Argentina: La lucha continúa
|
Patricio Enrique McCcabe
La Verdad incómoda
Algo sucede en Gualeguaychú que indudablemente
desconcierta, incomoda, molesta. Diríamos que allí sucede algo anómalo,
desmesurado, que no encaja. Veamos. Estamos frente a un movimiento de
preservación del medio ambiente en un país que casi no registra antecedentes en
la materia. A su vez es también un movimiento social bien local que sin embargo
pone en aprietos a tres estados y hace zozobrar alianzas regionales con
pretensiones globales. Por último es el movimiento asambleario que más ha
perdurado en el tiempo pero que no es reconocido como tal por casi ninguna
expresión de la izquierda partidaria o autónoma.
Esto último es complejo. A pesar de no tener ninguna visibilidad entre quienes
protagonizan las luchas de estos tiempos agitados, Gualeguaychú es condición de
visibilidad de infinidad de conflictos ambientales que reconocen en la partitura
entrerriana una fuente de inspiración para sus acciones. Pasar por el piquete de
Arroyo Verde es conocer el mapa del conflicto ambiental en la vasta geografía
nacional. Todos pasan por la carpa playera donde los asambleístas exponen sus
razones: Ezeiza, Gonzalez Catán y San Pedro pero también La Rioja, Catamarca y
Tucumán. Allí se compone una suerte de inteligencia colectiva sobre la situación
de los recursos naturales frente al acecho de la propiedad privada. Sin embargo
ninguna lucha extra ambiental se referencia en esta..
Hay que reconocer que desde hace unos años Argentina resulta un laboratorio a
cielo abierto para quien esté interesado en comprender algunas formas novedosas
que asume la lucha entre capital y trabajo. Y en este último tiempo los recursos
naturales se han agregado a la agenda de esta lucha. La discusión pasa no sólo
por si los recursos que ofrece el medio ambiente son apropiados por el común o
por particulares sino también por el tipo de relación que la humanidad establece
con la naturaleza. Gualeguaychú se instala con fuerza en este escenario donde
hasta ahora no se habían manifestado en forma masiva los de abajo. Esta causa no
tiene correlatos parecidos en otras partes del planeta salvo quizás en el
movimiento que en la India intenta detener la construcción de una presa sobre el
río Narmada. En ambos casos el uso que se hacia de los recursos naturales vino a
quedar perturbado por una iniciativa del Banco Mundial que en el caso
argentino-uruguayo financió durante 20 años las plantaciones de eucaliptos cuya
consecuencia es la instalación de Pasteras y en el caso de la India, es la
instalación de una presa que orienta la energía del río hacia cultivos
agroindustriales privados dejando sin agua a la parte más pobre de la población.
A su vez la orilla del río Uruguay se presenta como un estratégico lugar para
observar la fragilidad de los Estados Nación en estos tiempos de Imperio. A
contrapelo de una época donde los gobiernos de la región intentan recuperar
algunas palancas estatales cedidas al mercado, un movimiento local y una
expresión no menor del capital concentrado se empeñan en mostrar que ser
presidente hoy puede ser una figura de la impotencia. De un lado del Uruguay un
gobierno que no puede disciplinar un movimiento que ha instituido como
permanente el bloqueo de un paso fronterizo al punto de rediseñar los límites
nacionales. En la otra orilla, un gobierno que se subordina con enormes costos
políticos al poder de una empresa que aparece disponiendo como le place de los
espacios nacionales con enorme desprecio por cualquier instancia de decisión que
no sea la de la Bolsa de Valores. El gobierno brasileño, siendo el más fuerte de
la región, se muestra con una prescindencia que raya en la impotencia frente al
conflicto más importante y prolongado dentro del Mercosur. Aun Venezuela que
suele intervenir donde haya una oportunidad de afianzar sus intereses declinó el
pedido de mediación que le hicieron los asambleístas alegando que "era un asunto
bilateral." En suma el desconcierto reina y los jugadores no encuentran su rol
en este juego.
