Medio Oriente - Asia - Africa
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Tiempo de pensar en la solución de un solo Estado
John V. Whitbeck
En ninguno de los "encuentros" o "conferencias" destinadas a "dar el empujón
inicial" al "proceso de paz" (fecha, lugar y participantes a determinar),
tuteladas por la administración Bush, se intenta siquiera dar una apariencia de
entendimiento en Washington sobre la importancia que tiene para la región y para
el mundo la solución del "problema palestino".
Si este problema ha de ser resuelto, debe redefinirse y quedar claramente
entendido. Aquellos que realmente aspiran a lograr justicia y paz en Medio
Oriente, deben atreverse a hablar clara y honestamente sobre el problema
sionista para luego llegar a las correspondientes conclusiones éticas, morales y
prácticas.
Cuando Sudáfrica estaba bajo el poder de la minoría blanca de régimen colonial,
el mundo reconoció que el problema era la ideología del sistema político
gobernante. Cualquiera que, desde afuera del país, se hubiera referido al
"problema negro" o al "problema de los nativos" (o en este caso al "problema de
los blancos") inmediatamente habría sido tildado de racista.
Asimismo el mundo reconoció que la solución a ese problema no se encontraba en
la "separación" (appartheid en afrikaner), ni en aislar en reservas a los
nativos (denominadas "estados independientes" por el régimen sudafricano y "bantustanes"
por el resto del mundo), ni pasaba tampoco por arrojar al régimen colonial en el
poder al mar.
La solución debe ser hallada –y para satisfacción y alivio de todos se encontró-
en la democracia, en que los sudafricanos blancos debían desprenderse de la
ideología que sostenía el sistema político de la supremacía blanca y debían
aceptar que para su propio interés y la preservación del futuro de sus hijos,
bajo un sistema democrático, un estado libre de racismo y con iguales derechos
para todos sus habitantes.
La solución para la tierra de aquellos que fueron literalmente borrados del mapa
en 1948 en la hasta ese entonces denominada Palestina, es la misma. El camino de
la democracia.
El siempre en retirada "horizonte político" para una viable "solución de dos
estados", que sobre el terreno se revela cada vez más imposible como
consecuencia de la política expansionista que aumenta año a año las colonias,
las carreteras de circunvalación y el muro de separación que alza Israel, cae
por su propio peso bajo innumerables dificultades de "resolución final".
Inoperancia en la que cae el propio gobierno de Israel al negarse a discusiones
serias, posponiéndolas hacia el final de un camino que nunca se alcanza y al que
objetivamente no desean llegar.
Así como un divorcio es absolutamente más complicado que un casamiento, la
democracia es absolutamente más sencilla que la partición. Una solución
democrática post sionista no requiere llegar a acuerdos sobre fronteras, ni
acerca de la división de Jerusalén, nadie debe moverse de su actual domicilio ni
discutir sobre activos económicos que deban ser evaluados oi atribuidos.
Simplemente se deben extender derechos absolutos a toda la población originaria
que aún reside en el país, como ocurrió en Usamérica en los principios del siglo
XX y en Sudáfrica a fines del mismo siglo.
El obstáculo para esta simple –y moralmente impecable –solución es naturalmente
de orden psicológico e intelectual. Traumatizados por el Holocausto y con una
interpretación de inseguridad asociada al hecho de ser una isla judía en un mar
de árabes, los israelíes tienen enormes problemas psicológicos para enfrentarse
con la realidad, mientras sostienen lo imposible de sostener. Un pueblo que en
sí mismo sufrió el racismo y el colonialismo que todos vieron como una
abominación, implanta un régimen a todas luces basado en la limpieza étnica de
la población originaria.
Más aún, los israelíes mismos se han puesto virtualmente en una situación de
imposible solución. Para probar este amargo sabor, los usamericanos debieran
pensar en cómo serían sus vidas en su propio país si los colonizadores europeos
no hubieran exterminado casi totalmente a la población indígena y puesto a los
supervivientes en sitios lejanos, fuera de la mirada y sin prestarles atención,
y si casi la mitad de la población de usamérica de hoy fuera indígena, privada
de sus derechos básicos, empobrecida, llena de resentimiento y víctima a diario
de inaceptables condiciones de vida evidenciadas en las injusticias cometidas
sobre sus antecesores.
Los americanos deberían tratar de imaginarse, aún más, qué pasaría si México y
Canadá fueran estados indígenas independientes, aún no reconciliados con la
conquista y colonización europea de las tierras que los separa, y con
poblaciones autóctonas numéricamente mayores que los usaamericanos. De ser así,
no sería placentero vivir allí.
Ambos, tanto colonizado como colonizadores se degradarían y deshumanizarían
progresivamente. Los colonizadores podrían pensar, racionalmente, que nunca
podrían ser perdonados por aquellos a quienes despojaron y que ninguna
"solución" es imaginable. Así fue y así continúa siendo la tierra que Israel
gobierna.
Posiblemente el próximo "encuentro" ó "conferencia" sea el último grito
desesperado en la infructuosa búsqueda de la solución separatista de los que
viven y continuarán viviendo en la "Tierra Santa".
Quizás aquellos a quienes les importa la justicia y la paz y creen en la
democracia puedan por fin persuadir a los israelíes de ir más allá de la
ideología sionista, de moverse hacia actitudes más humanistas, humanas, una
mirada más prometedora y más democrática puesta en realidades presentes y en
posibilidades futuras.
Nadie puede sugerir que la transformación moral, ética e intelectual necesarias
para alcanzar una aceptable "solución de un estado" será fácil. Asimismo, cada
vez más personas se persuaden de que la solución de "dos estados" se ha tornado
imposible.
Es tiempo de involucrar cada vez más gente con imaginación –particularmente
usamericanos- para animar a los israelíes a encontrar un camino mejor y
ayudarlos tanto a ellos como a los palestinos a alcanzarlo. Seguramente es
momento de considerar el camino de la democracia y de darle una oportunidad.
-John V. Whitbeck, abogado especialista en derecho internacional, asesoró en el
equipo de negociaciones de los palestinos con Israel, autor de "El Mundo según
Whitbeck".