Latinoamérica
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Para la libertad
Cárceles brasileñas viven por estos días una experiencia cultural que
contempla la proyección de películas, la actuación de bandas musicales y la
apertura de bibliotecas como forma de atacar los males causados por las
precarias condiciones de reclusión
Fabiana Frayssinet
IPS
"Yo creo que lo que conseguimos por ahora es reducir daños. Porque sabemos que
estamos luchando contra un sistema muy cruel", señaló a IPS el rapero Marcelo
Yuka, un compositor e intérprete que prefiere definir el arte "como un espejo de
la sociedad".
"Pero si conseguimos que un preso lea, si despertamos en él por lo menos eso,
tendremos más chance de que al salir de la prisión tenga otro marco referencial
de vida", agrega Yuka, al rechazar la idea de que este tipo de proyectos
contribuyan a resocializar al preso.
Es que el músico entiende que esa postura es pretender "llevar de nuevo (al
recluso) para la sociedad", sin preguntarse antes a "qué tipo de sociedad". "¿A
la sociedad que lo puso allí dentro?", se pregunta el músico.
Datos oficiales indican que el sistema penitenciario de Brasil alberga a más de
420.000 presos, hacinados en 1.052 establecimientos con capacidad total poco
262.000 personas. Una situación que lleva a un sinnúmero de motines y
rebeliones.
Yuka sostuvo que, aunque todavía sea presuntuoso hablar de resultados, en las
cárceles de Río de Janeiro donde el proyecto fue puesto en marcha disminuyó la
cantidad de muertes y rebeliones de presos.
"A mí modo de ver, lo que tenemos que hacer es ocupar las áreas donde la
violencia tiene más incidencia con educación y cultura, y no combatir la
violencia bala contra bala. Porque eso deja a la población en medio de un fuego
cruzado", apuntó.
"Si conseguimos despertar en un preso un punto de vista diferente a través del
cine, ya habremos modificado un poco la sociedad", consideró, para luego
advertir que "las personas se olvidan que el preso va a salir y que puede salir
peor que como entró".
"Yo creo que para volver hay que volver a otra atmósfera, con herramientas para
encarar la sociedad de otra manera sino de la misma manera que entro en la
cárcel, va a volver dos o tres veces", agrega
Yuka, quien siempre fue un activista por la paz, quedo parapléjico hace seis
años, cuando al intentar salvar a una mujer de un asalto fue alcanzado por seis
disparos. Pero desde su silla de ruedas continúa una militancia social, que
comenzó con letras críticas en el marco de su primera banda, Rappa, y que ahora
se extiende a varias actividades culturales y de denuncia.
"Yo creo que es más fácil y más fuerte aprender por el dolor. Pero por eso mismo
yo prefiero aprender por el amor. Es una cosa muy diferente. Mi aprendizaje más
importante no fue por esa fatalidad en mi vida, sino a partir de la sensibilidad
que siempre tuve como artista", explicó.
Este músico carioca, actualmente al frente del grupo Furto (hurto en portugués),
lejos de querer venganza por el crimen que lo dejo parapléjico, dice haber
fortalecido sus conceptos sobre como combatir contra la violencia.
"Si yo pudiese hacer que ellos pagasen por ese crimen sería justo", precisó.
"Pero yo creo que tenemos que combatir la violencia de una forma mucho más
moderna e inteligente, dando oportunidades a las camadas más pobres de la
sociedad, porque en realidad nuestro país es extremadamente injusto económica y
socialmente", argumentó.
Ese camino lo intenta a través de una organización no gubernamental llamada
BOCA. Entre otras acciones, apoya la iniciativa del también compositor Rafael
Kallil, llamada "Caravana Libertad y Expresión", que también lleva grupos
musicales a las cárceles.
Hablar de "libertad de expresión", sería falso, apunta Kallil, porque en las
cárceles no hay libertad de expresión. Por eso prefirió llamar el proyecto
"libertad Y expresión", dijo a IPS.
La propuesta de llevar bandas musicales a los presidios surgió en este artista
ante la necesidad de "hacer algo más que protestar a través de las letras de las
canciones". "Necesitábamos algo más incisivo y fue así que decidimos tocar en
los presidios", explicó.
Al comienzo sólo tocaban y se iban, pero después "la rutina en la cárcel
continuaba". Por eso Kallil y su grupo decidieron comenzar a dejar libros y
recaudar fondos para ampliar las bibliotecas.
La iniciativa, según sus creadores, no busca grandes objetivos ni mucho menos
milagros, pero pretenden algo parecido en términos políticos.
Aunque los músicos aún no han conseguido una participación conjunta de los
integrantes de las facciones de narcotraficantes rivales, que están alojadas en
lugares separados para evitar trágicos enfrentamientos, sí obtuvieron en cambio
otras pequeñas victorias.
Yuka destacó, por ejemplo, que lograron exhibir películas que abordaban el tema
de alguna facción del narcotráfico, a públicos carcelarios de mafias contrarias.
"Es un proceso lento, pero lo vamos a conseguir", manifestó entusiasmado.
Una lucha contra un sistema que define como cruel, tanto "dentro como fuera de
los presidios".
El artista prefiere no hablar de una guerra urbana, porque la que vive su estado
(Río de Janeiro) es una "guerra sin fundamento ideológico, una guerra por el
espacio por el poder, por el dinero". Considera, además, que la cultura también
es un camino para combatir esas guerras "sin contenido".
¿Será una utopía? Se pregunta. "Creo que por insistir, hay ciertas utopías que
pueden hacerse realidad", concluye el músico.