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Panamá: Paraíso fiscal y punto de mira de las inversiones españolas
Decio Machado *
Corriente(a)lterna)
Atravesado por un canal que une el mar Caribe con el océano Pacífico y ha
marcado fuertemente su devenir histórico, Panamá, un angosto país que fue hasta
1903 un Departamento de la República de Colombia, se ha ido desarrollando como
un gran centro de comercio a escala internacional y un punto de atracción para
un importante sector financiero.
El sistema bancario de Panamá surge como resultado de un plan perfectamente
diseñado por la Dirección General de Planificación y Política Económica. Se
puede decir que el comienzo del proceso bancario en Panamá es fruto del
reconocimiento del dólar estadounidense como moneda de curso legal desde 1904.
Desde entonces, la banca se transformó en el sector estrella de la economía
panameña, siendo alimentado de manera constante por el desarrollo de leyes
bancarias afines a los objetivos del capital financiero.
El desarrollo de las sociedades capitalistas ha provocado complejos fenómenos
sociales, políticos, económicos y jurídicos. En la era de la globalización se
han proyectado nuevas formas de delincuencia, especialmente con contenido
económico. Vivimos una etapa de esplendor para los llamados "delitos de cuello
blanco".
Estos delincuentes actúan impunemente de forma general. Al hecho de que las
deficiencias del sistema normativo punitivo convierten en ineficaz el sistema
penal panameño hay que sumarle que éste posee, como el de otros muchos países,
un corte clasista que reprime los delitos perpetrados por personas de bajos
niveles económicos y educativos pero que, sin embargo, es benigno y a veces nulo
con la delincuencia practicada desde las altas esferas económicas y sociales.
Con esta situación, Panamá ha sido y es terreno abonado para los delitos de
fraude fiscal, blanqueo de dinero y estafas financieras.
Sistema bancario panameño
Panamá acepta la confidencialidad de documentos o registros, lo que permite que
tanto empresas multinacionales como personas residentes en países con regímenes
tributarios impositivos puedan utilizar dichos mecanismos para transferir fondos
y ocultar la información. De esa forma obtienen una ventaja final evidente, al
ahorrarse los impuestos que tendrían que haber pagado en sus lugares de origen.
A Panamá este sistema le permite capturar fondos que de otra forma no recibiría.
Sin embargo, la doble tributación también origina problemas, motivo por el que
diversos organismos internacionales han elaborado formas de contrarrestar estas
fórmulas fiscales que les perjudican y que, además, han generado muchos
problemas de blanqueo de dinero procedente de actividades ilícitas.
En el año 2000, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico
(OCDE), compuesta por 30 países desarrollados cuyo objetivo es coordinar sus
políticas económicas, elaboró una lista en la que aparecían 48 paraísos fiscales
y entre los cuales, de manera destacada, estaba Panamá. La OCDE puso en marcha
un mecanismo de sanciones unilaterales entre las que se encontraba la negación
de créditos para financiar operaciones transaccionales. Panamá se convirtió en
un país identificado como paraíso fiscal, es decir, que permite el blanqueo de
dinero, y "no cooperativo", puesto que no colabora en la transmisión de
información.
El mundo globalizado ha significado competencia para Panamá. Debido a la
recesión en que este país se ha encontrado en los últimos años y a la reducción
de la demanda de créditos, el sistema bancario ha visto disminuido su ámbito de
incidencia y se ha visto mermado. Además, muchos bancos internacionales se han
mudado fuera del país. Hace veinte años operaban en Panamá 120 bancos con 49.000
millones de dólares USA, pero ahora hay solamente 83 bancos con 37.000 millones,
según el informe de Jarón Lukasiewicz La industria bancaria en Panamá. El 90 por
ciento de los bancos que desarrollaban sus acciones en el país hace veinte años
eran internacionales. Ahora, esta cifra se ha visto reducida al 54 por ciento.
Sin embargo, el sector bancario mantiene, a pesar del "reajuste", su predominio
sobre los otros sectores económicos y posee un valor que supera dos veces el PIB
del país.
