Latinoam�rica
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Dan Mitrione y los Tupas
"En una �poca de universal enga�o, decir la verdad
constituye un acto revolucionario"
George Orwell
Mensaje de la 36
Los periodistas de los grandes medios de comunicaci�n entrevistan a diario al
ministro de Ganader�a uno de los l�deres hist�ricos de los Tupamaros. En la
proximidad de la visita del Presidente de los Estados Unidos,
George W. Bush al Uruguay la pregunta que se repite a Mujica es la
misma �Qu� opina Mujica del viaje de Bush a Uruguay?
La respuesta intenta ser esquiva una y otra vez, pero en todo caso siempre
es parecida y complaciente.
Seg�n las "Actas Tupamaras" en el a�o 1969 en ocasi�n de la visita de
Rockefeller a Uruguay los Tupamaros le dieron la bienvenida
incendiando el local administrativo y los veh�culos que preve�a la General
Motors.
Eran tiempos en que los Tupamaros eran antiimperialistas y la presencia
de un emisario de Washington bastaba para realizar acciones como estas.
En cambio ahora cuando los Tupamaros ya no son un pu�adito y tienen mucho
poder en el gobierno progresista, y la visita es la del emperador les
extienden una alfombra roja.
La historia de los Tupamaros de estos que est�n en el gobierno tambi�n
est� ligada a un polic�a norteamericano integrante de la CIA y uno de los
escasos agentes ajusticiados por guerrilleros.
El departamento de Estado norteamericano contrat� en 1960 a un polic�a de
Indiana para ense�ar a las t�cnicas de la tortura ("advance
counterinsurgency techniques") en el Cono Sur.
Entre los a�os 1960 y 1967 Mitrione trabajo en el Brasil.
Despu�s regres� a los Estados Unidos y transmiti� sus experiencias con la,
US Agency for International Development.
En 1969 vino para Uruguay, como empleado del Office of Public
Security (OPS) de la USAID.
En nuestro pa�s Mitrione ense�� y aplic� el uso de la tortura contra los
guerrilleros Tupamaros.
Aunque la tortura ya se utilizaba en Uruguay antes de la llegada de
Mitrione, es claro que el uso de la misma aument� y se perfeccion� a causa
de la influencia del polic�a norteamericano. Durante la presencia de Mitrione
en el pa�s la tortura se uso tan frecuentemente que el Senado de
Uruguay se denunci� en un intento de una investigaci�n que concluyo que la
tortura contra los Tupamaros lleg� a ser "normal y habitual", "frequent
and occurrence inflicted upon as well as others."
Manuel Hevia Cosculluela era un doble agente Cubano. El trabaj� como
agente de la CIA con Mitrione en Uruguay. A�os despu�s,
desde Cuba, el escribi� sus experiencias en su libro "Pasaporte 11333:
Ocho A�os con la CIA" y revel� mucho sobre la manera de trabajar de
Mitrione.
Dan Mitrione fue secuestrado por los Tupamaros en Julio 1970. Los
Tupamaros exigieron la liberaci�n de 150 prisioneros para salvar su vida.
Con el apoyo de Richard Nixon, el gobierno de Uruguay rehus� el
canje y encontraron el cuerpo de Mitrione ajusticiado por el MLN
el 10 de agosto en el d�a de su cumplea�os.
La historia de Dan Mitirione es el trasfondo de la pel�cula State of
Siege, que simpatiza con los Tupamaros y critica el gobierno
Americano para su papel en la pol�tica de Uruguay, dirigida por Costa
Gavras.
En su libro Pasaporte "11333: Ocho a�os con la CIA" el cubano Manuel
Hevia relata su v�nculo con DAN ANTHONY MITRIONE como responsable de
la agencia de la CIA en Montevideo.
En los informes de Hevia aparecen algunos miembros del "Escuadr�n
de la muerte" y varios oficiales de la Jefatura de Polic�a y del Ej�rcito
todos ellos con sus respectivas identidades verdaderas.
A principios de 1970 Cantrell me dio cita en su casa de Montevideo
con el fin de comunicarme su pr�xima partida rumbo a Washington motivada
por su nombramiento para un nuevo cargo.
Hablamos largamente en torno a la situaci�n de Uruguay y a la m�a en
particular.
