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El pueblo judío, el sionismo y el problema de la justicia
Mark Braverman
Qumsiyeh: A Human Rights Web
Cuando yo era niño, en los años 50, y concurría a una escuela judía en
Filadelfia, solíamos recibir pequeñas cajas de cartón con una ranura para
monedas, que eran distribuidas por la Fundación Nacional Judía. En la cubierta
se podían ver a personas hermosas y fuertes plantando árboles. Cuando la caja se
llenaba la enviábamos y a su retorno recibíamos un certificado con nuestro
nombre y una foto más grande de un árbol que habíamos plantado en Israel. Era
divertido y nos daba una fuerte emoción –yo estaba suspirando por una patria. Vi
fotos de kibutzim (plural de kibuts -granja colectiva- n.del t.) y de naranjales
que cubrían los valles y soñaba con ir allí algún día...
Décadas más tarde, ahora ya un hombre de mediana edad, ví fotos de máquinas
israelíes arrancando olivos de trescientos años y a soldados israelíes
reprimiendo a los agricultores árabes desconsolados ante la destrucción de sus
plantaciones. Viajé por Cisjordania –tierra palestina ocupada por Israel- y vi
las laderas de las montañas desnudas de árboles, listas para convertirse en
asentamientos judíos. Vi casas árabes demolidas y jardines arrasados para
construir el muro de 8 m de altura que corta las ciudades y los poblados
palestinos. Vi que esto no estaba bien. No me tragué la historia de que es una
construcción para la defensa. Pude darme cuenta que esto es una mentira.
Cuando volví a los Estados Unidos y comencé a hablar de mi horror, tristeza y
profunda consternación por lo que había visto, muchas de mis relaciones judías
me dijeron que no debería hablar de esa manera, porque me convertiría en un
enemigo del pueblo judío y así estaría abriendo el camino hacia un nuevo
Holocausto. Muchos judíos me dijeron que no estaba siendo leal con mi pueblo,
que "me había pasado" al "lado palestino". Un estudiante para rabino informó a
sus colegas de que, obviamente, yo me había convertido al cristianismo
"enmascarado" como judío con el fin de causar la destrucción del pueblo judío.
Hablé de mi experiencia en muchos grupos, casi siempre en iglesias. Aún no he
hablado en una sinagoga. Estoy tratando de darle un sentido a todo esto y
transitar un camino hacia delante. Esto es lo que he comprendido desde lejos.
La historia judía: la supervivencia y su sombra
El sionismo fue la respuesta al antisemitismo de la Europa cristiana. A pesar de
la Ilustración europea, fracasó la aceptación de permitir a los judíos
establecerse como grupo emancipado en la Europa de los siglos XVIII y XIX, y el
florecimiento de políticas antisemitas en los finales del XIX y la primera mitad
del XX, dieron nacimiento al sionismo político bajo el liderazgo de Theodor
Herzl. El sionismo expresaba la soberanía del pueblo judío para establecerse
como nación entre las naciones, con su propio territorio y el poder para
alcanzar la autodeterminación. Este es el por qué, desde los púlpitos de las
sinagogas, en las clases de historia judía, en las lecciones a los pequeños y en
animadas discusiones sobre el problema palestino israelí, se puede escuchar tan
a menudo el preámbulo " a través de las centurias…", seguido de la descripción
del sufrimiento judío bajo las manos de sus opresores. Aún más, es en nuestra
liturgia, muy notable en la lectura de las pascuas judías. La supervivencia del
pueblo judío, a pesar de constantes persecuciones, es nuestra canción favorita
–está en nuestro ADN cultural, es el mantra de nuestra pertenencia-. Y cala
profundo.
Esta característica edel judaísmo no es el producto de una aberración cultural ó
un defecto de carácter colectivo. Justamente, desarrollar esta particular forma
de "blindaje característico" ha sido la forma de supervivencia durante todos los
años de persecución, marginación y demonización. Hemos sobrevivido, en parte,
gracias a la creación de rituales, hábitos y actitudes de apartamientos,
soberbia y persistencia que nos permitieron nunca olvidar, nunca bajar la
guardia, y estar siempre orgullosos de nuestra tenaz vitalidad frente a
"aquellos que buscaron destruirnos". Cuando en nuestro moderno idioma litúrgico
hablamos del estado de Israel como "el primer florecimiento de nuestra
redención", estamos reflejando la realidad de nuestra supervivencia, el
significado de alcanzar la autodeterminación política en el contexto de la
historia judía. Es bueno haber sobrevivido.
