Medio Oriente - Asia - Africa
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El saqueo de minas en República Democrática del Congo
Detrás de las cifras, el sufrimiento indecible en el Congo
Keith Harmon Snow y David Barouski
ZNT
Últimamente, el periódico médico británico « The Lancet », más que cualquier
otro órgano de prensa occidental combinado, se ha interesado en la RDC. Un grupo
de médicos ha explicado que alrededor 4 millones de personas han muerto desde
que estalló oficialmente la guerra de 1998.1 La BBC, por su parte, ha hecho
valer que la guerra del Congo ha costado más vidas que todos los conflictos
humanos desde la 2ª Guerra Mundial.2 Sin embargo, los expertos que trabajan en
el Congo y los mismos supervivientes congoleños creen que el número de muertos
se eleva a 10 millones desde que se inició la guerra en 1996 – no en 1998 –
después de la invasión, sostenida por Estados Unidos, destinada a echar al
Presidente del Zaire, Joseph Mobutu. Si la prensa occidental está acostumbrada a
enumerar a los muertos en África, ninguna estadística ha podido medir el
sufrimiento de los congoleños.
Ciertas personas son conscientes de que la guerra en el Congo estuvo motivada
por el deseo de extraer materias primas, en las que se incluyen los diamantes,
el oro, el colombio-tántalo (coltán), el niobio, el cobalto, el cobre, el uranio
y el petróleo. En el Congo, la explotación minera por parte de las
multinacionales occidentales alcanza una tasa sin precedentes y se valora que
unos 6 millones de dólares [alrededor de 4,5 millones de euros], salen cada día
de la RDC, únicamente en cobalto bruto – un elemento de las superaleaciones
esenciales para las industrias nucleares, químicas, aeroespaciales y de defensa
–. Todo análisis de la geopolítica en el Congo, necesita una buena comprensión
del crimen organizado perpetrado por medio de las multinacionales. Esto permite
comprender mejor la razón por la que el pueblo congoleño sufre una guerra
incesante desde 1996.
Otras personas han elogiado el gran progreso realizado en la denuncia de la
explotación minera ilegal en la RDC. Esto es particularmente verdad por parte
del grupo Human Rights Watch (HRW), cuyo informe de 2005 titulado "La maldición
del oro"