El norteamericano preve�a que, a lo sumo, yo podr�a permanecer en Punta del
Este otro a�o m�s. Ya demasiados integrantes del aparato paralelo y de la
Direcci�n de Informaci�n e Inteligencia me ubicaban en mis verdaderas funciones
y esas cosas a la larga trascienden, lo que no me permitir�a seguir en la
Secci�n Pol�tica.
Cantrell contemplaba tres alternativas. Si deseaba regresar a Estados
Unidos, no tendr�a el menor problema en obtener la ciudadan�a
transcurrido el tiempo necesario y, mientras tanto, la CIA se encargar�a
de mantenerme en actividad. Si decid�a permanecer en Uruguay, pod�a
seguir en el giro gastron�mico, aunque para contar con el apoyo de "nuestro
programa" y seguir en la Secci�n Pol�tica, tendr�a que abandonar la zona de
Punta del Este, donde alguien que no estuviese "quemado" me
reemplazar�a.
La tercera variante consist�a tambi�n en permanecer en Uruguay, donde la
situaci�n econ�mica continuaba deterior�ndose, regresar a mi antiguo cargo en la
Misi�n, pero conservando los lazos con "nuestro programa". Ellos
manten�an las mejores relaciones con el nuevo jefe de la Divisi�n de Seguridad
P�blica, Dan Mitrione, quien hab�a sustituido a Saenz unos meses
atr�s.
Por �ltimo, quedaba mi alternativa, la real y por la cual pude escribir mis
memorias: en el propio Uruguay contactar�a a otro agente de la Seguridad
cubana, quien tambi�n hab�a sido reclutado por la CIA para realizar
espionaje en ese pa�s.
La primera noticia de Mitrione la tuve pocos d�as antes de la partida de
Saenz.
Cantrell estaba muy satisfecho. Confiaba en poder realizar una labor
mucho m�s eficaz ahora, al desembarazarse del inestable Asesor Jefe. Conoc�a
superficialmente a su sustituto pero qued� muy impresionado por su historia, ya
que en Brasil hab�a tenido una participaci�n destacada.
Tambi�n pude conocer en esta etapa al sustituto de Cantrell, el se�or
Richard Mart�nez, indiado oriundo de Nuevo M�xico. A partir de ese
momento �ste ser�a mi nuevo jefe.
La partida de Noriega fue mucho m�s precipitada. Se produjo d�as antes de
haberse hecho p�blico el hallazgo de la centralita telef�nica clandestina que le
fuera colocada tanto a la Embajada sovi�tica como a otras sedes diplom�ticas del
barrio Pocitos.
Cuando Noriega abandon� el pa�s, ya hab�a indicios relativos a que los
sovi�ticos sospechaban algo. La centralita fue colocada por t�cnicos de la
propia Secci�n Pol�tica, en tanto los trabajos de aseguramiento fueron
realizados por el personal del aparato operativo bajo las �rdenes directas de
�ste.
Era cierto que Juan se hab�a tornado descuidado, pues hab�a actuado al
descubierto y por ende aniquilado futuras actividades. Todo el personal que
utiliz� fue norteamericano, con la �nica excepci�n de Lemos Silveira.
Esta tarea hab�a sido clasificada de ultrasecreta.
Incluso hasta el siempre bien informado Bardesio s�lo supo que Lemos
realizaba un trabajo de gran importancia.
Tambi�n Bernal estaba por irse. En menos de un a�o se renov� a todo el
personal yanqui de la Misi�n. Hab�an permanecido cuatro a�os en Uruguay.
Sus nombres aparec�an con demasiada frecuencia en las acusaciones de la prensa
progresista. Estaban gastados.
Al principio ve�a poco a Mart�nez, pues estaba ocupado con su proceso de
ambientaci�n. Yo por mi parte, estaba atareado en Maldonado. La temporada
hab�a sido p�sima y me ve�a a punto de quebrar, pese a la considerable ayuda del
due�o de un aserradero local. Est�bamos muy endeudados y no quer�amos seguir
abusando de la generosidad de aquel amigo. Por otro lado yo consideraba cumplida
la misi�n y opinaba que deb�a regresar a Montevideo.
Personalmente no ten�a problemas econ�micos, con la limitante de no poder
aportar mis ingresos v�a CIA, ya que no ten�a forma de justificarlos. Las
reglas en ese sentido eran muy severas. S�lo en una ocasi�n, desobedeciendo a
Cantrell, liquid� una deuda del negocio para seguir la aventura
gastron�mica.
Mart�nez por fin me acompa�� a ver a Mitrione, con quien depart�
por espacio de dos horas. Sus ojos parec�an de pl�stico, miraban sin vida.
Mitrione me explic� cu�les ser�an mis funciones, extendi�ndose en torno a
los cambios que habr�an de producirse respecto a m�todo y enfoque.
Del desarrollo de esta entrevista, y de charlas posteriores con Mart�nez,
resultaba obvio que los norteamericanos consideraban concluida la primera fase
de su trabajo en Uruguay. La Direcci�n de Informaci�n e Inteligencia ya
estaba consolidada. Hasta a Otero lo hab�an eliminado. La infiltraci�n y
el dominio de la Jefatura de Montevideo y del Ministerio del Interior
eran satisfactorias.
Hasta ese momento se hab�an celebrado cerca de seis cursos de entrenamiento y
sentado las bases para la penetraci�n en el interior de la Rep�blica. Los
programas de radio comunicaciones estaban en marcha. Los hombres de la primera
etapa estaban quemados y consecuentemente eran sustituidos.
En cuanto a m�, a�n pod�a asumir funciones importantes en la Jefatura, siempre
que evitara sobresalir y destacarme. Mart�nez no s�lo sustituir�a a
Cantrell, sino tambi�n a Bernal, en cuanto llegara el sustituto de
�ste, a cuyo arribo Mart�nez conserv� Investigaciones y Entrenamiento,
que pasaba as� al �mbito directo de la CIA.
Se decidi� entonces mi regreso a la Misi�n. A pesar de haber conocido ya a
Mitrione, Bernal me acompa�� a la Embajada para present�rmelo. Estos
equ�vocos fueron la constante en estos a�os. Hablamos diez minutos en presencia
de C�sar y estudiamos la posibilidad de mi reingreso a la oficina en la
jefatura.
En los d�as previos al amotinamiento, sostuve otra entrevista con Mitrione.
En ella me explic� que el cambio de m�todo exig�a que �l y los dem�s asesores se
hicieran ver lo menos posible por la Jefatura. Yo estar�a al frente de esa
oficina y mi tarea consistir�a en cooperar con Mart�nez en los cursos,
atender a los funcionarios policiales y servirle a �l de intermediario.
El nuevo asesor se reservaba como tarea principal el adiestramiento de ciertos
oficiales y polic�as en la t�cnica de interrogatorios a detenidos pol�ticos. Por
Cantrell sab�a que esa hab�a sido su principal actividad en Brasil.
Mitrione iba a dirigir personalmente el adiestramiento especial, por lo que
el mismo no se efectuar�a en la jefatura. Eso s�, asistir�a peri�dicamente a las
oficinas de Inteligencia y a las celdas pol�ticas para supervisar las pr�cticas.
Hab�amos obtenido una casa en Malv�n, la cual reun�a los requisitos
m�nimos: s�tano adaptable a modo de peque�o anfiteatro, provisto de aislantes a
prueba de sonidos, garage con puerta interior a la residencia y vecinos
distantes.
A partir de ese momento Mitrione comenz� a transformarse hasta
convertirse en un perfeccionista, que lo verificar�a todo personalmente. �Hasta
cada parte de la instalaci�n el�ctrica! Pero volvamos otra vez a la casa. Deb�a
poner un tocadisco a todo volumen en el s�tano le encantaba la m�sica hawaiana
mientras permanec�a sentado en la sala, pero satisfecho, pues no logr� escuchar
nada. A pesar de todo no era suficiente. Hubo que disparar tambi�n con una
Magnum.
Bien, muy bien -dijo-. Esta vez tampoco pude percibir nada en absoluto. Ahora,
qu�date t�, mientras voy al s�tano. Y as� hasta el infinito.