Pero también debemos ver la sombra que se nos ha venido encima con esta
historia. Nos hemos esforzado por ser los dueños de nuestro destino –pero, una
vez alcanzado esto, también debemos responsabilizarnos por nuestros actos y por
las consecuencias de estas acciones. Siendo libres, tenemos libres elecciones.
La tragedia de la historia de la diáspora judía, tanto en nuestra propia
narrativa cultural como en la realidad está enraizada dentro de la impotencia y
la pasividad. El sionismo vino a enmendar esto, y sin lugar a dudas tuvo éxito,
mucho más allá de las expectativas de judíos y no judíos por igual. Pero si
ahora nos volvemos esclavos de las consecuencias del empoderamiento, entonces no
somos libres, así como no somos realmente libres. Particularmente, el holocausto
nazi proyecta su sombra sobre nuestra historia moderna y la historia del Estado
de Israel. La campaña nazi destinada a borrar al pueblo judío pasó a formar
parte de nuestra particular "liturgia de destrucción" judía, la forma en que
nosotros como judíos dimos sentido a nuestro sufrimiento incorporándolo en el
contexto de la historia judía. Desde esta matriz de vulnerabilidad,
victimización y sentido se levanta el grito sionista, "¡nunca más!". Pero el
estado moderno, con las políticas que lleva a cabo en su afán de conservar
nuestro pueblo y haciendo uso del holocausto como justificación para acciones
injustas, está traicionando el significado de la historia judía. No se puede
alcanzar la propia liberación, aún desde el más inenarrable infierno, oprimiendo
a otro pueblo. Aún más, en los tiempos de poder y autodeterminación para los
judíos en Israel, afrontamos riesgos para nuestra idiosincrasia como pueblo que
exceden con mucho los peligros físicos que soportó durante milenios de
persecución.
Israel y Palestina: la realidad parada sobre su cabeza
La tormentosa controversia que hoy se suscita en la cuestión Israel-Palestina
–una controversia que salpica a la comunidad judía de Estados Unidos tanto como
a la sociedad israelí- es una evidencia de ese riesgo La historia del conflicto
y de los derramamientos de sangre entre el Estado de Israel, sus vecinos árabes,
y los pobladores originarios de la palestina histórica es la de un inevitable y
predecible resultado de la naturaleza colonialista de la empresa sionista.
Aunque el sionismo, a diferencia de otros proyectos coloniales europeos, no fue
originariamente dirigido hacia la ocupación y explotación de un pueblo sojuzgado
–los sionistas buscaban crear un refugio para sí mismos- no por eso deja de ser
un proyecto de ocupación colonial. Lo que resulta extraño y misterioso es que en
el actual discurso , los roles de los combatientes están distorsionados: los
judíos estan retratados como las víctimas y los palestinos como los agresores.
La verdad es que los palestinos son las víctimas: desposeídos, inermes y
doloridos. En todo caso, los judíos se alzan victoriosos y con pleno poder. Los
judíos de Israel están, con toda seguridad, aguijoneados por los actos de
resistencia popular por parte de los palestinos. Pero en la perspectiva del
balance de fuerzas actual, son nada más que pinchazos. Al tiempo que esta
resistencia, llena de la desesperanza y humillación de un pueblo desplazado y
ocupado, ha sido amplificada y explotada por las fuerzas políticas dentro y
fuera de Palestina. Actos de resistencia tan espantosos como hombres bombas
suicidas y el lanzamiento de misiles a través de la frontera, no hacen peligrar
la actual hegemonía de Israel, su poder ni su seguridad. Las acciones de los
hombres bomba suicidas son horrorosos y aterrorizantes. Pero es demasiado fácil
y muy conveniente poner a un pueblo entero bajo este mismo patrón y esto es
exactamente lo que se hace. La imagen de los palestinos como la de un pueblo
violento, como "terroristas" empeñados en la destrucción de Israel, no es real.
