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Papel y pasteras: consumismo del Norte, impactos en el Sur
Juan Ignacio Manchiola
Ecoportal.net
Serio panorama en el sur por descontrolado consumo de papel en países del
norte
Con Botnia como último antecedente, se espera que Sudamérica se convierta en
importante productora de papel y cartón para satisfacer el enorme crecimiento
del consumo de los países del norte. La voracidad de los estados más ricos de la
Tierra demandaría, según informes de Greenpeace, la construcción de dos plantas
como la de Fray Bentos por año hasta 2020, con crecientes impactos ambientales y
socioeconómicos.
En la actualidad, los grandes consumidores ya no producen su propia celulosa. En
los últimos 15 años comenzaron a definirse zonas de consumo y otras que se
perfilan como enormes productoras de papel y pulpa. En su búsqueda de áreas con
mejores condiciones climáticas y económicas, la industria se expandió hacia Asia
y América Latina. Y Sudamérica se convirtió en un espacio "prioritario".
Según un documento difundido en 2006, si bien en Argentina no se verifica un
crecimiento importante de la capacidad productiva de celulosa, para antes de
2010 "las ampliaciones serán motorizadas por el crecimiento del mercado interno
y por la exportación".
De acuerdo con el Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales, ese consumo
excesivo "genera graves impactos sobre la vida de millones de personas en el
sur": para el papel se necesita madera, esta proviene de enormes monocultivos de
árboles instalados donde la tierra es fértil y barata, la mano de obra menos
costosa, se otorgan subsidios y apoyos estatales, y el control ambiental es
escaso.
El resultado es el mismo para cada país. "Latifundización y extranjerización de
la tierra, concentración del poder, expulsión de la población rural, pérdida
neta de empleos locales, agotamiento de suelos y recursos hídricos, pérdida de
biodiversidad". Y el problema "se agrava aún más cuando se instalan fábricas de
celulosa para exportación en la cercanía de las áreas plantadas, con los
consiguientes impactos socioambientales".
"Botnia en Uruguay, Celco en Chile y Aracruz en Brasil, no son más que la punta
de lanza de lo que se viene aquí. Hay que estar también atentos a lo que se haga
sobre el río Paraná, donde el abundante caudal ‘diluye’ falazmente la
contaminación. Una vez instaladas una, dos o tres megapasteras, inevitablemente
se creará un polo de industrias sucias en la región, se expulsarán las
industrias y servicios amigables con el medio ambiente y las que necesitan agua
y suelos de alta calidad, generando una ola de migración y desempleo", aseveró
Jorge Cappato, director general de la Fundación PROTEGER y coordinador nacional
del Comité Argentino de la Unión Mundial para la naturaleza (UICN), en diálogo
con RENA.
Según el experto de PROTEGER, con la excusa de que "el río ya está contaminado",
y con la luz verde de controles políticos endebles, "las industrias sucias –y de
producción masiva y barata, porque comparativamente generan poco empleo y porque
poco les importa el ambiente-, vendrán como moscas a la miel. Entraremos en un
espiral descendente de más contaminación, más pobreza y menos calidad de vida.
Esta es la encrucijada y el punto de inflexión en que nos encontramos
precisamente en este momento en el Cono Sur".
Un crecimiento insostenible
En su informe de 2006, Greenpeace Argentina asegura que el índice de consumo de
papel en el mundo a comienzos del siglo XXI se calculaba en 300 millones de
toneladas anuales, mientras que en 2005 ascendió a 366 millones y se espera que
para 2020 alcance los 566 millones. Del 9 por ciento de la producción global en
2005, se prevé que Latinoamérica expanda su producción al 25 por ciento para
2010.
Según el trabajo, la demanda mundial de pulpa de celulosa blanqueada en el
mercado crecerá de 45 millones de toneladas en 2005 a 74 millones de toneladas
en 2020. Ese incremento de 29 millones de toneladas implicará una ampliación del
mercado en 1,9 millones por año hasta 2020, equivalente a dos plantas como la de
Botnia por año.
Para abastecer una papelera con una capacidad de producción de 300 mil toneladas
son necesarias 50 mil hectáreas de plantaciones de monocultivos. Plantas como
las previstas en Fray Bentos (1,5 millón de toneladas al año) requieren
superficies cultivables de más de 250 mil hectáreas.
En su trabajo presentado en agosto del año último, la organización se refiere a
la escalada de la producción de celulosa en Latinoamérica y a la posibilidad que
tienen las empresas y los gobiernos de transformar esa industria contaminante en
otra limpia, al fijar criterios ambientales que se sostengan en el tiempo y
promover el reciclado en los países del norte, que son los máximos consumidores.
"Durante las próximas décadas habrá una importante presión para ampliar las
zonas de plantaciones y la radicación de fábricas de pulpa de celulosa en gran
escala. Uruguay y Argentina aparecen como dos países con gran potencial para el
desarrollo de ambas necesidades", comenta el informe, titulado "La escalada de
la celulosa en la región; industria sucia o producción limpia".
