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Colombia
Escepticismo ante nuevo encuentro de gobierno con ELN
Constanza Vieira
IPS, Bogotá
Declaraciones contradictorias y "pobres augurios" son la antesala de la nueva
ronda de conversaciones que comenzará este jueves en La Habana entre el gobierno
de Colombia y el insurgente Ejército de Liberación Nacional (ELN), en diálogo
desde diciembre de 2005.
El gobierno dice que va a la mesa de diálogo "optimista", mientras el
izquierdista ELN lo hace "con desconfianza" porque nada de lo acordado en las
reuniones exploratorias precedentes está firmado.
Para el ELN, surgido en 1964, los acuerdos "orales" alcanzados no son
suficientes. "Necesitamos acuerdos firmados", dijo en Caracas el portavoz del
ELN, Francisco Galán, al canal Telesur.
"No voy a firmar acuerdos de papel", respondió el negociador por el gobierno de
Colombia, su alto Comisionado para la Paz, Luis Carlos Restrepo, a través del
bogotano diario El Tiempo.
En todo caso, según Galán, ambas partes han estado evaluando "qué tan cierta" es
la oferta del otro. Por lo pronto, IPS confirmó que Antonio García, uno de los
negociadores cruciales del ELN, no viajó a la ronda de febrero en La Habana
porque el grupo guerrillero esperaba la firma de un acuerdo y ésta no se dio.
La ronda que se iniciará este jueves está prevista para extenderse por un mes y
medio, con ocho días de receso después de la tercera semana, cuyo objeto
central, para el gobierno del derechista Álvaro Uribe, es pactar un "acuerdo
base", y para la guerrilla, concertar la "agenda de negociación".
El gobierno exige un cese del fuego y el compromiso de que el ELN renuncie a la
que se supone es su principal fuente de financiación, el secuestro.
En mensaje enviado el 30 de marzo a la Conferencia Episcopal de la Iglesia
Católica de Colombia, el ELN mostró que desde octubre llevó a la mesa la "agenda
para el acuerdo base", con "los temas propuestos por ambas partes".
Pero el orden de los factores sí altera el producto. Tal como recogió los temas
el ELN, el alto al fuego figura en segundo lugar, y no en el primero, como exige
el gobierno.
Y, para la guerrilla, el cese de hostilidades debe ser "simétrico": el gobierno
debe dejar de violar los derechos humanos y rodear de garantías la protesta
social.
El ELN propone una suerte de canje: a cambio de la libertad de los presos
políticos, entregaría sin más contraprestación a los secuestrados en su poder.
Es su tercera prioridad.
Porque la primera es el hueso más duro de roer para el gobierno y, en la
práctica, pasa por terminar la guerra: "la solución del problema de los
desplazados", que suman 3,8 millones desde 1985 según la humanitaria Consejería
para los Derechos Humanos y el Desplazamiento.
Las tierras de quienes se vieron obligados a dejar sus hogares por la guerra
civil están hoy en manos de capos del narcotráfico y han sido arrebatadas
violentamente a través de bandas paramilitares de ultraderecha que han actuado
en connivencia con la fuerza pública.
"No hay desplazados porque hay guerra, hay guerra para que haya desplazados",
dicen líderes campesinos.
Con facilidad se describe al ELN como una guerrilla de 4.600 combatientes, según
fuente militar. Un pie de fuerza al menos 10 veces menor del que les atribuyó en
2005 el sociólogo canadiense James P. Brittain a las también insurgentes de
izquierda y poderosas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Pero "la fuerza del ELN se mide más por su presencia política que por el número
de hombres armados", dijo a IPS Daniel García-Peña, miembro de la Comisión de
Garantes, constituida por siete colombianos para empujar la negociación.
Por eso el ELN le da máxima importancia a la que denomina "convención nacional".
Se trata de una especie de consulta, en encuentros regionales y nacional, con
amplia participación de la sociedad civil, de donde surgiría una "agenda
legislativa favorable al país y a la paz".
"Para que el proceso realmente avance es necesario no sólo un acuerdo sobre cese
de hostilidades sino también sobre mecanismos de participación de la sociedad.
Es lo que garantiza el carácter político" de las negociaciones, agregó
García-Peña, quien asume esta semana la secretaría general del izquierdista Polo
Democrático Alternativo, primera fuerza opositora.
