Medio Oriente - Asia - Africa
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Entrevista al director de cine Julien Salingue
Reconstruir, piedra a piedra, la resistencia y la solidaridad
Al-Oufok
De todas las contradicciones de la situación en Palestina, ¿cuál le parece la
más fundamental?
Cualesquiera que sean las evoluciones actuales de la situación de Palestina,
pienso que es esencial recordar que la contradicción fundamental, la que existe
entre el proyecto sionista y los derechos nacionales del pueblo palestino,
permanece. El establecimiento de un estado judío sobre la mayor parte posible de
Palestina significó y significa siempre la colonización, las expulsiones y la
represión. Esa es la contradicción estructural, también en la situación actual.
Obviamente eso no significa que haya que simplificar las cosas y convertir en un
atolladero las contradicciones en el "campo" palestino, especialmente en el
período actual, sino que estas últimas deben ser consideradas en el marco
general de la negación de los derechos del pueblo palestino por el proyecto
sionista.
Los dos acontecimientos principales de los dos últimos años (la victoria de
Hamás en las elecciones y los "sucesos" de Gaza) son el producto de las
contradicciones entre los intereses de la minoría que dirigió la Autoridad
Palestina desde su creación en 1994 y las aspiraciones de la población palestina.
Esa minoría fue claramente rechazada por la población en las elecciones, que la
castigó por el abandono de toda perspectiva de lucha en favor sólo de las
negociaciones mientras la situación en su terreno se deterioraba, por la
profundización de sus contactos y a veces la colaboración descarada con el
ocupante israelí y la corrupción. Desde el día siguiente de las elecciones, al
sector más radical (en el mal sentido del término) de esta minoría de
privilegiados, representada especialmente por Mohammad Dahlan, se le metió en la
cabeza recuperar el poder a cualquier precio y eso es lo que condujo a los
acontecimientos de Gaza en el mes de junio pasado.
En efecto, el "golpe de Estado" del que muchos hablaron cuando Hamás expulsó a
las milicias de Dahlan de la Franja de Gaza es consecuencia, sobre todo, del
intento de golpe de Estado, éste bien real, orquestado por el sector golpista de
la Autoridad Palestina con el apoyo de Israel y los países occidentales. Estos
últimos organizaron el bloqueo político, diplomático y económico del nuevo poder
político mientras Israel reforzaba su asentamiento en la Franja de Gaza, plaza
fuerte del ala militante de Hamás, y reanudaba su política de liquidación de los
resistentes. Por su parte, el sector golpista de la Autoridad hizo todo lo
posible para paralizar al nuevo gobierno y entorpecer cualquier tentativa de
establecimiento de un gobierno de unión nacional. El objetivo conjunto consistía
en crear las condiciones para el derrumbamiento del gobierno de Hamás. Los
enfrentamientos, al principio esporádicos, se multiplicaron en la Franja de Gaza
y cuando las milicias de Dahlan, armadas por Estados Unidos de acuerdo con
Israel, pisaron el acelerador, Hamás respondió in situ y expulsó rápidamente de
Gaza a los golpistas.
Ya sabemos la continuación: Abu Mazen destituyó al gobierno de Hamás y creó un
"gobierno de emergencia" dirigido por Salam Fayyad, antiguo alto funcionario de
las instituciones financieras internacionales, cuya lista obtuvo poco más de un
2% en las elecciones legislativas de 2006. Las cosas quedan ahora muy claras:
Abu Mazen y su camarilla optaron por plegarse exclusivamente a las exigencias de
los países occidentales e Israel, sin ni siquiera fingir preocupación por el
pueblo palestino. Su único objetivo es permanecer en el poder y ser los futuros
administradores de los bantustanes palestinos aunque para ello tengan que
colaborar abiertamente con el ejército de ocupación. Un hecho acaecido en Yenín
a finales de agosto ilustra claramente este aspecto: Las fuerzas de seguridad
Abbas se hicieron cargo de un soldado israelí que se había extraviado en la
ciudad, lo protegieron de la población y lo acompañaron hasta el cuartel más
cercano. Se dice bien, ¡un soldado del ejército de ocupación…! Sólo hay una
palabra para calificar este tipo de maniobras: colaboracionismo. Puro y simple.
Para los que todavía tenían dudas de las intenciones del clan Abbas, su posición
en el marco de la contradicción estructural que mencionaba más arriba está
clara: trabajan conscientemente con Israel contra el pueblo palestino.
