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China
¿Traiciona el PCCh a Deng Xiaoping?
Xulio Ríos
En 1985, Deng Xiaoping, el reconocido padre del cambio chino y tantas veces
tildado de liberal en lo económico y conservador en lo político, en una
alocución poco recordada, advertía que si como consecuencia de la reforma surgía
una nueva clase burguesa, aquella habría fracasado. A diez años de su muerte,
cuando el PCCh se dispone a impulsar un nuevo y más completo reconocimiento de
la propiedad privada (está previsto que la APN apruebe en marzo el código de
derechos reales), cabe preguntarse si ello no supondrá contrariar aquella
advertencia de Deng y, por ende, enterrar el proyecto reformista iniciado a
finales de la década de los setenta del siglo pasado, llevándolo por otro
camino.
Se dirá que ha llovido mucho desde entonces y que las circunstancias ya no son
las mismas. Pero la esencia de la gaige y la kaifang era esa y no
otra: cambiar para que nada cambie. Por eso, a las cuatro modernizaciones se
oponían los cuatro principios irrenunciables, que deberían garantizar la
inalterabilidad del sistema político, es decir, la posición predominante del
PCCh.
Hoy, la economía privada en China, en pleno auge, presenta muchas dimensiones.
Naturalmente económica, ya que su contribución al PIB ha aumentado de forma
exponencial (65% dice la Federación Nacional de Industria y Comercio de China).
Pero también, social, por el volumen de empleo que genera, por ejemplo, y su
delicada configuración; o cultural, dada la diferente percepción de lo privado
en las sociedades asiáticas, un rasgo que, en teoría, debería facilitar la
asunción de una cierta responsabilidad social; y, por supuesto, política.
Según Chen Xiqing, director adjunto del Departamento del Frente Unido del PCCh,
la "nueva capa social" integrada por empresarios privados, propietarios de
pequeñas empresas, gerentes de sociedades privadas o con financiación exterior,
suma un total aproximado de 50 millones de personas, con un capital acumulado
equivalente a un billón de euros.
El reconocimiento institucional y legal de la economía privada, su irrupción con
fuerza en el conjunto de la economía del país, plantea al PCCh el problema del
surgimiento de una clase empresarial que, en buena lógica, debería abrigar
intereses divergentes a los suyos e incluso podría, en un plazo determinado,
entrar en clara colisión. ¿Que hacer para evitarlo? La primera reacción del PCCh
ha consistido en crear su propia clase empresarial. Entre ellos cabe señalar no
solo a los dirigentes, más o menos coyunturales, de las empresas estatales
dependientes del poder central o de las diversas autoridades territoriales, sino
también a los nuevos dueños de las empresas de cantón y poblado, los antiguos
gerentes de la llamada propiedad social que en los años ochenta y noventa sirvió
de base al notable crecimiento chino. En aquel entonces se negaba cualquier
propósito privatizador, pero la realidad actual desmiente al PCCh. El 33 por
ciento de los nuevos empresarios privados censados por el Partido militan en sus
filas y tienen su origen mayoritario en este sector, adueñado, a través de
métodos casi nunca elogiables, de una propiedad social que ahora podrá acelerar
su liquidación, abriendo paso al "blanqueo" de las privatizaciones, disimuladas
o no. Por eso Bao Yujun, director de la Asociación de Estudios de Negocios
Privados de China, asegura que la composición de los propietarios de negocios
privados está deviniendo una "élite orientada".
Lo segundo, en lo teórico, la triple representatividad, concepto promovido por
Jiang Zemin como barniz que justifica la cooptación de las nuevas elites
empresariales que han emergido desde otros ámbitos. Esta teoría, no obstante,
puede acentuar el perfil interclasista del PCCh y afectar a su condición
"proletaria", pero es preferible a consentir cierto dinamismo social ajeno a las
propias estructuras del PCCh.
A mayores, el Partido dispone de otras palancas de control. En primer lugar, la
negativa a privatizar la tierra, propuesta claramente descartada por el momento
(¿pero con igual rechazo, a la larga, que la privatización de las empresas en
los años ochenta?). En segundo lugar, los resortes administrativos en manos de
unas autoridades que pueden hacer la vida imposible a cualquier emprendedor que
se salga del guión. En tercer lugar, el convencimiento general de que nada se
puede hacer a la contra del PCCh o sin su asentimiento. En cuarto lugar,
controlando las estructuras representativas del sector y siendo implacables
contra cualquier intento de conformar grupos de poder al margen de las
estructuras oficiales. En quinto lugar, reforzando el papel del movimiento
sindical, claramente amaestrado, fomentando su implantación en la economía
privada, influyendo, a través de él, tanto en la producción como en el
comportamiento empresarial
Los intereses de la clase empresarial y del Partido coinciden en el auge del
crecimiento económico y en la exigencia de estabilidad. Pero hay tensiones. El
sector privado expresa poca preocupación en temas como las condiciones de
trabajo; la seguridad en las minas o en sectores que emplean mucha mano de obra,
como el calzado, la seguridad y la salud de los trabajadores no figura en la
agenda. La mayor parte de los 100.000 trabajadores que mueren cada año en China
en accidentes laborales, se registran en el sector privado. Además, en otros
aspectos como el retraso en el pago de salarios, la ausencia de contratos, el
respeto de los horarios de trabajo, etc., el sector privado observa muy poco la
legalidad. Está por ver también como asume las exigencias ambientales planteadas
por el gobierno y que incidirán en la reducción de los márgenes de beneficio
empresarial. O como digiere el código de conducta auspiciado por Hu Jintao en
las inversiones desarrolladas en el exterior, hoy no siempre caracterizadas por
buenas prácticas, ensombreciendo la benefactora diplomacia china. Una prueba de
estas tensiones lo constituye el rechazo a la nueva ley de contratación laboral,
que deberá aprobar también la APN en la sesión a iniciar el 5 de marzo, aunque
quienes más han protestado han sido los inversores extranjeros, muchos de ellos
occidentales, ciudadanos de países cuyos gobiernos acostumbran a exigir a China
un mayor respeto de todos los derechos humanos. Pero más derechos significa
menos beneficios…
Las tensiones pueden ir a más porque ya no se puede hacer la vista gorda sin que
afecte a la propia estabilidad social. Por quien tomará partido el Partido?
Quizás poniéndose el parche antes de la herida, apuesta por la armonía, es
decir, por la paz social. Está por ver que sea posible y que ese intento de
armonizar intereses no se traduzca no solo en insatisfacción empresarial sino
también laboral, lo que pudiera conducir a expresiones de autoorganización
obrera, al margen de los canales oficiales.