Angola: Cinco años de paz tras la muerte de Savimbi
Afrol News
Pocas veces ha sido una muerte tan bien recibida como lo fue,
hace cinco años en Angola, la del infame líder rebelde Jonas Savimbi.
Inmediatamente después de que Savimbi fuera asesinado en el campo de batalla, el
movimiento rebelde UNITA empezó a desmoronarse y, en pocos meses, la paz volvió
al país por primera vez en décadas. El presidente Eduardo dos Santos reconoció
sólo algunos días después de la muerte de Savimbi que el líder de la Unión
Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA) "luchó hasta las últimas
consecuencias por sus ideales". Esta fue una de las declaraciones más positivas
realizadas después de su fallecimiento.
Porque mientras el tiempo pasaba rápido, los acontecimientos en la Angola
asolada por la guerra pasaron aún más rápido hacia la paz, la reconciliación y
el desarrollo económico para los millones de pobres y desplazados del país.
Justo un año después de su muerte, la paz estaba garantizada, UNITA se había
convertido en un partido político que pedía perdón por haber participado en la
guerra y los inversores llegaban en tropel al país. Desde entonces, a Savimbi se
le recuerda por una gran acción: haber muerto.
Jonas Malheiro Savimbi, hijo de un pastor evangelista que trabajó como empleado
de ferrocarriles, nació en 1934 en la provincia de Bie, en la meseta central de
Angola. En ese momento, Angola era la mayor y más importante colonia de
Portugal.
Por su excelente rendimiento como estudiante, ganó una beca para estudios
universitarios en Lisboa en 1960. Pero en Portugal fue detenido tres veces por
el servicio secreto del régimen fascista del dictador Salazar. Después del
tercer arresto, Savimbi viajó a Suecia, donde se graduó en ciencias políticas en
1965, cuatro años después de que la guerra anticolonialista contra Portugal
fuera lanzada por el partido de inspiración marxista Movimiento Popular para la
Liberación de Angola (MPLA).
Savimbi y un grupo de seguidores recibieron formación militar y política en la
China de Mao Zedong en 1965 y 1966. Regresó a Angola para fundar UNITA, un
movimiento que rápidamente alcanzó un acuerdo con el servicio secreto de
Portugal, en virtud del cual el ejército colonial no hostigaría a los rebeldes a
cambio de información sobre los movimientos del MPLA.
En abril de 1974, un grupo de capitanes de izquierda derrocan al régimen
fascista de Salazar, restaurando la democracia y terminando con la guerra en
África al desmantelar el arcaico imperio portugués. En Angola, el MPLA fue
elegido a dedo por los nuevos gobernantes de Portugal para dirigir a la colonia
a la independencia, que se alcanzó formalmente el 11 de noviembre de 1975.
Savimbi se retiró, pues, a la selva para lanzar la más larga y sangrienta guerra
que haya conocido África en la historia de la independencia. Apoyados por EEUU y
la Sudáfrica del apartheid, UNITA luchó contra el gobierno de Luanda y el MPLA
en todos los frentes, convirtiendo las provincias centrales de Huambo, Bie,
Moxico, Malangue y Huila en bastiones intocables para el MPLA y sus aliados
50.000 soldados cubanos.
La guerra continuó durante más de 15 años hasta que la comunidad internacional
forzó a UNITA y al MPLA a sentarse a la mesa de negociación, impuso un alto el
fuego, y los enfrentó a ambos pacíficamente ante las urnas electorales. El MPLA
derrotó ampliamente a UNITA en las elecciones de octubre de 1992, pero Savimbi
se negó a reconocer los resultados y lanzó una segunda guerra civil,
interrumpida por unos pocos meses en 1994.
Después de dos acuerdos de paz fallidos, Savimbi se convirtió en un fugitivo
condenado por la ONU y EEUU, y fue abandonado por sus aliados más leales - Togo,
Costa de Marfil y Marruecos – e incluso por la mayoría de sus compañeros de
armas. El líder de la guerrilla siguió luchando casi una década más, capaz como
era de equipar a sus tropas con armas conseguidas gracias a los traficantes y
financiadas con ventas a los mercados europeos de diamantes extraídos en las
provincias bajo su control.
El 22 de febrero de 2002, Savimbi fue atrapado finalmente por fuerzas del
ejército angoleño y asesinado en el campo de batalla. Fue la única forma en la
que el más contumaz señor de la guerra del Sur de África pudo acabar su eterna
batalla. Con su muerte, Angola pudo finalmente descansar en paz.
Se estima que los 27 años de guerra casi ininterrumpida provocados por la
ideología de guerra de Savimbi costaron la vida a medio millón de angoleños, la
mayoría civiles. Además, la violencia obligó a un tercio de la población a huir
de sus hogares. Grandes partes de las tierras de cultivo del país siguen
infestadas de minas, lo que provocará que la memoria de Savimbi esté presente
también en las futuras generaciones del país.