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Bolivia: El cabildo del millón (de dólares)
Rafael Bautista S.
"Pero los príncipes de los sacerdotes persuadieron a la muchedumbre para que
pidieran a Bar Rabáh y destruyeran a Yeshua. Y toda la muchedumbre contestó
diciendo: caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos. Entonces les
soltó a Bar Rabáh; y les entregó a Yeshua, para que lo azotaran con látigos, y
lo ejecutaran en el madero" Mateo 27: 20-26
La última legitimación de la política es siempre teológica. No sólo porque la
polis es la extensión de los muros que guarecen al templo, sino también porque
la política es la praxis secularizada del culto. Por ello, detrás de toda
política, hay siempre una teología (la que, en definitiva, sale a flor de piel
cuando acontece una crisis). Pero aparece de modo ambiguo, por eso es necesario
el discernimiento: ¿a qué Dios acuden los oligarcas cuando levantan su nombre?
La política moderna (muy a pesar de su racionalismo declarado) es más idolatra
de lo que se cree; la ontología, de la cual depende, no es sino la
secularización de las determinaciones que poseía el Dios medieval. El sujeto, la
ley, la razón, las instituciones, la misma democracia, aparecen como ídolos con
existencia autónoma, los nuevos ídolos de la modernidad, o sea, hechura de
hombres, o sea, fetiches, cuya relación humana para con ellos es exclusivamente
de sometimiento. Es el fenómeno de la fetichización: el ser humano aparece como
cosa y la cosa como ser humano. Por eso se habla de someternos al imperio de la
ley, de preservar la institucionalidad a toda costa, de defender la democracia
que nos costó tanto (dicen quienes no les costó nada), etc. Porque el
sistema-mundo-moderno se asume como el reino de los cielos, o sea, se cree
erróneamente que se ha alcanzado la utopía y que toda reacción frente a ella es
diabólica. Es el utopismo moderno que, en nombre de la libertad atropella la
libertad, en nombre de la justicia persigue a los justos, en nombre del "no
mataras" mata. Porque ha identificado su mundo finito e imperfecto con lo que es
perfecto e infinito. Por eso en el centro del poder está su iglesia. Por eso
debajo del Kristos redentor se cobija la muchedumbre persuadida por la
oligarquía camba. Por eso volvemos al asunto de fondo: ¿qué Dios se expresa en
boca de los abanderados del cabildo millonario?
Vivimos tiempos de crisis. Pero es la crisis de un sistema-mundo (el "mundo" del
cual habla el Mesías, en su tiempo el imperio romano, ahora el imperio gringo),
por eso su respuesta es agresiva, porque su resistencia a la transformación es
una resistencia poderosa y, por eso, acude a sus últimos fundamentos para
afirmar su conservación; por eso el poder secular (su política) se ampara en el
poder divino (su teología), porque al osar tocar su poder, lo que en realidad se
toca es a su Dios. Por eso la agresividad de la respuesta es irracional, porque
es la irritación furibunda del Dios-de-este-mundo, es la reacción apocalíptica
del Dueño-de-este-mundo; por eso la altanería, la arrogancia, el envanecimiento
del número, los millones, la soberbia del que está en lo alto (los canales de
televisión, en directo, por helicóptero), la insolencia del poder y el dinero:
"Por eso la soberbia los ciñe como collar y los cubre la violencia como vestido.
Motejan y hablan malignamente y altane ramente declaran sus propósitos
perversos. Ponen su boca en el cielo y su lengua se agita por la tierra. Por eso
el pueblo se vuelve tras ellos", (Salmo 73).
