Representantes del gobierno y de los grupos insurgentes de
Sudán se reunirán el mes próximo
Negociaciones de paz abiertas a todos
Moyiga Nduru
IPS
Buscar un acuerdo que ponga fin al conflicto de cuatro años en la occidental
provincia de Darfur.
El encuentro se realizará en la ciudad de Arusha, en el norte de Tanzania, entre
el 3 y el 5 de agosto, según se anunció el lunes luego de una conferencia de dos
días en Trípoli, la capital de Libia, organizada por la Organización de las
Naciones Unidas (ONU) y la Unión Africana (UA).
La reunión de Trípoli contó con la presencia de representantes del gobierno
sudanés, de la Unión Europea y de otros 14 países. Ninguno de los grupos
rebeldes asistió al encuentro.
Korwa Adar, investigador del Instituto Africano de Sudáfrica, centro de estudios
con sede en Pretoria, indicó que los insurgentes deben participar del encuentro
programado para agosto si se quiere evitar el fracaso de las negociaciones.
"La conferencia de Arusha tiene que ser inclusiva. Los grupos rebeldes, los
políticos y representantes de la sociedad civil deben participar, para no dar a
nadie la oportunidad de sabotear el proceso de paz, ahora o en el futuro",
declaró Adar a IPS.
En 2003, cuando se inició el conflicto en Darfur, había dos grupos insurgentes
enfrentados al gobierno de Jartum. Hoy son alrededor de 18. Esto complicó los
esfuerzos de paz, explicó Timothy Otieno, del centro de estudios Instituto para
el Diálogo Global, de esta ciudad.
"Al gobierno de Sudán le gustaría fomentar el enfrentamiento entre los grupos
insurgentes, pero así no se alcanzará la paz", le dijo a IPS.
La formación de una nueva coalición rebelde fue anunciada el pasado fin de
semana, con el nombre Frente Unido para la Liberación y el Desarrollo. La idea
es la de presentar un frente unido en las negociaciones de paz con Jartum, pero
los grupos insurgentes más importantes permanecen fuera de la nueva alianza: el
Movimiento por la Justicia y Equidad, de tendencia islámica, y el Movimiento de
Liberación del Gran Sudán.
Sólo dos pequeñas facciones del Ejército de Liberación de Sudán, el otro grupo
de gran peso en Darfur, se incorporaron al recién formado frente.
No ha sido el primer intento de unir a los rebeldes. Este año, en dos ocasiones,
el gobierno semiautónomo de Sudán del Sur intentó reunir a los insurgentes en
Juba, la capital de la región, pero fracasó en ambas oportunidades.
El presidente del gobierno semiautónomo, Salva Kiir, quien es además primer
vicepresidente de Sudán, viajó a Chad y Libia para intentar un acercamiento
entre los insurgentes. El partido de Kiir, el Movimiento para la Liberación del
Pueblo de Sudán, también media entre los rebeldes para intentar que unifiquen
sus posiciones.
Kiir no quiere que se repita lo ocurrido en 2006, cuando se alcanzó un acuerdo
de paz al que sólo se adhirió una facción insurgente.
"Esa fue la razón por la cual fracasó ese acuerdo. No se puede excluir a los
protagonistas más importantes, sin importar las diferencias que se tengan con
ellos. Determinan lo que sucede en el terreno, pueden crear muchos problemas",
sostuvo Otieno.
Mientras se desarrollan estos esfuerzos en torno a las futuras conversaciones de
paz, la ONU y la UA organizan una fuerza de paz de alrededor de 20.000 hombres
para proteger a los civiles en Darfur.
Más de 200.000 personas fueron asesinadas y unas dos millones desplazadas a
causa de la violencia en la región.
Jartum respondió a la ofensiva de los rebeldes con bombardeos de su fuerza
aérea. También respaldó al grupo árabe militante conocido como Janjaweed
(Hombres a Caballo), acusado de cometer atrocidades en Darfur.
Grupos de nómades árabes se han enfrentado durante años con los pobladores de la
zona, en una lucha por el control de sus recursos.
La UA ya envió a la zona una fuerza de paz de 7.000 soldados, pero se encuentran
mal equipados y sin financiamiento adecuado para controlar una provincia que
tiene una superficie equivalente a la de Francia.
La expectativa está puesta ahora en lo que pueda lograr la fuerza conjunta de la
ONU y la UA. Su despliegue fue impuesto por la comunidad internacional al
gobierno sudanés, que inicialmente declaró estar sólo dispuesto a aceptar un
contingente africano y llegó a declarar que combatiría contra tropas enviadas
por la ONU.