El curso especial se realiz� por grupos de no m�s de una docena de alumnos. El
primero se constituy� con antiguos agentes, de reconocido cr�dito, adscritos a
la Direcci�n de Informaci�n e Inteligencia. Para el segundo se seleccionaron
oficiales graduados de la Academia de Polic�a de Washington, y
asimismo se reservaron cuatro plazas para las jefaturas de Cerro Largo,
Maldonado, Rivera y Salto. A sus candidatos no se les exigi� la condici�n de
egresados de la Academia, pero s� la de haber participado en alguno de los
cursos de entrenamiento ofrecidos localmente por la Misi�n, as� como tener sus
fichas psicol�gicas actualizadas.
Richard Mart�nez era el encargado de completar la matr�cula del tercer
curso especial, presuntamente, con miembros del aparato paralelo. Se habl� de la
futura participaci�n de oficiales de las Fuerzas Armadas uruguayas y ya exist�a
una coordinaci�n al respecto entre la Misi�n Militar y la CIA, pero no se
hab�a concretado todav�a la manera de llevar "el pan de la ense�anza" a
ese sector.
Sin embargo, algunos militares interesados por su superaci�n cultural y
profesional, movieron influencias y lograron su inclusi�n en el primer grupo.
Ese es el caso del coronel Buda, espec�ficamente. El coronel Hontou
y un tal De Michelis, teniente coronel, tambi�n obtuvieron matr�culas en
el primer grupo, pero por alguna raz�n fueron sustituidos por un capit�n de
Paysand� y otro oficial del interior.
Las clases comenzaron insinuantes: anatom�a y descripci�n del funcionamiento del
sistema nervioso humano, psicolog�a del pr�fugo y psicolog�a del detenido,
profilaxis social, nunca llegu� a saber en qu� consist�a y la considero un
elegante eufemismo para evitar otra denominaci�n m�s severa, etc�tera.
Pronto las cosas tomaron un giro desagradable. Como sujetos de las primeras
pruebas se dispuso de tres pordioseros, conocidos en Uruguay como "bichicomes",
habitantes de los suburbios de Montevideo, as� como de una mujer,
aparentemente de la zona fronteriza con Brasil. No hubo interrogatorio,
sino una demostraci�n de los efectos de diversos voltajes en las partes del
cuerpo humano, as� como el empleo de un vomitivo, no s� por qu� ni para qu�, y
otra sustancia qu�mica.
Los cuatro murieron.
En el transcurso de estas primeras pruebas, el oficial Fontana fue
separado del curso y por toda explicaci�n se adujo el ingreso de los militares,
en tanto se anunciaba su participaci�n para el siguiente. En realidad Fontana
demostr� tener un est�mago d�bil. Qui�n lo hubiera dicho �Fontana!, el
terrible torturador de los tiempos de Otero.
Pero no era para menos. Lo que ocurr�a en cada clase, era de por s� repulsivo.
Lo que les daba un aire de irrealidad, de particular horror, era la fr�a y
pausada eficiencia de Mitrione; su vocaci�n docente, su atenci�n a los
detalles, lo exacto de sus movimientos, el aseo e higiene que exig�a a todos,
tal como si estuviesen en la sala de cirug�a de un moderno hospital.
Insist�a en la econom�a del esfuerzo, como �l lo llamaba. Ning�n gasto in�til.
Ning�n movimiento fuera de lugar. Para eso estaba la sesi�n previa del
ablandamiento. Que toda acci�n estuviese encaminada al resultado final de
obtener informaci�n. Le molestaba la fricci�n con que Buda manipulaba los
genitales masculinos. El lenguaje soez de Macchi le resultaba chocante:
"Comisario le se�alaba, es m�s apropiado si nos referimos a esas partes por
su nombre correcto. Le rogar�a mantuviera la digna disciplina del buen
funcionario policial".
En el transcurso de las clases, tambi�n se discut�an los interrogatorios que los
alumnos llevaban a cabo en la Jefatura, y se se�alaban aciertos y errores.
Gradualmente las clases de la calle Rivera hab�an ido alcanzando un nivel
de espanto dentro de su atm�sfera de asepsia cl�nica. Con el tiempo llegaron a
efectuarse all� interrogatorios verdaderos. S�lo describo los de pr�ctica, ya
que prefiero no referirme a los reales. Afortunadamente s�lo presenci� dos de
estos interrogatorios ver�dicos. La limitante de mis viajes desde Maldonado
as� lo determin�. Por otra parte, desde hac�a tiempo andaba en otros trajines.