El ELN espera, en penúltimo término, "reconocimiento y garantías" para sus
combatientes, lo cual incluye amnistía. y, finalmente, acompañamiento
internacional.
En estos días previos al encuentro, el comisionado Restrepo señala además de
desmovilización y de que el ELN debe dar ya "un paso adelante" para desarmarse,
aunque "nunca se ha hablado de entrega de armas", comentó a IPS una fuente
cercana a los diálogos y cuya identidad se mantiene en reserva.
De hecho, el IV Congreso Nacional del ELN, realizado a mediados de 2006, decidió
apoyar la negociación de paz y el cese del fuego, pero no la entrega de armas.
Sea como sea, ya no comenzará el 1 de mayo un cese del fuego, como lo propuso en
diciembre la hoja de ruta aportada por la Comisión de Garantes. Restrepo
presiona diciendo que, si éste no se logra, el proceso perdería credibilidad.
"No tengo Plan B", afirmó el comisionado. "El gobierno no tiene la alternativa
de levantarse de la mesa. No tengo esas instrucciones por parte del presidente.
(…) Yo no tengo sino una instrucción: sacar este proceso adelante", añadió.
La voluntad del ELN es "continuar debatiendo los puntos que tenemos hasta
abordar el acuerdo de solución", dijo, a su vez, Galán a Telesur, el canal
multiestatal sudamericano con base en Venezuela.
Pero, al mismo tiempo, el gobierno de Uribe decidió hacer cuentas peligrosas: el
lunes filtró a medios locales que en 2006 el costo del diálogo con el ELN habría
llegado a 700.000 dólares, y conminó a España, Noruega, Suecia y Suiza, que
aportan más de 60 por ciento del dinero, a no seguir financiando el proceso.
"Los donantes están estupefactos", dijo a IPS la misma fuente cuya identidad no
se revela.
Si no hay acuerdo, según varios análisis escuchados por IPS, esta tanda de
acercamientos perdería importancia y naufragaría en el debate político que
calienta motores con miras a las elecciones municipales y departamentales de
octubre.
Estos comicios seguramente se verán sitiados por el llamado "paragate", el
escándalo que está revelando a cuentagotas las relaciones incestuosas del poder
político, militar y económico con paramilitares de ultraderecha comandados, en
muchos casos, por capos del narcotráfico.
Uribe aceptó el apoyo electoral de candidatos impuestos por paramilitares. Esa
relación política tiene en aprietos al gobierno en la palestra internacional, y
las instancias cooperantes siguen atentamente los acontecimientos antes de
decidir qué tanta ayuda le seguirán brindando al mandatario.
Así, para evitar acusaciones de parcialidad a favor de los paramilitares, para
Uribe es crucial que el ELN acepte la misma secuencia que aplicó en el
entendimiento con éstos, que se desmovilizaron parcialmente.
La fórmula consistió, por su orden, en cese del fuego, concentración, entrega de
armas y sometimiento a un marco legal, que prevé penas de máximo ocho años a
quienes cometieron crímenes de lesa humanidad e indulto para los demás.
"Todo parece indicar que, si no cambian el libreto, los diálogos de Pascua en
Cuba van a terminar en otro lánguido comunicado o en un silencio fúnebre", según
el ex ministro de Salud Camilo González Posso, actual director del Instituto de
Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz).
Para evitarlo, el gobierno tiene que reconocer que ahora está tratando con la
insurgencia, y no con milicias que dicen apoyar al Estado, al gobierno y los
negocios, agregó.
Hay "tres falacias de la política del presidente Uribe que están llevando a la
crisis la mesa de negociación": que el ELN está derrotado, que es
narcotraficante, como comienza a afirmar el Ejecutivo, y que éste se trata, como
necesita el gobierno, de un proceso simétrico al de los paramilitares, dijo a
IPS.
"Lo que amenaza las negociaciones con el ELN no es la terquedad" de esa
guerrilla, como dice el Poder Ejecutivo, "sino que no se trata de una
negociación estratégica para el gobierno", pues la estrategia militar de choque
es contra las FARC, señaló el director de Indepaz.
En efecto, para los gobiernos colombianos, su "enemigo principal" parecen ser
las FARC, una insurgencia campesina surgida el mismo año que el ELN pero con
hondas raíces históricas en la longeva confrontación fratricida. Contra ellas
enfila el ejército colombiano, el tercero en el mundo con mayor financiación
estadounidense.