La lucha en la tierra es también lucha en el cielo. Es lucha religiosa. No lucha
de religiones sino lucha religiosa; porque hay que discernir entre el Dios al
que se postra el verdugo y el Señor al que acude la víctima. No puede ser el
mismo y ese discernimiento es tarea hermenéutica, necesaria para precisar el
fundamento de la dominación, cuya omnipotencia se pretende siempre divina. Los
imperios se pretenden divinos porque quieren ser eternos; por eso reza el
billete de dólar: "novus ordo seclorum", el "nuevo orden para la eternidad"; de
esa pretensión se desprende el afán de conservar, a toda costa, el orden
impuesto. Se ha confundido el orden humano con el orden divino. Lo cual desata
la violencia contra todo aquel que ose cuestionar el "novus ordo". El mundo se
ha fetichizado y la política es idolatría secularizada; por eso son defensores
de la ley, de las instituciones, de la democracia, porque estas aparecen como
ídolos ante los cuales debemos de sacrificarnos siempre, no importando que ese
sacrificio sea infinito, porque el ídolo reclama siempre sacrificios humanos,
como el Dios Moloch reclamaba primogénitos. Por eso el Señor al que claman las
víctimas (que es el Señor de la vida, no de la muerte) no puede identificarse
con el sistema-mundo (que es siempre hechura humana, o sea, finito e imperfecto)
sino que promete siempre otro mundo, siempre más allá de la factibilidad humana,
una utopía, un no-lugar en el mundo actual, una posibilidad siempre más allá de
todo sistema-mundo. De este modo es posible la crítica. Pero si el sistema se
asume como la realización de la "civitas dei", entonces no hay crítica que
valga, todo es resistencia diabólica, la cual merece sólo una respuesta: la
aniquilación.
Por eso el fuerte oprime al débil, porque este le muestra que su orden no es
perfecto y produce victimas; por eso trata el fuerte de acallar el clamor de las
victimas, porque son "la voz de las sangres de tu hermano que claman desde la
tierra" (Genesis 4:10). Por eso El Señor baja de Su presencia y exhorta a un
pastor: "He escuchado el clamor de Mi pueblo y Te encomiendo que lo liberes". Es
la lucha del Señor que libera al pueblo de la esclavitud frente a los dioses de
Egipto; es la lucha de David contra Goliat, el piadoso contra el idolatra; es la
lucha de los macabeos contra los paganos griegos; es la ira del Mesías en el
templo ("no puedes servir al Señor y al dinero al mismo tiempo"), es su denuncia
contra el imperio, Roma: "mi reino no es de este mundo"; es la revelación
profética: "Toda la tierra seguía admirada a la bestia. Adoraron al dragón
porque había dado poder a la bestia, y adoraron a la bestia diciendo: ¿Quién
como la bestia?... Y abrió su boca en blasfemias co ntra el Señor, blasfemando
en Su nombre", (Apocalipsis 13). Este sistema-mundo tiene su Dios protector y
estar en contra de él es, en última instancia, estar en contra de su Dios. Por
eso su respuesta es poderosa, "con mano fuerte", es espectacular, impactante. El
sentido común no sabe sopesar, en su verdadera dimensión, el tamaño del mal, por
eso no cree lo que el mal es capaz de hacer. Pero el sistema-mundo que vivimos
levanta el nombre del Señor y del Mesías y en nombre de ellos desata su hambre
sacrificial. Esa es la lógica de la inversión. En nombre de los más nobles y
sagrados valores comete todas las atrocidades que su sed de muerte le provoca.
Occidente nació gracias a esa lógica.
Se podría decir que occidente nace el 325, en el concilio de Nicea, cuando ya
Constantino asume a la religión cristiana como la religión oficial del imperio.
Aquella religión que había acompañado a los perseguidos del imperio, que había
dotado de sentido a los movimientos de liberación de los esclavos y los
empobrecidos por el imperio, ahora justificaba el dominio secular del imperio.
Esto es posible por la lógica de la inversión. Lo que antes justificaba la
liberación ahora justifica la dominación. La crisis del imperio era mortal, sólo
un nuevo fundamento podía dotarle de sentido otra vez; el cristianismo era,
ideológicamente, la bandera de los oprimidos y se había extendido además entre
las capas bajas y medias del imperio. Pero en tres siglos de proselitismo, su
recepción al interior del imperio sufrió cambios irreversibles. La cultura
helénica y romana, el egipto-copto y la misticismo indoeuropeo, habían sido el
suelo conceptual que acabó produciendo la inversión (la ide a de la trinidad es
alejandrina; el día consagrado, el dominus dei es romano; el Kristos Rey es el
dios pagano Mitra; cuyo nacimiento es de una virgen, la diosa Ishtar egipcia, el
24 de diciembre, cuando nace el sol; la idea del pecado original, la caída, es
maniquea, iraní; la adoración de imágenes es pagana, así como la
consubstanciación padre-hijo; el panteón pagano griego y romano se traduce en el
culto a los santos; el símbolo de la muerte del Mesías y de todos los cristianos
perseguidos por el imperio se vuelve objeto de culto: la cruz; su mismo nombre
profético es invertido por uno que maldice su propio sacerdocio, y se lee su
vida y obra a través del lente pagano, como eran la cultura griega y romana,
hasta el punto de desconocer por completo la lengua y la cultura desde las
cuales anunciaba su ministerio, y sólo desde las cuales es posible comprender la
verdadera dimensión de su apostolado, y todos los etcéteras que podrían no
acabar).
