Medio Oriente - Asia - Africa
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Una guerra de humillación
Robert Fisk
Nuestros marines están cautivos. Puede que los sometan a juicio. Bombas
molotov estallan tras los muros de la embajada británica en Teherán. Pero en
definitiva no es una guerra al terror. Es una guerra de humillación.
La humillación de Gran Bretaña, de Tony Blair, de las fuerzas armadas
británicas, de George W. Bush y de todo el duelo de disparos en Irak. Y el
maestro de la humillación -aunque Tony Blair no se dé cuenta- es Irán, nación
que se siente humillada por Occidente desde siempre. ¡Qué complacidos han de
sentirse los iraníes al escuchar a Blair y Bush exigir la liberación «inmediata»
de los infortunados 15, porque es una demanda a la que fácilmente se le pueden
poner oídos sordos! Y así será: tanta insistencia de los dos gobernantes ha
asegurado que permanezcan semanas encerrados.
«Conducta inexcusable», rugió Bush el sábado... y a los iraníes les encantó.
El ministro iraní, entre tanto, esperaba un cambio en la «conducta» de Gran
Bretaña. Mahmoud Ahmadinejad, el presidente del infierno, negador del
holocausto, llama a Blair «arrogante y egoísta» -lo mismo decimos todos
nosotros, por cierto- luego de negarse a actuar ante el público en la
Organización de Naciones Unidas. Soltarán a la «servidora» Faye Turner.
Luego que siempre no. Faye, de velo, con un cigarrillo y con una cortina barata
estampada de flores al fondo, presentando esas ridículas cartas donde expresa
almibarada amistad hacia el «pueblo iraní» y se disculpa con abyección por la
incursión británica en aguas iraníes -escrita, sospecho, por los chicos del
Ministerio de Orientación Islámica- es la estrella del espectáculo en Irán. Allá
en 1980, cuando Teherán montó su mucho más ambiciosa ocupación de la embajada
estadunidense, la estrella fue un balbuciente infante de marina -un tal sargento
Ladell Maples-, a quien se indujo a expresar aprecio por la Revolución Islámica
del ayatola Jomeini poco antes de los noticieros estadunidenses de horario
triple A.
Los iraníes, ven ustedes, entienden a Occidente. Lo entienden mucho mejor de lo
que nosotros entendemos -o nos molestamos en entender- a Irán.
Hemos olvidado los años de ocupación aliada en la Segunda Guerra Mundial, la
deposición del sha pro alemán y luego, humillación de humillaciones, el
derrocamiento del primer ministro democrático Mohamed Mossadeq, orquestada por
Allen Dulles, de la CIA, y un excéntrico profesor británico de griego, ex
operativo de los Servicios Especiales -llamado Monty Woodhouse-, con algunas
armas y un montón de dólares. Y los iraníes recuerdan bien hasta qué extremos
llegó el sha de Irán, nuestro «policía» en el Golfo, el Rey de Reyes, Luz de los
Arios, descendiente de Ciro el Grande, para tender a los jóvenes hombres y
mujeres iraníes de la resistencia en las parrillas tostadoras de los
torturadores de su Ministerio de Seguridad, conocido como Savak.
Tampoco han tenido los iraníes ninguna intención real de llevar a Faye y sus
amigos ante cualquier tribunal; prefieren con mucho tener a los británicos
mordiéndose las uñas frente a las imágenes de su «nana» en Sky TV, por cortesía,
claro, del canal árabe Alalam de Teherán. ¿Y notaron ustedes esa pequeña
etiqueta de «exclusiva» en la esquina superior izquierda de la pantalla cuando
el riflero Nathan Summers decidió presentarse en público? Cómo les encanta a los
iraníes remedar a sus opresores. Cuando la jerarquía del Ministerio de la
Defensa presentó una complejidad de mapas para demostrar que nuestros chicos
estaban en aguas iraquíes, los iraníes sacaron a un humilde guardacostas con un
mapa Minotauro para mostrar que estaban en su zona de soberanía. La bandera
británica aún ondea en su balsa de hule, pero arriba de ella flota la enseña
iraní. Noto que nadie ha explicado todavía para qué llevan rifles nuestros
chicos y chicas en sus aventuras de navegación si su deber es entregarlas cuando
los atacan. ¿Será que en realidad estamos tratando de proporcionar más armas a
los guardias revolucionarios? Pero detrás de todo esto yacen algunas preguntas
oscuras... las cuales tendrán, me temo, respuestas aún desconocidas pero todavía
más oscuras. Los servicios de seguridad iraníes están convencidos de que los
servicios de seguridad británicos tratan de provocar a los árabes de la
provincia iraní de Khuzestan para que se subleven contra la República Islámica.
Ha habido bombazos allí, uno de los cuales dio muerte a todos los ocupantes de
un camión de los guardias revolucionarios, y Teherán culpó al MI5 británico.
Escandaloso, dijo. Inexcusable.
Los británicos no hicieron comentarios, ni siquiera cuando los iraníes colgaron
a un hombre acusado de esas muertes, del cual se dijo que colaboraba con
Londres.
¿Está el Servicio Aéreo Especial británico acosando en el suroeste de Irán a los
chicos de Basora con armas ultranovedosas, como dicen que hacen los iraníes en
el sureste de Irak? ¿Soltarán los británicos a los cinco iraníes que daban visas
a kurdos en Erbil, a los que encerraron hace un par de meses? No, dice Bush.
Bueno, ya veremos.
Hay mucho que no sabemos -o no nos interesa- en todo esto. Mientras tanto,
quedará para Blair, Bush y el eje de conmoción y pavor de SKY-BBC-CNN-FOX-CBS-NBC-ABC
seguir con el jueguito iraní. ¿Enjuiciarán a Faye? ¿Amenazarán a nuestros
muchachos con la ejecución? Respuesta: no, pero de seguro pronto los iraníes nos
dirán que todos son espías. Mentira, por supuesto. Pero Blair fulminará y Bush
rugirá y los iraníes se sentarán a disfrutar cada segundo. Decenas de miles de
iraníes murieron para destruir las legiones de Saddam Hussein. Y ahora nos
observan retorcernos las manos de angustia por 15 almas perdidas. Para ellos es
una superproducción, la humillación política en pantalla gigante. Y los iraníes
no sólo saben montar el drama: hasta escribieron el guión para Blair.