En el h�medo invierno uruguayo de 1970 tuve la oportunidad de atravesar la
barrera lac�nica de Dan Mitrione. Hab�a llegado harto tarde de
Maldonado y, en vez de dirigirme a la Embajada, lo llam� a su casa. Me pidi�
que lo fuera a ver.
Nos sentamos frente a frente en una salita de su acogedora residencia. Todav�a
hoy no s� el motivo por el que me pidiera que lo fuera a ver; durante tres horas
nos limitamos a tomar unas copas y a conversar sobre su filosof�a de vida.
Mitrione consideraba el interrogatorio un arte complejo. Primero deb�a
ejecutarse el per�odo de ablandamiento, con los golpes y vej�menes usuales. El
objetivo perseguido consist�a en humillar al cautivo, hacerle comprender su
estado de indefensi�n, desconectarlo de la realidad. Nada de preguntas, s�lo
golpes e insultos. Despu�s, golpes en silencio exclusivamente.
S�lo despu�s de todo esto, el interrogatorio. Aqu� no deb�a producirse otro
dolor que el causado por el instrumento que se utilizara.
Dolor preciso, en el lugar preciso, en la proporci�n precisa elegida al efecto.
Durante la sesi�n deb�a evitarse que el sujeto perdiera toda esperanza de vida,
pues ello podr�a llevarlo al empecinamiento.
Siempre hay que dejarles una esperanza una remota luz.
Cuando se logra el objetivo, y yo siempre lo logro, me dec�a, puede ser oportuno
mantener un rato m�s la sesi�n o aplicarle otro ablandamiento, pero ya no para
extraer informaci�n, sino como arma pol�tica de advertencia para crear el sano
temor a inmiscuirse en actividades disociadoras.
Luego me expresaba c�mo, al recibirse un sujeto, lo primero que se hac�a era
determinar su estado f�sico, su grado de resistencia mediante un exhaustivo
examen m�dico.
Una muerte prematura subrayaba, significar�a el fracaso del t�cnico.
Otra cuesti�n importante consist�a en saber a ciencia cierta hasta d�nde se
pod�a llegar en funci�n de la situaci�n pol�tica y de la personalidad del
detenido. Dan prosegu�a alucinado, necesitaba una audiencia que hab�a encontrado
en m�. Y continuaba: "Es important�simo saber con antelaci�n si podemos
permitirnos el lujo de que el sujeto muera". Fue la �nica vez que en
aquellos meses sus ojos pl�sticos cobraron alg�n brillo.
Por �ltimo Mitrione concluy�:
Pero ante todo: eficiencia. Causar solamente el da�o que sea estrictamente
necesario, ni un �pice m�s. No dejarnos llevar por la ira en ning�n caso. Actuar
con la eficacia y la limpieza de un cirujano, con la perfecci�n del artista. Es
�sta una guerra a muerte. Esa gente es mi enemiga. Este es un duro trabajo,
alguien tiene que hacerlo, es necesario. Ya que me toc� a m�, voy a hacerlo a la
perfecci�n. Si fuera boxeador, tratar�a de ser campe�n del mundo, pero no lo
soy. No obstante, en esta profesi�n, mi profesi�n, soy el mejor.
Fue nuestra �ltima conversaci�n. Antes de partir vi a Dan Mitrione una
vez m�s, pero ya no ten�amos nada que conversar.
Escrib�a Manuel Hevia en La Habana, durante el mes de junio de 1972
Ahora en el mes de febrero del 2007 el nombre de Dan Mitrione esculpido
en la pared de la Escuela de Polic�a de la Academia Nacional del FBI,
lo revela como un "h�roe que perdi� su vida por defender los valores
democr�ticos". Durante su entierro, el 15 de Agosto de 1970 le rindieron
homenaje por ser el hombre que "sacrific� su vida por el desarrollo pac�fico
del mundo occidental y hasta Frank Sinatra y Jerry Luis le dedicaron canciones
como a un "hombre perfecto y gran humanista".
Mientras tanto en el otro extremo del continente americano, en Uruguay,
Montevideo, mucha gente militante de izquierda coment� con alivio en aquellos
a�os que por fin hab�a sido ajusticiado uno de los torturadores m�s grandes en
toda la historia del Uruguay.
