Internacional
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Cardenales y curas pederastas
Octavio Rodríguez Araujo
En 2005 se estrenó en la televisión de Estados Unidos una notable
película basada en hechos reales ocurridos en Boston y dirigida por Dan Curtis:
Our fathers. Recientemente tuvimos la oportunidad de ver esa película en
México, también en televisión. La vigencia en México de este filme es
impresionante, sobre todo por las semejanzas que guarda con el caso del cura
Nicolás Aguilar Rivera, protegido por el cardenal Norberto Rivera Carrera cuando
era obispo de Tehuacán, Puebla, en 1987.
Aguilar fue acusado de pederastia, y en lugar de someterlo al juicio
eclesiástico por tan nefasto crimen, o de entregarlo a las autoridades civiles
por ese delito, fue cambiado de lugares (de diócesis, se dice en el lenguaje de
la Iglesia católica) y finalmente enviado al extranjero, a Los Angeles,
California, con la evidente intención de evitar que pudiera ser juzgado por las
autoridades mexicanas.
Muy pronto, sin embargo, el padre Aguilar hizo de las suyas en aquella ciudad de
Estados Unidos. Se sospecha que abusó sexualmente de 26 niños y, según
evidencias mostradas en este diario, el obispo de Los Angeles, Roger Mahony, le
informó a Rivera que su enviado había cometido "acciones depravadas y
criminales" contra jóvenes acólitos, mencionándole, además, que dado que el
pederasta había regresado a México, él y otros jerarcas de la Iglesia en Los
Angeles querían cooperar con la policía de esa ciudad para que fuera buscado y
arrestado. Se sospecha que tanto Rivera Carrera como Mahony han protegido en
diversos momentos al pervertido cura, y la madre de tres hijos abusados
sexualmente, Valentina Mendoza, no es la única demandante de justicia, pero sí
la que ha interpuesto una demanda más, especialmente contra el cardenal
mexicano. La señora Mendoza es en nuestros días el equivalente a la señora Mary
Ryan de Boston, protagonizada en la película mencionada por Ellen Burstyn. Sobra
decir que el cura pederasta mexicano, Nicolás Aguilar, es equivalente al cura
bostoniano que, con la denuncia en su contra, sirvió para que se destapara una
cloaca en cuyo interior se encontraron muchos otros casos semejantes con cientos
de víctimas. Ese cura, sentenciado a 10 años de prisión a los 67 años, y
asesinado en su celda en febrero de 2004 según nota de CNN, se llamó John J.
Geoghan, y el cardenal que lo protegió, a él y a otros curas pederastas, fue
Bernard Francis Law, quien, por cierto, fue a su vez protegido por el papa Juan
Pablo II, ahora fallecido.
En la película, y en la vida real, como puede consultarse en el valiente
periódico The Boston Globe en Internet, el caso comenzó cuando un grupo
de víctimas del padre Geoghan, ya adultos, denunciaron los hechos ocurridos
cuando eran niños ante un abogado de nombre Mitchell Garabedian, protagonizado
en el filme por Ted Danson. Ese abogado aceptó los casos primero sin cobrar
(aunque buscaba obtener buenas ganancias de la indemnización que pensaba
conseguir, por parte de la arquidiócesis católica de Boston, a las víctimas), y
pese a que varios de los 147 casos presentados ante la corte no fueron
suficientemente sólidos por falta de evidencias, hubo uno que sí avanzó y con
base en él fue condenado el cura Geoghan. A lo largo de los años se descubrieron
más casos en varias ciudades de Massachusetts y el cardenal Law, quien por
cierto nació, de padres estadunidenses, en Torreón, Coahuila, en 1931, tuvo que
renunciar después del escándalo en su diócesis y toda vez que ya no se pudo
encubrir la serie de abusos contra niños y jóvenes por los sacerdotes católicos.
La Iglesia sólo pagó 10 millones de dólares como indemnización a las víctimas.
Es pertinente mencionar que existe un libro de Pepe Rodríguez titulado
Pederastia en la Iglesia católica (Delitos sexuales del clero contra menores, un
drama silenciado y encubierto por los obispos), publicado por Ediciones B,
en 2002.
No deja de ser preocupante que las denuncias penales interpuestas contra el cura
mexicano Aguilar se estén juzgando en Estados Unidos y no en nuestro país, donde
desde 1997 fue denunciado por los padres de cuatro niños ante el Ministerio
Público de Tehuacán. Acá la justicia parece temer a la Iglesia católica, de la
misma manera que a los acusados por la valiente periodista Lydia Cacho que son,
obviamente, empresarios y políticos muy influyentes.
Confiemos en que el desenlace del asunto de la pederastia practicada por curas
no termine con declaraciones de compasión por parte del cardenal Rivera, como
ocurrió con el también cardenal Law en Boston al morir el padre Geoghan en la
cárcel. Cuando éste fue asesinado, el vocero de la arquidiócesis, Christopher
Coyne, declaró que "después de conocer las noticias de la trágica muerte de John
Geoghan, la aquidiócesis de Boston ofrece sus oraciones para el descanso del
alma de John y extiende sus rezos y consolación a su hermana querida Kathy en
este momento de pérdida personal." Ni una palabra para los más de 100 niños
víctimas del cura pederasta, ningún consuelo para sus padres, esposas e hijos.
Ninguna oración cuando una de las víctimas de Geoghan, Patrick McSorley, se
suicidó al no poder sobrellevar por más tiempo el trauma por el abuso del que
fue objeto.