La lógica de la inversión procede a imponer el sentido pagano al sacerdocio
sagrado por las víctimas, la "abodah", el trabajo como servicio: "porque tuve
hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui
forastero y ustedes me hospedaron; estuve desnudo, y me vistieron; estuve
enfermo, y me visitaron; estuve en la cárcel, y fueron a verme. en cuanto lo
hicieron a uno de estos que son para mí como hermanos más pequeños, es como si
me lo hubieran hecho a mí", (Mateo 25). Dar de comer al hambriento, de beber al
sediento, vestir al desnudo, implica una economía y una política de
responsabilidad por el oprimido, por eso ese trabajo es vocación, porque es un
responder al "clamor de Mi pueblo". Por eso es una religión liberadora, porque
se enfrenta al imperio (siempre hay un Egipto y siempre también una tierra
prometida) que se ha fetichizado y "la soberbia le ciñe como collar". La lógica
de la inversión proclama que no hay liberación sino sólo salvación y est a es
sólo individual y sólo posible en el más allá de la muerte; lo cual vacía todo
sentido político que tenía el apostolado del Mesías. Pero la inversión, para ser
completa, tiene además que subsumir el discurso del justo y en nombre de él
perseguir al justo; este es el vaciamiento simbólico que sufre el discurso de
liberación, cuando sus propias banderas ahora las empuña el verdugo. El mundo
pagano griego y romano era politeísta, o sea, relativista, por eso el bien era
asunto de moral individual y la justicia era sólo el orden impuesto, que era
divino; por eso la política era la administradora de lo divino en la polis. Por
eso una cultura monoteísta, como la judía, era intolerable para el mundo pagano.
Una vez paganizado el cristianismo, el nuevo fundamento (invertido ya) del
imperio, justificaba, de modo ahora diabólico, aquella práctica sacrificial a la
que nunca había renunciado el imperio. El odio al extranjero y al distinto, al
otro, ahora se expresaba como judeofobia . El Kristos entronizado por el imperio
romano ahora les facultaba la persecución de nuevas víctimas, los chivos
expiatorios siempre necesarios para conservar la hegemonía en tiempos de crisis.
La cristiandad latina y después la cristiandad protestante, es decir, el
medioevo europeo y luego la modernidad, nunca dejaron de sacrificar víctimas a
su Dios. Pero el Dios moderno nació con un hambre insaciable y a él se
sacrificaron y se sacrifican pueblos enteros desde la conquista del Nuevo Mundo
("se descubrió una boca del infierno por la cual cada año inmolan una gran
cantidad de gente, que la codicia de los españoles sacrifica a su dios que es el
oro y es una mina de plata que se llama Potosí", Domingo de Santo Tomas, 1550).
Es el "in Gold we trust". Es el Dios al que se postra baby Bush para justificar
sus guerras a pueblos indefensos. Es el mismo al cual se dirigían en el cabildo
del millón (de dólares).
Flavio Josefo dice: "Pues no hay otra ayuda ni socorro sino el de Dios; mas a
este también le tienen los romanos, porque sin ayuda particular suya, imposible
sería que imperio tal y tan grande permaneciese y se conservase". Así se expresa
el que admira al imperio y está dispuesto a someterse a su poder, porque además
"no tendréis lugar a dónde recogeros teniendo ya los romanos a todas las
naciones y gentes sujetas a su imperio". La admiración de la bestia es inmensa,
por eso congrega naciones y las multitudes que reúne son la manifestación de su
poder. "Le fue otorgado hacer la guerra a los santos y le fue concedida
autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación" (Apocalipsis 13). ¿Quién
concede autoridad a la bestia?: "Adoraron al dragón, porque había dado el poder
a la bestia". El Señor que interpela a Moisés sabe del poder del soberbio: "Yo
se que el faraón de Egipto no los dejará salir, sino es por la fuerza" (Éxodo
3:19), porque el soberbio "pone su boca en el cielo y su lengua se agita por la
tierra". Por eso el salmista se pregunta: "¿Hasta cuando, Oh Señor, insultará el
opresor, y sin cesar blasfemará Tu nombre el enemigo? (Salmo 74). Su poder es
colosal. Es un gigante de bronce, pero tiene pies de barro. Es el Goliat que
aparece descomunal; pero apenas un guijarro, en un punto clave, puede desmoronar
toda aquella fortaleza aparente.
Esa fortaleza (aunque aparente) es la que arredra. Pero también seduce. Por eso
la intelectualidad cae a sus pies. El poder corrompe pero también encanta, por
eso maldice al que no le sirve. Es lo que vimos en el cabildo millonario. La
práctica idolátrica del reino-de-este-mundo, que acudió a la lógica de la
inversión para encubrir sus propósitos: un discurso de liberación lo transformó
en un discurso de dominación. Antes de prorrumpir en su manifiesta declaración
secesionista, la vistió con el decálogo cristiano, de este modo quedaba amputada
toda disidencia: lo que salía de boca del prefecto Rubén Costas ya estaba
avalada por su Dios, que fue la argucia discursiva del cívico Herr-man Antelo.
La muchedumbre sólo podía decir sí, como respondió otra muchedumbre con un sí a
la petición de crucificar al Mesías. También fue una muchedumbre multitudinaria.
La multitud que también puede congregar baby Bush o que congregaba Hitler para
justificar el holocausto. Pero descubramos la i nversión que hacía Antelo del
decálogo. De los 613 mandamientos (que no son diez, se dicen diez porque 6+1+3
dan diez y es el numero de la perfección en la cultura hebrea) que da el Señor
al pueblo de Israel, hay unos estrictamente referidos a la política y la
economía. Si levantan "los que defienden el mundo" el primer mandamiento
debieran ser fiel a todos y cada uno de los mandamientos; por ejemplo: "La
tierra no puede venderse a perpetuidad, pues Mía es la tierra, ustedes son sólo
forasteros y residentes respecto de Mí" (Levítico 25:23). ¿Cómo levantan el
nombre del Señor y defienden a su vez la propiedad privada? ¿Se podrá servir a
dos amos al mismo tiempo? La propiedad privada es perpetua y pasa de padres a
hijos pero, además, priva a los demás de propiedad, porque la propiedad privada
es acumulación de medios de vida de los demás, de modo que estos se vean
imposibilitados de reproducir su vida y se vean en la necesidad de vender sus
vidas a cualquier precio: "En todo e l territorio de vuestra posesión daréis
derecho a redimir la tierra" (Levítico 25:23), o con mayor claridad: "Si tu
hermano empobrece y pierde su habilidad para la auto-manutención, deberás
sostenerlo, sea prosélito o residente, para que pueda vivir junto a ti" (25:35).
El afán autonomista es declarado: potestad departamental (de la elite gamonal)
sobre recursos naturales, sobre la tierra, energéticos, y sobre la asunción de
soberanía, es decir, y en resumidas cuentas, independencia. Una independencia
elevada sobre el respeto a la propiedad privada, la propiedad de aquellos que se
hicieron ilícitamente de la tierra y los recursos naturales, privando a sus
semejantes de los beneficios de aquellas. Se olvidó el cívico de mencionar el
"no tomaras en falso el nombre del Señor", porque el Dios al que invoca no está
en los cielos sino en la tierra y es el ídolo contra el cual se estrellaron los
aviones suicidas en New York (si realmente hubiesen buscado la destrucción los
terroris tas, no les hubiese costado nada virar a la izquierda y estrellarse
contra las plantas nucleares existentes en New Jersey, pero su propósito era
otro: atentar contra el Dios de occidente).
En esta historia, los verdaderos ateos son los poderosos, por eso levantan
soberbiamente sus propósitos y levantan falso testimonio en nombre del Señor,
porque no le temen, por eso no les perturba mentir en su nombre. "No robaras"
dicen, cuando la riqueza que defienden es fruto del robo sistemático, del haber
privado centenariamente al pueblo de la riqueza que tiene nuestro país. Ahora el
centralismo es el mal de males, cuando nos gobierna un indio, pero cuando el
centralismo era de ellos este no era problema, es más, desde la dictadura de
Banzer (camba), aprovecharon casi todo el dinero que entraba al país vía deuda,
y en los gobiernos posteriores (con fuerte presencia camba) siempre salieron
beneficiados. "No mataras" dicen, cuando antes (la agresión al canal estatal, a
sedes indígenas, oficinas gubernamentales, al mismo representante de derechos
humanos, etc.) y después de su cabildo millonario demostraron la violencia de la
que son capaces.
Lo sucedido después del cabildo, en San Ignacio de Velasco, San Xavier o San
Rafael es la muestra de un fascismo reverdecido en Santa Cruz. El enemigo
interno de los nazis eran los judíos, el enemigo de los cambas son ahora los
indios (guarayos, guaranies, ayoreos, matacos, etc., pero sobre todo, aymaras y
quechuas, los collas). Es la "kristallnacht", la nueva "noche de los cristales
rotos"; el racismo solapado que despierta al llamado de la bestia ("bestia
rubia" la llamaba Nietzsche), el odio al otro, la respuesta del ídolo que ya ha
designado al otro (en nuestro caso, el indio) como lo diabólico. Es, como dice
Franz Hinkelammert: "Occidente in extremis". Por eso la legitimación no es
social, no es la multitud reunida (esa es la apariencia fastuosa), sino la
apelación teológica que despierta una cultura sacrificial que atraviesa toda la
historia de occidente. "Lo camba" es ahora el eje ideológico racista desde el
cual se busca enfrentar a todo un país; "lo camba" separa lo "puro" de "aquellos
que contaminan nuestra sociedad" (Manifiesto de la "Nación Camba"). Pero "lo
camba" es una abstracción; porque no asume ninguna identidad cultural
originaria, porque los indios del oriente boliviano son también considerados
como parte de la contaminación. Aquella discriminación (que en el fondo es
racial, o sea, irracional) descarga un odio centenario que el criollo ha sabido
administrar como la respuesta siempre justificadora de su superioridad; de modo
que la causa de los males nacionales siempre recae sobre quienes padecen los
fracasos históricos de las elites acostumbradas a endilgar sus desdichas y sus
frustraciones a sus sometidos. La incapacidad, la desidia y la subordinación
grotesca (no sólo ante los imperios de turno sino también ante los países
vecinos) de las elites, produjo una cultura del desprecio propio, cuyo
avivamiento se agudizó gracias al racismo, de modo que el desprecio propio ahora
era exteriorizado hacia el indio; quien, en definit iva, sufría doblemente
(gracias al nacionalismo movimientista) aquel desprecio, porque el mestizo
modernizado reproducía aquel desprecio de modo más enfermizo: el afán de ser lo
que no es, le llevaba a descargar su frustración en aquel que le recordaba su
origen. "Lo camba" es el prototipo último de esta cultura hecha ideología. Es el
eje discursivo desde el cual se vislumbra al supuesto culpable de todos los
males, a aquel que es preciso eliminar cuanto antes, porque ahora es gobierno:
el indio.
Los prefectos y los cívicos no soportan que les gobierne un indio y, para colmo,
que lo haga bien, es decir, que recupere el patrimonio nacional y, esto ya es el
colmo, que les enseñe lo que es trabajar, lo que es la honestidad y la dignidad.
Si el indio ha sido previamente diabolizado, entonces todo lo que haga tiene
tinte maligno; por eso la manipulación mediática: todo lo bueno que haga es
siempre malo. Es la descalificación total del otro; deshumanizando al otro se
consigue estimular su eliminación y, para que su eliminación aparezca como
justa, el verdugo se hace la víctima. El justo aparece como el inicuo, los
siempre excluidos son acusados de cometer "pecado de soberbia" o, lo que llamaba
Lutero, "locura judaica" (los campesinos alemanes que osaban enfrentarse a los
príncipes), porque se atrevieron a cuestionar el orden, la ley, la democracia de
cuello blanco, el Estado de derecho (del derecho del fuerte). Ese es el pecado
que cometieron contra su Dios y la condena es el infierno. Eso es lo que se
propone realizar la "Nación Camba" y la "Juventud Cruceñista". Y empezaron en la
Chiquitanía, en San Ignacio de Velasco: sembrar el infierno en la tierra (receta
nazi).