El documento propone, como alternativa para un desarrollo sostenible de la
industria en una región en la que avanzan las inversiones extranjeras, un Plan
de Producción Limpia, con un conjunto de criterios para que Uruguay y Argentina
incluyan límites a la escala productiva, certificación para las plantaciones
forestales y sistemas de producción libre de cloro y contaminante.
"En particular, en Argentina no se verifica una ampliación importante de la
capacidad productiva de celulosa para antes de 2010; las ampliaciones serán
motorizadas principalmente por el crecimiento del mercado interno y en menor
medida por las exportaciones", anticipa el informe.
"Considerando la llegada de capitales chilenos en los últimos años y el
potencial existente, es de esperar que hasta el 2010 la actividad se centre en
ampliar la superficie de plantaciones, y sólo a partir de ese año se procure la
radicación de plantas de fabricación de celulosa destinada principalmente al
mercado internacional", alerta.
El informe de Greenpeace sigue la línea del documento europeo "Una visión común
para transformar la industria europea del papel", acordado en la reunión del
Movimiento Forestal Europeo (FME,) el 2 de octubre de 2005.
El documento, signado por 48 organizaciones, establece: "queremos ver una Europa
que reduzca radicalmente su consumo de papel, que éste sea fabricado por una
industria que dependa menos de la fibra virgen de árboles, maximice el uso de
los materiales reciclados, respete los derechos territoriales de la población
local, ofrezca empleo y tenga impactos sociales que sean beneficiosos, no tengan
conflictos y sean justos".
"Queremos ver que todo el papel de Europa se fabrique de fibras de fuentes
responsables y sostenibles utilizando energía completamente renovable, con agua
que esté igual de limpia antes y después de la producción del papel y que no
produzca ningún desecho ni emisión", agrega el texto.
Unos en exceso, otros casi nada
Según datos del Instituto para los Recursos Mundiales, el consumo anual per
cápita mundial de papel y cartón fue de 52 kilos en 2004. Pero, como sucede con
todos los promedios, "éste esconde la desproporción entre quienes consumen mucho
y quienes consumen poco", explica el Movimiento Mundial por los Bosques
Tropicales (World Rainforest Movement).
"En efecto, los ciudadanos de los llamados países ‘desarrollados’ consumieron en
promedio 175 kilos, en tanto que los de los llamados ‘en vías de desarrollo’,
consumieron apenas 20", revela la organización.
Y continúa: "esos promedios esconden la realidad de que en algunos países del
norte el consumo es muy superior -como en los casos de Finlandia (334 kgs),
Estados Unidos (312) y Japón (250)- y que un consumo supuestamente ‘bajo’ –por
ejemplo, de 20 kilos- puede alcanzar perfectamente para cubrir las necesidades
básicas de papel".
Ese consumo excesivo, agrega, genera graves impactos sobre la vida de millones
de personas en el sur. "Ese papel y cartón se produce a partir de celulosa, para
cuya elaboración se requiere madera, que crecientemente proviene de enormes
monocultivos de árboles, en particular eucaliptos, pinos y acacias".
Esos monocultivos se instalan en regiones que reúnen varias condiciones: rápido
crecimiento de los árboles, acceso a amplias áreas de tierra fértil y barata,
bajo costo de mano de obra, disponibilidad de subsidios y apoyos estatales,
escaso control ambiental. "Es decir: básicamente en el Sur".
"El resultado es el mismo en país tras país: latifundización y extranjerización
de la tierra, concentración de poder, expulsión de la población rural, pérdida
neta de empleos a nivel local, agotamiento de suelos y recursos hídricos,
pérdida de biodiversidad. Pese a las promesas de ‘desarrollo’ que acompañan a
las plantaciones, los impactos no hacen más que agravarse a medida que se
incrementa el área plantada, como es fácilmente percibido en países con millones
de hectáreas de plantaciones como Sudáfrica, Brasil, Chile e Indonesia".
"El problema se agrava aún más cuando se instalan fábricas de celulosa para
exportación en la cercanía de las áreas plantadas, con los consiguientes
impactos socioambientales. Aracruz y Veracel en Brasil, Arauco en Chile y
Argentina, Sappi y Mondi en Sudáfrica y Swazilandia, Advance Agro en Tailandia,
Asia Pulp and Paper en Indonesia son ejemplos conocidos de los graves impactos
de esta industria".
¿Y todo para qué? "Para que la industria del papel pueda disponer de celulosa
abundante y barata para seguir ampliando sus mercados y aumentando sus ganancias
mediante la permanente invención de nuevas ‘necesidades’", responde el World
Rainforest Movement.
"El resultado –en particular en el norte pero también replicado crecientemente
en el sur- es la imposición de un consumo desmedido de papel. Los ejemplos
abundan. Existe una cantidad impresionante de artículos descartables de papel y
cartón como vasos, platos, bandejas, servilletas y hasta manteles que están
sustituyendo -a nivel masivo- a sus similares duraderos".
Esa realidad, por ejemplo, se ve cuando una persona adquiere un par de zapatos.
