Medio Oriente - Asia - Africa
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Las secuelas del viaje han obligado a los médicos a amputar
miembros a 30 inmigrantes
Un brazo y una pierna por llegar a Canarias
Tomás Bárbulo
Los patrones les atan a la borda, y las ligaduras acaban gangrenando las
extremidades. Cuanto mayor es el número de personas que se amontonan en un
cayuco, más barato les sale el viaje. El problema es que apenas dejan espacio
para acomodar el motor de repuesto y las garrafas de combustible. Las
provisiones de comida y agua deben ser reducidas drásticamente.
La travesía desde Dakar hasta Tenerife suele durar nueve días. Al tercero,
comienza a escasear el agua. Al sexto día, los inmigrantes sufren los primeros
síntomas de deshidratación, que les lleva a un estado de confusión mental. En su
locura, olvidan que no saben nadar e intentan saltar por la borda para aliviar
el sufrimiento. Algunos lo hacen y se ahogan. Otros son inmovilizados por los
patrones: les amarran fuertemente a la borda un brazo y una pierna. Durante tres
días, las ligaduras cortan el riego sanguíneo. Cuando los jóvenes desembarcan en
Canarias, sus miembros están gangrenados y a los médicos no les queda más opción
que amputarlos.
Algunos tienen más suerte y sólo pierden una de las dos extremidades. También
son frecuentes las amputaciones de dos tercios del pie: durante los nueve días
de travesía, los inmigrantes permanecen con los pies sumergidos en el charco que
los restos de gasolina y el agua de mar van formado en el fondo de la barca. La
mezcla de ambas sustancias origina una reacción química llamada tetraetilo de
plomo. Se trata de una sustancia muy corrosiva que va necrosando los tejidos,
hasta tal punto que no hay más salida que la amputación.
No terminan ahí los riesgos para los supervivientes. Las olas del Atlántico
levantan los cayucos hasta sus crestas y luego los dejan caer bruscamente, una y
otra vez. En cada una de esas ocasiones, el coxis de los viajeros golpea con
fuerza contra la tabla en la que van sentados. Ese traumatismo prolongado -miles
de golpes sobre el mismo punto- acaba por rasgar la piel y causar heridas de
unos dos centímetros de profundidad, que las heces y los orines infectan. En
tales casos, los inmigrantes deben ser sometidos a trasplantes de piel.
Todos estos datos figuran en un estudio elaborado por Médicos del Mundo sobre el
perfil de los 900 inmigrantes que llegaron a las islas el año pasado y cuyos
graves problemas de salud han impedido su traslado a la Península. El doctor
Carlos Arroyo, responsable de Inclusión Social de esa ONG en Tenerife, explica
que, dado que se trata de extranjeros indocumentados, la sanidad pública sólo
cubre su atención en urgencias. Por lo que, una vez que salen del hospital y van
a parar a casas de acogida, son organizaciones como la suya las que se hacen
cargo de su salud.
"Nuestra preocupación más inmediata es conseguir prótesis para que estas
personas puedan valerse por sí mismas", explica Arroyo. "También intentamos que
el Gobierno les extienda permisos de estancia temporal por razones médicas, una
figura recogida en la legislación de extranjería".
Los inmigrantes mutilados son varones de entre 20 y 30 años procedentes de
Senegal, Malí y Costa de Marfil. Aunque el francés es la segunda lengua en esos
países, la mayoría sólo habla dialectos locales: wolof, bambara, poulard... El
idioma es una dificultad insalvable para que los psicólogos puedan ayudarles a
superar el trauma de las amputaciones. "Tenemos intérpretes de wolof y de
bambara, pero ¿cómo vamos a proporcionarles tratamiento psicológico en esos
idiomas?", se pregunta Arroyo. "Lo único que podemos hacer es permitirles hablar
por teléfono a menudo con sus familias. Eso les sirve de terapia. Son fuertes y
en sus países han visto cosas peores. Creo que prefieren estar mancos y cojos en
Europa a seguir enteros en África".