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Hernán Aguiló, ex jefe militar del MIR, rompe el silencio tras
34 años
"No reniego de mi pasado revolucionario"
Javier Rebolledo y Boris Bezama
Nación Domingo
Las dos décadas de clandestinidad en Chile no pasaron en vano para Hernán Aguiló.
Su pausado tono y mirada taciturna imprimen en el que fuera jefe de la comisión
militar del MIR un aura propia de un ex revolucionario, quien tuvo la difícil
misión de organizar el partido en plena Operación Retorno.
En su casa de La Reina y en la primera entrevista que concede a un medio de
comunicación tras 34 años de silencio, Nancho –como le dicen sus amigos– entrega
detalles del Movimiento de Izquierda Revolucionaria y revela pasajes inéditos de
su encarcelamiento en Argentina, del que sólo pudo zafarse gracias a la ayuda de
un ministro del Gobierno de Raúl Alfonsín.
Sólo en 1992, este hombre de 60 años, uno de los más buscados por la dictadura,
legalizó sus documentos y se reinsertó en la sociedad chilena, para lo cual
debió terminar de estudiar Ingeniería en la Usach. Inmediatamente después, un
amigo suyo de derecha le brindó ayuda en el primer tiempo y lo contrató en su
empresa ambiental. Desde ahí su vida le cambió en "180 grados" y también a sus
dos hijos, con los que vivía a fines de los ’80 en plena clandestinidad. El
mayor, quien es físico de la UC, debió dar exámenes libres de los ocho años de
enseñanza básica, porque mientras estudió lo hizo bajo identidad falsa. Eso
formaba parte de la vida de los revolucionarios, de la que Aguiló no se
arrepiente de nada. "Me hago responsable de todo el accionar político y armado",
sentencia el ex dirigente mirista. Y lo hace con la convicción propia de un
hombre que está consciente de lo que significó esa guerra insensata contra los
poderosos organismos represivos de la dictadura, que tuvo gravísimos costos
humanos para cientos de combatientes idealistas que pensaban en hacer de Chile
un segundo Vietnam. "Fue un acto de voluntarismo de todos nosotros plantear que
el MIR no debía asilarse. Y Miguel Enríquez vanguardizó ese proceso", sentencia
Aguiló en su histórico mea culpa con LND.
–¿Qué significa para usted hablar públicamente después de más de tres décadas y
con el peso que debe tener para quien fuera el responsable del MIR en Chile tras
la muerte de Miguel Enríquez?
–Yo no había dado nunca una entrevista, por dos razones: una, porque es difícil
hablar después de una derrota tan profunda de los revolucionarios en Chile y
América Latina. Y dos, porque a partir de esta derrota se pueden hacer malas
interpretaciones y sacar cosas fueras de contexto.
–La historia del MIR incluye no sólo derrotas, sino también muchas muertes,
sacrificio de militantes que debieron hasta dejar a sus hijos para retornar a
Chile. ¿Cuál es el recuerdo más duro que tiene de esos años?
–Sin duda, lo humano es lo más duro. Es complicado recordar la muerte de tantos
compañeros, a muchos de los cuales les debo la vida. Yo estoy vivo porque
revolucionarios ejemplares como Anselmo Radrigán, el loro Matías, el guatón
Renato y Germán Cortés no hablaron durante la tortura. Hay otros que
sobrevivieron a la tortura y también tuvieron un comportamiento ejemplar como el
caso de Haydeé Palma. Estoy vivo por 30 ó 40 personas que tuvieron un
comportamiento ejemplar.
–En sus comienzos como militante, ¿pensó alguna vez que iba a terminar viviendo
en un país capitalista?
–Entré al MIR en 1968 y después de egresar de Ingeniería de la Universidad
Técnica decidí profesionalizarme y dedicarme por entero a las tareas de la
revolución. Todos los militantes del MIR que adquirieron ese compromiso nunca
pensaron que iban a terminar insertos en el capitalismo.
–Con la distancia del tiempo, ¿cuál es la autocrítica que hace del MIR?
–Nos formados en el MIR, que era un partido leninista que surgió a la vida
política oponiéndose a la conducción transformista en el campo popular. El Mir
desde su fundación levantó un programa socialista y la necesidad de conquistar
el poder para poder iniciar este proceso. En esa concepción leninista se
desarrollaban todas las formas de lucha para poder conquistar el poder, pero
pensado como un proceso largo y que iba a tomar la forma de una guerra popular.
