Nuestro Planeta
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Biocombustibles que matan
Marta Iglesias
www.revistafusion.com
En teoría los biocombustibles son menos contaminantes que los derivados del
petróleo. Basándose en esa premisa, Estados Unidos y la Unión Europea se han
propuesto alimentar sus vehículos con ellos. Para lograrlo deben remodelar sus
cultivos, y además comprar maíz, soja o aceite de palma a los países del Sur. El
resultado inmediato es el incremento del precio de estos alimentos, con lo cual
se prevé que el hambre aumente a corto plazo. Texto:
El ciudadano corriente asocia la palabra biocombustible con ese nuevo carburante
que va a hacer funcionar su coche sin contaminar el medio ambiente. El sucio
petróleo negro sustituido por las verdes plantas. En concreto, cuando hablamos
de biocombustibles nos referimos a lo que se conoce como biodiesel y como
bioetanol. El primero se obtiene del procesamiento de aceites vegetales de la
colza, palma africana, soja, girasol o maíz. El segundo es un alcohol que se
obtiene del azúcar de la remolacha o caña de azúcar, y también del almidón del
maíz, la cebada o el trigo. En la mayoría de países, el biocarburante elegido se
mezcla en un porcentaje determinado con el diesel sin necesidad de cambiar los
coches, aunque en Brasil desde hace años los coches funcionan con etanol puro.
Hasta aquí todo parece muy limpio y ecológico, aunque hay quien asegura que esa
visión "verde" no es más que apariencia. Para el Nobel de Química, Hartmut
Michel, con los biocombustibles no se ahorran emisiones de CO2 puesto que al
fermentar el vegetal sólo se obtiene el 10% de alcohol. Elevar esa proporción al
100% conlleva emplear energía de combustibles fósiles. Así que se acaba
emitiendo más CO2 del que produciría simplemente un coche de gasolina.
En la misma línea, Manoel Santos, biólogo y director del suplemento Altermundo <http://altermundo.org,
afirma que "entramos de nuevo en una manipulación intencionada, pues con el
prefijo "bio" la mayor parte de la gente entiende que es "muy ecológico" y nada
más lejos de la realidad. Sería más correcto hablar de agrocombustibles, pues
proceden de actividades agrícolas".
El gran problema se plantea ante la necesidad desmedida de nuestros vehículos.
Europa desea que en 2010, el combustible que sale por el surtidor lleve mezclado
un 5,75% de biodiesel y Estados Unidos un 10% en la misma fecha. Para lograrlo,
la UE debería movilizar el 70% de sus tierras de cultivo y Norteamérica un 121%
inexistente. La cifras hablan de la irrealidad de esta iniciativa porque todos
los sembrados del planeta no serían suficientes para alimentar a los coches
occidentales con el 100% de biocombustible. La otra deducción lógica es que si
llenamos nuestros campos de plantas para generar carburante, ¿qué vamos a comer?
Hambre a la vuelta de la esquina
Hay a quien le puede parecer exagerado el planteamiento de que emplear
biocombustibles desemboque en hambre, pero ya tenemos ejemplos reales de ello.
Se calcula que este año ciento nueve millones de toneladas de trigo, en lugar de
servir como alimento, han sido desviadas a plantas de producción de etanol. Y si
observamos el caso de Estados Unidos, veremos que a partir de que empezó a
elaborar etanol empleando maíz, en un año subió el precio de este producto.
¿Cómo se llega a ese punto? Muchos agricultores que plantaban para consumo
humano y animal se han pasado al otro lado puesto que les resulta más rentable.
Al haber menos semillas para comer, el precio de las mismas sube. El resultado
en Estados Unidos es que creció el precio del maíz que comen cerdos, bovinos y
aves, con lo cual se incrementaron todas sus carnes, además de sus derivados
como leche, mantequilla y huevos. El pollo ya cuesta allí un 30% más. Pero quien
está surtiendo al mundo occidental de vegetales para convertir en
biocombustibles son los países en vías de desarrollo. Allí las consecuencias
están siendo ya devastadoras. Muchos de ellos están abandonando sus cultivos
tradicionales para plantar aquellos que producen etanol porque les dan más
beneficios. En Brasil se han cambiado los campos de soja, algodón y diversos
alimentos por la caña de azúcar. La consecuencia es que sus habitantes ya han
pagado tres veces más por sus alimentos en el primer semestre de 2007, que en el
mismo periodo del año anterior.
En España no nos quedamos atrás en incremento de precios, y eso que casi no
empleamos agrocombustibles -un 1,7% del total-. Ya en agosto los ganaderos se
quejaban en los medios de comunicación de que los piensos para sus vacas habían
aumentado en un 30% debido al boom de los biocarburantes. Si hablamos del maíz,
cuesta un 60% más que en 2006, y el trigo y la cebada crecieron un 50%. Puestas
así las cosas, que no sorprenda el incremento que notarán nuestros bolsillos en
la recta final de este año. Comenzando por el pan, continuando con la leche, y
terminando en las carnes y huevos. Notaremos a escala reducida lo que sufren en
el tercer mundo. La Unión de Consumidores de España ya calcula que esta subida
prevista en los productos básicos encarecerá 1.200 euros al año la cesta de la
compra.