Pero la industria bancaria panameña ya se ha dado cuenta de que no puede
sostenerse sólo por ser un paraíso fiscal. El hecho de que el país esté
dolarizado, y que el balboa (moneda nacional) esté a la par que el dólar desde
1904, ha hecho que no exista banco central. Es la Superintendencia de Bancos de
Panamá, el organismo puesto en marcha por el gobierno tras el año 2000, el
responsable de "fiscalizar" las operaciones bancarias en el país.
La Superintendencia ha alcanzado recientemente algunos acuerdos, entre los que
se incluye la transmisión de información sobre los bancos que operan en
territorio panameño a instituciones fiscales de otros países. Esto ha permitido
que, desde entonces, la OCDE considere a Panamá "paraíso fiscal cooperante" y
vuelva a recibir un trato de favor. A pesar de los eufemismos, Panamá continúa
siendo un paraíso fiscal. Su sistema financiero permite a empresas extranjeras
hacer negocios en el país mientras mantengan simplemente un local físico en el
interior. Sin embargo, muchas bancas han desaparecido por causa de la
intensificación de las regulaciones a las que se han visto obligadas por la
presión internacional y la competencia cada vez mayor de otros "paraísos
fiscales" en la zona. El sistema bancario se ha reestructurado y los que quedan
se han fusionado o han adquirido otros bancos para remodelar su situación dentro
del sistema panameño.
Los informes de la Unidad de Análisis Financiero (UAF), entidad creada con el
fin de evitar el blanqueo de capitales, indican con cierta ironía que el país
"no está mal" en la incidencia de este delito, aunque reconocen que el mismo es
"dinámico, evolutivo y cambiante". Para la UAF, a medida que el país crece
aumentan las operaciones sospechosas pero, al mismo tiempo, este organismo
asegura que el crecimiento económico actual es sano y está impulsado por
jubilados extranjeros retirados y la construcción como sectores fundamentales.
Ampliación del Canal e intereses del capital español
El Estado español es el segundo socio comercial de Panamá, por detrás de Estados
Unidos. La inversión española en este país supera ya los 1.000 millones de
dólares y va en aumento. En el mes de mayo, el Ministerio de Economía y Hacienda
español acordó con una delegación de gobierno en Panamá constituir una comisión
específica para retirar a dicho país de la lista de paraísos fiscales. El
objetivo es claro: que las empresas españolas participen en la ampliación del
Canal, cuyo presupuesto inicial asciende a más de 4.000 millones de euros.
La ampliación del Canal de Panamá abre muchas expectativas para las grandes
constructoras: ACS, Sacyr Vallehermoso, Acciona, Ferrovial, OHL y FCC, algunas
de ellas con importante presencia ya en el extranjero. Además de las
constructoras se verían favorecidas empresas de ingeniería, consultoría,
telecomunicaciones y otros tipos de infraestructuras interesadas en el proyecto.
Pero, al igual que ha hecho con otros países como condición para que puedan
estar presentes en el concurso internacional, Panamá ha exigido a España que
retire al país centroamericano de la lista de paraísos fiscales o que lo
califique como "paraíso fiscal cooperante".
El que vivamos en sociedades donde todo está supeditado al mercado conlleva
serias contradicciones. En la actualidad, la mayor parte del club de los "países
ricos" ya no incluye en su lista negra a Panamá. Francia y Rusia han dejado de
hacerlo recientemente e Italia ha abierto un proceso parecido al español,
mientras que Alemania, Reino Unido, EE UU, Japón, China y Suecia ni siquiera
consideraban anteriormente que Panamá fuera un paraíso fiscal.
A la ampliación de las obras del Canal, aprobadas en 2006, se unen otros
proyectos en el sector marítimo, industrial y de infraestructuras que
convertirán a este país en un objetivo prioritario de los flujos de inversión
internacional en los próximos años. Cuando en 2014 se inaugure la reforma del
Canal, la vía acuática que une el Atlántico y el Pacífico será ya centenaria.
