaciona con la agricultura, de ello, el 38% debido al uso de los
fertilizantes.
- La industria es responsable del 14 % (del 20% si incluimos el uso de la
energía).
- El transporte también del 14% (de ello, el 76% por el transporte por tierra,
el 12% en avión).
- El 8 % se relaciona con sector de la construcción (del 20% si incluimos el uso
de la energía).
- La generación de energía (eléctrica) causa el 24% de las emisiones.
Analizando estas cifras, vemos que el auge en la demanda de los agrocombustibles
causa sobre todo un cambio de uso del suelo, segundo responsable de las
emisiones, y además es producida por grandes monocultivos (agroindustria) con un
uso intensivo de fertilizantes (y otros productos petroquímicos), también
líderes en producción de gases con efecto invernadero. Incluimos en el modelo
también el transporte (desde las zonas tropicales del planeta hasta las
instalaciones de producción en Europa), llegamos a la conclusión de que nada se
está haciendo para combatir el cambio climático.
Efectos ‘colaterales’ de los agrocombustibles.
- explotación laboral
Los agrocombustibles se producen en grandes extensiones de monocultivos, en
manos de pocos terratenientes o directamente propiedad de las multinacionales,
que explotan la mano de obra de forma brutal: mal pagada, condiciones precarias,
por temporadas, sin medidas de seguridad (contra los productos químicos), ni
seguridad social, etc. Según la OIT, Organización Internacional del Trabajo, los
trabajadores de las plantaciones poseen uno de los más altos índices de pobreza
del sector agrícola que a su vez es uno de los sectores con más pobreza.
- violencia
La expansión de estos monocultivos en todos los países tropicales está afectando
de manera violenta a los pueblos nativos de estas zonas. (Un buen resumen de los
efectos de los cultivos de palma sobre las comunidades nativas a cuyos
territorios los mismos llegan, en todos los países tropicales, se puede leer en
"El amargo fruto de la palma aceitera: despojo y deforestación", del Movimiento
Mundial por los Bosques Tropicales, disponible en su web www.wrm.org ) En
Colombia los grupos paramilitares, junto con el ejército, y en muchas ocasiones
directamente pagados por las multinacionales, se encargan de ‘despejar’ las
zonas de poblaciones molestas (con masacres, amenazas, bloqueos económicos,
etc.). Lo mismo ocurre en Brasil, Indonesia y otros países.
- contaminación y degradación del suelo
La agroindustria provoca una degradación del suelo y erosión (que a su vez
contribuye al cambio climático). Según la FAO, hasta 500 millones de hectáreas
de tierras arables desaparecerán en el tercer mundo a causa de estas prácticas.
La agroindustria utiliza de forma masiva los fertilizantes, los pesticidas y los
herbicidas, productos químicos (derivados del petróleo) que causan contaminación
y perjudican a la salud. (Todo ello forma parte de otra fábula: la fumigación
con insecticidas se ha multiplicado por veinte desde 1948, pero ahora los
insectos devoran el 13% de las cosechas, mientras que entonces se perdía tan
solo el 7%.)
- desgaste de energía y agua dulce
La agroindustria también es un gran consumidor de energía. La población humana
se ha cuadruplicado en el último siglo, pasando de 1.500 millones de habitantes
a 6.300 millones, mientras la cantidad de energía dedicada a la producción de
alimentos se ha multiplicado por 80. Ahora se gasta 80 veces más energía en
alimentar a una población cuatro veces mayor.
Uno de los efectos más negativos del cambio climático se verá reflejado en la
escasez del agua dulce en muchas regiones del Planeta. La agroindustria consume
el 70% del agua dulce a nivel global, y su expansión provocará todavía más
tensiones. Las multinacionales en la mayoría de los estados empobrecidos tienen
prioridad sobre el uso de los recursos hídricos, como es por ejemplo el caso de
Coca Cola en la India, que está dejando a poblaciones enteras sin agua por el
consumo masivo para la producción de sus bebidas.
- Hambre y desplazamiento de cultivos
El auge en la demanda de aquellos cultivos convertibles en combustibles para los
coches europeos y norteamericanos, está causando un aumento en los precios de
muchos alimentos básicos. Si tomamos en cuenta que según la OIT, la mitad de los
trabajadores en el mundo, 1.400 millones de trabajadores, viven por debajo de
línea de pobreza, con menos de 2 dólares al día, el aumento de los precios de
los alimentos como los cereales y el maíz, no es ninguna buena noticia.
