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Maíz y mentiras de fondo
Silvia Ribeiro*
Es patética la cantidad de falsedades que desde autoridades a empresarios
agropecuarios y empresas trasnacionales nos lanzan a la cara sobre el alza
vertiginoso del precio de la tortilla y sus posibles soluciones. Unos para
justificarse, otros para ver que más pueden ganar. ¿Qué se puede decir cuando
los mismos que producen el alza artificial de precios del maíz, a través de la
especulación y el acaparamiento, como por ejemplo la trasnacional Cargill, se
sientan con el gobierno y "avalan" que el aumento de la tortilla sea "solamente"
de 40%?
¿O que el gobierno anuncie como paliativo que ahora se exceptuarán de
arancel de importación a 2 millones 850 mil toneladas de maíz, cuando desde la
firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) nunca se
han cobrado los aranceles de importación al maíz que México tenía derecho a
cobrar según el propio tratado? Se han importado desde entonces entre 5 y 8
millones de toneladas anuales libres de arancel, una inmensa sangría al erario
de la que se han beneficiado las grandes empresas de distribución de cereales
como Cargill y Archer Daniel Midland, y los grandes industriales que usan el
grano para harina y forrajes, como Maseca, Minsa, Bachoco, Pilgrim's Pride,
Tyson.
Este flujo de importación no solamente compitió deslealmente con la producción
nacional, sino que además causó la impune contaminación transgénica del maíz
campesino, dañando uno de los mayores acervos económicos, culturales e
históricos del país y del mundo. Es grave que la distribuidora pública Diconsa
-- que por la enorme capilaridad para llegar a las poblaciones campesinas a
través de sus más de 22 mil tiendas rurales fue identificado como unas de las
principales fuentes de contaminación transgénica-- anuncie que romperá su
ya insuficiente compromiso de 2003 de comprar maíz solamente a productores
nacionales y que volverá a importar.
Pero aún más cínico en medio de tanta falacia es que las trasnacionales de los
transgénicos aprovechen para decir que el maíz transgénico sería la solución "de
fondo" para aumentar la producción de maíz en México. Afirmación totalmente
arbitraria, ya que el maíz transgénico produce igual o menos que el convencional
según múltiples datos oficiales de Estados Unidos, el mayor productor mundial de
maíz y de transgénicos.
En esta ocasión la letanía sale como declaración del Consejo Nacional
Agropecuario (CNA), asociación integrada por los grandes productores
agropecuarios y agroindustriales de México junto a las megaempresas nacionales y
trasnacionales relacionados con los agronegocios. No es extraño, cuando entre
sus asociados están Monsanto, Syngenta y Agrobio México (que agrupa a las
trasnacionales de agrotransgénicos), además de Cargill, Grupo Minsa, Bachoco,
Pilgrim's Pride, Tyson.
Entre los logros históricos en los que el CNA se adjudica "participación
activa", están la modificación del artículo 27 (que abrió la puerta para el
proceso de privatización de las tierras ejidales y comunales); la firma de TLCAN
y la desregulación de la Secretaría de Agricultura. Ahora quieren agregar a esta
impresionante lista de devastación, la presión para lograr la siembra de maíz
transgénico en México, su centro de origen.
Lo que ocultan las declaraciones de estos (no tan) nuevos señores feudales del
campo mexicano es que nada menos que el 85 por ciento de los productores de maíz
en México son campesinos, cultivan en predios de menos de cinco hectáreas y no
dependen de ellos. Manejan una enorme diversidad de semillas adaptadas durante
siglos a diferentes climas y geografías, lo que, al contrario de las semillas
uniformes industriales, son útiles en las condiciones marginales donde los
conquistadores y anteriores señores feudales los empujaron a vivir, primero a
sangre y fuego y más tarde a punta de urbanización salvaje y otros despojos.
Estos tercos y dignos campesinos y campesinas indígenas que son los creadores de
las semillas --con las que especulan ahora los dueños del dinero-- siguen
usando mayoritariamente sus propias semillas, base de su alimentación y
autonomía. La introducción legal y masiva de transgénicos los condenará a la
contaminación, a juicios por "uso ilegal de genes patentados" y más tarde a la
bioesclavitud de comprar semillas a las trasnacionales cada año. Finalmente, a
desaparecer como campesinos en la competencia con la avalancha de maíz
industrial y la batería de políticas anti-campesinas y anti-indígenas,
condenándolos, como al resto de la población, a consumir tortillas de maíz
transgénico; harinizado, no nixtamalizado; de mala calidad, con menor valor
nutritivo y riesgos para la salud.
Si el problema que vivimos fuera de volumen de producción (un punto a debatir,
ya que la producción actual de maíz es suficiente e incluso excedentaria
para toda la población, pero no para la producción industrial masiva de animales
o para alimentar automóviles con biocombustible a base de maíz), existen muchas
alternativas para aumentar la producción de maíz en México sin uso de
transgénicos, aprovechando la enorme diversidad y riqueza histórica de saberes y
semillas nativas, en complementación horizontal con la producción de semillas en
instituciones públicas y sin patentes. Por ejemplo, las propuestas de Antonio
Turrent y José Antonio Serratos, que plantean que México puede duplicar la
producción actual de maíz con estrategias multifáceticas y descentralizadas, sin
transgénicos ni trasnacionales.
Pero la realización de este tipo de propuestas afirmarían la soberanía
alimentaria y la autonomía campesina e indígena, y eso sí, es un problema de
fondo para que los señores feudales (nacionales y transnacionales) puedan seguir
especulando y lucrando con las semillas que han robado de la creación campesina.
* Investigadora del Grupo ETC