Latinoamérica
|
Presión de las Fuerzas Armadas
Los militares limitan el poder político de Lula
Eduardo Andrés Aller
APM
Disgustados con una decisión de su comandante en jefe, altos mandos
castrenses dispararon amenazas golpistas. La oposición y la prensa también se
sumaron al embate. Queda sentado un oscuro precedente.
Las Fuerzas Armadas (FFAA) de Brasil, con el apoyo de los partidos políticos y
periodistas filomilitares, lograron doblegar a su Comandante en Jefe, el
presidente Luiz Inácio Lula Da Silva; en lo que significó un peligroso avance
marcial sobre las instituciones civiles. Por primera vez, Lula es limitado en su
poder político por una avanzada reaccionaria.
Durante toda la semana que pasó, los uniformados presionaron al mandatario para
que vuelva sobre sus pasos, desmienta lo que ya era casi letra firmada y revea
dos decisiones que había tomado: el traspaso de la aviación civil hacia la
orbita del ministerio de Defensa y la amnistía para un grupo de sargentos
controladores de vuelo, condenados por la Fuerza Aérea de Brasil (FAB) bajo el
cargo de insurrectos.
Así, las FFAA mostraron que todavía ostentan un importante poder institucional y
que la transición democrática brasileña ha sido una de las más débiles entre los
países del Cono Sur.
Todo comenzó cuando Lula, en pleno ejercicio de sus facultades, desautorizó una
orden del comandante de la FAB, el brigadier general Junino Saito, quien el
viernes último había decidió castigar con prisiones y traslados a los operadores
de la torre de control del aeropuerto nacional de Brasilia porque estaban en
huelga en busca de mejoras salariales.
La decisión del Jefe de Gobierno de negociar con los huelguistas en vez de
llevarlos a la cárcel, como querían los militares, tuvo que ver con la
imposibilidad objetiva de reemplazarlos en el corto plazo. Es decir, cesantear a
todos los técnicos hubiese sido agravar la situación que ya era caótica por la
medida de fuerza. Hasta el momento que Lula pudo destrabar el conflicto, varios
aeropuertos habían colapsado y 300 vuelos nacionales e internacionales,
cancelados. La negociaciones se hicieron de manera indirecta, mientras el
plenipotenciario viajaba al encuentro con su par estadounidense George W. Bush.
La promesa del mandamás brasileño de indultar a los huelguistas, de convertirlos
en trabajadores civiles de carrera en la cartera de Defensa generó la
desaprobación de altos mandos castrenses, quienes, en declaraciones que pueden
parecer de otro tiempo, mostraron su enojo con amenazas golpistas.
Sin dar conocer sus nombres, dijeron a la prensa de su país que percibían un
clima de insubordinación similar al que precedió el Golpe de Estado de 1964,
cuando fue depuesto el presidente Joao Goulart. "Nuestros pilares son la
jerarquía y la disciplina. Y el episodio de 1964 sólo ocurrió porque se intentó
quebrar esos pilares", remarcaron.
Por otro la lado, la ceremonia de asunción del brigadier José Américo en la
jefatura de la Aeronáutica, se transformó en un acto de desagravio al comandante
Juniti Saito. Después de garantizar que no va iba a faltar al cumplimiento de
los "principios básicos de jerarquía y disciplina", Saito fue largamente
aplaudido por un auditorio repleto de militares en actividad y retirados, en la
base área de Brasilia; todo frente a la mirada del ministro de Defensa Waldir
Pires. También estuvieron presentes "llevando su solidaridad" casi todos los ex
comandantes del FAB y ex jefes de la Aeronáutica.
Los periodistas tampoco se quedaron atrás al momento de opinar. Merval Pereira,
del diario O´Globo de Río de Janeiro – texto reproducido el 4 de abril por el
matutino porteño La Nación- escribió: "Por otra parte, Lula comenzó a politizar
la cuestión militar cuando suspendió una licitación de la Fuerza Aérea para la
compra de 12 nuevos aviones caza, un proyecto de 700 millones dólares, en su
primera fase, alegando que tenía prioridad el programa Hambre Cero".
La cronista también ensayó una explicación de los sucesos: "El episodio de los
controladores de vuelo tuvo en su inicio una crisis entre el ministro de Defensa
y los militares de la aeronáutica. El ministro de Defensa, Waldir Pires, formó
parte del gobierno de Joao Goulart, derribado por los militares en 1964, período
en el que hubo rebeliones de sargentos y marineros. Ahora, al defender la
desmilitarización del control de vuelo y recibir a los sargentos-controladores,
Pires creó un incidente tan innecesario como desagradable para el comandante de
la aeronáutica". En este párrafo, por qué no viciado de un neomarcartismo, se
sintetiza el pensamiento instalado en la mayor parte de la sociedad brasileña:
los militares son un gigante durmiente que es mejor no despertar.
A su vez, la oposición hizo saber su postura, que fue contraria a la idea de
pasar todo el control aéreo a manos civiles. "Estoy en contra de la
desmilitarización. El presidente Lula debería haber priorizado la disciplina
militar", dijo el líder de la minoría en la Cámara de diputados, Julio Redecker,
del Partido Social Demócrata de Brasil (PSDB).
El contrapeso lo había puesto el diputado del oficialista Partido de los
Trabajadores (PT) Henrique Fontana, quien señaló que "si el presidente Lula, que
es el jefe supremo de las Fuerzas Armadas, tomó esa decisión de desmilitarizar
el sector es porque hay recursos para eso".
Con el panorama anterior, y después de una reunión con Juniti Saito, Lula revió
y endureció su postura; además, decidió quitarle al ministro Waldir Pires la
tarea de negociar con los controladores y entregársela a la FAB. Entonces, el
timonel de Brasil no tratará de que condonen a los huelguistas y la
desmilitarización del control de tráfico aéreo no se concretará en el corto o
mediano plazo.
"Pretendemos realizar cambios en el sistema, pero primero queremos escuchar a
todas las partes involucradas", explicó el ministro de Planificación Pablo
Bernardo para justificar el cambio de postura gubernamental.
Según transcendió del encuentro, la fuerza no quiere perder el manejo de los
radares y las comunicaciones por una cuestión de "seguridad y defensa nacional".
Llegado el caso, se resistiría a entregar la infraestructura de vigilancia del
espacio aéreo (radares, software y sistema de comunicaciones) a un organismo
civil. Tampoco accedería peder el control de los aeropuertos de varias capitales
provinciales.
Asimismo, el vocero de la Asociación Brasileña de Controladores de Vuelo, José
Ulises Fontenele, recordó que Lula se comprometió a no sancionar quienes fueron
al paro: "Dio su palabra".
En contrapartida, Alberto Albuquerque, del Partido Socialista (PS), celebró:
"Ahora está claro, para quien hace una huelga, lo que significa un militar
amotinado. La sociedad sabrá que este país tiene un comando militar".
La crisis del tráfico aéreo estalló hace siete meses, después del accidente del
avión de la empresa Gol, donde murieron 154 personas por una falla combinada de
la torre de control de Brasilia y de una aeronave norteamericana. La pequeña
máquina chocó contra el Boeing de la compañía comercial y provocó la catástrofe.
Desde entonces los controladores de vuelo mantuvieron diversas medidas de
fuerza.