"MIGUEL SE IBA A ASILAR"
–¿Cuándo comenzó a realizar trabajo militar en Chile?
–Después del golpe empecé a realizar tareas de reconstrucción del partido.
Trabajé un largo período con Dagoberto Pérez hasta su muerte en Malloco. El
desarrollo de la lucha armada solo fue a partir del 78-79. Durante el 73, 74 y
75 el MIR no logró eludir el acoso represivo donde son tomados prisioneros
alrededor de mil militantes. El MIR no tuvo capacidad de respuesta inmediata
después del golpe, ni siquiera de replegarse ordenadamente y, por lo mismo, no
logó organizar la resistencia como lo señalaban sus documentos.
–Entonces, ¿todo ese proceso fue un desastre?
–Comenzaron a llegar a Santiago compañeros de todo Chile, porque no podían
sostenerse en las localidades donde trabajaban. Y esto pasaba porque muchos de
los cuadros y dirigentes medios del MIR no eran naturales de esos lugares.
Entonces, un porcentaje alto terminó replegado en Santiago. La clandestinidad
que debió ser natural e inserta en el movimiento se transformó en carnés falsos,
fachadas falsas, ayudas para arrendar casas. Se formaron "colonias" con los
compañeros de provincias, muchos de ellos metidos en una pensión.
–¿Las "colonias" de militantes replegados en Santiago fue el primer gran error
del exterminio que vivió el MIR?
–Las colonias son una consecuencia de la inadecuada relación con el movimiento
de masas y no una causa. Empezaron a golpearnos, lo que se vio facilitado por
traidores como la flaca Alejandra. En menor medida por compañeros que no siempre
tuvieron un buen comportamiento y soltaron algo de información. Fue una
combinación de cosas. Fue fácil para la DINA y la SIFA, en ese momento, cercar
al partido.
–¿Qué connotación tiene para usted los militantes que colaboraron, entendiendo
que muchos de ellos fueron torturados?
–El MIR, en ese momento, tenía como política que los compañeros no debían hablar
en la tortura. Luego, el MIR tuvo la política de distinguir aquellos que habían
tenido una colaboración abierta con aquellos que tuvieron debilidades dentro de
las torturas. Entonces, a éstos se les daba la oportunidad de reincorporarse al
partido, de hacer un proceso de remilitancia.
–El lema popularizado en ese tiempo por Miguel Enríquez fue "el MIR no se
asila", lo que conllevó la muerte de muchos militantes que debieron resistir la
represión.
–Poco antes de su muerte, Miguel empieza a plantearse que había un repliegue
mucho más profundo en el movimiento de masas.
–¿Y él pensó en asilarse?
–Sí, ya se empieza a conversar la idea de que Miguel tiene que salir del país,
porque la situación y el proceso de la reorganización de la resistencia no daba
para que se mantuviera en el país. La muerte en combate de Miguel se desarrolla
en una casa con fachada falsa. Todos sus moradores buscados, todos clandestinos
e ilegales. Fue un proceso de gran arrojo el encabezar la resistencia de Chile,
pero la realidad indica otra cosa. Él dio el ejemplo, el MIR no se asila,
vanguardizó ese proceso, pero si uno lo ve históricamente es un acto de
voluntarismo de todos nosotros. No lo critico porque ninguno planteó algo
distinto.
MALLOCO Y SU ASCENSO
–En 1975, la dirección clandestina del MIR fue descubierta en Malloco y estuvo a
punto de desaparecer.
–Claro. Eso demostró que es aún más profunda la derrota, porque ahí estuvo a
punto de cortarse la continuidad histórica del MIR. En ese momento fui el único
miembro de la comisión política que quedó en Chile.
–Con la salida de Pascal Allende, usted queda a cargo del partido en Chile y
todos los que están cerca suyo caen presos o muertos. ¿A qué atribuye que se
haya salvado de caer en manos de la dictadura?
–A dos cosas. Fui un buen conspirador en el sentido que nunca me vinculé a
sectores quemados del partido.
–¿Cuáles eran esos sectores quemados?
–Por ejemplo los familiares de detenidos desaparecidos, los propios familiares
de los miristas, los militantes de otros partidos de izquierda. Nunca me vi ni
siquiera con mis propios familiares.
–¿Hasta cuándo realizó acciones armadas?