¿Cuáles son las formas de resistencia posibles en las condiciones actuales?
Pienso que las condiciones actuales son las más desfavorables en cuanto a la
organización y estructuración de la resistencia:
- Hay más de 11.000 presos políticos palestinos que se pudren en las prisiones
israelíes. El porcentaje de población que suponen es una cifra inverosímil:
imagínese que en Francia hubiera cerca de 200.000 presos políticos. No apostaría
por un alto nivel de desarrollo de las luchas sociales… Y para los que siguen en
la lucha continúan la represión, las detenciones y los asesinatos.
- La fragmentación geográfica entre las "zonas autónomas" palestinas constituye
un obstáculo enorme: la separación completa entre Gaza y Cisjordania, el cerco
de las ciudades de Cisjordania, la tremenda dificultad, prácticamente
imposibilidad, de viajar de una ciudad a otra… Hay muchos elementos que impiden
cualquier desarrollo o estructuración "nacional" de la resistencia.
- La instauración de la Autoridad Palestina que resultó de los Acuerdos de Oslo
tuvo dos consecuencias muy importantes: en primer lugar, el número de militantes
de Fatah cooptados e integrados en las estructuras burocráticas en construcción
a cambio de su renuncia a la lucha, lo que debilitó el movimiento nacional y ha
hecho retroceder considerablemente la conciencia política. En segundo lugar, la
instauración de una extensa red de corrupción y clientelismo que ha
desligitimado la política y a los políticos al reforzar el funcionamiento en
redes estructuradas principalmente para la captación de la ayuda económica que
viene del extranjero.
- La multiplicación de las ONG dependientes de la ayuda exterior, que pudo
constituir una alternativa para numerosos militantes de la Intifada de 1987 para
su integración en el aparato del Estado, también participó en la despolitización
y el debilitamiento de la resistencia. Al no invertirse en el terreno de la
lucha política, los militantes y dirigentes de estas ONG dejaron las manos
libres a la dirección capituladora de la OLP y muchos de ellos se limitaron a
encontrar un modus vivendi con esta última.
- La actitud expectante de la izquierda de la OLP (FPLP y FDLP) y su incapacidad
para formular un proyecto de lucha alternativo a las traiciones de la dirección
de la Autoridad Palestina también redujo el campo de posibilidades para los que
querían proseguir la resistencia.
- En esta situación Hamás se apresuró a sacar provecho. Ahora bien, aunque esta
corriente encarna una orientación mucho más combativa frente al ocupante y
rechaza hoy los compromisos y el abandono de los derechos nacionales de los
palestinos, permanece en la ideología reaccionaria de la corriente de los
Hermanos Musulmanes en la que numerosos dirigentes y militantes son
contradictorios con la construcción de una resistencia popular en la que todos
los palestinos, especialmente las mujeres, encontrarían su sitio.
Ésa es, en resumen, la suma de los obstáculos para la construcción y
estructuración de la resistencia. La asfixia económica, la fragmentación
geográfica y política, la cultura de la corrupción y el clientelismo y la
quiebra de la izquierda han favorecido el desarrollo de un individualismo, cada
vez más marcado, en detrimento de la acción colectiva. Y lo que es más, la
empresa de "sociocidio" inherente al proyecto sionista está destruyendo poco a
poco la conciencia nacional palestina. Si en las cabezas el pueblo palestino y
sus derechos existen siempre, en los hechos la perspectiva de una lucha común de
todos los palestinos (incluidos los de los campos de refugiados de Jordania,
Siria o Líbano y los que viven en Israel) alrededor de un proyecto de combate
unificado se aleja cada vez más.
En estas condiciones, ¿qué resistencia? Para muchos militantes palestinos la
tarea esencial hoy es doble. En última instancia se trata de refundar la
resistencia y, por qué no, las estructuras del movimiento nacional, aprendiendo
de los fracasos del pasado y teniendo en cuenta que una parte de la dirección
"histórica" del movimiento se ha pasado al otro bando. Pero la condición para
llegar, y es la segunda tarea esencial, es poner freno a la despolitización y al
individualismo. Es lo que comprendieron perfectamente una serie de militantes
activistas en los "centros culturales" de los campos de refugiados. Para ellos
se trata de organizar múltiples actividades culturales, sociales y políticas,
especialmente para los jóvenes, de perpetuar la memoria del combate, luchar
contra las tendencias individualistas desarrollando proyectos colectivos,
combatir las tendencias al repliegue hacia la familia o la religión, haciendo
"salir" a la gente y agruparse, garantizando al mismo tiempo la independencia de
las iniciativas y rechazando las subvenciones de la Autoridad Palestina o los
países occidentales.
