Nuestro Planeta
|
La Sociedad de Consumo
José Santamarta Flórez
www.nodo50.org/worldwatch
El consumismo hoy domina la mente y los corazones de millones de personas,
sustituyendo a la religión, a la familia y a la política. El consumo compulsivo
de bienes es la causa principal de la degradación ambiental. El desarrollo
económico y político actual se caracteriza, mas que por la victoria del
capitalismo sobre el comunismo, por el consumismo. El consumismo hoy domina la
mente y los corazones de millones de personas, sustituyendo a la religión, a la
familia y a la política. El consumo compulsivo de bienes es la causa principal
de la degradación ambiental. El cambio tecnológico nos permite producir más de
lo que demandamos y ofertar más de lo que necesitamos. El consumo y el
crecimiento económico sin fin es el paradigma de la nueva religión, donde el
aumento del consumo es una forma de vida necesaria para mantener la actividad
económica y el empleo.
El consumo de bienes y servicios, por supuesto, es imprescindible para
satisfacer las necesidades humanas, pero cuando se supera cierto umbral, que se
sitúa en torno a los 7.000 euros anuales por persona, se transforma en
consumismo.
1.700 millones de consumidores, 2.800 millones de pobres En el mundo la sociedad
de consumo la integran 1.728 millones de personas, el 28% de la población
mundial: 242 millones viven en Estados Unidos (el 84% de su población), 349
millones en Europa Occidental (el 89% de la población), 120 millones en Japón
(95%), 240 millones en China (apenas el 19% de su población), 122 millones en
India (12%), 61 millones en Rusia (43%), 58 millones en Brasil (33%) y sólo 34
millones en el África subsahariana (el 5% de la población). En total en los
países industrializados viven 816 millones de consumidores (el 80% de la
población) y 912 millones en los países en desarrollo (sólo el 17% de la
población del Tercer mundo).
Mientras los 1.700 millones de consumidores gastan diariamente más de 20 euros,
hay 2.800 millones de personas que tienen que vivir con menos de 2 euros diarios
(lo mínimo para satisfacer las necesidades más básicas) y 1.200 millones de
personas viven con menos de 1 euro diario en la extrema pobreza. Mientras el
estadounidense medio consume cada año 331 kilos de papel, en India usan 4 kilos
y en gran parte de África menos de 1 kilo. El 15% de la población de los países
industrializados consume el 61% del aluminio, el 60% del plomo, el 59% del cobre
y el 49% del acero. Cifras similares podrían repetirse para todo tipo de bienes
y servicios. Consumismo y pobreza conviven en un mundo desigual, en el que no
hay voluntad política para frenar el consumismo de unos y elevar el nivel de
vida de quienes más lo necesitan. La clase de los consumidores comparte un modo
de vida y una cultura cada vez más uniforme, donde los grandes supermercados y
centros comerciales son las nuevas catedrales de la modernidad.
Si los hábitos de consumo de los 1.700 millones de consumidores se extendiesen a
toda la población mundial (6.300 millones de personas), la situación sería
completamente insostenible, a causa del consumo de agua, energía, madera,
minerales, suelo y otros recursos, y la pérdida de biodiversidad, la
contaminación, la deforestación y el cambio climático. Entre 1950 y 2002 el
consumo de agua se ha triplicado, el de combustibles fósiles se ha
quintuplicado, el de carne creció un 550%, las emisiones de dióxido de carbono
han aumentado un 400%, el PIB mundial aumentó un 716%, el comercio mundial
creció un 1.568%, el gasto mundial en publicidad creció un 965%, el número de
turistas que salieron de sus fronteras creció un 2.860%, el número de
automóviles pasó de 53 millones en 1950 a 565 millones en 2002 y el consumo de
papel creció un 423% entre 1961 y 2002. Las importantes ganancias en eficiencia
se ven rápidamente absorbidas por el aumento del consumo. Las viviendas son cada
vez mayores y los automóviles cada vez más potentes.
Pero la solución no puede ser un nuevo apartheid, que limite el consumo a esa
minoría del 28% de la población mundial. La población crece, pero cada vez
menos, y probablemente se estabilizará en las próximas décadas en unos 9.000
millones, como ya ha sucedido en la mayoría de los países industrializados. Pero
el consumo sigue creciendo, y las necesidades, como demuestra cualquier manual
de economía, son infinitas. ¿Cuánto consumo es suficiente? El consumo, a partir
de cierto umbral (13.000 euros anuales por persona, según las encuestas), no da
la felicidad. El consumidor trabaja demasiadas horas para pagar el consumo
compulsivo, y el poco ocio lo pasa en el automóvil (el estadounidense emplea 72
minutos detrás del volante) o delante del televisor (más 240 minutos diarios de
promedio en las sociedades actuales). Cada vez se ve más atrapado en una espiral
de consumo, endeudamiento para consumir y trabajar para pagar un endeudamiento
mayor. El consumo se hace a costa de hipotecar el futuro, como en el auge del
ladrillo en la España actual.
Hoy es necesario un nuevo paradigma basado en la sostenibilidad, lo que supone
satisfacer todas las necesidades básicas de todas las personas, y controlar el
consumo antes de que éste nos controle. Entre las medidas más inmediatas hay que
eliminar las subvenciones que perjudican el medio ambiente (850.000 millones de
dólares anuales que incentivan el consumo de agua, energía, plaguicidas,
pescado, productos forestales y el uso del automóvil), realizar una profunda
reforma ecológica de la fiscalidad, introducir criterios ecológicos y sociales
en todas las compras de bienes y servicios de las administraciones públicas,
nuevas normas y leyes encaminadas a promover la durabilidad, la reparación y la
"actualización" de los productos en lugar de la obsolescencia programada,
programas de etiquetado y promoción del consumo justo. Y todo ello dentro de una
estrategia de "desmaterialización" de la economía, encaminada a satisfacer las
necesidades sin socavar los pilares de nuestra existencia.
José Santamarta Flórez es director de World Watch