Latinoamérica
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Antonio Elías
Brecha
La discusión sobre la reforma del Estado requiere un análisis teórico que
clarifique los intereses en juego. Los objetivos de mejorar la "eficacia" y la
"eficiencia" del Estado no tienen significado concreto si no se identifica el
modelo económico social en que se inscriben y los intereses que serán
beneficiados con dichas mejoras.
"Los trabajadores, en esta etapa, debemos enfrentar al bloque hegemónico
dominante y a las impersonales leyes de la economía a través de un Estado que
cumpla con el deber ético-político de crear instituciones que permitan
implementar un modelo de desarrollo alternativo."[1]
Las investigaciones sobre las instituciones – el Estado es una de las
principales – y el cambio institucional – una reforma lo es – tienen un
paradigma en el que se relaciona el cambio científico tecnológico y el poder de
negociación de los sujetos involucrados. Una de las principales decisiones de un
dirigente consiste en resolver si usa sus acumulaciones y capacidades para
producir dentro de las reglas existentes o si las usa para tratar de modificar
el marco institucional.
El estudio de las reglas formales e informales que ordenan el funcionamiento de
una sociedad enfatiza en las variables de poder, que dan forma a la estructura
institucional y orientan la distribución de costos y beneficios entre los
diferentes actores sociales, determinando quienes serán beneficiados y quienes
perjudicados. El énfasis en las variables de poder no significa desconocer la
importancia de otras dimensiones, pero es necesario resaltar un aspecto
generalmente dejado de lado por la teoría económica para explicar los procesos
de cambio institucional.
El orden social capitalista tiene dos instituciones fundamentales: el Estado y
el mercado. La resolución de que cometidos y atribuciones tiene el primero
define los límites del segundo. El poder del capital se expresa tanto en el
mercado, el cual controla a través de la propiedad de los medios de producción y
de su capacidad de inversión, como en el Estado, a través de múltiples
interrelaciones entre el ámbito político y el económico. El poder de los
trabajadores se refleja en el mercado, básicamente, a través de las luchas por
ampliar sus derechos y reducir la cuota de plusvalía que se apropia el capital,
pero el ámbito donde tiene mayor nivel de incidencia, al menos en forma
potencial, es el Estado. Por otra parte todos aquellos que tienen poca o ninguna
capacidad de pago dependen de la acción estatal para poder satisfacer sus
necesidades básicas.
Lo anteriormente señalado explica, en gran medida, que el principal paradigma de
los capitalistas sea la "mano invisible" del mercado y la reducción del Estado a
su mínima expresión como juez y gendarme que haga respetar los derechos de
propiedad y los contratos; a la vez que el principal paradigma de los
trabajadores sea el fortalecimiento del Estado y la socialización de los medios
de producción. Con todos los matices y contradicciones que se pueden presentar
en uno y otro caso, el paradigma del capital sigue siendo el libre mercado y el
paradigma de los trabajadores alguna forma de socialismo.
La práctica social ha demostrado que ni el Estado ni el mercado cumplen
adecuadamente los roles definidos en la teoría, ambos son utilizados por el
poder económico y sus socios en el ámbito político para satisfacer sus intereses
y ejercer su dominio.
Ante las carencias señaladas en el papel y funcionamiento del Estado existen dos
respuestas institucionales básicas. Una es la que asume que el principal factor
distorsionante del proceso económico es el poder político y apunta, por tanto, a
restringir al máximo la intervención pública en los mercados y propone sustituir
políticos por técnicos en los organismos que necesariamente deben regular el
proceso económico. La otra es la que sostiene que el Estado es el instrumento
fundamental para garantizar los derechos humanos en el ámbito económico –
satisfacción de las necesidades básicas y participación efectiva en los espacios
de decisión –, por lo cual los cambios institucionales deben apuntar al
fortalecimiento de su capacidad de intervención, creando mecanismos que reduzcan
las fallas del Estado – reglas de control, transparencia y rendición de cuentas
- y permitan acotar las fallas del mercado, a la vez, que se fijan límites al
accionar del gran capital transnacional.
Los modelos que apuntan a la reducción del papel del Estado y a la disminución
del papel de la política en el proceso económico van en claro detrimento de los
intereses de los trabajadores y de las fuerzas que apuntan al cambio social, en
tanto fortalecen los intereses del poder económico.
Se aduce que los trabajadores cuestionan pero no tienen propuestas concretas o
que las mismas tienen un mero carácter corporativo. Quienes así se expresan
pretenden que se asuma su supuesta neutralidad respecto a los intereses
contrapuestos de las clases y los sectores sociales. En su IX Congreso, el PIT-CNT
reclamó una profunda transformación del Estado, pero rechazan la filosofía de
las "reformas neoliberales" que proponen una simple racionalización de
funciones o achicamiento de la burocracia. Tampoco acordó con los criterios "de
‘eficientismo’ o ‘productivismo’ de mercado que han venido reduciendo
sistemáticamente la capacidad reguladora del Estado, sus funciones específicas
en la producción de bienes y servicios y en la protección de los sectores más
necesitados."[2].
