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Frente Unido de Juventudes Bolivarianas
La situación político-militar de la izquierda en los años 60-70, la
permanencia de gobiernos de AD-COPEI, el desplome del llamado "socialismo real"
y la consecuente imposición del modelo neoliberal a finales de la década de los
80 profundizada en lo que se iniciaba como el último decenio del siglo XX, trajo
como consecuencia la dispersión total de las fuerzas progresistas, realmente
democráticas y revolucionarias. Evidentemente, los sectores de la derecha
declarada y de la socialdemocracia se tomaban para sí los mecanismos
organizativos que le eran propios a la clase trabajadora y a los sectores
populares en general, a saber: los partidos y los sindicatos.
Esto generó, más que la atomización de los factores revolucionarios, la
desesperanza del pueblo y con ello, la supuesta imposibilidad de organizarse y
construir una alternativa de poder.
Por lo tanto, los sucesos de febrero de 1989 y las rebeliones militares de 1992
constituyen acciones que ponen en tela de juicio al régimen del momento y
plantearon un camino para el cambio revolucionario. En aquel entonces no se
hablaba de revolución y mucho menos de socialismo. La homogenidad del
pensamiento cubría a las grandes mayorías como parte del trabajo sistemático de
la oligarquía a través de los medios de comunicación, la religión y la
educación. Sin embargo, a partir de la crisis acelerada del neoliberalismo que
desocupó a miles de personas y condenó a la miseria a otras millones más, se fue
abonando el terreno para avanzar hacia la constitución de un nuevo paradigma de
sociedad.
En ese contexto, aparece la figura del Comandante Hugo Chávez que a partir de
1997 arranca con una campaña electoral para lanzar su candidatura presidencial
para los comicios de 1998. Esto significa, que la constitución de la
"organización", o mejor dicho la maquinaria electoral de la cual se requería en
ese momento, es propicia para que ingresaran diferentes sectores de la sociedad.
Esto redundó en la heterogeneidad de posiciones con respecto al modelo societal
a construir lo que imposibilitó el debate profundo de la estrategia y las
tácticas para lo cambios que requería el país. Por otra parte, abrió la senda
para que se incorporaran diversas clases sociales, que en la arena de la lucha
de clases son antagónicas por presentar intereses distintos. Esto se tradujo en
la ausencia de una organización política capaz de combinar todas las formas de
lucha y que amparado en un programa generara propuestas orgánicas al pueblo
venezolano. Desde ese entonces, no se contaba con una organización
revolucionaria y una definición estratégica construida colectivamente, es decir,
no se contaba con un partido y con un programa que vislumbrara las vías y formas
de la revolución y se planteara un modelo realmente alternativo al capitalismo.
Esto debe vincularse al peligro real que corre la Revolución Bolivariana en
relación a la amenaza constante por parte del imperialismo estadounidense y la
posible desaparición física del Comandante Hugo Chávez, lo que implica dejar en
descubierto los grandes desniveles organizativos que aquejan al movimiento
revolucionario venezolano y al pueblo en general.
En este sentido, el movimiento revolucionario, no sólo venezolano sino
continental y mundial, debe emprender un análisis crítico sobre el tema del
socialismo y el tan necesario partido para construirlo. Se trata de descifrar el
cuadro de clases sociales vigente que están en contradicciones y cuales de estas
es la llamada a subvertir el orden existente. Por otro lado, es imprescindible
definir las vías y formas que se requiere en la actualidad para enfrentar al
imperialismo y avanzar en la materialización de las conquistas fundamentales que
anhelan las mayorías empobrecidas.
Por ello, es ineludible la tarea de discutir a profundidad y avanzar en aras de
la edificación de un instrumento organizativo que sirva para derrotar a los
autoproclamados policías del mundo, a la oligarquía y a los oportunistas que
haciéndose llamar "revolucionarios" desvían los avances alcanzados en el marco
de la Revolución Bolivariana. De igual manera, este instrumento debe funcionar
acorde con los retos planteados en el momento político actual: la construcción
del socialismo.
En nuestra opinión, consideramos que el partido que necesita urgentemente la
Revolución Bolivariana debe cimentarse en cinco características centrales: 1) La
consecución de un programa, 2) Su carácter de clase, 3) El centralismo
democrático, 4) La composición orgánica y 5) La combinación de todas las formas
de lucha.
Con respecto a la primera característica (la consecución de un programa),
creemos que es de vital importancia. Un colectivo de individuas e individuos
debe unirse en torno a las ideas para luego pasar a la organización estructural
y alcanzar los objetivos planteados en torno a esas ideas. En ese sentido, el
programa consiste en una especie de corazón del partido puesto que es el que
permite visualizar la sociedad que se quiere construir y como alcanzarla, es
decir, los pasos que se deben dar para conquistar dicho paradigma societal. Sin
embargo, el programa no puede ser una receta mecánica ni mucho menos un manual
para hacer la revolución. ¡Para nada! Es un documento que brinda un análisis de
la sociedad que tenemos, de las correlaciones de fuerzas y de clases sociales de
dicha sociedad y nos sitúa en el tiempo y en el espacio concreto con miras a
definir el constructo social a edificar. En síntesis, sin programa no hay
partido revolucionario. El programa es la teoría para hacer la revolución y es
la táctica-estrategia revolucionaria.
En relación a la segunda característica (su carácter de clase) consideramos que
juega un rol definitorio. Una de las características de los partidos de AD-COPEI
fue su carácter policlasista y de eso no escapa la Revolución Bolivariana. En
líneas anteriores señalábamos que la plataforma electoral montada para cubrir
las necesidades del momento (1998-elecciones presidenciales) estaba conformada
por una heterogeneidad de sectores políticos que a nivel ideológico no
coincidían del todo y también por distintas clases sociales antagónicas. Esto
significa que la Revolución Bolivariana desde su inicio ha contado con una
instancia policlasista y sin programa político. Por ello, el partido que
queremos construir debe ser de clase. Es un partido que sintetiza en su ser a
las explotadas y a los explotados, a las oprimidas y a los oprimidos y a las
excluidas y a los excluidos, es decir, quienes recogen todos los vejámenes que
el sistema capitalista genera. En este sentido, es un partido de la clase
trabajadora, de los excluidos y de los sectores populares. Un partido unificado
en torno a un programa clasista que entienda que en el contexto de la lucha de
clases, nacional e internacional, no hay conciliación alguna.
Por otra parte, nos encontramos con la tercera característica de un partido
revolucionario (el centralismo democrático). Esto pasa inequívocamente por
realizar un análisis crítico del "socialismo real" y de los partidos
revolucionarios de la historia para desdeñar sus errores y tomar sus avances. El
centralismo democrático ha tenido dos visiones. La primera de ella, el excesivo
centralismo desconocedor de la democracia y, la segunda de ella, la ausencia del
centralismo para darle acento exagerado a las particularidades y al
ultrademocratismo. Ninguna de estas visiones han funcionado para edificar el
socialismo. La primera, de carácter militarista que desconoce las
particularidades y el debate democrático. La segunda, de carácter inorgánico que
le hace el juego a las clases dominantes. Se trata entonces, de constituir un
partido preparado para tiempos de guerra y tiempos de paz. Un partido es una
instancia político-militar donde la discusión democrática y amplia sobre el
programa y donde la crítica reflexiva y la autocrítica oxigenan al mismo. Pero
también es una estructura firme, a la hora de un conflicto agudo, donde la
disciplina consciente no caudillesca determina el accionar del mismo. En fin, el
centralismo democrático es la forma de organización mas avanzada para adoptarla
en el seno de un partido revolucionario que se traza la construcción del
socialismo y la confrontación directa contra el imperialismo.
La cuarta característica del partido revolucionario (su composición orgánica)
significa para nosotros algo urgentemente por definir. Dicho tema ha sido una
polémica histórica puesto que se han encontrado dos posiciones que parecieran
ser irreconciliables, a saber: sí el partido es de "cuadros" o de "masas". No
obstante, creemos que la discusión debe girar en torno a si el partido necesita
ser una cúpula de lo "eruditos" del pensamiento revolucionario o necesita a toda
la multitud perteneciente a una clase determinada. Creemos pues, que el partido
debe ser la suma de lo más cualificado del movimiento revolucionario y de
algunos sectores que sientan identidad política con el programa del partido.
Esto significa, que el partido que necesita la Revolución Bolivariana es una
instancia compuesta por cuadros y por militantes que deben accionar de manera
cohesionada en función de conseguir la concreción de los presupuestos
bosquejados en el programa político del partido, cuya conciencia de clase deben
estar acorde con los intereses de los llamados a insurgir frente a este modelo y
que deben unirse en torno al centralismo democrático.
Por último, nos encontramos con la quinta característica del partido
revolucionario (la combinación de todas las formas de lucha). Muchos sectores de
la izquierda comprenden este asunto como si fuera el tema militar. Sin embargo,
nosotros consideramos que nos referimos a la combinación de todas las formas de
lucha y no a una en particular. Esta característica acoge como principal
estandarte el combate ideológico y se plantea como elementos dialécticos al
mismo, la lucha sectorial y el empleo de la violencia política. En conclusión,
el partido que amerita la Revolución Bolivariana debe combinar todas las formas
de lucha, es decir, debe dar la batalla de las ideas, la lucha en los distintos
frentes sectoriales (obreros, campesinos, pueblos originarios, estudiantes,
mujeres, etc.) y debe estar preparado para defender estos dos elementos con las
armas.