Por las esclusas de esos 80 kilómetros que cruzan esta vía marítima pasan unos
14.000 barcos al año, el cuatro por ciento del comercio mundial: el 68 por
ciento de las mercancías que salen de EE UU, el 23 de las de China y el 16 por
ciento de las de Japón.
Empresas españolas y paraísos fiscales
Tres zonas de baja tributación como Holanda, Luxemburgo y Delaware (EE UU) y más
de quince paraísos fiscales al uso son los destinos preferidos de las
inversiones de las empresas que cotizan en el Ibex-35, según revela un informe
de la revista Capital, del Grupo G+J, en su número de mayo de 2007. Este
documento desgrana, compañía por compañía, las plazas internacionales de baja
tributación a las que recurren los grandes grupos españoles para evitar el pago
de impuestos.
En el análisis por sectores destaca no sólo la gran presencia de entidades
financieras como el BBVA o el Banco Sabadell sino también la de grupos
constructores, los más reacios y opacos a la hora de informar en sus memorias
sobre las actividades en paraísos fiscales. Entre las empresas energéticas,
Repsol es la más activa, mientras que Telefónica se lleva la palma a través de
su presencia en plazas off shore de baja tributación.
Si bien es cierto que la inversión española en paraísos fiscales descendió en
casi 900 millones de euros en 2006, datos del Ministerio de Economía muestran
cómo los destinos preferidos dentro y fuera del Ibex en los siete últimos años
han sido los siguientes: Islas Caimán (565 millones de euros en inversiones
españolas), Panamá (284 millones) y Bahamas (181 millones).
La realidad social panameña
Más allá del "espejismo" de las cifras del mercado panameño o de su sector
bancario, la situación social del país se ajusta a las duras realidades de la
zona. El 41,5 por ciento de los hogares rurales en Panamá está por debajo de la
línea de pobreza establecida por la Comisión Económica para América Latina
(CEPAL), que para esta zona es de unos 22,50 dólares mensuales. Según las cifras
oficiales, un 14,2 por ciento de la población (es decir, 434 mil panameños) vive
con menos de un dólar al día.
En las áreas rurales no indígenas, más de la mitad de sus habitantes (54,2 por
ciento) son pobres y una de cada cinco personas (22,3 por ciento) se encuentra
en situación de pobreza extrema. Por su parte, el 98,5 por ciento de la
población de las áreas rurales indígenas (es decir, casi la totalidad de su
población) es pobre; mientras que el 89,7 por ciento se encuentra en pobreza
extrema, según un informe del Ministerio de Economía y Finanzas.
De las nueve provincias del país, cuatro de ellas muestran tasas de pobreza
total mayores al 50 por ciento de sus habitantes: Darién, Bocas del Toro, Coclé
y Veraguas. En estas provincias, la pobreza extrema oscila entre el 19,6 y el
37,4 por ciento de su población. Al desglosar las estadísticas se observa que la
provincia de Colón tiene menos del 50 por ciento de sus habitantes en situación
de pobreza total (42,8 por ciento), pero se sitúa por encima del promedio de
pobreza total para el país (37,2 por ciento). La pobreza extrema incide en el
10,7 por ciento de su población, tasa menor al promedio nacional, que es de 16,7
por ciento.
Esta dura realidad hace que más de cincuenta mil niños y adolescentes trabajen
hoy en Panamá en situación de explotación económica, la mayoría en la
agricultura y en instalaciones de servicios, según reveló recientemente un
informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Panamá es signatario de dos convenios internacionales sobre el trabajo infantil,
pero esto no ha sido suficiente para erradicar este flagelo. Cifras de la OIT
reflejan que los menores indígenas son los más afectados por este problema
debido a los mayores índices de pobreza entre los pueblos autóctonos.
* Decio Machado forma parte del Consejo de Redacción de Pueblos. Este artículo
ha sido publicado en el nº 27 de la revista Pueblos, julio de 2007, Especial
América Latina.