Latinoamérica
|
Espectacular reaparicion de los paramilitares colombianos en la actualidad política venezolana
El pasado 18 de abril asesinaron a dos directivos de prisionesLa ejecución, el 18 de abril, del director y del subdirector de una cárcel en
la frontera de Venezuela con Colombia, se perfila como un nuevo ataque de los
paramilitares colombianos.
De ser cierto, marcaría un incremento en la descarada intervención de la
ultraderecha colombiana en la política interna venezolana, sumándose este crimen
a los ya numerosos intentos de desestabilización contra la revolución
bolivariana.
El miércoles 18 de abril, en una camioneta abandonada en un camino rural, cerca
de San Cristóbal (la quinta ciudad en importancia de Venezuela), en el Estado
(el equivalente a las autonomías) Táchira, fronterizo con Colombia, aparecían,
con varios tiros en la nuca, los cuerpos de Eleazar Rivero y de Raúl Cuevas,
director y subdirector respectivamente, del Centro Penitenciario de Occidente.
Un típico asesinato de sicarios.
Pese al elevadísimo nivel de violencia de las cárceles venezolanas, en los que
los frecuentes enfrentamientos entre bandas dejan un reguero de heridos, el
cuerpo de funcionarios de prisiones no había sufrido tal ataque frontal desde
hacia 25 años.
El hecho de que el penal, también conocido como Cárcel de Santa Ana, sea
considerado uno de los penales más tranquilos del país, hace poco creíble la
tesis del ajuste de cuentas entre bandas. Pese al sigilo de la investigación
policial, los datos señalan directamente a los grupos paramilitares colombianos,
tal como lo reflejaba el diario venezolano El Universal el 21 de abril.
El Estado Táchira está totalmente infiltrado por los grupos paramilitares y del
narcotráfico colombiano, según llevan meses denunciando numerosas organizaciones
campesinas y populares venezolanas, que sufren sus ataques. En el Centro
Penitenciario de Occidente, del que eran directivos los dos asesinados, hace
justo un año, el 19 de abril de 2006, eran asesinados 10 paramilitares en un
confuso accidente, de nuevo según informa la prensa.
Y es que son numerosos los presos de estos grupos, encarcelados por secuestros,
asesinatos por encargo, cobro de protección y tráfico de drogas, en dicha
cárcel. La decisión del los directivos de la cárcel de combatir, con traslados
de sus jefes, el poder de los paramilitares en el penal, podría ser uno de los
detonantes de su ejecución. Por lo pronto, la respuesta gubernamental ha sido la
militarización del penal.
Estos asesinatos suponen un salto cualitativo muy importante de los "paras" en
la desestabilización del proceso revolucionario, al enfrentarse directamente y
frontalmente con el Estado venezolano. En el actual y nada tranquilo contexto
político, el hecho puede tener una gran trascendencia al incrementar la
sensación de desorden e inseguridad, atizada por una prensa amarillista. A lo
que ayudan los estallidos de pequeñas bombas caseras, como la explosión, el 17
de abril, de un explosivo que dejo dos heridos en la sede de la Asamblea
Legislativa del Estado Miranda.
Las cárceles son uno de los puntos débiles por los que el gobierno chavista
recibe constantes críticas internacionales y denuncias por parte de la oposición
de ser incapaz de resolver los problemas de fondo del país.
Y justo cuando quedan días para iniciarse una espectacular reforma
penitenciaria, preparada durante dos años, para humanizar y reconstruir casi de
raíz las cárceles venezolanas, los asesinatos del director y subdirector parecen
atacar a la línea de flotación de este cambio. Es vox populi que el mundo
penitenciario venezolano, como el del resto de América Latina, es un inestable
polvorín.
Todo ello en medio de una tremenda campaña de la oposición, tanto mediática
(gran parte de los medios es furibundamente antichavista) como bajo la forma de
partidos políticos, contra el presidente Chávez, en torno a la denuncia de falta
de respeto a los derechos humanos y de falta de libertades. Campaña con un
cercano cenit: el 27 de mayo, cuando termina la licencia para emitir en abierto
de RCTV, una de las cadenas de televisión más furibundamente progolpista. Canal
televisivo al que el gobierno anunció su no renovación de la concesión para
emitir en el espectro radioeléctrico (seguirá emitiendo por cable y satélite,
pero sin tantos ingresos publicitarios) por no cumplir con la ley y que se
presenta como víctima de un ataque contra la libertad de expresión.
Mientras en Colombia, la necesidad de desviar la atención de sus escándalos
internos, precisamente por sus lazos con los paramilitares, la parapolítica,
puede empujar al presidente Uribe a medidas desesperadas.
Sirva de conclusión, este extracto de un artículo de la prensa española, en su
edición digital, del 20 de abril 2007:
"El presidente Uribe ha manifestado que no podía ocultar su preocupación por "el
propósito político de dañar al crédito del Gobierno colombiano para bloquear la
aprobación del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos y la ayuda a
Colombia"."
Y casualmente, el nuevo embajador norteamericano en Colombia, Brownfield, tenía
como anterior destino a: ¡Venezuela¡. Tremendas coincidencias.