Medio Oriente - Asia - Africa
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Asia
Boaventura de Sousa Santos
De repente , los gobiernos occidentales más desarrollados (G7) han
descubierto una nueva amenaza: Asia, entendiéndose por Asia básicamente China e
India. Los medios de comunicación han empezado a bombardear la opinión pública
con una serie de datos, todos ellos amenazadores para la hegemonía de Occidente
en la economía mundial: en el 2030 China será la mayor economía del mundo,
dejando atrás a USA ; dentro de 25 años la suma del producto interior bruto
(PIB) de China e India será superior a la del G7; de aquí hasta mediados de
siglo, China e India crecerán 22 veces mientras el G7 tan sólo crecerá dos veces
y media; China ya es el quinto mayor exportador, el sexto mayor importador y el
mayor inversor en África; la cumbre África-Asia del pasado mes de noviembre
demostró que una nueva y poderosa compañía mundial está emergiendo, entre una
China sedienta de materias primas (Angola ya es el principal suministrador de
petróleo de China), y una África ansiosa por liberarse de las humillantes
condiciones de financiación impuestas por los países occidentales; el control
que China tiene ya sobre la deuda pública de USA hace que no se le pueda imponer
nada que considere contrario a sus intereses; si China continúa financiando la
economía mundial al ritmo actual y sin respetar las condiciones que el Fondo
Monetario Internacional y el Banco Mundial consideran sacrosantas, estas dos
instituciones, hasta hace poco tan poderosas, pronto serán irrelevantes.
Estos hechos muestran que el pánico está servido, por más diplomáticos que sean
los términos en que se exprese. Pero su importancia histórica va mucho más allá.
En primer lugar, no escapará a los observadores más atentos, sobre todo a
aquellos que viven fuera del G7, la dualidad de los discursos hegemónicos sobre
la economía mundial de los últimos treinta años y la hipocresía que denota.
Durante todos estos años nos han hablado de las ventajas de la globalización de
la economía. Cabría imaginar que, si el capitalismo global es algo
intrínsicamente bueno, poco importa quién lo impulse y sólo puede ser
considerado auspicioso que dos países con un tercio de la población mundial se
junten a la locomotora mundial. Al final se verifica que el capitalismo global
sólo es incondicionalmente bueno cuando favorece los intereses de los países
occidentales. ¿Pasará lo mismo con la democracia?
Sin embargo, el significado histórico de la amenaza asiática es todavía más
amplio porque está obligando a revisar toda la historia de la modernidad
occidental, una historia escrita por occidentales, dotados de la certeza
retrospectiva de que el pasado, a pesar de ser muy reciente, convergía
necesariamente para su triunfo y para la irreversibilidad de ese triunfo. El
cuestionamiento de este eurocentrismo es hoy evidente y es efectivamente con
preguntas como mejor se puede expresar. ¿Cómo se explica que Europa haya sido el
centro del mundo desde el siglo XV cuando la balanza comercial de China con
Europa ha sido favorable a la primera hasta principios del siglo XIX, o cuando
el PIB conjunto de China y de India ha sido, entre 1580 y 1830, el 50% del PIB
mundial, y sólo después disminuyó drásticamente, a menos del 10%? ¿Qué hacer de
las teorías de Marx y Weber sobre el excepcionalismo económico, político y
religioso de Occidente que justificó el desarrollo del capitalismo aquí y no en
otra región del mundo? ¿No será plausible pensar que la economía mundial ha
tenido un desarrollo multisecular en Oriente y que, después de dos breves siglos
de viraje hacia Occidente, está de nuevo revirtiendo hacia Oriente? ¿Qué
significado atribuir al hecho, hoy confirmado, de que América no fue descubierta
por Cristobal Colón, sino mucho tiempo antes , por los chinos, a pesar de que
decidieran no permanecer ahí?
Fuente en portugués: