Latinoamérica
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Comandante Milton Hernández: ¡hasta siempre!
Freddy Yépez
Casi veinte días después de la muerte del comandante Milton Hernández, es que
vine a enterarme de la misma. Sabía que estaba debatiéndose contra una
enfermedad que ya le había arrancado los dos riñones y lo sometía a ese
fastidioso pero necesario- procedimiento de diálisis a diario para poder
mantenerse con vida. Nunca aceptó que se dijera que estaba enfermo, porque
prefería que se entendiera que por el momento sólo estaba impedido físicamente
para andar en las montañas, por lo cual cumplía labor de diplomacia
internacional en varios países del mundo en nombre del ELN.
Resultó ser de noche, casi a la orilla de un río crecido que bañaba altas
piedras atravesadas en su cauce, cuando me enteré del fallecimiento del camarada
y comandante Milton Hernández. Me levanté casi violentamente de una hamaca y
salí a comentarlo, porque el día anterior habíamos hablado sobre Milton y no
sabíamos que hacía 17 días había muerto.
Sentí como un impulso extraño. Reaccioné confundido entre creer o no creer sobre
la realidad de su muerte. Mucho afecto y cariño y admiración había reunido en mi
corazón por el camarada Milton. Hasta me permitió el privilegio no merecido por
mí, de haberle prologado su libro ³Si las montañas hablaran², donde hace una
magistral narración histórica de la vida y obra del comandante en jefe eleno:
Manuel Pérez Martínez.
Conocí a Milton en La Habana en un momento en que se realizaba un Mundial de
Fútbol que si mal no recuerdo se produjo en Estados Unidos.
Era un fanático de ese deporte como miles de millones de personas en el mundo.
Recuerdo que ese día jugaba Colombia y nos metimos a un local donde había
televisión para presenciar el juego. Ya la enfermedad le había ganado un largo
espacio tratando de reducirle a la mínima expresión sus movimientos para
quitarle la vida lo más prontamente posible. Ninguna palabra se pronunció sobre
su enfermedad. Todos estábamos concentrados en la observación del partido entre
Colombia y otra representación que ahora no recuerdo. No se me olvida que el
conjunto colombiano tenido por un enemigo poderoso por la concentración de
notables o excelente jugadores donde destacaba el Pibe Valderrama entre tantos-
hizo un juego de baja calidad y eso produjo una reacción de rechazo por los
colombianos y hasta por miembros de otras naciones especialmente
latinoamericanas- que deseábamos el triunfo de la república hermana. Desde ese
día, por encima de la derrota de Colombia o del empate no lo recuerdo-, se
inició una amistad o camaradería entre Milton y yo de nunca acabar, y la cual se
fue fortaleciendo en la medida que iba pasando el tiempo. Nunca dejamos ni de
escribirnos y de preguntar el uno por el otro. Por eso, sin más agregado, es que
me ha dolido tanto la muerte de mi camarada Milton Hernández y, especialmente,
porque aún le quedaba edad para seguir aportando a la causa de la emancipación
no sólo del pueblo colombiano, sino de todos los pueblos del mundo, porque en la
medida que progrese la lucha revolucionaria en Colombia, habrá una enorme
contribución al progreso de la lucha en otras regiones por la misma causa o el
mismo ideal. Además, me produce una gran arrechera que Milton se haya muerto.
¿Qué carajo le hizo a la vida, que esa maldita enfermedad lo cercó, lo acosó, lo
atacó sin piedad para llevárselo demasiado temprano de nuestro lado? ¿Será que
Dios existe y decidió llevárselo para que cumpla alguna misión mediadora de
buena voluntad en el cielo, porque si en algo Milton era un experto de alto
calibre profesional, fue en el tratamiento profundamente humano de las
divergencias entre revolucionarios para que la solución a las mismas no
implicara ninguna cuota ni de sangre ni de vida que afectara a las filas de los
revolucionarios? Milton gozaba de una gran simpatía y admiración en las filas
del ELN. Su profundo trato humanitario y su permanente y excelente humor hacían
que él calara velozmente en el afecto de mandos y combatientes no sólo elenos
sino igualmente de otras organizaciones revolucionarias. Esto es tan verdadero
que en un oportunidad pasó por un retén donde se encontraba un exguerrillero
pasado a la fila del ejército colombiano, el cual no quiso reconocerlo ni
entregarlo al enemigo, porque mucho cariño le profesaba. Esto no es una fábula,
sino una verdad inobjetable. Tal era la calidad humana de Milton para ganarse el
cariño de sus combatientes. Ese fue el hombre que el día 9 de abril de 2007 dejó
de existir para duelo del movimiento revolucionario mundial y, especialmente,
del colombiano.
Milton fue, además de un extraordinario revolucionario, un excelente y ameno
escritor. En su haber se encuentran varios libros y centenares de escritos con
un estilo muy agradable para leerlos. Recuerdo que nos tocó en una oportunidad,
en plena montaña colombiana, realizar un seminario de varios meses estudiando,
analizando y reflexionando sobre su libro que recoge la historia del ELN. El
seminario lo guiaban los camaradas Migue y Chiqui, dos excelentes intelectuales
y combatientes del ELN.
Hasta los últimos segundos de su vida el comandante Milton Hernández vivió
intensa y preocupado por el para mí- injustificable conflicto entre las FARC y
el ELN que ha llegado incluso al uso de las armas de la guerra, produciendo
muerte de revolucionarios, para dirimirlo. La última carta escrita por Milton y
hecha pública trata sobre el tema. Tal vez quiso decir, parodiando al
Libertador, ³Si mi muerte contribuye a que cese el conflicto entre
organizaciones revolucionarias y hermanas, yo bajaré tranquilo al sepulcro².
Hace aproximadamente un año y medio Milton visitó por última vez un campamento
eleno en las montañas de Colombia. Tal vez es lo más seguro- sufría mucho
físicamente, pero ningún combatiente o mando se percataba de ello, porque su
espíritu alegre y su vocación de revolucionario no dejaban que se mostrara el
rigor destructivo de esa maldita enfermedad que se lo iba llevando en contra de
nuestra voluntad. Incluso, llegó a jugar fútbol sin medir cuánto le afectaba su
condición física. Quizá él sabía que se estaba despidiendo para siempre de sus
queridos camaradas. La experiencia vino a confirmarlo. Nadie quería que se
muriera, pero la naturaleza humana decide destinos que los hombres o mujeres de
este mundo no podemos combatir con el éxito del deseo o de la voluntad.
Cuando llegue el día en que las montañas de Colombia hablen por todos los
revolucionarios que anduvieron o anden por sus miles de miles de trochas,
laberintos y cauces, entonces el nombre de Milton -entre otros o miles de miles
de otros ya sembrados- florecerá, resucitará, para que la memoria histórica
escrita por sí misma premie definitivamente a los que quisieron emanciparla de
toda explotación y opresión del hombre por el hombre.
Cuando las montañas de Colombia hablen, los dioses naturales que son los
árboles- se encargarán de difundir y expandir la obra y el pensamiento de sus
hijos y de sus hijas que dieron su sangre y su vida por liberarla de toda
expresión de esclavitud social. Milton es, sencillamente, sólo uno de ellos,
como también lo fueron Jacobo Arenas, Camilo Torres Restrepo, Manuel Vásquez
Castaño, Manuel Pérez Martínez, Joselo, y tantos colombianos y tantas
colombianas que enarbolaron bien alto el estandarte de la libertad y sus nombres
permanecen en el anonimato por mil razones contrarias a las necesidades de la
Historia.
Milton no ha muerto, simplemente se trasladó a cumplir con su deber en otro
lugar de combate por la emancipación de la humanidad, donde la oscuridad siempre
respetará el brillo de luz que porta el que ha luchado por la vida contra la
muerte y por la alegría contra la tristeza en la tierra.
Comandante Milton Hernández: ¡hasta siempre! hermano, camarada, amigo.