Daniel Mitrione para parecer un habitante com�n y corriente, aparec�a
como un t�pico norteamericano de los que llegaban a Montevideo para trabajar en
una organizaci�n o compa��a estadounidense de las que se instalaron aqu� en los
a�os 60.
Su llegada no provoc� ning�n comentario. Era un hombre tranquilo y en su barrio
lo conoc�an como un padre perfecto y respetuoso con sus vecinos sin acercarse
demasiado a ninguno de ellos. Se sab�a que era un representante de la Agencia
del Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID) y era normal
que tuviera carro con chofer asignado por el gobierno uruguayo.
Para los empleados de la USAID, Mitrione era el jefe de la
Oficina de la Seguridad P�blica con oficinas instaladas en el
edificio central de la polic�a. Su trabajo consist�a en instruir a la polic�a
uruguaya a base de la tecnolog�a y m�todos norteamericanos para lograr su mayor
efectividad en la lucha contra el crimen. Sin embargo los delincuentes comunes
no le interesaban. Era el final de los a�os 60 y el comienzo de los a�os 70.
Uruguay atravesaba una severa crisis econ�mica bajo el gobierno de Jorge
Pacheco Areco 1967 1972. El famoso acuerdo de austeridad, control fiscal
firmado en 1968 con el Fondo Monetario Internacional sumergi� al pa�s en
el caos con m�s de 7,000 huelgas de trabajadores, marchas de protesta, censura
de la prensa, y para el colmo del gobierno, los Tupamaros, llamados por el
pueblo los Tupas hab�an incrementado sus acciones. Eran estos
revolucionarios que dejaban sin paz y frecuentemente sin sue�o a Dan Mitrione.
No sab�a mucho de los Tupas y trataba de descifrar qu� es lo que los motivaba y
como pod�an subsistir en condiciones de extrema represi�n sin llegar a contestar
a la violencia del gobierno con la violencia revolucionaria.
Se limitaban a hacer p�blicos los decretos y acuerdos m�s secretos del gobierno
uruguayo, secuestraban a los funcionarios m�s corruptos del gobierno y los
somet�an al Juicio Popular. Tambi�n divulgaban el rol de los Estados Unidos
y de la CIA en la ola represiva y en la violaci�n de los m�s m�nimos
derechos humanos en el Uruguay. Denunciaban el abuso y robaban los bancos
para financiar su accionar. Los ricos pon�an el grito al cielo y exig�an la mano
dura, el estado de sitio y el fin para los Tupas.
Con el tiempo, Dan Mitrione logr� formar un escuadr�n operativo de
polic�as selectos e instruidos por �l mismo y as� supo que el Movimiento
de Liberaci�n Nacional, Tupamaros empez� a gestarse desde 1963
cuando su l�der, Ra�l Sendic escribi� un art�culo titulado, "Esperando
al Guerrillero".
Mitrione conoci� que Ra�l Sendic hab�a viajado a Cuba en 1960
y a su regreso al Uruguay reorient� su m�todo de lucha sindical hacia la
revoluci�n guerrillera.
La invasi�n norteamericana a Santo Domingo en 1965 y la ruptura de
relaciones del Uruguay con Cuba aceleraron el proyecto de
Sendic de formar la organizaci�n clandestina, el Movimiento de Liberaci�n
Nacional, Tupamaros.
Dice que despu�s del interrogatorio de uno de los tupas detenidos, Daniel
Mitrione record� que su experiencia en la Rep�blica Dominicana en
1965 durante la invasi�n norteamericana fue reveladora. Fue all� donde qued�
convencido que la tortura a los subversivos detenidos, daba resultados m�s
efectivos que un lento proceso de infiltraci�n.
En una conversaci�n con el agente de la CIA, el cubano Manuel Hevia
Cosquilluela que estuvo de acuerdo con el que el interrogatorio era un
arte y requer�a un profundo conocimiento de psicolog�a humana y la lectura de
Freud y Jung.
Le dec�a a Manuel Hevia que el ser humano m�s fuerte tambi�n era
vulnerable. El truco era lograr un dolor exacto en la parte precisa del cuerpo
humano administr�ndole una descarga el�ctrica de acuerdo a su condici�n f�sica.
Para esto tambi�n se necesitaba la presencia y participaci�n de un m�dico.
