Latinoamérica
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Francisco Toledo y Oaxaca
Fernando Gálvez de Aguinaga
Toledo en el patio de su casa Foto: Ezequiel Leyva
Las recientes declaraciones del pintor Francisco Toledo, en el sentido de que en
Oaxaca vive en una especie de estado de sitio, pues en pleno centro histórico
los trabajadores del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca y sus usuarios tienen
que pasar frecuentemente por vallas policiacas o retenes intermitentes, en los
cuales deben identificarse, lo que muestra a qué grado se están vulnerando las
garantías individuales de los mexicanos y extranjeros que viven o visitan la
capital del estado.
Así también, resulta indignante el hecho de que en estos momentos se pretenda
montar una ofensiva mediática contra el artista más célebre del país por su
participación en el proyecto del Centro de las Artes de San Agustín Etla (Casa),
cuando fue el gobierno del estado el operador de la transacción en la que se
compró a una cooperativa la antigua fábrica de hilados donde se asiente ese
proyecto.
Es claro que se trata de una estrategia de hostigamiento contra la figura más
visible del Comité de Liberación 25 de Noviembre, que en los últimos meses ha
tenido que pagar muchos miles de pesos para conseguir la libertad de gente
apresada injustamente por los gobiernos federales y estatal. Las últimas fianzas
que tuvieron que cubrirse eran de familiares de los presos políticos del estado,
que fueron a su vez apresados por plantarse fuera de los penales pidiendo
condiciones justas para los reclusos y libertad para quienes son presos de
consciencia.
La lección parece clara para el maestro Toledo: nunca debió de plantear al
gobierno oaxaqueño participar en la compra del inmueble o en la puesta en marcha
del proyecto de Casa, pues el autoritarismo que ha distinguido a los gobernantes
priístas de los tres sexenios recientes en Oaxaca hace que cualquier proyecto
cultural en que el gobierno estatal participe se desarrolle con un sesgo
político.
De hecho, Casa ha visto retrasada la adecuación de sus instalaciones en
numerosas ocasiones, pues los dineros para su restauración y operación quedaron
en distintos momentos retenidos por las grillas políticas entre el gobierno de
Oaxaca (primero José Murat y luego Ulises Ruiz) y el gobierno federal. Lejos de
esos lodazales, las instituciones impulsadas por Francisco Toledo que mejor
funcionan, tanto por el nivel de las propuestas que desarrollan, el dinamismo de
sus calendarios de actividades culturales y la afluencia del público, son sin
duda las que ha desarrollado en casas de su propiedad, que no han mezclado
recursos federales con estatales: el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, el
Centro Fotográfico Manuel Alvarez Bravo y el cine club El Pochote.
A estas tres instituciones se suman otras, que si bien han sido parte
fundamental del quehacer cultural de Oaxaca de los 10 años recientes, han
sufrido crisis cíclicas por la forma torpe en que los gobiernos estatales
perciben su obligación para con dichos espacios: el Museo de Arte Contemporáneo
de Oaxaca y el Jardín Etnobotánico de Santo Domingo. Es cierto que un creador,
por muy exitoso que sea en lo económico, no puede sufragar todos los gastos que
una institución del tamaño que Casa requiere, pero también lo es que el proyecto
ha estado secuestrado por la política en varios momentos desde hace tiempo.
Testimonio de ex funcionario
Fui director del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca casi cuatro años, durante
los cuales pude confirmar desde dentro la percepción que ya tenía de las
instituciones que ha impulsado Toledo en la entidad: la vida cultural de la
ciudad, tan célebre en los años recientes a escala nacional e incluso
internacional, se debe fundamentalmente a la intensa actividad de muchos niveles
que se desarrolla desde estos centros de cultura.
La biblioteca especializada en arte y arquitectura más importante del país
(llena a diario de jóvenes, lo que es un logro en un país sin lectores), la
colección de gráfica más interesante (con obras de Durero y Gabriel Orozco,
entre otras), la única biblioteca braile de toda la entidad oaxaqueña, una
fonoteca con más de 3 mil grabaciones de música clásica, étnica y jazz, una
fábrica de papel hecho a mano con fibras naturales, una colección de más de 2
mil películas... son acervos o ramas de las tres instituciones centrales del
proyecto de Toledo.
Ni el INBA, ni el CNCA, ni la Secretaría de Cultura del Estado de Oaxaca
llevaron a cabo nunca un circuito cultural de esa importancia para los
habitantes del estado, es decir, el maestro Toledo y todas las personas que han
trabajado en estos espacios han tenido que asumir el trabajo que no han hecho
las instituciones culturales de los gobiernos: brindar una oferta cultural de
calidad al pueblo de Oaxaca y posicionar a la ciudad como una entidad cultural.
Pero el trabajo realizado por el artista juchiteco y quienes laboran con él
resulta desconocido en muchos aspectos. Por ejemplo, el acervo de miles de
películas en devedé y videocasetes con que cuenta el cine club El Pochote llegó
a tener una red de más de 150 cineclubes independientes, que mediante convenios
recibían gratuitamente préstamos de películas tanto en la ciudad como en
poblaciones muy lejanas. Recuerdo al bibliotecario de Tlaxiaco, quien en cada
visita a la capital pasaba por un ciclo de cine italiano o francés, o las
autoridades de Tlahuiltoltepec mixe, que lo mismo iban a recoger películas sobre
el bosque que discos compactos para incrementar el acervo del la fonoteca
municipal, que también fue abierta con la donación de reproductores y
grabaciones hecha por Francisco Toledo. Del mismo modo, la biblioteca del IAGO
realiza continuas donaciones a bibliotecas rurales o escolares de la ciudad de
Oaxaca. Creo que no hay una sola biblioteca de la ciudad de Oaxaca que no halla
recibido una donación de Francisco Toledo o bien de otros ciudadanos a través de
la biblioteca del IAGO.
Por lo demás, el IAGO se ha manejado con un criterio amplio de cultura, que no
se ciñe al campo del arte, y ha habido en sus espacios discusiones sobre temas
científicos, urbanísticos, ecológicos, religiosos, históricos, políticos,
culinarios y estéticos. En una misma semana puede haber en sus instalaciones una
exposición de Francisco de Goya y una charla del movimiento bicicletero,
mientras en el jardín del cine club El Pochote se realiza una conferencia sobre
los transgénicos, en el contexto del tianguis orgánico que ahí se desarrolla
todos los fines de semana; en la calle, por la noche, se proyecta un ciclo de
películas mudas musicalizadas en vivo por una banda de jazz; por la mañana, un
grupo defensor de derechos humanos dará una conferencia de prensa en el patio
del Centro Fotográfico Manule Alvarez Bravo, donde se exhibe una bienal nacional
de fotografía, en la que predominan los creadores jóvenes, aunque en una sala
hay una pequeña muestra de Kudelka.
Por las tardes se presentan libros de literatura o una revista especializada en
foto, o Jean Meyer diserta otra vez sobre los cristeros, pero ahora en Huajuapan,
algo desatendido en sus investigaciones anteriores. Lo mismo hay un recital de
guitarra de un recién egresado del conservatorio, que la presencia de Seamus
Heaney, el premio Nobel, leyendo sus poemas. En algún momento una investigadora
presenta un disco de arrullos indígenas y la ambientan mujeres mixtecas,
zapotecas y mixes que han venido a cantar para la ocasión.
Esa es la dinámica continua de estos espacios: ¿Cuántos centros culturales en el
país tienen una oferta tan variada de ideas para estimular a la ciudadanía?
¡Dónde se ve que Rembrandt inaugure la misma noche que Rogelio Naranjo una
exposición? Estas instituciones que funcionan como foros de ideas y creaciones,
junto con la defensa del patrimonio cultural y natural de la región, hicieron
que Toledo se hiciera acreedor al Premio Nobel Alternativo en 2005, galardón
para el que yo mismo integré el abultado expediente que recogía acciones y
proyectos en favor de Oaxaca, un expediente tan grueso como dos tomos de la
Enciclopedia británica.
Diferencias con Toledo
Uno puede tener desacuerdos personales con Francicsco Toledo, e incluso
polemizar públicamente con él; yo mismo lo he hecho: sus posiciones no son
siempre atinadas, pero no se puede negar su aporte fundamental a Oaxaca, no se
puede hostigar desde el poder a quien está cumpliendo una labor de promoción
cultural que el gobierno en sus distintos niveles se muestra incapaz de realizar
y siquiera de imaginar; no puede quedar impune el asedio a quien desde hace
meses se ha abocado a la causa humanitaria de defender los derechos humanos de
una población violentada desde el poder político.
En Oaxaca los actores culturales, indígenas, campesinos, académicos,
ecologistas, músicos, amas de casa, albañiles y negociantes, incluso, están
luchando por espacios que los gobiernos no han generado para la sociedad, están
luchando por una distribución más equitativa de los recursos económicos, pero
también de salud, educación, empleo y cultura. Están luchando por elecciones
transparentes y la aplicación congruente y precisa de los recursos de la
hacienda pública.
Si a uno de los personajes más célebres de México, como Francisco Toledo, se le
acosa de esa forma (desde balaceras en su casa hasta amenazas veladas del líder
del partido gobernante en la entidad, pasando por argucias legaloides para
bloquear sus proyectos culturales), imaginemos lo que está viviendo el pueblo,
apresado por razones políticas, golpeado y torturado sin piedad, asesinado y
secuestrado por grupos paramilitares, coartado en sus garantías individuales por
los gobiernos federales y estatales.
Llamo a la comunidad cultural a que nos movilicemos para defender al pueblo de
Oaxaca contra esta embestida atroz que quiere hacer de la entidad un laboratorio
de la antidemocracia mexicana.