La transformación del Estado para el PIT-CNT pasa, entre otros aspectos, por "impulsar
mecanismos de renegociación de la deuda pública, disminuyendo su peso en el
presupuesto nacional". Y en la medida que considera que gran parte de la
deuda externa del país es ilegítima plantean además "la necesidad de una
auditoría ciudadana de la misma". Como no hay desarrollo sin financiamiento
proponen que "el ahorro de los uruguayos, y su contrapartida, el crédito,
estén realmente bajo la égida de un BCU bajo control del gobierno(…), el control
de los flujos de capital como condición esencial para que el estado asuma la
conducción real de la economía y la ponga a cubierto de las acciones
desestabilizadoras del capital golondrina. La preponderancia del BROU
como dinamizador de la economía y de la generación de puestos de trabajo
mediante el apoyo selectivo al sector productivo".
Afirman que el Estado "debe cambiar su actitud actual de mero garante y
sustento de decisiones de los empresarios; para pasar a ser el promotor
fundamental de las actividades económicas del país". Proponen que el Estado
impulse "la reactivación productiva, garantice e implemente programas
sociales, distribuya equitativamente la riqueza y controle la explotación y
cuidado de los recursos naturales del país (medio ambiente, agua, explotación de
la tierra, el mar, aire, subsuelo, etc.)". Como contrapartida la central de
los trabajadores rechaza "cualquier intento de privatización (asociaciones o
Sociedades Anónimas) de las Empresas Públicas así como a eventuales propuestas
de pasaje al derecho privado de los trabajadores públicos, haciendo especial
énfasis en la recuperación y especificidad de los roles de los Organismos
Públicos".
El mantenimiento de las empresas públicas en manos del Estado y su
fortalecimiento "luego de una década de debilitamiento sistemático" son
elementos imprescindibles de la soberanía e instrumento esencial para el
desarrollo del país productivo con justicia social. Y propone, además,
"recuperar las áreas estratégicas (…) que se han entregado a empresas
transnacionales".
Paralelamente impulsa la modificación de la estructura orgánica de las
Empresas Públicas, "que han quedado vetustas en función de avances
tecnológicos"; reincorporar a las empresas las "áreas, sectores y
funciones" que fueron tercerizados; "pautar un plan de inversiones tanto
en sus contenidos como en su secuencia"; consideran clave, además, reformar,
entre otros, "la gestión de recursos humanos, carrera funcional, concursos,
formación profesional, salud ocupacional".
Los trabajadores del Estado, como actores centrales del proceso productivo y del
cambio social, reivindican "el derecho a la participación en la toma de
decisiones que hacen a la planificación, ejecución y evaluación de los
resultados de la gestión pública y de sus recursos materiales y humanos" y
reclaman "un presupuesto participativo con intervención de los trabajadores y
la sociedad, con acceso pleno y previo a la información, como así a reales
ámbitos de decisión".
Con respecto a los ámbitos de participación los trabajadores la central pide que
"el Acuerdo Marco firmado el 22 de julio de 2005 sea respetado por el gobierno"
y "la incorporación de los trabajadores en todos los ámbitos de
decisión, incluyendo a los Directorios de Entes y Servicios Descentralizados
afín de ser parte de la planificación de las políticas estratégicas en dichas
áreas". En el marco del proceso de profundización democrática consideran
esencial "la consagración de los principios de autonomía y cogobierno para la
enseñanza no universitaria(…) ya que supone junto con el reclamo anterior la
generación de espacios concretos de poder popular".
Una de las propuestas más concretas realizadas por los trabajadores ha sido la
creación de un sistema articulado de compras públicas y de fomento productivo
que permitiría racionalizar el sistema de adquisiciones del Estado mejorando su
productividad y estimular la producción e alta calidad, con lo que el país
resolvería un tema de política industrial y productiva elevando su
competitividad sistémica, y evitar las relaciones clientelísticas tradicionales
generando elementos para una necesaria reforma del Estado. Esta propuesta fue
discutida y apoyada, el año pasado, en el marco del Compromiso Nacional, pero al
día de hoy sigue sin implementarse.
En conclusión, hay diferencias reales y objetivas entre el modelo que aplica el
equipo económico y el que impulsan los trabajadores, lo cual no ha sido
obstáculo para que el PIT-CNT presentara propuestas concretas y viables en los
diferentes ámbitos de participación que impulsó el gobierno. Luego del rechazo
al TLC con Estados Unidos, la correlación de fuerzas parece haber cambiado. Es
de desear que así sea y que la nueva convocatoria al Compromiso Nacional, en la
que se buscará acordar sobre la transformación del Estado, encuentre un Poder
Ejecutivo dispuesto a incorporar y llevar a la práctica aquellas propuestas que
apunten a un país productivo, con justicia social y profundización democrática.