Le cont� a Hevia su experiencia en el Brasil donde se entrenaba a
la polic�a, torturando a vagabundos. As� logr� su primer invento, la silla para
los choques el�ctricos, bautizada por la polic�a brasile�a como la "silla del
drag�n" Aprendi� la t�cnica de producir la contradicci�n m�xima entre el
cuerpo del detenido y su mente, utilizando una descarga el�ctrica precisa en el
punto m�s vulnerable del ser humano.
Aquella sensaci�n no solamente produc�a un dolor extremo al preso sino la
sensaci�n de humillaci�n de no poder controlar los movimientos del cuerpo que
exig�a a la mente la rendici�n y sumisi�n para salir del infierno de dolor que
segu�a intensific�ndose implacablemente.
La noche el 30 de Julio de 1970 al regresar a la casa, Dan Mitrione
sent�a que estaba acerc�ndose al n�cleo de los Tupas. Ya ten�a unos 150
detenidos, algunos en el s�tano de su casa donde ten�a una habitaci�n
herm�ticamente cerrada, a prueba del sonido, donde daba clases de tortura usando
a mendigos de Montevideo. Lo que no intuy� esa noche es que los Tupas ya hab�an
llegado a �l y decidido acabar su carrera de torturador. Al d�a siguiente, a
unas cuatro cuadras de su casa, el paso de su carro fue cortado sorpresivamente
por un autom�vil del cual salieron tres hombres que dejaron inconsciente a su
chofer y trasladaron a Mitrione a otro auto que desapareci� en las calles
de Montevideo. No se resisti�, sin embargo, en el ajetreo del traslado
fue herido en el hombro. Despu�s de unos cuantos minutos ya estaba en la
C�rcel del Pueblo de los Tupamaros recibiendo atenci�n m�dica.
En los primeros d�as de cautiverio se sent�a altanero y seguro de si mismo.
Sab�a que los Tupas exclu�an la tortura y los malos tratos.
Como un oficial de polic�a sab�a que el gobierno de Norteam�rica no acostumbraba
de intercambiar presos para salvar la vida de un polic�a. Pero como oficial de
la CIA ten�a la esperanza de un posible canje. Reci�n al quinto d�a de su
detenci�n, el d�a 4 de Agosto, cuando cumpli� 50 a�os, entendi� que el
presidente Richard Nixon, no ordenar�a al gobierno de Areco Pacheco,
liberar a los 150 Tupas detenidos para salvar la vida de Daniel Mitrione.
Se abland� entonces el "m�stico" de la tortura e inclusive se enfrasc� en
discusiones ideol�gicas con sus captores.
Ten�a la esperanza de que salvar�a su vida.
Sin embargo, la ola de represi�n que desat� el gobierno, nunca vista en el pa�s,
para encontrar a Mitrione, aceler� su destino final. El 10 de agosto de
1970 fue ejecutado por decisi�n un�nime de los l�deres del movimiento y su
cuerpo fue encontrado en la ma�ana en un auto robado.
Mitrione no pudo enterarse que su confidente, el agente de la CIA,
Manuel Hevia Cosculluela, era en realidad un agente de la Seguridad de
Estado de Cuba que despu�s regres� a su tierra natal y escribi� el libro,
"Pasaporte 11333: Ocho A�os con la CIA", describiendo sus charlas con Dan
Mitrione. Tampoco pudo saber Mitrione que su hijo, Dan A. Mitrione
Jr. sigui� su carrera y termin� en la misma Escuela de Polic�a de
la Academia Nacional del FBI como agente antinarc�ticos pero tuvo un
triste final cuando en 1985 fue sentenciado a 10 a�os de prisi�n por tener en su
posesi�n 10 libras de coca�na y 850 cincuenta mil d�lares en efectivo.
MUCHO MENOS SE PUDO ENTERAR DAN MITRIONE QUE SUS CAPTORES Y EJECUTORES LOS
TUPAMAROS ALCANZARON EL GOBIERNO URUGUAYO.
Y SE HICIERON UNA AUTOCR�TICA POR AQUELLA ACCI�N DE JUSTICIA POPULAR EN LA QUE
�L PERDIERA LA VIDA.
UNA MANERA DE EXPRESAR EL ARREPENTIMIENTO DEL PASADO ES RECIBIR HOY CON UNA
ALFOMBRA ROJA AL EMPERADOR IMPERIALISTA.