Este viene envuelto en papel, dentro de una caja de cartón y es entregado al
comprador en una bolsa de papel. O en la publicidad por correspondencia no
solicitada que cada mañana invade los hogares de la gente. "En definitiva, toda
persona es forzada a consumir una dosis diaria de papel y cartón que nunca pidió
ni quiso consumir".
"El tema trasciende entonces a la responsabilidad del consumidor individual y se
enmarca en el plano más amplio de la sociedad de consumo. Por tanto, no se
resuelve simplemente culpabilizando al individuo, sino que se trata de un tema
que debe ser resuelto a nivel de la sociedad en su conjunto".
En ese plano, "las sociedades del Norte deben llegar a comprender que su estilo
de vida -en el que el consumo ocupa un lugar exagerado- está afectando las
posibilidades de supervivencia de personas con sus mismos derechos en otras
partes del mundo. Al mismo tiempo, deben entender que ese consumo desmedido está
llevando al planeta al desastre ambiental, que ya se evidencia en el cambio
climático, el agotamiento y contaminación del agua, la pérdida de biodiversidad,
entre otros".
Consumo, consumismo, Norte y Sur
"No hay solución posible a las tres grandes amenazas para la supervivencia de la
civilización actual (el cambio climático global, el agotamiento de los recursos
vitales y el crecimiento irrefrenable de la pobreza) sin que se revierta el
hiper-consumismo de las sociedades y las economías del hemisferio norte", dijo
Jorge Cappato, titular de PROTEGER, a RENA.
Y dio un ejemplo: "Mientras China y Europa sigan demandando soja para su
industria o para alimentar a los cerdos será muy difícil terminar con la
deforestación causada por el avance de la frontera agrícola. Esto es lo que
llamamos ‘convertir nuestros bosques en jamón’", sentenció.
"¿Hasta cuándo se podrá resistir la presión sobre los ecosistemas naturales y
sus recursos cuando la demanda de los mercados mundiales crece en todos los
órdenes?", se preguntó. "Hoy, la producción mundial se ha acelerado tanto que se
produce en 10 días lo que hace un siglo tardaba un año; y esto no es un
eufemismo".
"Imagínense el impacto brutal que esto tiene en la atmósfera y en los sistemas
ecológicos agrarios y urbanos que -justamente- son los que deben asegurar los
recursos esenciales para la gente y para la producción misma: como el agua, el
suelo, los peces, los bosques, la calidad del aire y la estabilidad del clima".
Para Cappato, un cambio en el actual furor consumista hacia hábitos responsables
y sustentables de consumo en los países centrales "es imposible sin una fuerte
alianza y una sana pero creciente presión desde los países pobres o en
desarrollo del sur hacia las sociedades, gobiernos y sectores políticos lúcidos
de los países ricos del norte".
"La tendencia hiper-consumista del norte y su correlato en el sur con su paquete
tecnológico insustentable nos llevan a un punto de no retorno, de colapso
ambiental, de agotamiento, de tensión social en aumento, de ingobernabilidad. La
vida se vuelve insegura en todos los órdenes, basta prestar atención al top ten
de los noticieros".
Según su visión, "vamos camino de la inestabilidad y el caos global. Aunque
mucha gente consciente parece mirar al costado, los indicadores de hacia dónde
vamos son contundentes, incontrastables. Cuando esta clase dirigente entregue el
poder a la generación que viene, ésta no podrá manejar el huracán social de la
indigencia, ni afrontar el costo impagable de los ‘desastres naturales’.
¿Cuántos Katrinas más hacen falta para que el Norte reaccione?", volvió a
preguntarse.
En el caso específico del papel, "se sabe muy bien lo que hay que hacer: reducir
el consumo superfluo y el derroche, reciclar, implementar una producción
efectivamente limpia", dijo.
"También se sabe que el crecimiento ilimitado del consumo de papel en los países
ricos tiene como contrapartida inevitable la instalación de decenas de nuevas
megaplantas pasteras y papeleras en los países del sur. Botnia en Uruguay, Celco
en Chile y Aracruz en Brasil no son más que la punta de lanza de lo que se viene
aquí", aseguró.
"Hay que estar atentos a lo que se haga sobre el Paraná, donde el abundante
caudal ‘diluye’ falazmente la contaminación. Una vez instaladas una, dos o tres
megapasteras, inevitablemente se creará un polo de industrias sucias en la
región, se expulsarán las industrias y servicios amigables con el medio ambiente
y las que necesitan agua y suelos de alta calidad, generando una ola de
migración y desempleo", anticipó.
"Con la excusa de que ‘el río ya está contaminado’ y con la luz verde de
controles políticos endebles las industrias sucias –y de producción masiva y
barata, porque comparativamente generan poco empleo y porque poco les importa el
ambiente-, vendrán como moscas a la miel. Entraremos en un espiral descendente
de más contaminación, más pobreza y menos calidad de vida. Esta es la
encrucijada y el punto de inflexión en que nos encontramos precisamente en este
momento en el Cono Sur", finalizó.
Fundación PROTEGER
http://www.proteger.org.ar