Pero esta demostración siniestra no es sólo local. Se trata de la nueva
estrategia imperial: crear conflictos regionales para desestabilizar las
democracias, de modo que sea necesaria la intervención norteamericana, para
dizque "estabilizar" la región. Ello explica la reciente formación de una liga
interamericana para el apoyo a los "procesos autonómicos", bajo el auspicio
sobre todo de la CIA y las transnacionales. Esta liga apoyaría económicamente
(millonariamente) a grupos separatistas, en países como Bolivia, Ecuador,
Argentina, Brasil y Venezuela, leales a una política privatizadora de los
recursos naturales, además de comprometidos en una absoluta injerencia
gringo-republicana. La visita del secretario de Estado gringo a Bolivia no fue
casual, tampoco el nombramiento del nuevo embajador (se dice de este que fue
parte activa en el desmembramiento de la ex Yugoslavia). Tampoco serían casuales
los nombres de los asesores de esta liga, entre ellos Carlos Alberto Montaner y
Álvaro Vargas Llosa, como tampoco sería casual que la sede de esta organización
(como se prevé) sea Santa Cruz de la Sierra y que su presidente sea el
autonomista Carlos Dabdoub.
Los separatistas echaron raíces en nuestro país desde hace tiempo. Después de la
segunda guerra mundial, por petición de la CIA, ciertos gobiernos bolivianos
habrían aceptado cobijar a miembros de la Ustacha, una organización fascista
croata (condenados en varias cortes internacionales por crímenes contra la
humanidad); estos fanáticos racistas se instalaron en Santa Cruz y después,
gracias a Banzer, logran acceder al poder, procediendo, desde entonces, a
desviar capitales e inversión casi exclusivamente hacia Santa Cruz. El partido
del dictador no en vano lleva los colores en alusión a la bandera alemana. Son
estos, entre otros, los creadores de la autodenominada "Nación Camba", quienes
reivindican la "media luna" (de origen croata, el último bastión europeo contra
la expansión otomana, en 1482), y el ahora su brazo armado: la "Unión Juvenil
Cruceñista"; constituida a partir de células locales que recuerdan la formación
temprana de las Schutz-Staffel (SS) o las Hitler Jugend (Juventudes Hitlerianas).
El cabildo millonario es otra apariencia. Impactante y estremecedora. Pero
cuando el fuerte hace alarde de su fuerza es porque no está totalmente
convencido de su fortaleza. Por eso hay que mantener la serenidad. La sabiduría
de la paciencia. Aprendamos de los chinos: "Si haces que los adversarios vengan
a ti para combatir, su fuerza estará siempre vacía. Si no sales a combatir, tu
fuerza estará siempre llena. Este es el arte de vaciar a los demás y de llenarte
a ti mismo" (Sun Tzu). Porque la lógica del fuerte consiste en llegar a la
batalla para conseguir la victoria, por eso provoca; pero nuestra lógica debe
consistir en ganar sin llegar a la batalla. Eso es lo que aprendió el
subcomandante Marcos del viejo Antonio: "Si no puedes tener la razón y la
fuerza, escoge siempre la razón y deja que el enemigo tenga la fuerza. En muchos
combates puede la fuerza obtener la victoria, pero en la lucha toda sólo la
razón vence. El poderoso nunca podrá sacar razón de su fuerza, pero no sotros
siempre podremos obtener fuerza de la razón". Porque nuestra razón es una razón
de vida y la vida procura la vida. Por eso la víctima "clama", porque tiene
esperanza, porque quien escucha el "clamor" del pueblo es el Señor, quien baja
de Su presencia para mostrar una tierra prometida, de modo que la vida siga
teniendo sentido vivirla.
Rafael Bautista S. es autor de "OCTUBRE: EL LADO OSCURO DE LA LUNA" Editorial
"Tercera Piel", La Paz, Bolivia