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Zarpan voraces balleneros japoneses
Stephen Leahy
Tierramérica
La flota de caza de ballenas de Japón llegó al océano Antártico, mientras
activistas contrarios a esta práctica prometen hundir cualquier nave que intente
matar a estos mamíferos acuáticos.
"Lo que hacen los balleneros japoneses es ilegal según la Carta Mundial de la
Naturaleza de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)", dijo Paul Watson,
fundador de la Sea Shepherd Conservation Society (Sociedad de Conservación
Pastor Marino).
"También es un asesinato", declaró a Tierramérica desde Melbourne, Australia,
donde está estacionado su buque Farley Mowat.
Watson dijo haber hundido 10 barcos de caza de ballenas en los últimos 20 años.
En los próximos días, el Farley Mowat y otra nave de su organización utilizarán
un helicóptero y un avión ultraliviano para ubicar buques japoneses e intentar
impedir que maten ballenas.
La organización ambientalista Greenpeace también está enviando dos barcos para
documentar lo que ocurre y acosar a los balleneros.
Alegando que es con fines científicos que matarán 935 ballenas minke (Balaenoptera
acutorostrata) y 10 de aleta (Balaenoptera physalus) --en riesgo de extinción--,
los japoneses eludieron una prohibición global de 1986 sobre la caza comercial
de estos animales. Y también ignoraron el hecho de que la mayor parte del océano
Antártico fue designado santuario internacional de ballenas.
Los científicos señalan que desde 1987 Japón usa sus supuestos fines científicos
como pretexto para continuar vendiendo y comiendo carne de ballena. "Las
naciones balleneras dicen estar matando con propósitos científicos, pero a
menudo los tamaños de las muestras de las especies diezmadas son demasiado
pequeños para responder preguntas científicas serias", dijo a Tierramérica Bruce
Mate, director del Programa de Mamíferos Marinos de la Universidad Estatal de
Oregon.
"Como todas las ballenas terminan yendo al mercado, muchos ven su caza con fines
científicos como un medio para mantener en funcionamiento el negocio de la caza
comercial durante la moratoria", aseguró Mate.
Irónicamente, el público japonés no está particularmente interesado en comer
carne de ballena, según Beatriz Bugeda, directora para América Latina del Fondo
Internacional para el Bienestar de los Animales y su Hábitat.
"Este otoño boreal Islandia reanudó de modo limitado la caza comercial de
ballenas y tiene congeladores llenos de carne de estos animales que ni siquiera
los japoneses quieren", dijo Bugeda a Tierramérica desde Ciudad de México.
"No hay mercado para la carne de ballena. Las ballenas valen mucho más vivas que
muertas", aseguró.
El avistamiento de ballenas constituye una enorme industria en todo el mundo,
especialmente a lo largo de las costas del Pacífico de América del Norte y
América Latina.
Esa práctica crece "exponencialmente" en América Latina, según Bugeda. Es una
fuente muy importante de ingresos para muchas aldeas costeras de México, Chile y
otros países. A menudo es la única fuente de ingresos donde la pesca ha decaído,
señaló.
Varias especies de ballenas viven a lo largo de la costa del Pacífico y
lentamente van aumentando gracias a la prohibición de su caza comercial.
Baja California, en México, es la principal área de cría de la ballena gris del
Pacífico (Eschrichtius robustus), que ahora cuenta con unos 25.000 ejemplares.
Su población histórica puede haber sido por lo menos 10 veces mayor.
Nuevos métodos de análisis de ADN (ácido desoxirribonucleico) mostraron que las
ballenas eran muchas más de lo que se creía.
Steve Palumbi, de la Universidad de Stanford, en California, reveló que las
ballenas jorobadas (Megaptera novaeangliae) pueden haber contabilizado 1,5
millones antes de su caza comercial, en vez de los 100.000 que los expertos
creían que existían. Hoy quedan unas 20.000 en el mundo.
Se cree que la ballena azul (Balaenoptera musculus), que mide unos 30 metros de
largo y pesa 175 toneladas, es el animal más grande que haya vivido sobre la
Tierra. Otrora abundante en los océanos, hoy quedan tal vez 12.000 ejemplares,
25 por ciento de las cuales habitan a lo largo de la línea costera
México-California.
"En una época los científicos pensaron que las azules eran tan pocas que no
serían capaces de encontrarse para reproducirse", dijo Mate, experto en esa
variedad.
Los registros muestran que entre 330.000 y 360.000 ballenas azules fueron
muertas en el océano Antártico solamente en el siglo XX. Hoy podrían quedar allí
1.000 de estos animales.
A esta escasez se debió la atención mundial que concitó la documentación
presentada en 2003 por Rodrigo Hucke-Gaete, de la Universidad Austral de Chile,
sobre un nuevo semillero de ballenas azules en el golfo de Corcovado, cerca de
la isla de Chiloé.
Unas 150 ballenas azules fueron vistas y se propuso un área marina y costera
protegida para la región. Proteger el hábitat crítico es crucial para la
recuperación de todas las ballenas, dijo Mate, quien trabajó con Hucke-Gaete
para clasificar ballenas azules en el golfo de Corcovado.
La recuperación llevará muchas décadas, si no un siglo, para muchas poblaciones
de ballenas, agregó. Durante los próximos tres meses, los balleneros japoneses
perseguirán en el océano Antártico a las pequeñas minke, de entre seis y siete
toneladas.
Se desconoce la población real de esta variedad. Tal vez contabilicen de 175.000
a 200.000 en la región. Japón se guía por datos de 1988 que sugieren 750.000.
Este año se suma a la polémica nueva información sobre la inteligencia de las
ballenas.
Científicos del New York Consortium in Evolutionary Primatology (Consorcio de
Nueva York sobre primatología evolucionista) descubrieron células fusiformes en
los cerebros de ballenas grandes. Hasta ahora, estas células, que se cree juegan
un rol importante a la hora de experimentar amor y otras emociones, solamente
habían sido halladas en los cerebros de humanos y de monos grandes. Y las
ballenas poseen el triple que los humanos.
"Pienso que ellas son más inteligentes que nosotros, ciertamente en términos de
su capacidad para vivir en armonía con su entorno", opinó Watson.
Como ningún país actuará para impedir la matanza de ballenas, Watson y sus
voluntarios harán lo posible para protegerlas, incluyendo atacar a sus
cazadores.
"No saldremos a colgar carteles y tomar fotografías", ironizó.
* El autor es corresponsal de IPS. Este artículo fue publicado originalmente el
23 de diciembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.