También se está provocando un desplazamiento de cultivos hacia los ‘cultivos
combustibles’, provocando más hambre.
Además los cultivos como el maíz, principal fuente alimenticia para muchos
pueblos, ahora estarán destinadas a alimentar los coches. Resulta curioso: hay
800 millones de coches en el mundo, y hay 800 millones de personas que padecen
de malnutrición crónica. Los estados occidentales han diseñado ya muchos
programas para erradicar supuestamente el hambre del mundo, sin conseguir nada.
Ahora, en unos pocos años, conseguirán alimentar sus coches.
Palma Africana
El aceite de la palma africana es el aceite vegetal que más energía produce
por litro cuando es quemado. El aceite palmera supone un 25% de todos los
aceites vegetales producidos en el mundo. El 10 % de los productos del
supermercado lleva aceite de palma (desde la pasta de dientes, los cosméticos
hasta el chocolate).
África Central fue el principal productor (primero Congo, después Nigeria). A
partir de los años 80, Malasia dominó el mercado.
El 87% de la deforestación en Malasia entre 1985 y 2000 fue provocada para
plantar palma africana. En Indonesia el cultivo de palma africana ha aumentado
un 118% en los últimos 8 años. Indonesia sobrepasará este año probablemente los
17 millones de toneladas de aceite de palma, convirtiéndose en primer productor
mundial. Para los próximos años se prevé la plantación de unos 3 millones de
hectáreas más de palma. Grandes partes de Sudeste de Asia están cubiertas por
las nubes provocadas por los incendios para despejar grandes áreas de bosque
tropical. Por todo ello, Indonesia se ha convertido en uno de los principales
productores de gases con efecto invernadero, a pesar de ser un estado
relativamente poco industrializado.
La existencia de los orangutanes en las selvas de Borneo y Sumatra, está
amenazada por la tala de bosque para la plantación de la palma africana.
El cultivo de la palma africana requiere mucho terreno en clima tropical, poca
mano de obra (en una primera fase de preparación del terreno y de plantación sí
requiere más mano de obra) y muchas sustancias químicas – derivados del petróleo-
: fungicidas, herbicidas y plaguicidas. Tres factores explosivos que hacen de su
cultivo unos de los más violentos que existen en el Planeta.
- Mucho terreno: la palma africana da mejores resultados en clima tropical, y
por ello se deforestan millones de hectáreas de selva (ver ejemplos de Malasia e
Indonesia), provocando incendios forestales enormes que ha su vez contribuyen al
cambio climático. Decenas de pueblos y poblaciones campesinos son despojados de
sus tierras.
- Poca mano de obra, mal pagada y precaria, provocando miseria y desnutrición.
- Muchas sustancias químicas, que provocan erosión, contaminación, envenenan
fuentes de agua potable, perjudican la salud de los trabajadores y causan, sobre
todo los fertilizantes, más emisiones de gases invernaderos.
Varios estudios han demostrado que el uso de aceite palmera provoca todavía más
cambio climático que el uso de petróleo. Una de las causas es el hecho que el
mejor suelo para el cultivo de la palmera africana, es la turba. La turba es una
especie de esponja de materia vegetal en descomposición, que contiene enormes
cantidades de carbono. Al desaguar la tierra de turba, los gases son liberados a
la atmósfera. Una vez seca, suele ser quemada para despejar el terreno para la
plantación de la palma. Un estudio holandés calculó que en un año este proceso
(sólo en Indonesia para plantar palma) provocó la emisión de 2000 millones de
toneladas de carbón en la atmósfera, lo cual significa un 8% de todo lo emitido
globalmente por la quema de hidrocarburos.
Brasil, la caña de azucar y la soja.
El gobierno de Brásil piensa multiplicar por 12 la producción de etanol para
el año 2025. Se quiere aumentar la producción actual (2006) de 17,3 mil millones
de litros hasta los 205 mil millones de litros en el 2025. Con ello, Brasil
aspira producir el 10% de toda la gasolina (en forma de etanol) necesitada en el
mundo. En el 2006, Brásil exportó 1,6 mil millones de litros de etanol a EEUU.
A pesar de una creciente producción, el empleo en la industria azucarera de
Brasil disminuyó de 670.000 en 1992 a 450.000 en el 2003 por la creciente
concentración de las tierras y la mecanización de la cosecha.