La verdad es que a lo largo y a lo ancho, los palestinos son un pueblo paciente,
pacífico –y a este paso un pueblo enfadado, humillado y dolorido. Su pecado en
los últimos sesenta años fue su relativa falta de organización –efectivamente
establecida por los ingleses durante los 30 años de mandato- frente al muy
altamente efectivo y organizado proyecto colonial sionista. Ellos están pagando
por esto ahora mientras transcurre el desmantelamiento de su economía y su
infraestructura, y el continuo plan de descapacitar su liderazgo y su habilidad
para gobernarse a sí mismos. Israel continuó con lo que los ingleses dejaron
–con mayor eficiencia y minuciosidad.
La discusión judía
Aunque es dolorosa y sumamente problemática, veo la ferocidad y profundidad de
la división que se da dentro de la comunidad judía en la diáspora como una
oportunidad para el diálogo. Este es un punto de crisis de reales proporciones
para los judíos, y debemos tomarlo seriamente. Debemos alentar esta discusión
–sentimos que esto es un peligro y lo ahogamos. Es nuestra responsabilidad como
judíos examinar nuestra clase de relación con Israel mas que aceptar pasivamente
la historia con la que fuimos alimentados por el oficialismo judío: las
sinagogas, las federaciones judías, las organizaciones que hacen presión y el
resto de los aparatos devotos de mantener las poderosas corrientes políticas y
financieras que apoyan a Israel tanto desde el gobierno como desde fuentes
privadas. Debemos examinar nuestras convicciones y sentimientos acerca de qué
significa el estado para cada uno de nosotros personalmente, especialmente en
relación al antisemitismo. Por ejemplo, yo, como judío que vive en los estados
Unidos, ¿creo que el estado de Israel es importante para mí como refugio si es
que me sintiera inseguro o perjudicado en mi país de nacimiento? ¿Siento
personalmente que la existencia de un estado judío es imprescindible ó forma
parte de mi judeidad, ó es que por los valores religiosos y creencias que
sostengo como judío? ¿Creo que el mundo le debe un estado a los judíos por las
violencias y persecuciones que han sufrido durante centurias y cuya culminación
fue el holocausto nazi? Toas estas son preguntas importantes que se deben
preguntar, confrontar y ser medidas a la luz de la realidad de los
acontecimientos contemporáneos. Más lejos aún, como judíos de la diáspora nos
debemos preguntar de dónde nos informamos sobre la historia del Estado de Israel
y de su actual situación política. En qué servicio de informaciones confiamos,
qué páginas de Internet visitamos. ¿Qué sabemos sobre las discusiones que se
llevan a cabo dentro mismo de Israel por estos días, ejemplificadas por el
activo diálogo que se puede encontrar en las páginas del Haaretz , de las
voces de las organizaciones que se oponen a la política del gobierno, y de los
pasos acelerados que se vienen produciendo por historiadores judíos israelíes en
la revisión del sionismo?
Debemos tener la voluntad de superar nuestra profunda negación sobre la actual
situación y las injusticias que trajo el sionismo. Walter Brueggemann, el
teólogo protestante, en su trabajo sobre la imaginación profética, escribe
acerca del llamado profético que nos llama a lamentarnos y a llorar, que es la
única manera esperanzadora para entrar en una nueva y mejor realidad. En
párrafos de Jeremías, solamente cuando estamos en capacidad para llorar, sobre
nuestras propias quebraduras, y con la capacidad para enfrentar las implicancias
del sufrimiento que hemos causado, podremos ser beneficiarios de la gracia de
Dios. En otras palabras, debemos quebrar la negación de lo que hemos hecho. La
estructura de poder, por supuesto, tiene el cometido de lo contrario. El estado
cuenta la historia de manera de envolver la verdad: "Está hecho en nombre de la
seguridad nacional" "Los otros son los terroristas, ellos son el obstáculo para
la paz".
