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Presentan un libro sobre tres militantes del MIR asesinadas por la dictadura
Tamara Vidaurrázaga es autora de "Mujeres en Rojo y Negro", publicado por
Escaparate Ediciones en su colección sobre la memoria del MIR
Lucía Sepúlveda Ruiz
Rebelión
Personalidades como el historiador Gabriel Salazar, Premio Nacional de Historia,
y la doctora Paz Rojas, directora de la Corporación de Derechos del Pueblo,
CODEPU, llegaron a esta cita con la memoria Ayer miércoles 27 Tamara
Vidaurrázaga lanzó su libro 'Mujeres en Rojo y Negro. Reconstrucción de la
memoria de tres mujeres miristas' (Ediciones Escaparate) en el museo Benjamín
Vicuña Mackenna, a tablero vuelto, con un marco de público cercano al mirismo,
pero en el que también estaban mujeres de la Coordinadora de Feministas Jóvenes
que la autora integra. El libro es la tesis con que Tamara, de profesión
periodista, aprobó su magister en estudios de género y cultura (Universidad de
Chile). Las mujeres rojinegras son Arinda Ojeda, Cristina Chacaltana y Soledad
Aránguiz, la madre de la autora. Comentaron el libro la propia Cristina
Chacaltana, así como la historiadora y académica Margarita Iglesias y las
periodistas Gladys Díaz y Lucía Sepúlveda, junto al historiador y ex preso
político Pedro Rosas.
La obra será un referente obligado para el conocimiento de la historia de las
mujeres chilenas que militaron en la izquierda en el período 71-90. Es
doblemente notable, porque se trata de un libro que contiene dos partes que
pueden funcionar independientemente una de otra. La primera parte, los relatos
de vida tienen -valga la redundancia- vida propia. Esos relatos constituyen por
sí solos una narración de ritmo cinematográfico por la calidad de sus detalles,
de las luces y sombras, de la historia viva de tres mujeres miristas
'retornadas', reflexionada y reconstruida por ellas mismas desde el inicio de su
militancia hasta la salida de la cárcel de Coronel, pasando por exilios, amores,
maternidad, y lucha. Y la segunda parte de la tesis, es la elaboración y el
análisis de esas historias, profundizando la clave feminista con que se han
desarrollado estos relatos de vida y explicitando los conceptos utilizados para
construir y reconstruir estas historias.
La obra puede leerse como un guión cinematográfico sobre las vidas de Arinda,
Soledad y Cristina. Tamara, la hija de Soledad, posibilitó así la reconstrucción
de fragmentos y trozos de nuestra historia como pueblo, y como mujeres a través
de esta obra. En un país amnésico como Chile, esto tiene un tremendo valor.
Uno de los objetivos de Tamara era 'establecer un puente generacional entre las
mujeres del grupo etáreo de Tamara y aquel al que pertenecen las 3 miristas…y un
nexo entre los relatos expuestos y mujeres ajenas a las experiencias relatadas.'
También se planteó - al presentar la historia de estas combatientes miristas que
vivieron grandes dolores y pérdidas personales -'aportar a la desvictimización
de ellas, ubicarlas como sujetas activas…y protagonistas de un trozo de la
historia de Chile'.
Como integrante de la misma generación de Soledad, Arinda y Cristina, esta
periodista sostuvo haber transitado con emoción e interés por ese 'puente'
tendido por Tamara, pero también con alguna sorpresa ante planteamientos que
revelan que la clandestinidad mirista tuvo muy variados perfiles y
características.
En la segunda parte de la obra, la autora sistematiza los conceptos
'maternidades en resistencia' y 'empoderamiento feminista', ambos en tensiones
de identidad que son ilustradas por las experiencias vividas por cada una de
ellas, antes y después de su paso por el exilio y su vivencia del feminismo en
Europa. Muestra un cuadro en el cual si bien la militancia en el MIR posibilitó
las transgresiones al modelo de mujer establecido por el sistema dominante, a la
vez reprodujo en su interior las características del sistema.
Al respecto, se planteó en los comentarios que no es posible generalizar las
experiencias de las mujeres miristas, pues la clandestinidad, la
compartimentación establecida, y las características de la lucha para quienes no
vivieron el exilio, se unen para que cada historia sea singular. La percepción
de otras mujeres combatientes que vivieron su maternidad en resistencia respecto
de cómo el MIR asumió la militancia de las mujeres es diferente. Ellas no vieron
en Chile, prácticas sistemáticas que pusieran en tensión la militancia respecto
de la condición de mujer, y por el contrario observaron que se trataba de
promover a las compañeras que se destacaban, a tareas de dirección.
En el Comité Central del MIR había pocas mujeres (en los años 80, había apenas 4
dirigentes CC mujeres en Chile) pero era difícil que en esa etapa se hubiera
reflejado allí una equidad que no existía en ningún sector de la sociedad. Los
problemas de género nunca se discutieron políticamente a nivel colectivo, aunque
Gladys Díaz recordó que Lumi Videla en el año 69 presentó un documento en el que
postulaba que las mujeres no estaban equitativamente representadas en la
dirección del MIR. Pero en la práctica, los problemas de género se zanjaron
según los criterios y desarrollo de la madurez personal de los y las militantes
involucrados.
Sin embargo, se destacó en el acto que desde el comienzo, en todas las tareas
políticas y militares del MIR hubo mujeres, y su rol fue rescatado siempre.
Entre las que cayeron, se mencionó a dirigentes políticas como Lumi Videla,
jefes o dirigentes de estructuras estudiantiles, sindicales o territoriales como
María Isabel Joui, María Galindo, María Eugenia Martínez o María Teresa
Bustillos; jefes o integrantes de grupos milicianos como Arcadia Flores o
Paulina Aguirre, Araceli Romo o Loreto Castillo; o enlaces y ayudantes de
compañeros de dirección y encargadas de redes de información e infraestructura
como María Inés Alvarado, Mónica Llanca, Cecilia Castro, Diana Arón, Lucía
Vergara o Jane Vanini. Otras mujeres como Blanca Rengifo, brillaron en tareas de
derechos humanos, entre muchas otras miristas notables. Se dijo que estas son
las historias que hoy son un poco más conocidas.
En su discusión de esta tesis, Lucía Sepúlveda sostuvo que muchas miristas
encontraron sus propias formas de vivir -y algunas, de sobrevivir- la maternidad
en resistencia y de responder a la destrucción de sus mundos privados anteriores
al golpe de Estado. La infinita mayoría de estas historias de combatientes de la
Resistencia que sobrevivieron, agregó, están todavía en su 'cuarto propio'. Por
cierto, ellas tienen en común con las tres mujeres de esta obra, su transgresora
opción por el uso de todas las formas de lucha, su amor por el pueblo, y en
muchos casos, también su autonomía política respecto de sus parejas y su
contribución a la humanización y embellecimiento de los espacios de la vida en
resistencia. Ellas encontraron parejas miristas (compañeros, decíamos antes) que
las apoyaron en su militancia y que incluso cumplieron roles subordinados a
ellas, en muchas oportunidades.
También tienen en común con Soledad, Arinda y Cristina, la ilusión de la
victoria final como compensación a tanto dolor vivido, y su rechazo a ser
catalogadas como víctimas, por sentirse protagonistas de la historia.
Tamara concluyó ayer que no todo es derrota, que una parte de los sueños de
estas mujeres y de sus luchas, cristalizó en logros que le permiten a ella
pararse en el mundo como mujer de otra manera, y desde su militancia feminista
seguir adelante en su propio camino.