Todo eso puede parecer muy lejos de la conquista por los palestinos de sus
derechos nacionales. Pero es la realidad sobre el terreno y la relación de
fuerzas. Hay que ser lúcido: Para estos militantes se trata de reconstruir la
resistencia, piedra a piedra, en medio de un campo de ruinas. Todos los que se
sienten solidarios con los palestinos y quieren ayudarlos en su combate deben
saberlo: la situación es muy difícil y los militantes que están comprometidos
allí con la reconstrucción de la conciencia nacional y la resistencia necesitan
más que nunca el apoyo internacional.
¿Estamos al final de la lógica de los Acuerdos de Oslo?
Todo depende de lo que se entienda por "la lógica de los Acuerdos de Oslo". Para
todos los que percibieron y/o presentaron los Acuerdos de Oslo como un
compromiso histórico entre una izquierda israelí lista para verdaderas
concesiones y una dirección palestina sincera y responsable, que debía llevar a
cabo el establecimiento de un estado palestino independiente y soberano en
Cisjordania y Gaza, queda claro que es el fin de una era. Pero para los que,
como yo, vieron en los Acuerdos de Oslo una simple reorganización del proyecto
sionista, con el objetivo de instaurar bantustanes palestinos dependientes de la
ayuda internacional y bajo control del poder feudal del estado de Israel, no hay
sorpresa o "vuelta".
Tanya Reinhart, catedrática de Universidad israelí fallecida recientemente,
escribía en 1994:
"Desde el principio se pueden identificar dos concepciones subyacentes en el
proceso de Oslo. La primera es que este proceso puede reducir el coste de la
ocupación gracias a un régimen palestino fantoche con Arafat en el papel del
jefe de policía responsable de la seguridad de Israel. La otra es que el proceso
debe desembocar en el hundimiento de Arafat y la OLP. La humillación de Arafat y
su capitulación cada vez más flagrante conducirán progresivamente a la pérdida
de su apoyo popular. La OLP va hundirse o sucumbir en luchas internas. Así la
sociedad palestina perderá su dirección política y sus instituciones, lo que
constituirá un éxito, ya que los palestinos necesitarán mucho tiempo para
reorganizarse. Y será más fácil justificar la peor opresión cuando el enemigo
sea una organización islamista fanática".
T. Reinhart no tenía nada de profeta. Solamente comprendió desde el principio la
"lógica" de los Acuerdos de Oslo. Para Israel la maniobra era simple: dar la
impresión de hacer concesiones a los palestinos sin asumir ningún compromiso
sobre las cuestiones clave que son Jerusalén, los refugiados y las colonias.
Durante los "años de Oslo" la colonización, la ocupación y la represión
continuaron y los palestinos que hubieran podido alimentar esperanzas se
desengañaron rápidamente. Obviamente la colonización comenzó antes de Oslo. Pero
al crear la ilusión de la construcción de una estructura palestina estatal, los
Acuerdos de Oslo acarrearon un peligroso deslizamiento ideológico, incluso en el
movimiento de solidaridad internacional: del apoyo a los derechos de los
palestinos se pasó al apoyo a las negociaciones de "paz". Resultado: a partir de
septiembre de 2000, con la rebelión palestina y la brutal respuesta del ejército
israelí, se alzaron numerosas voces para que "se volviera a los Acuerdos de
Oslo", lo que significa exactamente la vuelta a la situación contra la que se
alzaron los palestinos.
La "lógica de los Acuerdos de Oslo" no está acabada. Sin embargo hay un cambio
notable por parte de Israel: si en 1994 una parte del establishment sionista
pensaba que el aparato de la OLP era un socio creíble, a la larga, en la empresa
de neutralización de la resistencia, hoy ya no es así. Ahora está en el sentido
de las decisiones "unilaterales", cuyo ejemplo más flagrante fue la retirada de
Gaza: Israel no se molesta en discutir con la dirección de la Autoridad
Palestina las decisiones más importantes. La idea de que no hay socio fiable en
el lado palestino se impuesto en Israel. Abu Mazen y los suyos no tienen ni la
legitimidad ni la base social necesarias para controlar el conjunto de las
ciudades palestinas. Lo que se perfila es más bien que Israel, a largo plazo,
confiará a pequeños jefes locales la gestión de microscópicas zonas autónomas.