Una particular forma "solapada" de negación, en esta incapacidad de ver la
realidad, es cómo algunos judíos están en desacuerdo con algunas de las acciones
del gobierno de Israel mientras evitan por el momento confrontar los temas
fundamentales de injusticia. Esto toma diferentes formas. La primera de ellas es
la forma "pragmática" del abordaje, que también puede ser considerada
"iluminación para el propio interés". "La ocupación", hacia donde va esa
interpretación , "fue un error. Es malo para Israel. Negarles a los palestinos
la autodeterminación y someterlos a la constante humillación bajo una
administración militar produce odio y desesperación, que luego se vuelca sobre
los israelíes en forma de violencia." Algunas organizaciones judías
norteamericanas, con la esperanza de no ser marginadas por el liderazgo
comunitario central, ó ser consideradas como "propalestinas", adoptan esta
posición, ignorando la práctica de justicia. .. Dicen "Israel debería
espabilarse y cambiar sus políticas si es que quiere vivir en paz y limitar el
drenaje económico de un conflicto sin fin." En conversaciones formales con
algunos judíos norteamericanos que opinan de esta manera, algunos confesaron que
su postura es realmente mucho más extrema en lo que respecta a sus sentimientos
sobre la política israelí, pero que les parece importante arrancar de cuajo
estas posiciones para alinearse estratégicamente y conservar la credibilidad con
el oficialismo judío así como con los legisladores gubernamentales.
Una segunda forma de negación, a mi entender más seria y más perturbadora, se
puede encontrar en el llamado movimiento judío progresista. Haciendo una crítica
a esta corriente del judaísmo norteamericano, el teólogo de la liberación judía,
Marc Ellis, advierte que mientras esta corriente del judaísmo reconoce la
validez de las aspiraciones de los palestinos, limita su visión crítica ya que
acepta la necesidad de estos mismos judíos conservadores como la solución de la
historia judía. Esta visión admite la necesidad de justicia, que no siempre
concuerda con el principio fundante de reconocimiento del derecho a una patria
judía histórica en Palestina. "Si tan solamente pudiéramos ordenar este sucio
asunto de la ocupación", dice esta gente", las cosas se ordenarían
correctamente, y podríamos disfrutar del país con la conciencia limpia". Esta
actitud limita el discurso a las acciones post 1967 negando la historia de
desplazamientos anteriores a esa fecha. Más aún, las organizaciones de judíos
progresistas se niegan a la discusión de la Nakba, palabra árabe que significa
"catástrofe", usada para describir la limpieza étnica que significó el
desarraigo de cerca de 750 000 palestinos de su tierra histórica cometida por
las fuerzas militares israelíes entre 1948 y 1949. Más bien judíos que se
denominan progresistas se irritan cuando otros compañeros ó colegas intentan
abordar el tema. Finalmente, esta visión evita la cuestión fundamental que es
cómo un estado judío, fundado como abrigo y como patria para los judíos, puede
ser una real democracia, con provisión de justicia e igualdad de tratamiento
para sus ciudadanos no judíos. Evita todo lo relacionado pero igualmente
fundamental tema de la demografía –la cuestión que fundamentalmente rige, por
sobre todas las demás, la política exterior del estado israelí y que alimenta el
actual conflicto, política y militarmente. Dentro de todo este panorama, los
judíos que viven fuera de Israel están atravesados por un amplio espectro de
opiniones que van desde las "oficialistas" hasta las "progresistas" y que
mientras soslayen esas cuestiones, estarán lejos de una solución.
Esta negación de aceptar las consecuencias de las acciones judías de antes y
después de 1948 entre Israel y Palestina, así como el lamento continuado sobre
la particular tragedia judía es lo que hoy estamos padeciendo como judíos. El
retorno a los límites previos a 1967 (como si esto alguna vez pudiera suceder)
no hará que las cosas mejoren. No hará de Israel una sociedad justa respecto de
sus ciudadanos palestinos. No borrará el padecimiento de los palestinos que
fueron desplazados fuera de sus ciudades, pueblos y comunidades en 1948. No pone
el tema de justicia como prioritario. Por el contrario, prima el interés de
Israel, y promueve la supremacía, la titularidad y el paternalismo de los judíos
sobre los habitantes originarios no judíos de la Palestina histórica, sin
importar en qué lado de las fronteras habiten cuando se llegue finalmente a un
acuerdo político. Compra nuestro derecho a sentir horror por los crímenes
pasados y el padecimiento actual. Tapa nuestro propio grito de dolor sobre
nuestros pecados y crueldades. Aplasta la agonía de confrontar las
contradicciones y dilemas existenciales. Bloquea la discusión. Cierra nuestros
corazones.
