Medio Oriente - Asia - Africa
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¿Qué puede aportar África a las sociedades occidentales?
Pablo Martín Carvajal
"Debemos vivir como africanos, es la única manera de vivir libres y de vivir con dignidad" Thomas Sankara
¿Y si África rechazara el desarrollo?, es el título de uno de los libros a
los que constantemente acude Anne Cécile Robert en los pie de página de su
ensayo "África en auxilio de occidente" (¿Y si África rechazara el desarrollo?,
Et si l’Afrique refusait le développement –desgraciadamente no traducido
al castellano como casi todo lo de África-) ¿Alguna vez nos hemos hecho esa
pregunta, que África rechazara el desarrollo, que África no quisiera
desarrollarse?, pocas veces ¿verdad?, probablemente ninguna, y tampoco creo que
Axelle Kabou (el autor de ese libro) o Anne Cécile Robert (la autora de éste que
comento hoy) realmente se lo pregunten. Quizás la pregunta sea otra, parecida en
las palabras, pero muy distinta en el significado, ¿Y si África rechazara el
desarrollo que le es impuesto?, más bien creo que esa es la pregunta que se
plantean estos dos autores y uno de los argumentos principales de este
interesantísimo libro de Anne Cécile Robert: "África en auxilio de occidente"
(en editorial Icaria Antrazyt).
Anne Cécile Robert parte de la base de que la globalización liberal de nuestra
época no es sino otra forma de colonialismo , de imposición , y para ello
esgrime todos los habituales argumentos antiglobalizadores: los criterios del
Banco Mundial, del FMI o la OMC, los programas de ajuste estructural, la
política agraria del norte, unas normas de liberalización comercial que no
respeta las reglas del judo, es decir, que permite participar en un mismo
combate pesos pesados contra pesos pluma (Nikonoff), el problema de la deuda,
unas inversiones extranjeras de multinacionales que exportan las materias primas
dejando apenas las migas en la economía local, etc., etc. En definitiva, según
la autora, se trata de una imposición del sistema occidental sobre unas
sociedades africanas a las que nunca se las ha tratado de tú a tú , sino a las
que se le obliga, bajo la contraprestación de una ayuda económica o humanitaria,
a acometer lo que Occidente considera que es provechoso para África (y por
tanto, también provechoso para Occidente mismo).
¿Pero es que acaso, entre adultos autónomos y soberanos, funcionan las cosas
así?, ¿que uno se imponga a otro?, ¿o no es más lógico que entre los dos exista
un diálogo basado en la igualdad y el respeto mutuo? No rechaza la autora la
necesidad de una ayuda Norte-Sur (sí a la manera de la globalización neoliberal
lógicamente), no se plantea siquiera si fue positiva o negativa la época de las
colonizaciones, reniega incluso de las reparaciones solicitadas por los
africanos a Occidente como forma de compensar las barbaries de la esclavitud;
simplemente (y no tan simplemente, el libro desarrolla muchísimos interesantes
argumentos que no voy a comentar en este artículo porque se haría demasiado
largo) Cécile Robert habla de superar el pasado ; y también, de un encuentro de
culturas (con sus aspectos positivos y negativos) y que en ese encuentro las
culturas africanas (al igual que las occidentales), tienen mucho que decir,
sobre todo en las formas de desarrollar África teniendo en cuenta sus propias
especificidades, es decir, teniendo en cuenta su propia cultura.
Profundizando en esta cuestión, la autora realiza también una reflexión sobre
las aportaciones que África podría aportar a las sociedades occidentales , y
precisamente es eso lo que me interesaba contar hoy, ahí van a grandes rasgos
(aunque aconsejo leer el libro en donde cada argumento aparece perfectamente
razonado):
Las relaciones sociales : cada vez que vamos a África nos tiramos de los pelos
por la extrema lentitud de los africanos en cualquier cosa, sobre todo en el
trabajo, pero el trabajo en África no está separado de su función social y de
una visión de la sociedad que no está exclusivamente basada en la acumulación de
bienes. En África, el éxito individual o el resultado de una acción, está
subordinado a sus contenidos en términos de relaciones sociales, lo que prima es
la calidad de los intercambios interpersonales y por eso en todas sus
actividades se toman el tiempo para conversar e intercambiar. El valor de un
acto económico se mide por el refuerzo de los lazos que produce en el seno del
grupo.
La colectividad como base social: en relación con lo anterior la base social en
África es el grupo, frente al individuo en Occidente. Es el grupo lo que
importa, la familia en general, los vecinos, el clan. Todos se afanan en dar
seguridad al grupo, y las personas que más tienen comparten con los otros de su
grupo por encima de su beneficio individual: la vida en grupo constituye unas
obligaciones permanentes que se deben asumir.
El sentido de hospitalidad es un valor fundamental en las sociedades africanas,
el extranjero es visto como un aporte y no como una carga.
Armonía con la naturaleza: la búsqueda de la armonía con los demás, con la
naturaleza, con los animales, constituye una preocupación esencial que cuenta
numerosas prácticas sociales en África. Las civilizaciones africanas incitan al
hombre a reflexionar antes que a alterar el orden de las cosas, antes de
modificar y de tratar de controlar la naturaleza con los resultados a veces
desastrosos que conocemos.
La falsa pobreza: en África es pobre quien está aislado, quien no tiene
parientes ni amigos, aquel que no está insertado en una comunidad humana, que no
puede contar con ningún apoyo social. La riqueza corresponde más a un concepto
de acumulación de lazos sociales que de acumulación económica.
La palabra: la palabra representa un papel esencial en la sociabilidad africana,
la mayoría de las sociedades tradicionales no conocían la escritura y el verbo
tenía la función de transmisor y de vehículo principal del lazo social. La
palabra se basa en el respeto al otro, la función del oyente es tan valorada
como la del que habla, el diálogo cumple una función cardinal de lazo social que
asegura el consenso y la homogeneidad del grupo. Los viejos son considerados
depositarios de sabiduría y son puntos de referencia respetados. Muchos
investigadores piensan que aún no se ha explotado la importancia de la palabra
en África en la organización y la conducción de las instituciones del Estado.
Y hay otros argumentos que esgrime este libro (que se me hace difícil resumir en
un breve párrafo), relacionados con la creatividad social que se desprenden del
apaño, de la economía informal y de la capacidad para reciclar lo exterior sin
desconectarse de sus propias tradiciones, o una espiritualidad africana por la
cual se afrontan emociones y sentimientos de una forma más serena que las
sociedades occidentales .
¿No son acaso estas cuestiones aportaciones interesantes (y porqué no vitales,
algunas contrapuestas) de las sociedades africanas en su encuentro cultural con
Occidente?
*Pablo Martín Carvajal es director General para África del Gobierno de Canarias