Para Manoel Santos, "están jugando con la vida de la gente. No se pueden dejar
de cultivar tierras para alimentos y dedicarlas a engordar la opulencia de los
países industrializados. Ya tenemos varios ejemplos que demuestran que la
demanda de cereales para producir bioetanol está subiendo los precios, con lo
que la gente más pobre no puede comprar alimentos. En febrero de 2007 el precio
del cereal subió al nivel más alto de los últimos diez años. Todos recordamos la
crisis de México, con enormes movilizaciones populares por el precio de la
"tortilla", básica en la alimentación de la población. Las repercusiones están
llegando aquí, donde la Federación Gallega de Panaderos ya anunció la subida del
pan porque se está disparando el precio del cereal. Calcula que tendrán que
cerrar cientos de panaderías sólo en Galicia. Según el Food Policy Research
Institute, de Washington, con cada aumento del 1% en el precio de los alimentos
dieciséis millones de personas caen en la inseguridad alimentaria. Ese mismo
instituto dice que aumentarán los precios hasta un 30% en 2010, con lo que las
repercusiones son inimaginables. Da miedo". A todo ello hay que sumar que
también hay incrementos en los precios de los alimentos provocados más por el
puro temor que por la realidad, y muchos especuladores que han guardado su grano
para venderlo cuando suban los precios.
La ecología negra de los combustibles
Para la expansión de los agrocarburantes a gran escala, las empresas requieren
más tierra de la usada actualmente, promoviendo lo que se conoce como
agricultura a gran escala o industrial. Está comprobado que estas prácticas
erosionan el suelo de tal manera, que la FAO ya ha advertido que al ritmo actual
desaparecerán próximamente 500 millones de hectáreas de tierras arables. Además
la agricultura industrial precisa gran cantidad de agua -emplea el 70% de la que
se gasta- y utiliza muchos fertilizantes, una de las mayores fuentes de
emisiones de gases de efecto invernadero. La contaminación también aumenta
debido a la cantidad de maquinaria y transportes empleados. En concreto hay
estudios que demuestran que contamina más producir aceite de palma -empleado
para agrocombustible- que petróleo.
Otro de los efectos ya constatados es que se están invadiendo bosques para estos
cultivos. A ello hay que añadir que las semillas empleadas para convertir en
biocombustible suelen ser trasgénicas, el resultado final es que en las zonas en
las que se están plantando están perdiendo biodiversidad, árboles nativos y
ecosistemas completos.
Si el coste ambiental no es suficiente, el humano es brutal, como comenta
Santos: "La producción a escala mundial de agrocombustibles fomenta el
latifundio, evita que las tierras se les devuelvan a los pueblos originarios, a
los indígenas, usurpa los recursos hídricos, etc. Son un atentado directo contra
los modelos de producción familiar y comunitaria, que son los verdaderamente
sostenibles y los que resolverían los graves problemas del hambre en el mundo".
Los campesinos que conservan sus tierras y cambian sus cultivos alimentarios por
los dedicados a biocarburantes, pierden sus fuentes de alimento y quedan a
merced de las transnacionales, que les surten de semillas y ponen el precio a
las cosechas. Y es que estas plantas están genéticamente modificadas para que
tengan más azúcar y den más graduación alcohólica al convertirlas en
combustible, así que no sirven para comer.
Por qué ahora biocombustibles
De desconocer este combustible hemos pasado a un boom apoyado por los medios de
comunicación, desde donde se nos convence de sus virtudes y poco se habla de sus
efectos. Los más avispados sugieren que este cambio de apuesta se debe a un
inminente agotamiento del petróleo. La ONG Grain -que promueve el manejo y uso
sustentable de la biodiversidad agrícola- asegura que tras los agrocombustibles
se encuentran las industrias automovilísticas y petroleras, empresas
alimenticias, compañías biotecnológicas y empresas dedicadas a inversiones a
nivel mundial. Para Manoel Santos "la apuesta real de ir substituyendo
paulatinamente la dependencia de los llamados combustibles fósiles por esos
agrocombustibles, nace de los poderes financieros internacionales que dominan el
mundo -OMC, FMI, Banco Mundial-, de las transnacionales a las que sirven y
lógicamente de los países alineados con el Imperio Norteamericano -y también de
sus elitistas clubes de ricos como el G-8 o la OCDE-, lo que incluye toda la
Unión Europea. Las reservas de petróleo, como todos sabemos, no están en estos
países. Pero el por qué de este momento está en el 11-S, que cambia la visión
del mundo por parte del Imperio. Es ahí cuando Estados Unidos se da cuenta de
que la dependencia del petróleo les puede causar demasiados problemas, porque
las mayores reservas están en países del que llaman eje del mal. Esto, unido al
factor de que todos los datos indican que la fecha de caducidad de las reservas
de petróleo es entre 50 y 80 años, hace que se busquen alternativas a gran
escala. Hay que tener en cuenta que hoy Brasil y Estados Unidos controlan más
del 70% de la producción mundial de agrocombustibles, así que la alternativa
buscada por el Imperio está dirigida a ser quien la controla".
Por lo que los datos nos dicen, no hay futuro verde en los agrocombustibles, que
además nos echan en brazos de las mismas multinacionales de siempre. Para
muchos, los agrocombustibles sólo son una buena alternativa para la producción
comunitaria, para que los campesinos se autoabastezcan en los mercados locales,
para que den de beber a sus tractores. Siempre producidos por ellos y para
ellos, nunca para alimentar los coches del norte. Otra opción que se
consideraría más viable es el alcohol biológico de segunda generación sobre el
que ya se está investigando y que procedería de restos de vegetales de poda o
desbroce de campos y montes.
Pero el fondo de la cuestión, según Santos, es que debemos "plantearnos a escala
mundial el actual modelo energético y de la sociedad consumista en general. Por
mucha energía renovable que fomentemos nunca será suficiente si no caminamos
hacia la eficiencia en el consumo, hacia el ahorro, hacia el reciclaje de lo
reciclable, y hacia un cambio en nuestras demandas ultracapitalistas. Todos
hablan de energías alternativas, pero nadie de emplear menos energía. La lucha
es contra el neoliberalismo, contra el capitalismo desaforado. Es, simplemente,
una lucha por la vida".
http://www.revistafusion.com/2007/octubre/report169-2.htm