–Hasta 1986. Hacia adelante nosotros no desarrollamos más acciones.
–¿Le siguen gustando las armas?
–Si yo no soy un milico [ríe]. Me vinculé a la lucha armada porque era una
necesidad. A mí no me gustan las armas y no me gusta la violencia.
–¿Es bueno para los tiros?
–No sé, más o menos [ríe nuevamente].
–¿Es verdad que supervisaba gran cantidad de las acciones que se llevaron a
cabo.
–Algunas de las acciones, no todas.
–¿Cómo se reaccionaba cuando alguna acción no resultaba?
–Se buscaban los errores de planificación o retirada.
–Tuvo participación en el atentado en contra de Roger Vergara
–Eso estuvo a cargo de Hugo Ratier, pero todo el accionar armado de la época fue
apoyado por la dirección interior del MIR y la Comisión Política en su conjunto.
–¿Y de qué acciones tuvo a cargo?
–Tuve participación en la planificación de algunas expropiaciones y en el triple
asalto.
–¿Siempre fue partidario de organizar focos guerrilleros?
–Después de la represión de Nahuelbuta y Neltume se planteó reorganizar la
fuerza del MIR. Ahí yo fui partidario de reorganizar el partido, generar el
apoyo social y después trabajar en la guerrilla. En ese momento, algunos
compañeros que están en la Concertación me acusaron de que yo estaba en contra
de la guerrilla.
CAROL URZÚA Y LA DIVISIÓN DEL MIR
-¿Estaba en Chile para el atentado al general Carol Urzúa?
–Venía entrando a Chile.
–¿Participó de la organización?
–No.
–¿Cuál fue su evaluación?
–Después de los resultados no lo valoramos como un acierto político. Se cruzaba
con que al interior del MIR había tendencias que se oponían a las formas de
lucha armada, que no era mi caso. Nos quedamos con la idea de que el avanzar a
saltos a través del accionar armado era una forma de acumulación más rápido de
fuerzas.
–Sobre usted se han tejido una serie de mitos en el MIR. Incluso se le acusa de
haber sido doble agente. ¿Por qué cree que circula esa versión?
–Eso surge de un grupo minoritario de compañeros y tiene que ver con la derrota.
Buscar otras razones no tiene sentido. En algún momento se dijo que Haydée
Palma, Hugo Ratier y René Valenzuela eran infiltrados, son corrillos sin base
concreta.
–Su situación judicial en Chillán y estos corrillos, como los llama usted,
¿tienen que ver con que esté dando por primera vez una entrevista?
–No tiene que ver con eso.
–Gastón Muñoz, del MIR Político, asegura que luego de la división quedó sin
nada, completamente desprovisto, sin contactos ni dinero.
–Previo a la división del MIR hubo una reunión del comité central en Argentina
en 1985. Ahí se formó un secretariado interior compuesto por Gastón Muñoz,
Osvaldo Torres, Manuel Gahona, José Miguel Hernández y yo a cargo del
secretariado interior. Alcanzamos a tener sólo una reunión en Chile. Para esa
reunión me llegó una cierta cantidad de dinero. Les dije que ese era el dinero
disponible y se distribuyó de acuerdo a las tareas de cada uno.
–¿Tiene la conciencia tranquila?
–Sí la tengo. Nunca oculté recursos independiente de que mis compañeros no
estuvieran en mi posición política.
–¿Qué se decidió en la reunión de Buenos Aires?
–Ese secretariado interior que no era mayoría en el comité central aprobó que se
iba a seguir impulsando la política de Rebelión Popular, que implicaba seguir
desarrollando todas las formas de lucha.
–Después del quiebre del MIR Político y Militar, ¿qué sucedió?
El MIR Político se fue derechamente en alianza con la Concertación. Por eso
Osvaldo Torres es concejal del PS; Y Roberto Moreno es asesor del ministerio del
Interior. En todo caso, son opciones personales, pero debieron haber planteado
antes que esa era su opción política. Cuando Osvaldo Torres volvió a Chile fue
ayudante mío.
–¿Cuál es su autocrítica?
–Yo fui parte de los errores y los asumo colectiva e individualmente. Otra cosa
es que me haga cargo de todos los errores del MIR. Si Osvaldo Torres, Roberto
Moreno, Gastón Muñoz y Nelson Gutiérrez hubiesen dicho en el ’74 "no estamos de
acuerdo con el desarrollo de la resistencia popular, si se hubiesen opuesto a la
Operación Retorno y si se hubiesen manifestado en contra de todas las formas de
lucha, como lo hizo Ominami en su oportunidad, hubiese sido distinto.