Conclusión: cristianos, judíos, antisemitismo y nuestra responsabilidad
El tema del antisemitismo es complejo y profundamente metido en dos mil años de
historia occidental. Entre los teólogos cristianos y líderes religiosos , el
concepto de separación –que están encarnados en los gospels y que reemplazan al
judaísmo como el plan de Dios para la especie humana- vino a ser el Gran Cuco.
El argumento, bien sostenido por la historia, es que esta idea. Desarrollada en
las primeras centurias después de Cristo y el advenimiento de la fe y la
doctrina cristianas, allanó el terreno para el antisemitismo. Pero en su celo
por corregir las injusticias del pasado y pretendiendo hacer el efecto contrario
al antisemitismo, los líderes y pensadores cristianos corren el peligro de
perder de vista un importante aspecto del pensamiento primitivo del
cristianismo. En su reformulación de la relación de Dios con la humanidad, el
cristianismo produjo una revolución cuando cambió el concepto de "Israel" de lo
tribal a lo comunitario. En la formulación del cristianismo sobre el compromiso
de Dios con la humanidad a través de su elección por la descendencia de Abraham,
a quien se le asignó un rol especial en la historia, se transformó en un Dios
amante de la humanidad con una invitación ilimitada para formar parte de la
comunidad espiritual universal. Esta fue una enorme contribución, un gran paso
hacia delante de especial relevancia en nuestros días , el desafío del asunto de
las religiones para cambiar de la "Constantinización", el poder puesto en la
unicidad religiosa, al compromiso con la diversidad, los derechos humanos y la
justicia. La opción entre una religión basada y consorte del poder político y la
opresión y otra afianzada en el concepto de comunidad es algo que se debe
encarar en todas las profesiones religiosas. Judíos y cristianos deben hablar
sobre esto, y junto con sus colegas y amigos cristianos deben confrontar juntos
lo que debería ser el principal desafío de estos tiempos. Estamos soslayando
esta discusión y esto es un peligro.
A nuestros hermanos y hermanas cristianos les digo –, sin sentirse culpables de
antisemitismo-, no les otorguen a los judíos un pase libre. No confundan
antisemitismo con la crítica a Israel, y de esta manera no permitiendo a los
judíos responsabilizarse de su acciones y elecciones, como parte de la comunidad
humana, como individuos y como estado entre las naciones. No cometan este error
–aún con el riesgo de ser etiquetados de antisemitas, porque se comete una
falacia nociva. Como judíos buscamos una política de autodeterminación y la
obtuvimos. Ahora debemos conducirnos de acuerdo a principios de justicia y en
concordancia con las leyes internacionales como una expresión universal de
acordar bajo principios de justicia. Como judíos, nos enfrentamos diariamente
con esta opción siendo testigos de las ilegales y opresivas acciones a las que
somete el estado de Israel al pueblo palestino y no elegimos de qué lado
ponernos. El poder político representa un poderoso desafío en los valores. Los
profetas lo sabían bien, hablaban continuamente de esta verdad en las
estructuras de poder de sus tiempos. Al apabullado y exiliado pueblo de sus
tiempos el segundo Isaías, decía que la redención y el bienestar estaban por
venir, pero solamente cuando el pueblo acumulara la sabiduría divina de su
sufrimiento. A mis correligionarios en Israel y Estados Unidos, les digo que en
última instancia sobreviviremos como pueblo tanto como el alcance que tendremos
para entender que nuestro propio sufrimiento nos sirve para hacernos parte de la
humanidad, y por responsabilizarnos del sufrimiento donde y cómo ocurra. Fue
Roberta Feuerlicht, la ética escritora judía que escribió: "el judaísmo
sobrevivió centurias de persecución sin un estado; debe aprender ahora a
sobrevivir a pesar del estado".
Mark Braverman vive en Bethesda, M.D. Es miembro de las Voces Judías por la
Paz y activa en el Espacio de Socios para la Paz y en la Alianza Interreligiosa
de Washington Washington para la paz en el Medio Oriente.
Contacto: m_braverman@yahoo.com