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El mito del "ejército más moral del mundo"
Silvia Cattori
Por regla general, los israelíes están muy orgullosos de su ejército. Las
autoridades israelíes siempre se han esmerado en presentar al ejército como algo
puro, noble, único. Y en repetir que es «el ejército más moral del mundo». El
Tsahal (ejército de defensa israelí) no es un ejército de defensa como su nombre
indica, sino un ejército ofensivo, xenófobo, responsable de la limpieza étnica
más vasta y de la ocupación militar más larga del mundo moderno.
Creado en mayo de 1948 con la participación de las organizaciones Haganah, Lehi,
Irgoun, el Tsahal es un ejército ofensivo al servicio de la ideología racista
del Gran Israel. Sus primeros hechos de armas y de salvajismo fueron la
planificación y ejecución de las masacres, así como la destrucción de pueblos y
ciudades, lo que debía empujar a los palestinos al éxodo y acabar en su
deportación para edificar en su lugar el Estado reservado «exclusivamente a los
judíos». A esta limpieza étnica, que vació Palestina de tres cuartas partes de
su población autóctona y la expulsó del mapa, los israelíes la llaman
cínicamente guerra de independencia. Una guerra colonial y una limpieza étnica
que no han cesado nunca.
Este terror organizado -institucionalizado por medio de centenares de leyes
racistas y de medidas de apartheid llamadas de «separación»-, que reglamenta
toda la vida cotidiana de los palestinos para mantenerlos bajo la dominación y
bajo el control total del ejército israelí, es lo que ha permitido a Israel
imponer su «supremacía judía».
El ejército israelí tiene derecho a hacer de todo. A servirse de un arsenal
militar concebido para enfrentarse a experimentados ejércitos modernos contra
civiles completamente indefensos, mujeres y niños incluidos. «Israel tiene
derecho a defenderse» es el leitmotiv de las autoridades israelíes cuando las
protestas de la opinión pública las ponen en entredicho. El problema es que este
«derecho a defenderse» que reivindica Israel es en un sentido único, exclusivo,
como todo lo que tiene que ver con su proyecto de expansión colonial. En los
años ochenta, los soldados del Tsahal apuntaban a las piernas de los niños, en
los noventa a los brazos, desde 2000 al pecho y la cabeza. «Israel tiene derecho
a defenderse», replican cobardemente los «grandes» de este mundo cuando la
visión de estas odiosas masacres escandaliza a los ciudadanos. En otras
palabras, el ejército israelí tiene derecho a masacrar pueblos con total
impunidad. Ahora bien, hasta un niño puede comprender que cuando Israel envía
batallones de soldados y de carros de combate a disparar con cañones de guerra
contra poblaciones que están en situación de inferioridad y son incapaces de
responder, no es para «defenderse», por supuesto, sino para envilecer, humillar,
exterminar y hacer ver a estos árabes que se obstinan en permanecer sobre lo
poco de tierra que les queda a pesar de lo duro que es eso, que el amo es
Israel.
En 2006, los soldados israelíes quitaron la vida a 742 palestinos (145 de ellos
niños), hirieron a 3.735 y secuestraron a otros 5.671, 360 de ellos niños. 210
palestinos murieron en asesinatos selectivos. Durante el mismo periodo en total
los palestinos quitaron al vida a 23 israelíes y secuestraron a un soldado [1].
La política de «defensa» del Estado de Israel no es ni más ni menos que
«terrorismo de Estado». Con sus escuadrones de la muerte (fuerzas especiales),
que desembarcan por sorpresa en la vida precaria de los palestinos y sólo dejan
tras de sí cadáveres y dolor, con sus agentes secretos que fomentan atentados
terroristas -que a continuación atribuyen a los árabes-, con más de 600.000
soldados y reservistas (israelíes o con doble nacionalidad de origen ruso,
polaco, moldavo, estadounidense, francés, etc.) que una vez en las zonas
ocupadas sólo conocen el lenguaje del asesinato y de la humillación, el Tsahal
no es, por lo tanto, esta entidad aureolada de virtudes que presentan los
periodistas sojuzgados a Israel, sino un ejército exclusivo, bárbaro.
Para estas poblaciones árabes ocupadas por fuerzas extranjeras es una
humillación ver a estos soldados rasos venidos de fuera dirigir sus armas y su
odio contra ellos, y oírles decir que Palestina les pertenece, que «es Dios
quien les ha dado esta tierra». En Israel hay un racismo latente que se expresa
abiertamente; un rechazo mayoritario a considerar a los vecinos árabes como
seres dignos de ser tratados humanamente, como iguales.
