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La Universidad Indígena de Venezuela: revolución en la selva
Soraya González Guerrero
Diagonal
Tauca, en el Estado de Bolívar, es el único lugar de Venezuela donde existe una
universidad para indígenas, y lo que es más importante: de indígenas, pues son
las propias comunidades sus propulsoras.
Acogerse a la misión Sucre, una inédita propuesta del Gobierno bolivariano que
persigue municipalizar la educación superior llegando a las aldeas más
recónditas, incluidas las indígenas, sería, quizás, un camino fácil. Sin
embargo, la Universidad Indígena de Venezuela (UIV) ha optado por el camino de
la autonomía, asumiendo las penurias económicas y la inestabilidad, pues es la
única garantía de un proceso educativo propiamente indígena.
De esta forma, la Universidad, registrada formalmente en el año 2004 tras un
proceso de reflexión que arranca en 1999, va gestándose en simbiosis con las
comunidades. Éstas, mediante sus órganos tradicionales de decisión, son las que
eligen a los estudiantes; no en función de criterios académicos, sino de
capacidades para la organización política en pro de la defensa de derechos
colectivos. Los estudiantes que no dominan el castellano -herramienta de
comunicación interétnica- lo aprenden en la UIV.
El curso académico es semestral: cuatro meses permanecen en Tauca impartiendo
asignaturas teóricas y demostrativas (como derecho indígena, historia, lengua,
apicultura, psicultura o lombricultura) y los dos restantes acuden a sus
comunidades, donde realizan un trabajo de campo sobre el tema que han escogido
para su tesis. "La investigación es con los sabios porque nosotros no tenemos
experiencia del pasado. Estamos aprovechando su saber antes de que
desaparezcan", comenta un estudiante de la etnia Warao (del Estado Delta Amacuro)
que está investigando sobre los mitos fundacionales de su etnia. "Los ancianos
son nuestra biblioteca", añade Tandé, de la etnia Pumé (Estado Apure), cuya
investigación se centra en la agricultura tradicional de su pueblo. Hablar de
agricultura indígena es hablar de las tierras ancestrales, un tema que está
investigando Kobá, también Pumé: "Tenemos un problema muy grande de territorio.
Ahora hay hambre en las comunidades porque los terratenientes nos han quitado
las tierras ancestrales, nos han dejado con una parcelita y no podemos cazar o
pescar. Si pasamos nos amenazan, incluso nos matan". Tokaná, el quinto
estudiante con el que conversamos, investiga sobre la educación Pumé antes de la
irrupción de la escuela formal: "Ahora no hay profesores indígenas en la
comunidad. Todos los docentes que van a las comunidades están criollizados y
algunos no hablan el idioma indígena".
Junto con los pumés y waraos, a Tauca llegan, de momento, indígenas de ocho
etnias: ye’kuana, piaroa, e’ñepá, sanema, kariña y pemones. Algunos pueden
tardar 14 días en llegar desde el Amazonas o desde el delta del Orinoco, y a
veces no es fácil encontrar recursos para el viaje.
Aprendiendo a escribir
A través de entrevistas con los ancianos y especialmente con las ancianas, los
estudiantes rescatan ese saber ancestral en vías de extinción. Su cosmovisión,
idioma, medicina tradicional, manejo del canuco (huerto indígena), etc., se han
venido trasmitiendo de forma oral, y la educación formal que ha irrumpido en las
comunidades indígenas ya no es depositaria de este saber. Por eso, el destino de
los resultados de la investigación es un libro, que ellos mismos editarán en su
lengua materna. Una tarea delicada y complicada, especialmente para las culturas
que son ágrafas y primero tienen que crear un alfabeto adecuado a sus fonemas.
La escritura es una respuesta a la catástrofe del olvido, asumirla no es
criollizarse, sino fortalecerse en un contexto de invasión cultural, según nos
explica el jesuita vasco Korta, conocido entre los pueblos de la amazonía
venezolana como Ajishama: "La herramienta más fulminante de una dominación
cultural es la escritura y Occidente maneja todos los conocimientos escritos del
mundo. Sin escritura no hay vida. Pero ¿cómo nos la han transmitido? Con una
alfabetización criolla". Para revertir este proceso, el espíritu de la UIV
germinaba con el proyecto de crear cartillas para aprender a leer y a escribir
en distintas lenguas indígenas. La escritura, como la tecnología electrónica o
el derecho positivo son elementos exógenos a la cultura indígena, originarios
del pensamiento occidental. La Universidad Indígena reconoce sus peligros, pero
favorece su dominio por parte de los indígenas porque las considera herramientas
necesarias para romper la asimetría cultural. "Con esas herramientas, asumidas
con conciencia, van a poder defender sus tierras, porque las leyes están a su
favor ahora", explica Ajishama.
Coyuntura política y social
La Constitución bolivariana (1999) es todo un referente en materia indígena. La
Ley Orgánica de Pueblos y Comunidades Indígenas (2005) reconoce y protege
derechos como la propiedad colectiva indígena. El problema, según nos comentan
varios estudiantes, es que las comunidades indígenas no se han apropiado aún de
la Constitución porque no la conocen, y aunque lo hicieran "va a ser difícil que
se cumpla la ley". Korta es más escéptico: "Si se reapropian de sus derechos,
serían masacrados ahorita porque son muy débiles frente al mundo criollo, los
ganaderos y el poder económico".
De momento, la reivindicación de sus derechos pasa por demarcar sus tierras
ancestrales, para lo que es vital el trabajo de campo con los sabios, así como
el conocimiento de sus derechos constitucionales, que aprenden durante el
cuatrimestre que permanecen en Tauca a través de un profesorado voluntario. Esta
embrionaria fase no está exenta de retos: la financiación gubernamental sin
ataduras; la inserción de las herramientas occidentales en su matriz cultural
sin dependencias, y la más importante: la participación de la mujer indígena en
este proyecto.
Cuando les preguntamos por esto último, se toman su tiempo para contestar: "Las
muchachas están en el proyecto pero hace falta recursos, y para las mujeres
indígenas es muy complicado venir, a menos que haya aquí una familia", explica
Sedumenedu, de la etnia Ye’Kuana y coordinador académico de la UIV. "El control
social de la relación entre ellas y ellos se da a través de una autoridad en
cada etnia", matiza Korta, "y nosotros no tenemos la capacidad para ese control
social. Se ha planteado traer un matrimonio anciano, que tiene una autoridad muy
grande. Pero la mayoría de los indígenas no saben la importancia de la
Universidad, cuando lo vayan sabiendo tienen que poner los mecanismos de su
parte". "El problema es muy complejo", continúa, "hemos convocado a las mujeres
desde el comienzo, y han venido. Pero ha fracasado. No queremos convocar a la
mujer sin garantías de éxito... El machismo criollo está dentro de las
comunidades. Antes era la mujer la que administraba los recursos del conuco.
Ahora el hombre está secuestrando su rol porque como el sueldo es personal
[ahora muchos trabajan de peones para los ganaderos] él maneja los reales; para
cambiarlo por aguardiente muchas veces. Los antivalores de nuestra cultura han
entrado en la indígena. Y esto debe cambiar". Ya en Madrid, Julio Ávalos,
profesor voluntario en la Tauca, explica que "el que no vayan a la UIV es parte
del proceso que las ha convertido en la esperanza de sus familias primero y de
sus pueblos en última instancia".
Con el Gobierno, pero sin él
La Constitución bolivariana ha abierto jurídicamente la puerta a muchos procesos
de corte revolucionario como la ocupación de tierras improductivas y de fábricas
paradas. La Universidad Indígena de Venezuela (UIV) también ha aprovechado esta
oportunidad, pero no quiere crecer en brazos del Estado. En materia indígena,
esta Constitución es un referente: el artículo 121 reconoce a los pueblos
indígenas el derecho a una educación propia. El Ye’kuana Sedumenedu lo reconoce:
"Anteriormente no teníamos marco jurídico para tener una educación propia de
hecho". Para el jesuita vasco conocido como Ajishama, "lo más grande que Chávez
puede hacer en favor de los indígenas es hacer posible que sus universidades
funcionen de manera autónoma y real, dirigidas por los propios indígenas
concientizados [en este caso]". Este concepto de autonomía nada tiene que ver
con el que manejan los estudiantes opositores: nace de la necesidad indígena de
afirmarse culturalmente, no de sus privilegios económicos. Por otra parte, la
propuesta de la UIV no excluye el apoyo económico gubernamental, siempre que los
indígenas sigan siendo los gestores del proyecto. De hecho ya ha recibido apoyos
importantes de varias instituciones. Tampoco, excluye el reconocimiento
gubernamental de sus licenciaturas, en negociación. La financiación
gubernamental puede ser un arma de doble filo. Por eso, para Ajishama "hay que
diferenciar un apoyo económico de una claudicación al Gobierno, que es lo que
les está pasando a los pueblos indígenas, les dan grandes cargos políticos y se
ponen desde el partido a liderizar políticas del Estado para lograr la
integración de los pueblos indígenas en el modelo occidental".
CONCIENCIA INDÍGENA
Sin concienciación no hay emancipación indígena, y esta sólo se consigue
formando nuevos educadores. A esta lectura crítica llega el jesuita Korta, tras
ver los estragos en el Amazonas venezolano: de las misiones que hacían
"proselitismo católico" (amparadas por una ley de misiones que ha desaparecido
con el actual gobierno) primero, y después, en los ‘70, del desarrollismo que
devino en un individualismo fortísimo, erosionador de la vida comunitaria
indígena.