–¿La responsabilidad de la Operación Retorno es de todos ustedes?
–De todos.
–¿Cree que lo deberían hacer todos como lo está haciendo usted?
–Sí. Yo lo hago porque me siento bien con lo que hice. Puede ser un aporte para
el futuro. Internamente siento ahora el deber de estar tranquilo conmigo mismo.
-¿Debieron parar las acciones armadas antes?
–Debimos detenerlas antes. Así se habría evitado la muerte de más militantes. En
forma voluntarista tratamos de forzar situaciones que a la larga no lograron
revertir nada y que agregaron un costo adicional en lo humano que se podría
haber evitado.
AMIGOS Y BACHELET
–René Valenzuela estaba a cargo de entregarle las platas desde afuera. ¿Cómo era
la relación con ellos?
–Muy buena.
–¿Y ahora?
–Soy amigo de Valenzuela, de Andrés Pascal, de Manuel Cavieses y de muchos más.
–¿Es amigo de Marco Enríquez-Ominami?
–Lo conozco.
–¿Le interesa la política? ¿Se mantiene informado?
–Me mantengo informado. Es fácil porque en este país no pasa prácticamente nada.
–¿Votó en las presidenciales?
–No estoy inscrito. Ahí hay otra diferencia, porque no creo en este sistema.
–¿No cree que era mejor un Gobierno de Bachelet que el de un inversionista como
Sebastián Piñera?
–No habría una gran diferencia.
–¿No vio positivo que una mujer ganara las elecciones?
–No es un problema de hombre y mujer, sino de política. No soy machista, pero
tampoco feminista.
–¿Aún se siente revolucionario?
–No. ¡Cómo voy a serlo si no estoy luchando por la transformación de esta
sociedad! Pero no reniego de mi pasado revolucionario, con Neltume y Operación
Retorno incluidos. Ésa es la diferencia con ellos. No puedo negar los
sacrificios que se hicieron, porque estaría negando mis propios sentimientos y
parte de mi vida.
LOS ERRORES DE LA OPERACIÓN RETORNO
–¿En pleno ’78 hubo diferencias en el seno del MIR para definir la viabilidad de
la Operación Retorno?
–En el 78, no. Tras el golpe represivo en Neltume, sí. Una parte del MIR
afirmaba que en Chile existía una situación prerrevolucionaria y yo no estaba de
acuerdo.
–¿Finalmente aceptó la decisión de la mayoría?
–Lo que acepté fue trabajar en el partido desde abajo. En eso nos pilló después
la crisis del partido, la crisis del socialismo y no pudimos rehacer nada.
–Entonces, ¿no se hace responsable, por ejemplo, del fracaso de las guerrillas
de Neltume y Nahuelbuta?
–Me hago responsable, porque no le hago el quite a la historia. Los que fueron
muy guerrilleristas, como Nelson Gutiérrez, con sus discursos desde La Habana, y
otros que están en la Concertación, no han asumido sus errores al respecto.
–¿Qué errores se cometieron?
–Los mismos que en el ’73 y ’74: el organizar el apoyo logístico en forma de
fachada sin inserción en la masas. Los errores fueron de tal magnitud que a
veces la base social de apoyo era el familiar de un detenido desaparecido. Éste
es el caso de Neltume. Cuando se estaba reconociendo el terreno para instalar
Neltume, en ese momento regresó Pascal a Chile. Ahí se produce el golpe
represivo en El Arrayán. Se quedó sin casa y vivió tres meses en la mía. Desde
La habana Gutiérrez señalaba que Andrés se debía ir a Neltume. En las
conversaciones yo le decía que si se iba al monte lo matarían.
–¿Estuvo o no en contra de la Operación Retorno?
–No reniego de nada. Yo decía que el proceso tenía que ser más gradual porque
había que generar una base de apoyo social, pero ante hechos consumados, ¿qué
vas a hacer tú si los compañeros ya están en Chile y en Neltume? Proveerlos de
recursos. Como en todo proceso de discusión, llegamos a una situación
intermedia. El consenso consistió en bajar a la mitad de los compañeros a las
localidades cercanas para generar base social de apoyo. Fue a la chilena, una
pésima solución.