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Guerra y corrupción en Israel
Hernán Zin
En un artículo titulado "¿Queda alguien que no sea corrupto?", el analista
político Sami Peretz repasaba hace días en el periódico Ha’aretz los numerosos
escándalos de comisiones, tráfico de influencia y casos de acoso sexual que
están sacudiendo a la clase política israelí desde la guerra contra Hezbollah.
Al final del texto llegaba a una durísima conclusión: "Somos un país corrupto,
podrido hasta la médula".
El episodio que más titulares ha conseguido fue el del presidente de Israel,
Moshe Katsav, en el cargo desde el año 2000. En julio, cinco mujeres denunciaron
que había abusado de ellas.
Esto sucedía días después de que el Ministro de Justicia, Haim Ramon, fuera
acusado de acosar sexualmente a una empleada. Horas antes había dicho a los
medios de comunicación que "todo el mundo en el sur de Líbano es terrorista, de
una u otra forma está conectado con Hezbollah". El 18 de agosto, este hombre,
que fue ministro también con Yitzhak Rabín y Shimon Peres, tuvo que renunciar.
El Comandante en jefe del Ejército, Dan Halutz, vendió sus acciones en bolsa
después de que Hezbollah secuestrara a dos soldados, sabiendo ya que la guerra
iba a comenzar. Se le exigieron explicaciones por haber utilizado información
privilegiada para ganar dinero.
Hasta el mismo Ehud Olmert ha sido señalado por diversos casos de sobornos y
tráficos de influencia. El primero de todos: la compra de un piso millonario en
Jerusalén a un precio inferior al del mercado. La lista continúa, como el que
publica hoy 20 Minutos.
La clase política que precedió a la actual administración, tampoco tuvo las
manos limpias. El anterior presidente de Israel, Ezer Weizman, dimitió en el año
2000 tras ser investigado por recibir un soborno de unmillón de dólares.
Benjamín Netanyahu también sufrió el escrutinio de la justicia, por numerosos
casos, entre los que destaca el de Bar-On
Pero el gobernante que se lleva la palma, más allá de haber sido hallado
responsable por las matanzas de Sabra y Chatila, es Ariel Sharón, que a través
del Comité Central del Likud creó un poder autónomo dentro del Estado, gracias a
la ayuda de sus dos hijos.
Hace unos meses, Meir Margelit decía en este blog que la política belicista y de
ocupación que sigue Israel está carcomiendo los cimientos morales de su
sociedad. Hablaba de los valores del judaísmo tradicional, de la diáspora, que
habían sido abandonados. Una idea similar a la que expuso Gideon Levy.
Ahora que en Israel se debate con tanta pasión sobre la necesidad de atacar a
Irán, cabe preguntarse si no habrá por parte del Ejecutivo de Olmert un deseo de
silenciar las críticas a través una nueva aventura militar. La guerra acalla las
voces disidentes, el patriotismo manda, hay que apoyar a los combatientes, no se
puede debatir ni discrepar.
La amenaza del enemigo externo, real o inventada, sirve siempre a los dirigentes
para distraer la atención, para justificar sus acciones. Por otra parte, sería,
como siempre, un espaldarazo a la industria armamentística, gran generadora de
riqueza y empleo en este país.
Quizás sean estos argumentos que Olmert maneje, ya que su popularidad se
encuentra por los suelos. Una acción desesperada para encausar a un gobierno que
poco ha tenido de bueno a lo largo de su año de mandato. (...)
Viaje a la Guerra (blog), 16/01/07. Socialismo o Barbarie