Nuestro Planeta
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Cereales, oleaginosas y biocombustible
Miguel Ángel Llana
Se inicia una nueva escalada agrícola que agrava el problema energético y
amenaza con nuevas hambrunas, en decenas de países, a cientos de millones de
personas
Los países industrializados han comenzado a incorporar determinados productos
agrícolas, como los cereales y las semillas oleaginosas, al mercado de la
energía.
Para establecer un criterio serio sobre lo que estamos hablando, nada mejor que
conocer los datos que intervienen en este proceso, que además incide sobre la
alimentación humana y el medio ambiente, como son la producción de cereales,
semillas oleaginosas, la superficie cultivable disponible y el consumo de
energía, todo ello para al final, poder relacionar la materia prima agrícola
limitada a la superficie cultivable disponible y a la capacidad de ésta para
producir etanol o biodiésel, respecto a los consumos actuales de energía para
ver hasta dónde puede servir o no la incorporación de la agricultura como nueva
fuente de energía; en detrimento, obviamente, de la alimentación, con todas sus
consecuencias.
Recibimos demasiada información y además incompleta cuando no sesgada. Así, cada
vez resulta más difícil tener un criterio propio documentado, pero en pocos
temas, y en tan poco espacio como en este caso, se puede dar una información
bastante completa sobre la situación y el futuro de lo que ya es una nueva
ofensiva sobre los países pobres a los que, además de despojarles de sus
materias primas, también vamos a arrebatarles sus escasos alimentos.
Cereales. La producción mundial en 2006 fue de 1.995 Mt (millones de
toneladas) de las que 598 fueron de trigo, 30%; de maíz 693, 35%; de arroz 420,
21%; y los restantes 284 Mt de mijo, sorgo y otros. La alimentación humana
consumió el 48%, los usos industriales el 29% y el 23% restante fue para
alimentación animal.
Oleaginosas. La producción de estas semillas en 2006 fue de 390 Mt,
siendo de soja 219, 56%; de colza 49, 13%; de semillas de algodón 42; de girasol
30 y los 50 Mt restantes de otras semillas menos conocidas.
Superficie cultivable. El planeta tiene 5.017 Mha (millones de hectáreas)
de tierra, el 38,5% de la superficie terrestre, pero los pastos se llevan la
mayor parte por lo que queda para usos agrícolas menos de un tercio, 1.530 Mha
solamente, es decir, 0,24 hectáreas para cada uno de los 6.500 millones de
habitantes; y esta superficie está disminuyendo por el incremento de la
desertización y otras causas.
Energía primaria. El consumo en 2006 fue de 11.500 Mtpe (millones de
toneladas de petróleo equivalente) con el 33% de petróleo; 21% gas natural; 26%
carbón y lejos del 1% de energía solar y eólica.
Biocombustibles. Sumando los cereales y oleaginosas disponemos de 2.385
Mt de las que difícilmente podremos obtener el 20% de etanol o biodiésel, apenas
500 Mt, es decir, un teórico 4% de la energía que actualmente se consume. Y eso
suponiendo que las personas no empleáramos la mitad, el 48% en la alimentación,
aparte de la alimentación animal y las necesidades industriales. Pero si
consideramos que de esta producción de grano -cereal u oleaginosas- la mitad
está destinada al consumo humano, el resto sólo llegaría para cubrir el 2% de
las actuales necesidades energéticas mundiales. Más aún, la revolución de la
agricultura que tan "magníficas" cosechas está dando, se basa esencialmente en
altísimos consumos de energía: arado, siembra, abonos, riego, insecticidas,
cosechas, transporte, almacenaje y un largo etcétera que provienen esencialmente
de la energía fósil que ahora pretenden sustituir con los biocombustibles. Pero
todavía más, según algunos autores este modelo agrícola es deficitario en cuanto
al rendimiento energético, es decir, que para obtener una unidad de energía -una
caloría- tenemos que gastar más en las labores -muy industrializadas- de esta
agricultura forzada, que lo que al final cosechamos.
La energía que ahora pretenden extraer de la agricultura no es más que el
resultado de la fotosíntesis -sol, agua y nutrientes- que cada año dan las
cosechas, mientras que la energía fósil -petróleo, gas natural y carbón- que
suma el 80% de la energía mundial consumida tiene el mismo origen, pero como
resultado del ahorro de la fotosíntesis producida a lo largo de cientos de
millones de años. Y ahora pretenden que la naturaleza nos dé cada año lo mismo
que ha ahorrado durante esos cientos de millones de años.
La revolución agrícola -lo mismo que la revolución industrial- se ha basado
esencialmente en la utilización intensiva de energía, abundante y barata, en
todos y cada uno de los procesos y en el agotamiento de los nutrientes y el
agua; por esta razón el modelo requiere cada vez más recursos para obtener menos
a corto o medio plazo. En cualquier caso, lo que ya no se discute es la
degradación del ecosistema por la disminución de los nutrientes o por la
contaminación del medio cultivable debida a los pesticidas, herbicidas,
etcétera; más el capítulo de los transgénicos con el que se culmina y garantiza
el desastre.
Cualquier cultivo tiene un rendimiento que está determinado por la naturaleza y
que podemos modificar pero aportando previamente los incrementos energéticos que
deseamos obtener y así, para obtener mejores cosechas será necesario un esfuerzo
energético que hasta ahora ha sido a costa de la "inagotable" energía fósil.
Amenazada esta energía que hasta ahora nos ha salvado, se pretende sustituirla
por unos productos agrícolas: cereales y semillas oleaginosas que precisamente
se están obteniendo con la energía fósil a la que se pretende sustituir; además
de la degradación medioambiental que implica todo este proceso, agotamiento de
nutrientes y de agua, cerrando así el círculo de lo imposible.
La inseguridad alimenticia amenaza a decenas de países, dice todos los años la
FAO. El rendimiento medio mundial de los cereales, por ejemplo del maíz es de
4,7 toneladas por hectárea y el del trigo de 2,8. Las variaciones en las
cosechas, aparte de las circunstancias climáticas, dependen principalmente del
gasto energético que se haga en los procesos de los que depende el actual modelo
agrícola. Las grandes explotaciones intensivas y extensivas se basan en el uso
cuantioso de energía y en una gran degradación del ecosistema. El agotamiento
del ecosistema que soporta este modelo agrícola está cuestionado y sólo se
mantiene con una energía barata y abundante. La pretensión actual de obtener
agrocombustible no es más que otra huida hacia delante de esta economía
neoliberal insaciable. La explotación de la agricultura para obtener energía
está desajustando los cultivos en los que está basada la alimentación de
numerosos países, además de un aumento de precios insoportable para otros
muchos, lo que ya está ocasionando problemas de abastecimiento que se traducen
en hambre y muerte.
El modelo agrícola industrializado no es rentable desde el punto de vista
energético y ecológico; se plantea la necesidad de recuperar e investigar
procesos que garanticen la suficiencia agrícola en sí misma sin recurrir a
técnicas y modelos en manifiesto declive con diversos indicios de agotamiento
del ecosistema. Pero lejos de esta consideración, se inicia una nueva escalada
agrícola que agrava el problema energético y amenaza con nuevas hambrunas, en
decenas de países, a cientos de millones de personas.
Nota: Los datos principales han sido obtenidos de la FAO (Organización de las
Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) y de la AIE (Agencia
Internacional de la Energía).
Revisado por Caty R.
La Haine