La idea de sacrificarse por el Estado de Israel está muy arraigada en el
espíritu de estos israelíes que «han crecido en la cuna del sionismo». No hay
ninguna familia israelí que no obtenga beneficio, directa o indirectamente, de
la ocupación militar. Desde los 18 años, hombres y mujeres tienen la obligación
de cumplir tres años de servicio militar (2 para las mujeres) y después un mes
al año, hasta cumplir los 50.
«Nuestro ejército es puro. No mata niños. Tenemos una conciencia y unos valores,
y hay pocas víctimas debido a nuestra moral», dicen los generales israelíes en
la película Tsahal, de Claude Lanzmann. Así, como se puede constatar en
esta película, siempre se muestra a aquellos israelíes que tienen las manos
manchadas de sangre como unos corderos y estos cineastas, periodistas y
escritores, que se hacen cómplices de sus crímenes disfrazando la realidad,
mantienen a la opinión pública internacional en la ignorancia.
¿De qué «valores morales» se pueden valer cuando se envía a soldados disfrazados
de árabes a ejecutar, sin otra forma de proceso, a palestinos que ni están
armados ni están en posición de combate, y aviones de guerra a bombardear casas
repletas de mujeres y de niños? Lo que ocurre sobre el terreno desgraciadamente
contradice a estos generales a los que Claude Lanzmann ha dado la palabra.
Israel viola todas las leyes internacionales. Ha legalizado la tortura, la toma
como rehén de una familia en la que se busca a uno de sus miembros, los castigos
colectivos, las detenciones y ejecuciones extrajudiciales, el requisar las
tierras, el control del 80 % de los recursos árabes de agua, el bloqueo de
pueblos y ciudades que prohíben los desplazamientos y encarcela a millones de
palestinos. Esta lista no es exhaustiva.
La vida cotidiana de los palestinos siempre se ha visto conmocionada por los
asesinatos, las devastaciones, los secuestros perpetrados por estos batallones
de soldados que irrumpen a cualquier hora del día y de la noche, invaden sus
hogares de forma violenta, masiva, rompen todo, humillan a los padres en
presencia de sus hijos, secuestran a los hombres; asesinatos, devastaciones y
secuestros que desde 2000 no han dejado de multiplicarse y de redoblar su
crueldad. En este periodo, muy traumantizante para los palestinos, fue cuando se
oyó hablar de esos israelíes llamados «refuzniks», que se negaban a servir en
Palestina. Eso hizo nacer la esperanza de que en esta negativa la paz pudiera
encontrar una oportunidad.
En julio de 2006 el ejército israelí invadió de nuevo Líbano. Fue entonces
cuando conocimos a ex soldados que habían firmado el manifiesto «Valor de
negarse». En cuatro años solamente lo han firmado unos 600 israelíes. Mientras
que su país se había lanzado a una nueva guerra inhumana, desequilibrada,
ilegal, que suponía la muerte de centenares de libaneses, era sorprendente
constatar que estos refuzniks, cuya negativa a servir había hecho soñar a muchas
personas fuera de Israel, eran favorables a esta horrible guerra emprendida por
Israel. Testimonio de ello son las respuestas de Elad, 32 años, físico, cercano
a los «Anarquistas contra el Muro» [2], que recogimos cuando estaba esperando
para irse a un centro universitario europeo en Hungría con una beca en el
bolsillo.
- ¿Sigue perteneciendo al movimiento de los «refuzniks»?
- Firmé el manifiesto Valor de negarse, pero ya no pertenezco a él. Sus
miembros son sionistas.
- ¿Se puede ser refuznik y sionista?
- ¡Por supuesto! ¿Qué quiere decir para usted el término sionista? Se puede ser
sionista y estar contra la ocupación. El sionismo tiene diferentes significados.
Para los palestinos quiere decir que se destrozan sus tierras. Por lo tanto,
para ellos todo israelí que apoya la ocupación es sionista, una mala persona.
Pero en Israel el sionismo significa algo bueno. Este término tiene un
significado positivo. Por ejemplo, ayudar a una anciana a cruzar la calle es
calificado de gesto sionista. En la opinión, por lo general hablada, sionismo
significa que Israel debe ser un Estado judío. Muchas personas que pertenecen al
movimiento Valor de negarse se definen como sionistas. Yo no soy
sionista. No creo que el concepto de Estado judío sea un concepto justo: creo
que implica el racismo a un nivel muy profundo.
- ¿Qué piensa usted en este momento en que su país ha vuelto a emprender una
guerra contra Líbano y en que sus hermanos arrasan pueblos y ciudades?
- Creo que Líbano debe decidir si es un Estado o no. En Líbano hay dos
ejércitos. Uno que es democrático, que es el más pequeño y menos eficaz de los
dos, y que no ejerce su soberanía. Y el ejército de Hezbolá, que según todos los
criterios es un buen ejército pero que no responde al pueblo libanés; que actúa
en nombre de Nasralá y responde a Siria e Irán. Es un ejército de guerra.
Hezbolá quiere la guerra; la guerra es un buen negocio para Hezbolá. No creo que
sea el pueblo libanés quien debiera pagar el precio. Por otro lado, he leído que
Israel ha matado a cientos de personas en pocos días. Es horrible y moralmente
no hay excusa para ello. Y estratégicamente no sirve a ningún objetivo.
Simplemente, han destruido Líbano. Creo que es lo que quería Hezbolá y que es
bueno para él.
No sentimos desconcertados al oír como suya la propaganda militar más simple.
Este hombre, que estaba ante nosotros y a quien habíamos querido conocer
pensando que su manera de ver sería contraria a la del Estado Mayor israelí y de
sus compatriotas en general, no se desmarcaba de sus opiniones.
- ¿En Bil’in usted apoya a los palestinos contra los que lucha el ejército
israelí y en Líbano usted apoya al ejército israelí? ¿No es esto contradictorio?
- Si, así es. De hecho, si considero las cosas profundamente, cuando me opongo a
lo que hace el ejército, lo hago con la esperanza de tener una vida mejor; no lo
hago por los palestinos, sino por mí mismo.
- ¿Mató usted a libaneses cuando estuvo en Líbano en los años noventa?
- Tenía 18 cuando empecé en el ejército. Tras un año de adiestramiento en
Israel, entre 1995 y 1996, fui al sur de Líbano y volví a los 21 años. Recibí
más golpes de los que di. Murieron amigos. Era como en la guerra.
- Usted luchó en Cana en 1996. ¿No quiere hablar de ello?
- Sí, yo estaba en Cana durante la operación llamada «Uvas de la ira». Lo que
hicieron entonces fue muy violento, pero menos violento que lo que hacen hoy. El
objetivo de esta operación era el mismo que el que persigue el ejército israelí
hoy: acabar con Hezbolá y presionar al gobierno libanés para que haga callar las
armas de Hezbolá.
- ¿Su batallón disparó sabiendo que había civiles desarmados?
- Dispararon contra el mortero. No se disparó la bomba con el objetivo de matar
a la gente. Tras una semana de combates, Hezbolá instaló sus morteros cerca del
campo de refugiados para disparar contra las posiciones israelíes, pensando que
el ejército israelí no dispararía ahí. Hezbolá alcanzó al ejército israelí y
éste pidió poder disparar contra esta posición. Fue entonces cuando una de las
bombas cayó en el campo de refugiados bajo protección de Naciones Unidas.
- ¿Cómo puede usted decir que «dispararon contra el mortero» cuando murieron al
menos 130 refugiados palestinos y hubo centenares de heridos? ¡Un enorme baño de
sangre! Sin embargo, se trataba de mujeres y de niños y no de combatientes de
Hezbolá.
- El objetivo era el mortero.
- ¿Cómo se puede disparar para hacer callar un mortero cuando se sabe que se
puede matar a mujeres y niños?
- El objetivo era el mortero.
Ninguna emoción, ninguna inflexión en al voz. Ninguna confidencia, pensamos
nosotros. Respuestas breves, descarnadas, aprendidas de memoria. Para todos
estos soldados que han sido enviados al frente a masacrar a los civiles, ¿se
trata, nos parece a nosotros, de no reconocer nunca un crimen, de no asumir
nunca el hecho de que toda operación militar sobre el terreno es una
responsabilidad colectiva, de no incriminar nunca a sus compañeros?
- No parece que usted condene esta acción.
- No, no culpo al soldado que disparó contra el mortero. Recibió una lista de
números, los introdujo en el ordenador y disparó. Culpo al gobierno israelí que
no debería haber entrado en Líbano ni haber lanzado esta operación y que no
debería haberse servido de la población civil para obtener fines políticos.
- ¿Fue entonces cuando abandonó usted el ejército?
- Sólo me quedaban cuatro meses para cumplir cuando dije que no quería
continuar.
- ¿Y hoy está usted de acuerdo con su gobierno que masacra mujeres y niños?
- En aquella época Hezbolá luchaba contra la ocupación de nuestras tropas. Hoy
es diferente, lo que hace Hezbolá no es legítimo.
- En el momento en que estamos hablando el ejército israelí ocupa y bombardea
los mismos lugares en los que usted combatió. ¿Qué siente usted?
- Sí, conozco muy bien los lugares en los que están ahora. Yo estaba en el
pueblo de Marjaron donde ayer hubo una gran batalla. Y en Benjel, donde están
combatiendo.
- Firmó usted ayer el manifiesto Valor de negarse y hoy parece estar
totalmente de acuerdo con la agresión de Líbano por el ejército israelí.
- No querría ser enviado a Líbano. Una vez dicho esto, la guerra no habría
empezado si Hezbolá no hubiera secuestrado soldados. Creo que Hezbolá quería la
guerra. Su objetivo era matar civiles. Israel no habría empezado su Hezbolá no
hubiera secuestrado…
- Las informaciones que tenemos indican que los soldados capturados por las
fuerzas de Hezbolá estaban dentro de Líbano.
- No es lo que yo sé. Lo que es seguro es que fueron secuestrados en Israel.
- Israel ha invadido Líbano, arrasado ciudades por tres soldados capturados. ¿No
indica esto que Israel tenía un plan, que quería emprender una guerra y que ha
aprovechado la ocasión?
- Por supuesto que Israel tiene planes preparados. Eso es lo que hace un
ejército. Por supuesto, es lo que ocurre más allá del secuestro de los dos
soldados. La decisión de ir a Líbano se basó en el hecho de que si Hezbolá
proporcionaba un pretexto, Israel aprovecharía esta ocasión como un elemento
desencadenante para cambiar las reglas del juego en Líbano. La dureza de la
reacción de Israel se debe a diversas razones. Una es que Israel comprendió que
si intervenía en Líbano su acción sería muy dura, muy eficaz. No se pueden dejar
las cosas así, en una situación en que hay dos ejércitos en Líbano ¿Cuál es el
soberano? ¿Hezbolá o el gobierno libanés? Por medio de su intervención Israel
hace saber a Líbano que para él no es tolerable someterse a una situación en la
que Líbano no es un Estado soberano. En Líbano hay dos ejércitos y uno de ellos
hace lo que quiere cuando ya no hay ocupación israelí de Líbano.
- He estado recientemente en Líbano. Israel viola el espacio aéreo día y noche;
y los libaneses consideran las granjas de Chaaba ocupadas.
- Chaaba tiene unos cientos de kilómetros cuadrados. Hezbolá lo utiliza como
pretexto para continuar luchando. La guerra es un buen negocio para Hezbolá.
- ¿Pero usted no cree que la rama armada de Hezbolá que defiende a Líbano contra
la agresión israelí lleva a cabo una lucha de resistencia? ¿No hay todo un
pueblo que resiste contra su invasor?
- ¿Qué resistencia?
- Según parece, el pueblo libanés apoya unánimemente a las fuerzas que llevan a
cabo una lucha de resistencia.
- ¿Resistencia contra qué?
- ¿Los libaneses que son masacrados no tienen derecho a defenderse? Usted apoya
el movimiento de los «Anarquistas contra el Muro», que cada viernes se
manifiesta en Bil’in contra su ejército. Hezbolá resiste en Líbano como los
palestinos resisten en Bil’in. ¿No es la misma lucha?
- Apoyar Bil’in es lo que hay que hacer. No tiene nada en común lo que pasa en
Líbano y lo que pasa en los «territorios».
Ni una palabra que llame a las cosas por su nombre: Palestina, palestinos.
Permanece en la abstracción. Ni un «nosotros», ni asumir responsabilidades.
Las respuestas de Elad suscitan otras cuestiones. ¿No han sido los refuzniks un
factor de equilibrio en un momento en que el Tsahal corría el riesgo de
trastornar demasiado a la opinión pública? ¿No fueron un efecto de marketing, de
moda? Presentados como una «luz de esperanza y de valor» por quienes en el campo
de la paz canalizaban las ilusiones, ¿no quitaron el sitio de los resistentes a
quienes Israel trata de «terroristas» y a quienes sus F-15 exterminan con
misiles violando todas las leyes internacionales? Un militante por la justicia
en Palestina nos da su respuesta.
«Los refuzniks se han quedado como un movimiento muy marginal en Israël. Se les
ha concedido un lugar desmedido respecto a su realidad. Compuesto de diferentes
grupos que están de acuerdo a grandes rasgos sobre la negativa a ir a hacer el
servicio [miliar] y su periodo de reservistas en los «territorios palestinos
ocupados». Sus motivaciones son morales y políticas. La primera frase del
manifiesto fundador del movimiento Valor de negarse dice: «Nosotros,
oficiales y soldados combatientes de reserva del Tsahal, que hemos crecido en la
cuna del sionismo y del sacrificio por el Estado de Israel...». No es, por lo
tanto, sorprendente que unos refuzniks hayan apoyado decididamente la guerra
emprendida contra Líbano. Porque con ello ¡«defienden y refuerzan en Estado de
Israel»! Su postura exclusiva sobre «los territorios del 67» es lo que explica
por qué los refuzniks han gozado de una gran promoción por parte de los
movimientos de solidaridad en Europa; estos últimos se han servido de ellos para
defender su línea política y la del campo de la paz en general, que se limita a
decir que «el problema es la ocupación desde 1967, que basta con retirarse
detrás de la línea verde».
No tener en consideración lo que ocurrió antes de 1967 equivale a perennizar la
existencia de Israël como Estado exclusivamente judío sobre el 80 % del
territorio histórico de Palestina y, por lo tanto, eliminar la cuestión del
derecho al retorno de los refugiados. En una situación en la que todo es legal,
la tentación de la ambigüedad y de negar la limpieza étnica es una escapatoria
humanamente comprensible. Sin embargo, ningún israelí puede perder nunca de
vista que está pisando sobre la sangre de los palestinos, que solo por medio de
la fuerza y de la brutalidad Israel puede imponerse como «Estado judío
exclusivo» y que viviendo sobre esta tierra robada a los palestinos -que obliga
a Israel ha emprender guerras sin fin para conservarla- sólo se puede prolongar
el sufrimiento de los palestinos. La resolución 194 de la ONU reconoce a los
refugiados palestinos el derecho al retorno a sus tierras, aunque Israel nunca
lo haya reconocido de facto.
Ahora bien, los refugiados palestinos a los que Israel ha excluido, encerrado en
ghetos, sólo esperan una cosa: que se les devuelva lo que se les ha quitado.
Para ellos, todo israelí que vive en un Estado que se ha construido sobre su
tierra es un colono que viola los principios de justicia y de derechos humanos.
Sólo hay una cosa que hacer: dejar a los palestinos -y a los sirios expulsados
de los Altos de Golán- volver ahí de donde fueron expulsados e inmediatamente.
Y, por último, dejar de acusar de «antisemitismo» a quienes exigen a Israel que
reconozca sus errores.
Transformar Israel en un Estado que reconociera a los refugiados palestinos el
derecho a volver a sus casas y que aceptara tratarlos en pie de igualdad, en un
solo Estado, sea cual sea su religión, no significaría en absoluto «la
aniquilación de Israel» ni arrojar «a los judíos al mar», como a veces se oye
decir, sino el final de una forma de Estado que practica la discriminación
religiosa y étnica.
El campo de la paz [3] y el campo de la guerra no están tan alejados. «El
problema en Israel es que, contrariamente a lo que se dice, entre Peace Now
(Paz ahora) y Avigdor Lieberman no hay una distancia ideológica tan grande. Se
trata de una cuestión de táctica para saber cómo asegurar un mejor Estado judío
con una fuerte mayoría demográfica, si no exclusiva», afirma desolado el
historiador israelí Ilan Pappe [4].
Negarse a servir en los «territorios palestinos ocupados» -este término
«territorios» es tan ambiguo como inaceptable- al tiempo que se atribuyen el
derecho a permanecer en esta tierra robada, lo que obligará a Israel a hacer la
guerra a los árabes durante siglos, no es una postura humana y moralmente
aceptable.
Ser autorizado a establecerse en Tel Aviv, en Jerusalén o en Haïfa -y poder
elegir de facto la nacionalidad israelí- porque se es de confesión judía,
instalarse para siempre en las casas a las que sus dueños, que han sido
desposeídos de ellas brutalmente, no tienen derecho a volver y deben permanecer
hasta pudrirse en ghetos miserables en Cisjordania, en Siria, en Líbano, en Gaza,
¿es eso normal? Desde luego que no. Pero en Israel nada es normal.
Notas
[1].-