Ser palestino significa conocer la prisión de primera mano. Como
cualquier persona que haya pasado por una prisión sabe, a los prisioneros se les
permite compartir el espacio de los pabellones y hasta luchar por su estatus y
prestigio, siempre y cuando el guardián tenga el control de la cerradura, las
llaves, la puerta y los muros.
Al guardián, lo que le realmente le importa es poder entrar en la celda en
cualquier momento y mantener a los presos a raya. Nada hay más triste que ver
como los internos están tan absortos en su lucha por estatus que olvidan su
situación real: están privados de libertad y por ende de poder.
Este ha sido el caso en los territorios ocupados de Palestina durante los
últimos 7 meses, donde Fatah y Hamás han estado demasiado ocupados dándose
codazos como para pensar en otra cosa. Mientras tanto, las fuerzas de ocupación
han intensificado su escalada de ataques brutales, expandido sus actividades en
la construcción de asentamientos, continuado la construcción del racista muro de
separación y alterando las fronteras y demografía de Jerusalén. Los israelíes
están destruyendo cualquier oportunidad para un estado independiente palestino y
nosotros estamos demasiado ocupados para hablar con una sola voz. Las fuerzas de
ocupación nos han situado en prisiones de varios tamaños. Algunas son tan
pequeñas como una celda, es el caso de Al-Noaman o Qalqilya, otras son como
pabellones, Belén o Nablus, y otras son más grandes, como la Franja de Gaza. En
estas prisiones continuamos peleándonos e insultándonos, maniobrando para sacar
ventaja de un poder imaginario, un poder controlado en su totalidad por nuestros
ocupantes.
La ocupación se aproxima a su 40 aniversario y ha perfeccionado su racista
sistema de opresión. Mientras tanto, nosotros estamos más divididos que nunca,
más incapaces de frustrar sus planes que nunca: las autoridades ocupantes
retienen los sueldos de los empleados públicos y nadie levanta su voz para
protestar. Por el contrario, nos culpamos unos a los otros de las consecuencias.
Es conocido que la suma total de dinero retenido por la fuerzas de ocupación,
injustificadamente y contraviniendo acuerdos previos, asciende a 550 millones de
dólares, más que suficiente para cubrir el pago de todos los salarios impagados.
Los donantes del este y del oeste están presionando para incrementar nuestros
servicios de seguridad. Ahora ya podemos entrar en el Libro Guinness de los
Records como el único gobierno en el mundo donde el personal dedicado a
seguridad (más de 81.000) supera al resto de los empleados públicos. Y aun así
no gozamos ni de seguridad ni de paz. Y lo que es peor, nuestros servicios de
seguridad están siendo usados como milicias, un problema que nos degrada según
cualquier standard.
Solíamos criticar el presupuesto palestino porque destina el 25% de sus gastos a
seguridad, un 0,8% a agricultura y un 9% a sanidad. Ahora las cosas empeoran, el
próximo presupuesto, aplicable si alguna vez termina el bloqueo, destinará el
33,5% a seguridad, el 0,7% a agricultura y el 7% a sanidad.
El último Consejo Legislativo fue marginado y nuestra respuesta al secuestro de
40 miembros del nuevo Consejo Legislativo fue llevar las actividades de éste a
un punto muerto. Nuestra paralizante lucha entre facciones nos impide encontrar
una solución a las antidemocráticas acciones de la potencia ocupante.
Durante la primera Intifada, solíamos plantar cara a la ocupación. Solíamos
organizar ayuda médica, desafiando a Israel, para tratar a los heridos y cuidar
a los enfermos. Cuando Israel cerraba nuestras escuelas y universidades,
organizábamos comités para la educación a pie de calle. Cuando las autoridades
ocupantes nos arrestaban, establecimos clínicas y clases en las prisiones. Ahora
cerramos nuestras escuelas con nuestras propias manos y algunos de nosotros no
sentimos compasión ante una mujer pobre pidiendo ayuda para poder dar a luz.
A pesar del cerco y las prisiones, durante la primera Intifada y en un momento
en el que no teníamos un gobierno, nadie pasaba hambre gracias a los planes
sociales y la caridad organizada. Ahora, son miles los que no pueden alimentar a
sus hijos, mientras, otros están engordando con sueldos increíblemente altos
para los niveles locales trabajando para agencias internacionales.
Israel ha aprendido de sus errores durante la primera Intifada. Ha conseguido
distraernos gracias a los Acuerdos de Oslo y sus anexos. Ha procedido a cambiar
las reglas del juego para demonizar nuestra justa lucha y denigrar nuestros
valores humanos. Ahora tenemos que demostrar nuestra buena conducta al mundo
cada día que pasa. Y en vez de permanecer unidos para hacer frente a esta grave
injusticia, algunos de nosotros nos complacemos probando los errores de nuestros
compatriotas.
Toda la estrategia de Israel se basa en distorsionar la esencia de nuestra lucha
y en torcer las normas y leyes internacionales. Israel pretende convertir los
territorios ocupados en territorios disputados. Quiere presentar la legítima
lucha contra la injusticia como actos de terror, no quiere que la culpa recaiga
en la ocupación sino en las víctimas de la ocupación. Y a pesar de esto, sus
ideas están calando en nuestra cultura política. Algunos de nosotros nos
avergonzamos al reafirmar nuestro derecho a defender nuestra dignidad y
resistencia. Alguno de nosotros quiere que capitulemos en vez de entender la
realidad y cambiarla.
En un momento en que necesitamos una estrategia y unidad de acción, cuando
necesitamos capitalizar el fracaso de Israel en el Líbano, cuando sólo es
necesaria una visita de un periodista a los muros de la ocupación para ver la
falta de humanidad de Israel, los medios de comunicación del mundo centran sus
focos en nuestras luchas intestinas.
Ya lo he dicho anteriormente, y lo vuelvo a decir, no hay salida hacia delante
sino es a través de un mandato de unidad nacional. Tenemos que acordar, aunque
sea temporalmente, una visión unificada y necesitamos tener un gobierno de
unidad nacional que esté integrado por las facciones, los tecnócratas y los
independientes. Lo más importante es que sea un gobierno unido.
Necesitamos un mecanismo unificado para manejar el conflicto, defender nuestros
derechos, romper el cerco y proteger a nuestra gente y nuestro nombre del severo
juicio de la Historia. Tenemos que recordar que el conflicto no debe ser entre
nuestras facciones sino entre nuestra gente y las fuerzas que nos imponen la
ocupación, la injusticia y la represión.
Tenemos que recordar que cualquiera que sea el tamaño de la prisión en la que
vivimos en nuestras aldeas y ciudades, siguen siendo una prisión. Que del único
modo que podemos derribar los muros de esas prisiones es trabajar juntos.
Aquellos que nos asedian deben saber que no pueden dividirnos. Debemos unificar
nuestra visión aunque discrepemos en nuestros puntos de vista. Debemos sacarnos
la mota del ojo que nos impide ver los controles que restringen nuestros
movimientos, los arrestos diarios, las repetidas incursiones y la sonrisa
regodeante de nuestros torturadores y opresores.
* Mustafa Barghouti es secretario general de Iniciativa Nacional Palestina.
Al-Ahram Weekly . Traducción para Revista Pueblos: Ramón Pérez Rueda