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Latinoamérica

Perú, 6 meses de lo mismo

Gustavo Espinoza m.

En los próximos días se cumplirán seis meses de gobierno aprista sin que el Perú haya advertido cambios sustantivos en la política de sometimiento y servilismo que caracterizara a los regímenes precedentes. Más allá de las palabras, en efecto, la administración actual no se ha diferenciado en absoluto de los lineamientos básicos heredados de Alejandro Toledo los que, a su vez, fueron también heredados de Alberto Fujimori.

Y es que resulta cada vez más evidente que el accionar de los gobiernos en nuestro país no se rige por la voluntad de los peruanos ni su política tiene que ver con los temas que agobian cada día a nuestra población. Hoy como ayer, lo que preocupa a los inquilinos de la Casa de Pizarro es quedar bien con el Imperio, proteger los designios del Gran Capital y descargar los efectos de la crisis sobre los escuálidos hombros de la población.

Como en lustros anteriores, ahora también los indicadores formales de la economía resultan engañosos. Hay una inflación mínima, un razonable equilibrio de la balanza de pagos, un crecimiento sostenido del PBI, una tasa de empleo regulada y un nivel de salarios que se mantiene en el tiempo. Porque eso es así, los ricos viven contentos y los sicofantes del régimen hablan hasta por los codos del "bienestar nacional", confundiendo los suyos con los de la gran mayoría de peruanos.

La realidad no resulta compatible con las cifras formales. Baste citar, para el efecto, algunos indicadores básicos: cada año, por ejemplo, nacen en el Perú 660 mil niños. De ellos, un tercio -es decir 220,000- son producto de vientres enfermos, atosigados por tuberculosis, desnutrición, drogadicción, hepatitis o SIDA. Se trata de niños que vienen al mundo con graves deformaciones y con insuficiencias de orden cerebral que los condenan al retorno irreversible. Esos niños, por lo general, mueren antes de cumplir diez años, pero aún los que sobrepasan esa edad, no alcanzan a incorporarse  a la producción por su incapacidad física o intelectual. Se trata de personas disminuidas que vivirán lo que puedan en condición de dependencia casi absoluta, sin que el Estado haga nada por atenderlos.

Aunque las autoridades de éste y otros gobiernos subrayan siempre que en el país se crean cada año 200 mil puestos de trabajo, las mismas ocultan que anualmente la Población Económicamente Activa crece en 400 mil personas, de modo, entonces que, en lugar de disminuir la desocupación real, ella se incrementa cada año por lo menos en 200 mil plazas. Eso hace entonces que crezcan los desniveles económicos y se registren datos que suelen no consignar las encuestas: el 10% mas rico del país tienen en sus manos el 60% de la riqueza nacional, en tanto que las poblaciones más deprimidas –como las del Trapecio Andino en la sierra central- carecen de servicios básicos: agua, desague y luz.

Los desniveles sociales no sólo generan descontento, sino también provocan violentas tensiones sociales. En noviembre pasado, por ejemplo, todo un pueblo del sur andino –Abancay- se alzó en lucha contra las autoridades regionales y el gobierno central porque incumplieron unas y otros con atender demandas sentidas de la población. Esta vez, sin embargo, la punta de un Iceberg. Debajo de esa protesta se inscribió la demanda multitudinaria de millones de peruanos que no  acepta más vivir bajo el límite de la pobreza. Sobre todo porque en el Perú de hoy los grandes consorcios mineros obtienen ganancias cada vez más altas dado el auge creciente del precio de los minerales en el mercado mundial, pero también por los "incentivos" que otorgan los gobiernos a la llamada "inversión extranjera".

El contraste que genera esta realidad es dramático. En Cajamarca, por ejemplo, donde se ubica la mina de oro más importante de América Latina, la empresa la empresa Yanacocha asociada con la Newmont, obtuvo utilidades sin parangón en el 2006; pero en la zona, el 74.2% de la población vive en condiciones de pobreza.

Que el pueblo no está dispuesto a aceptar pacíficamente esta realidad, lo confirma el hecho que, aunque en forma desarticulada, en buena parte del territorio nacional las poblaciones combaten. En diciembre del año pasado, por ejemplo, los organismos especializados detectaron 88 "conflictos graves" derivados de esta compleja situación.

Por eso en el Perú crece la idea que los seis meses de gobierno aprista no han sido sino más de lo mismo. Una simple reiteración de todo aquello que agobia la vida de los peruanos. (fin)  

Fuente: lafogata.org