Israel podría, por otra parte, acudir a Jordania para que administre, de una
forma u otra, los enclaves de Cisjordania. Por lo que se refiere a Gaza, la
"solución" para Israel pasará necesariamente por una amplia ofensiva militar. En
el fondo Oslo, como instrumento de liquidación de la cuestión palestina, está
bien vivo. Sólo se han operado algunas modificaciones en la forma.
Si la OLP es inevitable, ¿cómo se puede prever su evolución?
No sé si la OLP es "inevitable". El mismo Yasser Arafat nunca se privó de
"bordearla". Me parece oportuno recordar aquí que en 1993 sólo una minoría del
Comité ejecutivo de la OLP se había pronunciado a favor de la firma de los
Acuerdos de Oslo, pero eso no tuvo ninguna consecuencia. La firma fue el
resultado lógico de una elección hecha por Arafat y Abbas en el proceso de las
negociaciones y en ningún momento se informó a las instancias de la OLP no sólo
del contenido, sino de la propia existencia de los Acuerdos de Oslo antes de su
firma… El nacimiento de la Autoridad Palestina significó, en mi opinión, la
muerte de la OLP.
No se trata de hacer aquí una reseña histórica del movimiento de liberación
nacional palestino. Recordemos únicamente que durante los años 70 en Líbano la
OLP se transformó de un movimiento de liberación nacional "clásico" en un
verdadero aparato de Estado que se convirtió progresivamente en una enorme
estructura burocrática-militar que emplea a decenas de millares de personas en
los cuatro puntos cardinales del planeta. Un informe encargado por el propio
Yasser Arafat señalaba en la época: "La OLP, por su naturaleza, difiere de otras
organizaciones que representaron, o todavía representan, a sus pueblos
respectivos en la lucha de liberación nacional. La OLP no es un partido político
y es más amplia que un frente de liberación. Es una institución con naturaleza
de Estado". Así, la OLP se transformó progresivamente en un "aparato de Estado
sin Estado", parafraseando a Gilbert Achcar; un aparato de Estado en busca de un
territorio donde poder establecerse de manera segura y definitiva.
Considerablemente debilitada por su expulsión de Líbano en 1982, la OLP
reconstruyó en Túnez una gran parte de su burocracia y siguió desarrollando sus
representaciones diplomáticas en el extranjero. A los Acuerdos de Oslo les
siguió la instalación en Cisjordania y Gaza de decenas de miles de dirigentes y
militantes de la OLP "del exterior" que se convirtieron en funcionarios e
importantes empleados de la Autoridad Palestina en construcción.
El aparato de Estado sin Estado creyó entonces que había encontrado su Estado.
Los combatientes se convirtieron en funcionarios de la Autoridad Palestina y la
OLP consumó su proceso de degeneración burocrática transformándose oficialmente
en una estructura estatal. Las corrientes de la OLP que todavía la consideraban
la cabeza de la federación de las facciones políticas palestinas para coordinar
y dirigir la lucha cada vez fueron más marginadas en las decisiones, así como
los cuadros que optaron por quedarse fuera. Lo fundamental de la decisión y la
representación, en efecto, pasó a las manos de la Autoridad palestina. Esta es
la razón por la que, 13 años después, pienso que no es exagerado decir que hoy
la OLP ya no representa nada. A veces le sirve de taparrabos a Abbas cuando
quiere legitimar una decisión especialmente inicua o aislar a Hamás, como cuando
en junio el Comité ejecutivo de la OLP votó una moción que exigía la destitución
del gobierno de Hamás y la celebración de nuevas elecciones. Pero esta OLP
fantasma no tiene ninguna legitimidad: la moción en cuestión no tuvo ningún eco
en los territorios palestinos.