Los beneficios de este auge en la exportación están concentrados:
El 3,5% de los propretarios poseen el 60% de los terrenos cultivables, mientras
el 40% más pobre de la población campesina sólo dispone del 1%.
La multinacional estadounidense Cargill compró la mayor fábrica de etanol del
estado de Sao Paulo, junto con 356.000 hectareas de tierra de caña de azucar.
Adeco, una empresa en manos de George Soros, invertió 671 millones de euros en
la construcción de tres fábricas de etanol en el Sur de Brasil. Además, Soros
planifica comprar terenos por un valor de 750 millones de euros.
Los costes se reparten:
Hasta el 2020 se permiterá la quema de los restos de la cosecha. Cada hectarea
quemada así produce 4.500 kg de carbono.
Para la producción de 1 litro de etanol se necesita 30 litros de agua.
Se estima que el 75% de las emisiones de gases con efecto invernadero de Brasil
son causados por la deforestación – la mayor parte proviene de la limpieza y la
quema de la selva tropical amazónica. A causa de eso, Brasil está entre los 5
principales emisores de tales gases.
Según Greenpeace, desde la llegada al gobierno del presidente Lula da Silva en
enero de 2003, se han destruido casi 70.000 km2 de selva tropical amazónica.
En 2002, entre 150.000 y 200.000 personas sufrieron casos de envenenamiento por
pesticidas en las áreas rurales, incluyendo unas 4.000 muertes.
Colombia: desplazamiento forzado, violencia paramilitar, deforestación y
represión sindical.
La Palma africana es uno de los cultivos ‘estratégicos’ del actual gobierno
de Álvaro Uribe. La introducción masiva de la palma africana forma parte
integral de la integración y de la legalización del paramilitarismo en el
estado.
En diferentes regiones del país la palma africana es introducida de una forma
violenta, en territorios bajo control paramilitar, tierras de dónde fueron
desplazados centenares de miles de campesinos (en Colombia hay 4 millones de
desplazados internos) a través de masacres, asesinatos ‘selectivos’ y amenazas
constantes. En el 2003 había 118.000 hectáreas de palma africana, tres años más
tarde ya había 285.000 hectáreas, y para el 2010 se quiere llegar al millón de
hectáreas.
En el Chocó, una de las regiones con mayores concentraciones de diversidad de
especies del mundo, la devastación ya ha empezado y decenas de miles de
hectáreas están siendo ‘deforestadas’, quemadas, y plantadas con la palma
africana. Miles de hectáreas han sido sembradas en territorios colectivos, de
forma ilegal como lo confirman diferentes informes del Defensor del Pueblo, pero
protegidas por el ejército. En la zona del bajo Atrato, después de 15
desplazamientos forzados, 200 asesinatos y desapariciones forzosas, quema de
pueblos y cosechas, años de bloqueos económicos por parte de los paramilitares y
de los militares, con el asedio permanente del ejército a la población retornada
a la zona, Del Monte (multinacional estadounidense) firmó un convenio con la
empresa Multifruits CIA de Colombia para sembrar 20.000 hectáreas de primitivo y
palma africana en el territorio colectivo.
En el Magdalena Medio, dónde la palma africana ya fue introducida hace varios
años, la represión de los sindicatos también está en manos de los grupos
paramilitares. En el 2001, por ejemplo, fueron asesinados el vicepresidente del
sindicato de Indupalma y tres sindicalistas más de las empresas palmeras de
Puerto Wilches.
Monsanto: Roundup y semillas genéticamente manipuladas
Monsanto probablemente es una de las multinacionales más destructoras del
Planeta. Fue productora de una variante del herbicida ‘Agente Naranja’, con
concentraciones de dioxina más altas que la producida por Dow Chemical,
utilizada de forma masiva e indiscriminada durante la guerra del Vietnam. Es
productora del veneno que se utiliza en Colombia (y otros países) para fumigar
grandes zonas de cultivo de coca, destruyendo todo tipo de cultivos y causando
miles de desplazados, además de muchos casos de envenenamientos. También es la
empresa líder en la producción de semillas genéticamente manipuladas (domina
entre el 80% y el 90% del mercado). Ha conseguido patentar varias semillas de
trigo de uso tradicional en la India. Es productora de la semilla BT COTTON, un
algodón genéticamente modificado que ha sido comercializado con la promesa de
grandes beneficios, pero que ha causado desastres financieros (tanto en la India
como en EEUU). Según Vandana Shiva, "A causa de los altos costes del cultivo y
de los bajos beneficios de su rendimiento, los campesinos hindúes se hallan
atrapados en gravosas deudas, para subvenir a las cuales se están dejando la
vida. En la última década, en la India, se han suicidado más de 40.000
agricultores (aunque sería más exacto hablar de homicidio o de genocidio). Más
del 90% de los agricultores que se han quitado la vida en el Maharashtra y en el
Andhra Pradesh durante la estación algodonera de 2005 habían plantado Bt. Cotton."
