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Haití
"Depongan las armas o mueran"
Roberto Bardini
Bambu Press
El 23 de agosto de 2006, dos ciudadanos estadounidenses que se encontraban de
visita en Haití observaron desde pocos metros de distancia cómo soldados
brasileños de la Misión de Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (Minustah),
dependiente de la ONU, atacaban uno de los barrios más pobres de Puerto
Príncipe, la capital.
El activista del Comité de Acción por Haití, Ben Terrell, de San Francisco, y el
empleado de correos jubilado David Welsh, de Berkeley, viajaron al país caribeño
para evaluar si las condiciones de vida de la población habían mejorado bajo la
presidencia de René Préval, quien había asumido en febrero de ese año tras unas
cuestionadas elecciones.
Welsh y Terrell llegaron con la intención de entrevistar a los pobladores de
Cité Soleil, un barrio a orillas del mar al que describieron como
"desesperadamente pobre" y en el que habitan 300 mil personas rodeados de zanjas
con aguas negras, que unas semanas antes había sido atacado por fuerzas de la
ONU. Vieron una iglesia, un centro médico y una escuela que habían sido
totalmente destruidos por fuego de artillería.
Ninguno de los dos se imaginaba que ese día se efectuaría otra incursión armada
y que ellos terminarían filmando y fotografiando a "cascos azules" brasileños
que llegaron en cuatro vehículos blindados y comenzaron a disparar. Uno de los
soldados les hizo señas para que se apartaran de la línea de tiro para poder
seguir haciendo fuego.
"Había actividad en los puestos del mercado frente a las casas y mucha gente en
la calle, incluidos niños", relató Welsh de regreso a Estados Unidos. Y Terrell
declaró: "La ONU no está diciendo la verdad. Cuenta que la población de los
vecindarios dispara primero. Eso no es lo que vimos y no es lo que se nos había
dicho. Las llamadas ‘fuerzas de paz’ están desempeñando un papel muy
destructivo".
La información fue divulgada en septiembre del año pasado por Judith Scherr, una
periodista de San Francisco, colaboradora de Znet en Español, una revista
electrónica "opuesta a todas opresiones", que publica artículos de Noam Chomsky,
Michael T. Klare, James Petras, Greg Palast, Robert Fisk y Michael Moore.
Sin novedad en el frente
Inexplicablemente la radio, la televisión y la prensa escrita divulgan poca
información sobre lo que sucede en Haití. En junio de 2004 los "cascos azules"
de la ONU reemplazaron a 3.600 soldados de Estados Unidos, Francia y Canadá que
habían invadido el país luego del derrocamiento del presidente Jean Bertrand
Aristide, un sacerdote partidario de la Teología de la liberación, que fue el
primero en la historia del país en ser elegido democráticamente (1995-1996 y
2001-2004) y que hoy vive exiliado en Sudáfrica.
Actualmente la Misión de Naciones Unidas para la Estabilización de Haití está
integrada por 6.800 efectivos de 21 países, de los cuales nueve son
latinoamericanos: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Guatemala,
Paraguay, Perú y Uruguay. En orden de importancia, la mayoría de operaciones las
encabezan 1.200 soldados brasileños, 800 uruguayos, 600 argentinos y 570
chilenos.
El jefe de la Minustah es el general Carlos Alberto Dos Santos Cruz, el cuarto
militar brasileño al mando de los "cascos azules". El segundo jefe es el general
chileno Eduardo Aldunate, ex oficial en las Fuerzas Especiales de la Central
Nacional de Inteligencia (CNI), creada durante el régimen de Augusto Pinochet y
disuelta en 1990.
El premio Nobel de la Paz argentino, Adolfo Pérez Esquivel, que en abril de 2005
encabezó una delegación internacional que viajó a Haití en representación de 15
organizaciones, ha denunciado que mil 200 personas fueron muertas en el primer
año de operaciones de las fuerzas de paz. "La situación es muy crítica y hay
todo tipo de dificultades, como bandas armadas de policías, narcotraficantes o
delincuentes comunes que se enfrentan en intensos tiroteos en las calles",
declaró a la agencia IPS.
Una "nueva experiencia"
El 7 de febrero pasado alrededor de cien mil haitianos reclamaron en Puerto
Príncipe el retiro de las fuerzas de paz y el regreso del ex presidente Aristide.
También recordaron a las víctimas del 6 de julio de 2005 y el 22 de diciembre de
2006 en Cité Soleil -donde viven muchos partidarios del mandatario derrocado-
cuando los "cascos azules" abrieron fuego sobre civiles desarmados. En la
primera ocasión murieron 26 personas y en la segunda más de 30, incluyendo
mujeres y niños.
Una semana después, general brasileño Carlos Alberto Dos Santos Cruz fue
entrevistado por la red venezolana de televisión Telesur y advirtió: "No
admitiremos que las tropas de la ONU sean atacadas".
Lo que llama la atención en el caso haitiano es que, a diferencia de otras
misiones militares de la ONU -que generalmente interviene para verificar el cese
al fuego cuando los bandos enfrentados han depuesto las armas- la Minustah
participa en combates casi diarios y parece haber tomado muy en serio la amenaza
que el presidente Préval lanzó en febrero del año pasado a sus opositores:
"Depongan las armas o mueran".
"Es una nueva experiencia en las labores de paz de la ONU", dijo David Wimhurst,
vocero de la misión de la ONU, el 10 de febrero. "No ha sido fácil, pero estamos
logrando progreso".
Cinco días después, los 15 miembros del Consejo de Seguridad renovaron por
unanimidad el mandato de los "cascos azules" por ocho meses más, es decir hasta
octubre. La resolución ordena a la Minustah "continuar aumentando el ritmo de
sus intervenciones en apoyo a la Policía haitiana contra las bandas armadas
[...] para restaurar la seguridad".