Latinoamérica
|
La batalla de Evo
Angel Guerra Cabrera
Un año de gobierno de Evo Morales ha sido suficiente para rescatar la
soberanía y la dignidad de Bolivia y ganar el respeto y la admiración
internacional. Lograrlo ha exigido y exigirá pelear firme e inteligentemente
contra una reacción oligárquica singularmente racista y proimperialista,
embarcada en un proyecto separatista alentado por Washington y aupado por la
maquinaria mediática internacional. El imperio y sus aliados criollos no se
resignan a aceptar un régimen de auténtica democracia multicultural
participativa y justicia social para las grandes mayorías bolivianas,
predominantemente indígenas, excluidas durante siglos. Mucho menos que sean las
principales usufructuarias y gestoras de los recursos y destinos del país con la
población más pobre de América del sur.
Por su ubicación geográfica en el corazón del área y sus inmensas riquezas
naturales, la nación andina está en la mira de los planes de reconquista de
Washington. Pero la rebeldía del pueblo boliviano, en la que han ocupado un
lugar cimero los pueblos originarios, hizo posible el derrocamiento de sucesivos
gobiernos neoliberales y el ascenso por primera vez de un indígena a la
presidencia de la república. Pese a tener en contra a Estados Unidos, a las
clases dominantes locales y a gran parte del aparato estatal conquistó un
aluvión de votos nada usual en cualquier parte del mundo.
Morales ha cumplido o está en trance de cumplir todos sus compromisos de
campaña, destacadamente entre ellos la nacionalización de los hidrocarburos, una
sentida demanda nacional, que ha llevado a un crecimiento de 11 por ciento de la
participación del sector público en el PIB y más que la duplicación de los
ingresos anuales por renta petrolera. Igualmente, ha hecho aprobar una nueva ley
contra el latifundio improductivo que dotará de tierras a indígenas y
campesinos. Todo esto dentro del Plan Nacional de Desarrollo, instrumento que
permite al Estado rescata la función de dirigir la economía sobre bases
solidarias, en función del desarrollo social y del rechazo al concepto
productivista agresor de la naturaleza.
El aumento de los ingresos estatales por la explotación del gas, la
transparencia en el gasto público, con la reducción sustancial de los salarios
de los altos funcionarios y la supresión de los fondos discrecionales, ha
permitido elevar el gasto social y lograr un superávit en el presupuesto por
primera vez en un cuarto de siglo. Sobresale el bono distribuido a un millón de
estudiantes de primaria para ayudar a su alimentación, transporte y adquisición
de útiles escolares.
Los logros en salud y educación, apoyados en la solidaridad cubana, han
permitido la construcción de 20 hospitales de segundo nivel, la atención a 3
millones de pacientes en diez meses y la devolución de la visión mediante
operaciones quirúrgicas a más de 50 mil bolivianos. Con el método "Yo sí puedo"
76 mil personas han sido alfabetizadas y 315 mil lo serán próximamente,
habiéndose distribuidos 46 mil lentes entre los alumnos del programa.
Con la colaboración venezolana Bolivia recibe diesel en condiciones favorables,
recupera los líquidos del gas, construirá dos plantas de urea, explorará nuevas
zonas donde las transnacionales petroleras eran renuentes a hacerlo, le son
donados tractores para la mecanización agrícola y enviará 5000 becarios a la
patria de Bolívar para especializarse en hidrocarburos.
Junto a esto, la ejecución de una política exterior independiente que aboga por
la solidaridad entre los pueblos y la integración latinoamericana, ha permitido
encontrar nuevos mercados internacionales y dar pasos importantes para una
solución política con Chile a la justa demanda boliviana de recuperar una salida
al mar.
Ningún gobierno en Bolivia había hecho tanto en tan poco tiempo, aunque queda
pendiente el avance de los trabajos de la Asamblea Constituyente, cuya
conclusión es decisiva para consolidar el proceso de cambios, frenados
ilegalmente por los partidos oligárquicos. Frente a las violentas provocaciones
al movimiento popular de los prefectos y magnates derechistas, que ya han
costado vidas, el gobierno ha actuado paciente y serenamente valiéndose de la
propia legalidad burguesa vulnerada por aquellos y evitado que corra más sangre
gracias al prestigio político de Morales.
La oligarquía no debiera olvidar que el constituyente de origen es el pueblo,
que respalda al presidente y le ha ganado todas las batallas en la calle desde
2000. La paciencia tiene un límite.