Un informe secreto de Monsanto, revelado por el diario The Independent (Reino
Unido), demuestra que las ratas alimentadas con el maíz transgénico MON 863
tenían riñones más pequeños y variaciones en la composición de su sangre.
También es la productora de la hormona sintética que aumenta la producción de
leche de las vacas (utilizada en EEUU), pero causante de cáncer.
Y por último, Monsanto produce uno de los venenos más utilizados en el mundo,
Roundup (utilizado para cultivos de maíz, soja, palma africana, etc.). Este
herbicida mata indiscriminadamente a todas las plantas, incluida las vida
bacteriana del suelo, dejando intactas sólo las cosechas transgénicas tolerantes
al herbicida. Con el tiempo se producen tolerancias al herbicida, con lo cual la
cantidad de herbicida utilizada aumenta cada año. También se están publicando
informes que alertan de su toxicidad para anfibios y humanos.
Recientemente Monsanto ha obtenido el permiso del estado colombiano para sembrar
semillas de maíz genéticamente manipuladas (MON 810) con el objetivo de cultivar
maíz para producir agrocombustibles.
Conclusiones
La locura económica actual hace circular los productos de consumo de forma
innecesaria, gozando de todo tipo de subvenciones, -por ejemplo el Reino Unido
en 1997 importó 126 millones de litros de leche y exportó 270 millones de litros
de leche- o sobre distancias enormes, trayendo judías desde Etiopía o flores
desde Colombia en aviones climatizados. La sinvergüenza y la hipocresía de los
gobiernos europeos apoyando los crímenes contra la humanidad del gobierno
estadounidense, líder mundial en violación de los Derechos Humanos y destrucción
del medio ambiente, es un ejemplo claro que a estos no les importan nada los
DDHH o el medio ambiente. Pero no hace falta ir a EEUU, las mismas
multinacionales europeas con el apoyo de los gobernantes, son las que corrompen,
saquean, destruyen y contaminan en África, Asia o América Latina todo lo que
está a su alcance.
Los agrocombustibles son la excusa perfecta para no hacer absolutamente nada al
problema en el fondo: el derroche de energía en Europa y Norteamérica, un estilo
de vida completamente insostenible y una economía basada en el crecimiento de
los beneficios (a través del consumismo y la especulación). El modelo económico
actual está basado en el principio de los beneficios concentrados y en la
generalización de los costes: contaminación global, destrucción generalizada del
medio ambiente, aumento de las enfermedades respiratorias, destrucción de
estilos de vida comunitarios, etc.
La rapidez y la contundencia de las medidas tomadas por la Comisión Europea y
los gobiernos norteamericanos (obligación para distribuir y usar los
agrocombustibles) contrastan con la ‘dejadez’ para introducir medidas de otro
tipo. Ahora no estamos escuchando a los defensores del falso libre mercado y de
la no-intervención del estado que en otros asuntos defienden la actuación
‘libre’ de las multinacionales. Igual de fácil sería aprobar las medidas contra
los paraísos fiscales. Igual de fácil sería la introducción de un impuesto sobre
las transacciones financieras internacionales (la Tasa Tobin). Igual de fácil
serían las medidas para obligar la distribución y el uso de alimentos
ecológicos. En los últimos 40 años no se ha logrado erradicar el hambre de los
países empobrecidos, pero ahora, en sólo 5 años, se ha conseguido que se
cultiven millones de hectáreas, no para alimentar a su población, sino para
alimentar a los coches de los ricos. Y en caso de que estos países se queden con
algún porcentaje pequeño de los beneficios financieros que sacarán las grandes
multinacionales, éste estará destinado al pago de la deuda. El negocio sigue
redondo…
Bibliografía
Ver http://www.pangea.org/hendrik