En la actualidad, entre los que se preguntan por el estado del movimiento de
liberación nacional, algunos dicen que es necesario "volver a la OLP", otros que
hay que reformarla y otros, por fin, que es necesario firmar su acta de
defunción y construir "otra cosa". Por mi parte pienso que la OLP no tiene
futuro en su forma actual y está abocada a la decadencia tras permanecer durante
un tiempo en el escenario de las peleas de individuos o grupos de individuos por
pequeños poderes o pequeños beneficios. Lo que necesita hoy el pueblo palestino
en su estado actual es una refundación del proyecto y las estructuras de la
lucha, que pasaría por una reorganización o recomposición de todas las formas de
resistencia (política, cultural, social, militar), por iniciativa de militantes
y dirigentes de la izquierda, de Fatah y Hamás, que optasen por la unidad y los
intereses colectivos y no por la división y los intereses personales. Aunque
esta perspectiva puede parecer lejana y aunque hasta ahora se han tomado muy
pocas iniciativas en ese sentido, no obstante subyace en muchos debates en
Palestina, en los militantes sinceros de todas las facciones políticas y en la
sociedad, tanto entre los palestinos de los territorios ocupados como en los de
1948 y los del exilio.
¿Es posible conciliar el desarrollo democrático bajo la ocupación?
Una cosa es segura: es imposible construir estructuras democráticas
representativas definitivas bajo una ocupación militar. Si fue posible, como se
vio en enero de 2005 (elecciones presidenciales) y en enero de 2006 (elecciones
legislativas), organizar elecciones en el conjunto de Cisjordania y la Franja de
Gaza en condiciones más o menos satisfactorias, con una elevada participación y
poco fraude, no obstante esta "democracia" permanece supeditada a los intereses
de la potencia ocupante y sus aliados. Tras la victoria de Hamás no les fue
difícil a la Unión Europea, Estados Unidos e Israel impedir el control al
gobierno resultante de las urnas e intentar la anulación de la elección
democrática de la población palestina. Mientras perdure la ocupación, la
"democracia palestina" seguirá dependiendo de la buena voluntad del exterior.
Pero si se entiende la democracia en una acepción más amplia y no solamente como
la celebración de elecciones, está claro que el desarrollo de las prácticas
democráticas no sólo es posible, sino también imprescindible en la lucha contra
la ocupación. Entiendo aquí el desarrollo de las prácticas democráticas como la
instauración de estructuras de gestión de la vida diaria y la lucha que
favorezcan la dedicación y participación populares. Al principio de la Intifada
de 1987 los "comités populares" establecidos en la mayoría de los campos de
refugiados, pueblos y barrios de las ciudades desempeñaron este papel:
compuestos por militantes políticos, asociativos o "simples ciudadanos"
legítimos en su comunidad, asumían todos los aspectos de la vida cotidiana
(organización de la sanidad, la escolaridad, resolución de conflictos entre
vecinos…) y de la lucha (huelgas, manifestaciones…). Es lo que hizo la fuerza de
esa Intifada, al menos en su primer año.
No se produjo nada de eso en la "segunda Intifada" (entre comillas en tanto que
tiene pocos puntos en común con la Intifada de 1987): la pretensión de la
Autoridad Palestina de ser la única dirección legítima del movimiento, las
consignas de los militantes de Fatah de no renovar la experiencia de los comités
populares y la vertiginosa militarización de la lucha impidieron la constitución
de estructuras locales coordinadas entre sí en las que todos los que querían
participar en la lucha habrían podido encontrar su sitio. La dedicación popular
por tanto fue muy escasa y el alzamiento, bien real, de octubre de 2000, se
desinfló rápidamente. Eso no lo explica todo, pero el fracaso de la instauración
de estructuras de este tipo después de octubre de 2000 contribuyó en gran medida
a la degradación de la relación de fuerzas y al descrédito de los palestinos.
Dicha instauración es una de las tareas fundamentales para los que pretenden la
reconstrucción de la resistencia popular en Palestina, y contribuirá a que la
población recupere las riendas de su destino por medio de estructuras que
favorezcan la participación de todos y creando iniciativas con vocación de
superar las numerosas grietas que debilitan la lucha de los palestinos.
