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Latinoamérica

Hugo Chávez, el fantasma de la clase dominante peruana

Gustavo Espinoza

Distintas expresiones tiene el miedo de la clase dominante del Perú, que no puede ocultar su preocupación ante lo que luce para ella inmanejable: el proceso social que vive el país y que se manifiesta a través de violentas convulsiones que ocurren en distintos rincones de nuestro territorio.

Acostumbrada a dominar la situación y a manejar los hilos del proceso peruano a su antojo, no se acostumbra aún a la idea de que pierde posiciones en el escenario, y se bate en retirada contra su voluntad y a despecho de sus intenciones.

No quisiera nunca, en efecto, replegarse como lo está haciendo ahora, cuando se da cuenta -aunque tarde- que el pueblo va tomando conciencia de sus derechos y, sobre todo, de sus posibilidades de acción en un país en el que resulta indispensable procesar radicales transformaciones sociales, o perecer.

Los órganos de expresión de la derecha más reaccionaria, en este marco, dan rienda suelta a campañas de todo tipo orientadas a desmovilizar al pueblo, a intimidar a los trabajadores y a desorientar a las masas haciéndoles concebir la idea de que cambios revolucionarios no son posibles o, en todo caso, son inútiles porque, en definitiva, "todo ha de seguir igual" porque en la política "nada cambia".

Una política que cambie, entonces, es la que desconcierta a los voceros del Gran capital. Y es la de Hugo Chávez la que llama al cambio, y la que puede, en las condiciones de nuestro país, abrir paso a un torrente social incontenible de transformaciones sociales profundas que hoy lucen indispensables.

Por eso la campaña de los medios de comunicación contra Hugo Chávez y su gobierno adquiere ribetes de odiosidad extrema. Parte de ella, se dirige a descalificar a todos los partidarios de Chávez buscando reprimirlos con cualquier pretexto.

Recientemente el diario "El Comercio" -el principal vocero del conservadurismo peruano- inició una ofensiva contra las Casas de Amistad Peruano-Cubanas que funcionan desde hace décadas en nuestro país, y los llamados Círculos Bolivarianos, de aparición reciente. A unos y a otros los acusó de ser "agencias de proselitismo" e "instrumentos de subversión". Y de ambos, dijo, que constituían una "grosera intromisión en asuntos de política interna".

Tamaño despropósito no pudo ser sostenido mucho tiempo y finalmente el mismo diario debió reconocer a que si bien se trataba de organizaciones de amistad, "podrían ser usadas con otros fines". Allí acabó esa parte de la ofensiva.

Ahora la campaña es otra. Y busca satanizar a personas y a organizaciones afines al proceso bolivariano acusándolas de ser "terroristas" o "pro terroristas". Ese es el sentido de las denuncias policiales que se presentaran recientemente contra el movimiento "Todas las voces" y sus personeros políticos Guillermo Bermejo, Omar Paredes y otros. Para las autoridades, ellos cometieron diversos "delitos". El primero, fue viajar a Venezuela para conocer la experiencia de ese país.

El crimen resulta aun mayor por cuanto se les imputa haberse trasladado a ese país "invitados por el gobierno de Venezuela" y con "pasajes pagados por el gobierno de Venezuela".

También se les acusa de haber sido huéspedes del Congreso Bolivariano de Venezuela, es decir, el Parlamento de ese país, y de haber confirmado en la patria de Bolívar los mecanismos de funcionamiento de la "Operación Milagro", la que devuelve la vista a miles de personas afectadas por males oculares.

A Guillermo Bermejo, adicionalmente, se le registra un "viaje a Bolivia", en octubre del 2006, lo que lo hace aún más sospechoso. Y en esa misma fecha -se dice- participó -él y algún otro- en un encuentro celebrado en Chile con movimientos de izquierda para estudiar las "Proyecciones de la lucha en América Latina". Un cónclave terrorista, según los informes de las autoridades peruanas.

Claro que, como elementos indicativos de los personajes, se registra que algunos de ellos fueron antes acusados de tener vínculos con el MRTA, la guerrilla liderada por Víctor Polay Campos a mediados de los ochenta del siglo pasado y hoy reo en cárcel. Hay que decir, sin embargo, que quienes ahora reciben esas acusaciones estuvieron en efecto, en la cárcel, pero recuperaron su libertad dada la inconsistencia de los cargos que se les formularan.

En el pasado en el Perú era "delito" viajar a la Unión Soviética. Pero también a Checoslovaquia, o cualquier otro país del entonces existente Campo Socialista. Y era además un delito, por cierto, viajar a Cuba, visitar La Habana, conversar con los líderes de la Revolución Verde Olivo. Muchas veces, y muchos peruanos, tuvimos que pagar con la cárcel el visitar países proscritos por el enfermizo delirio imperialista del maccarthismo de entonces.

Hoy, el "delito" tiene la misma inconsistencia. Si hay una invitación a Venezuela, un contacto con Hugo Chávez o su gobierno, un apoyo directo o indirecto al proceso bolivariano o una identificación con la causa que enarbola ahora el pueblo venezolano, entonces hay motivo para justificar represión y, por qué no, cárcel y tortura para los afectados. Después de todo, dicen los "medios peruanos", hay que •"impedir a toda costa el resurgimiento del terrorismo".

De ese modo estamos notificados. Ya el gobierno tiene los dispositivos legales en la mano, la policía la autorización para hacer uso de sus armas sin asumir consecuencias legales, la prensa la posibilidad de deslizar acusaciones y sospechas. Y el pueblo, motivos muy claros para darse cuenta que aquí se prepara una suerte de noche de cuchillos largos.

Es el miedo a Hugo Chávez, y a lo que representa, lo que saca de quicio en el Perú a la clase dominante.     

Fuente: lafogata.org