Latinoamérica
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Desde México
Lo que ha dejado el 2006
Guillermo Almeyra
El Viejo Topo sigue trabajando. En el mundo, George W. Bush es un "pato
malherido" y la aventura medioriental de Estados Unidos ha terminado en un
fracaso estruendoso, con la consiguiente repercusión en la relación de fuerzas
con el resto del mundo (o sea, con China, Rusia y Europa pero también con países
como Cuba, Venezuela, los del Mercosur o Bolivia, que adquirieron mayores
márgenes de maniobra en la misma medida en que Washington los perdía). Además,
Berlusconi es una sombra grotesca del pasado, al igual que Tony Blair. En
América Latina, el gobierno antimperialista de Venezuela se ha reforzado y la
oposición ha sufrido duras derrotas, Lula, pese a los agoreros e infantiles de
todo tipo, también cuenta con mayor apoyo popular que nunca, y Evo Morales
enfrenta con dignidad las presiones hostiles de una oposición secesionista y
golpista, pero a la defensiva. En América Latina también ha perdido terreno el
dominio imperialista: la derecha en Colombia se debate entre los escándalos y el
desarrollo de una izquierda legal reformista, y en México Felipe Calderón y la
clásica derecha mexicana, clerical, racista y aliada de Estados Unidos sólo ha
podido llegar al gobierno mediante un fraude gigantesco y no ofrece al capital,
que lo apoya y lo maneja, ninguna garantía de estabilidad.
En México, en un año muy intenso, se pusieron a prueba, en el campo popular,
tres mitos, tres esperanzas: AMLO, el PRD, la otra campaña-EZLN. El
primero contaba con los deseos de cambio social de capas mucho más vastas de las
que apoyan al PRD, pero subordinó a éste (y a todo) a su triunfo electoral, con
el resultado de construir una dirección partidaria y una bancada parlamentaria
conformada por restos del clásico PRI, e incapaces de hacer algo diferente de lo
que el PRI ha hecho siempre: es decir, conseguir cuotas de poder político y
personal dentro del sistema y al servicio del mismo y negociar con el gobierno
central amenazando con movimientos de masa, pero ignorando los movimientos
sociales reales, las revindicaciones y necesidades de los mismos y tratando de
evitar su independencia o la construcción en ellos de direcciones dependientes
de sus bases y no del poder estatal, dentro del cual están los partidos. El PRD,
por su parte, ganó puestos parlamentarios (y dinero para su burocracia) pero
está dando pruebas evidentes como siempre, desde su fundación de que no es un
partido alternativo sino uno de oposición dentro del sistema que lucha por la
alternancia esperando ganar posiciones para el año 2012. Votó el presupuesto de
Calderón, no presentó ninguna propuesta alternativa y negocia con el gobierno
federal, con el PRI y con el PAN, en vez de actuar como minoría rebelde en un
terreno ajeno y hostil. El tercio del electorado que buscaba cambiar algo
mediante un triunfo del PRD y de AMLO y el 10 o 15 por ciento del mismo que
realizó esfuerzos a veces heroicos para asegurar esa victoria probablemente,
como en 1988, estarán haciendo un balance de sus ilusiones sobre una dirección
política construida para mantener y como mucho reformar un poco este país, pero
que no está preparada para cambiarlo ni tiene la intención de hacerlo, ni tiene
confianza en la capacidad, la inteligencia y la movilización de las personas de
carne y huso, que cotidianamente luchan en todos los campos, pero a los que sólo
ven como votantes una vez cada tantos años. AMLO se desinfló y lo mismo hizo el
globo de colores perredista. Los seguirán en el tran-tran político de
todos los días e incluso ganarán elecciones parciales, ya que la gente sabe que
hay que votar y que otros pueden ser peores. Pero el cheque de la esperanza el
de las movilizaciones y el de la construcción de la autoconfianza en quienes
quieren ser ciudadanos aunque les roben hasta aquélla lo despilfarraron, lo
quemaron. Otro tanto hicieron el EZLN y la otra campaña, por infantilismo
sectario. No comprendieron que una cosa son los millones de personas que
esperaban de AMLO y del PRD y otra el caudillo con ínfulas de salvador y su
burocracia incapaz y/o corrupta y no fueron capaces de estar con la gente pero
separados de AMLO. Quedaron solos, sin poder hacer lo que decían querer y,
además, perdiendo fuerzas y dividiéndose ya que a su primitivismo político se
unió el verticalismo decisionista de Marcos. Si AMLO no fue a Oaxaca
porque esa lucha "desviaba la atención" de su campaña, Marcos tampoco fue
en su momento y dijo que no había que mirar hacia Bolivia (o sea, hacia un
gobierno indígena y una Asamblea Constituyente impuestos por las movilizaciones
populares que posibilitaron el triunfo popular en las elecciones y en las
instituciones). El gran legado de 2006 es, en cambio, la experiencia de la
comuna de Oaxaca, de la asamblea de asambleas que dio forma a la APPO a partir
de una lucha gremial y votando abrumadoramente por el PRD, sin quedarse pegada
en el gremialismo ni en el electoralismo. El pluralismo, la horizontalidad, el
asambleismo, el carácter indígena y popular del movimiento y las experiencias de
construcción de doble poder cuerpo de topiles, policía magisterial, bandos de
gobierno, ocupación de los medios de comunicación hostiles y envenenadores de la
opinión pública son adquisiciones imborrables. La represión y el temor reinan
hoy en Oaxaca. Pero los cientos de miles mujeres y hombres que se movilizaron y
decidieron, y los pueblos indígenas que adquirieron directamente protagonismo,
practicaron la autonomía, tomaron municipios y carreteras, discutieron todo y
con todos, sin seguir a otros salvadores como AMLO, pero con uniforme de
guerrillero, ahí están y seguirán estando y luchando. Ellos son la sal de la
tierra, los que pasarán la antorcha testimonio a un movimiento obrero que
balbuceó con el diálogo nacional y el programa de Querétaro, pero luego se puso
en parte a la sombra de AMLO y ahora deberá enfrentar directamente la política
del gobierno federal (y de la Cámara, donde no se sabe qué hará la mayoría del
PRD). Hay razones para el optimismo.