Me hago aquí eco de mis observaciones durante mis estancias en Palestina y de
las declaraciones que escuché a muchos palestinos. En efecto, la ausencia de una
perspectiva política y su consecuencia principal, el desarrollo de un
pensamiento cada vez más conservador debido a un repliegue sobre los valores
tradicionales (que "no mienten"), causan daños considerables: la manifestación
más visible es la degradación creciente de la situación de las mujeres, que cada
vez se ven más excluidas de la esfera pública y confinadas únicamente a las
actividades domésticas y reproductoras. Esta degradación no comenzó con la
llegada al poder de Hamás, pero éste no ha hecho nada por solucionarla. Se
comprenderá fácilmente que no incluir en la lucha a la mitad de la población
palestina sólo puede perjudicar, a largo plazo, a todos los palestinos en
conjunto. En este sentido, aunque la ocupación militar dificulta enormemente el
desarrollo de estructuras legítimas y participativas, es una cuestión
fundamental en la perspectiva de la refundación de la resistencia palestina.
El movimiento de solidaridad con el pueblo palestino está en crisis, ¿no es
paradójicamente saludable?
Es cierto que el movimiento de solidaridad no se lleva muy bien. Esta crisis
viene de lejos y es, desde mi punto de vista, el producto de dos factores
principales: la degradación de la situación "sobre el terreno" y las ilusiones
depositadas en el movimiento de solidaridad durante los "años de Oslo" y después
de septiembre de 2000.
Efectivamente hay que poseer una cierta abnegación para seguir movilizándose
mientras allí la situación deteriora cada vez más y las distintas iniciativas
que se toman aquí parecen no tener ningún impacto. Las decenas de miles de
personas que se movilizaron en el momento de la masacre de Yenín en abril de
2002 no han desaparecido pero están desalentadas o desengañadas y ya no
participan en las iniciativas públicas en las cuales, a menudo, sólo se
encuentra el "núcleo duro" de los militantes de la causa palestina.
Las ilusiones que se depositaron en el proceso de Oslo no ayudaron a los que
querían comprometerse en la solidaridad al ver la evolución in situ: la
degradación de la relación de fuerzas entre Israel y la población palestina o,
más recientemente, la victoria de Hamás y el intento semiabortado de golpe de
Abu Mazen y los suyos. El hecho de hacer de la dirigencia de la Autoridad
Palestina la "dirección legítima del pueblo palestino" tampoco ayudó al
desarrollo de una solidaridad concreta con los que en Palestina, en los campos
de refugiados, en las ciudades y los pueblos, tomaban y todavía toman
iniciativas para proseguir la lucha mientras la Autoridad afirma que lo único
que compensa es la negociación. Los que creyeron, o hicieron creer, que la
Autoridad Palestina dirigida por Arafat y luego por Abbas era la única
representación legítima de los palestinos y el socio inevitable del movimiento
de solidaridad debieron estrellarse con la victoria de Hamás y el nombramiento,
hace algunos meses, del banquero Fayyad como Primer Ministro, a quien, por otra
parte, no se le oye mucho desde entonces.
La crisis sólo será saludable si se aprende la lección y se va a la raíz de los
fracasos sucesivos del movimiento de solidaridad. Se trata, sin tener que llegar
a un acuerdo sobre todas las cuestiones, de iniciar el trabajo en común, de
volver de nuevo a la parte fundamental: ¿qué es la solidaridad efectiva con el
pueblo palestino? El trabajo aquí sólo tiene sentido si tiene efectos allí. No
se puede limitar "a ejercer presión" sobre nuestro gobierno para que "ejerza
presión" sobre su aliado israelí. En Palestina, 172 ONG y asociaciones llamaron
a una campaña internacional de boicoteo y desinversión, en numerosos campos de
refugiados los centros culturales hacen un trabajo notable y necesitan apoyo,
11.000 presos políticos se sienten especialmente olvidados en las mazmorras
israelíes, las conmemoraciones de los 60 años de la Nakba (la "catástrofe", la
expulsión de 1947-1948) están en preparación por una iniciativa internacional en
2008… Los proyectos y campañas que permitirían (re) construir la solidaridad no
faltan. Pero es cierto que se encontrará a pocos representantes del "campo de la
paz" israelí o de la camarilla de Abu Mazen que apoyen el boicoteo, el derecho a
la vuelta de los refugiados o la liberación incondicional de todos los presos
políticos. Sin embargo son las reivindicaciones fundamentales para el pueblo
palestino y para los numerosos militantes políticos y asociativos. Una vuelta
critica sobre los Acuerdos de Oslo y sobre las ilusiones que los acompañaron es,
pues, imprescindible. Permitirá pasar de la reivindicación de una paz virtual a
la construcción de una solidaridad real.
Artículo original en francés: