Tarjeta azul, cólera negra
La emigración selectiva vista por un periodista de Burkina Faso
San Evariste Barro
Fundación Sur
La fecha del 23 de octubre podría llamarse con razón «Jornada de la inmigración
elegida en Europa", ya que el último martes 23 de octubre, Francia, tras cinco
semanas de polémica y de agitados debates, terminó adoptando la ley sobre el
control de la inmigración que comprende especialmente la famosa enmienda Mariani
sobre la aplicación de análisis ADN, antes de autorizar el reagrupamiento
familiar. Las Galias tienen desde ahora en mano su Biblia de inmigración
selectiva.
Ahora sólo falta que los "apóstoles" den a conocer la "buena nueva" a las
poblaciones de los países pobres del mundo. En esos países, este evangelio será
selectivo para captar a los trabajadores más cualificados, según las necesidades
de la dulce Francia.
Al mismo tiempo, endureciendo las condiciones del reagrupamiento familiar,
Francia desea hacer pasar el índice de inmigración profesional de 7 a 50 %.
Al mismo tiempo que en París el Parlamento francés adoptaba esta ley, en
Bruselas, Franco Fratini, comisario europeo encargado de cuestiones de
Inmigración, presentaba su proyecto de "Tarjeta azul". Calcada del modelo
americano de la "green card" (tarjeta verde), la Tarjeta azul quiere atraer al
viejo continente a los trabajadores cualificados que quieran prestar sus
servicios en Estados Unidos, en Canadá o en Australia.
Una Tarjeta Azul controvertida que sin duda levantará olas de protesta en África
y provocará una cólera negra en las autoridades y en todos los artesanos del
desarrollo en el continente.
Con esta tarjeta, que ofrecerá más facilidades a los trabajadores extranjeros,
Europa espera invertir la situación que absorbe actualmente más del 85 % de la
mano de obra emigrante mundial no cualificada y sólo el 5% de los trabajadores
cualificados. Está claro, Bruselas quiere ahora una mano de obra extranjera
cualificada (informáticos, médicos, investigadores, profesores…etc.). Una
emigración selectiva que según las apreciaciones necesitará 70.000 personas por
año. Continentes emergentes como Asia y África serán muy solicitados para
satisfacer a los países ricos.
Pobre África, después de la sangría de la trata de esclavos que la vació de sus
brazos válidos, tendrá que asistir impotente a la huida de sus mejores cerebros.
El caso de la "Cuna de la humanidad" es más triste y más desesperado, ya que
esta vez, el continente negro ve partir al mismo tiempo a sus brazos válidos,
sobre barcas de fortuna, y a sus hijos más valiosos a causa de leyes que les
incitan a emigrar. Para África, que está en la cola, son combatientes valerosos
perdidos para el desarrollo. Y no se ve como podría parar esta hemorragia
devastadora. Es decir que para África, en estas condiciones, el desarrollo
quedará como una línea de horizonte. No obstante, desde hace decenios, los
occidentales han proclamado siempre su compromiso de sostener al continente.
Préstamos, subvenciones, y otras ayudas son anunciadas y desbloqueadas. África
continúa estando en la cola del pelotón y puede parecer que no quiere
desarrollarse.
Pero como puede ser de otro modo si el comercio internacional no es equitativo y
los países industrializados elaboran leyes para favorecer la huida de nuestros
cerebros y la de nuestros brazos útiles ¿Cómo salir del abismo si al continente
le faltan cerebros para planificar el desarrollo y brazos para ejecutar las
tareas? ¿Cómo un ingeniero, un informático o un médico podrán resistir a la
emigración si ante él se abre un bulevar de felicidad y donde ganará al menos
diez veces más que en África?
Si Europa quiere de veras ayudar al desarrollo del continente, tiene que saber
que la ayuda más urgente y más preciosa que puede aportarnos es colaborar para
que nuestros cuadros se queden en África para que pongan su saber y su saber
hacer al servicio del continente.
Por su parte, los gobernantes africanos tendrán que jugar a fondo la carta de la
democracia asociando a todo el mundo, sin ninguna discriminación, a la gestión
de la cosa pública. Para eso se necesita una cultura del mérito, que ponga a
cada uno en el lugar que le corresponde. Si el intelectual encuentra su lugar,
si no está perseguido ni excluido, está claro que no querrá abandonar la tierra
de sus ancestros; al contrario trabajará duro para hacerla lo más viable
posible. Es decir que autoridades africanas y europeas están interpeladas.
Artículo extraído del diario de Burkina Faso, ‘L’Observateur Paalga’
Traducido por Francisca Reche