Por abajo, nadie parece poder capitalizar lo que sucede, ni siquiera la
izquierda acierta a encontrar un parentesco entre las luchas en las que
participa y la que se desarrolla en el Litoral. Parece ser que la máquina
clasificatoria de los partidos encuentra un escollo insalvable en la heterogénea
composición del movimiento gualeguaychense. ¿Y donde está la clase obrera? se
preguntan y lo cierto es que la clase obrera está construyendo la planta de
Botnia y para peor entre los asambleístas abundan los sectores medios e incluso
no falta algún empresario sojero. Prefieren moverse entonces en los conflictos
sindicales que no revisten mayor complejidad y tienen certificado de origen
proletario puro. Hay algo más que descoloca y es el número de personas que
moviliza el rechazo a la pastera. Si la última reunión 130 mil personas
significa que no hay en este momento ningún grupo o aparato estatal con esta
capacidad de convocatoria. Ni siquiera la marcha ritual del 24 de marzo.
Por arriba y por abajo, Gualeguaychú incomoda e invita a pensar. Algo similar ya
había ocurrido con el movimiento en torno a los piquetes desde los saberes
disponibles no había explicación alguna para la emergencia del corte de ruta
como dispositivo de producción de una subjetividad antagónica. Se piensa lo que
no se sabe y ciertamente a esto invita Gualeguaychú dado que lo que allí ocurre
hace agujero en los saberes existentes. Gualeguaychú se presenta entonces como
una verdad incómoda.
Las líneas que siguen intentan dar cuenta de algunas de las características que
tiene este fenómeno. Buena parte de esta elaboración es resultado de
innumerables visitas al corte a lo largo de estos dos años y de los informes que
distintos compañeros han hecho de las mismas. Como también de los asambleístas
que contra viento y marea y en cualquier circunstancia disponen de un mate y una
sonrisa para quienes nos acercamos por sus pagos, llenos de dudas.
Precisamente en estas interminables rondas de mate, un asambleísta se preguntaba
asombrado porqué tanta gente se acerca a Gualeguaychú a traer su solidaridad o
simplemente a curiosear. Para algunos de quienes estábamos allí era evidente la
filiación de este movimiento con los nuevos modos que la política adopta luego
de las jornadas de diciembre del 2001. Claro que esto sólo aparece claro para
unos pocos, muy pocos. De hecho los propios entrerrianos tienen un recuerdo del
2001 similar a una pesadilla, es la época de los saqueos en Concordia y de un
caos generalizado que no parece haber dejado nada positivo A su vez buena parte
del movimiento asambleario forjado en aquellos días tampoco reconoce en
Gualeguaychú ni siquiera un aire de familia con su propia lucha.
Por lo tanto lo que creíamos era evidente no lo era en lo más mínimo y la
inquietud del asambleísta era legítima. La tarea entonces se presenta difícil,
indagar en las propias características de la militancia pos 19/20 y tratar de
encontrar en la constelación de experiencias que se agrupan bajo ese signo lo
que puedan tener en común con la acción que se desarrolla en la ciudad del
Carnaval.
Contando con cierta complicidad del lector podemos afirmar que hay algunos
cambios en los modos de hacer política que se han hecho masivos a partir del
2001. El recurso a la acción directa como modo de materializar reivindicaciones,
la asamblea como forma de deliberación, la desconfianza hacia cualquier forma de
delegación y cierta confianza en la iniciativa propia no eran características
que no estuviesen presentes en la década del 90. Pero de ningún modo se puede
decir que tuviesen el grado de hegemonía que hoy ostentan en las luchas
argentinas. Son características que se cocinaron en pequeños laboratorios y que
hoy constituyen embriones de una nueva cultura política. Obviamente este proceso
está en ciernes y convive con elementos aún mayoritarios de los viejos modos de
transitar la política. Nos parece intuir que en Gualeguaychú hay signos
ostensibles de esta nueva cultura política y que además hay un pequeño plus nada
desdeñable: lo prolongado que viene siendo el conflicto constituye una ventaja a
la hora de identificar tendencias que no son fáciles de detectar en otras
experiencias pos 19-20 que tuvieron un carácter más efímero e inestable. Vamos
pues al asunto mismo.
Una nueva cultura política
Ciertamente quien quiera hacer un punteo sobre los cambios que viene
experimentando la escena política argentina tendrá que tomar nota de la
existencia de un profundo rechazo a la política tal cual la conocimos hasta hace
poco. Por arriba y por abajo, la política organizada en torno a partidos,
sindicatos y estados viene siendo vapuleada sin misericordia. El capital tiende
a hacer política a través de los medios masivos de comunicación y ahora busca
servirse de actores, empresarios o deportistas para transmitir sus valores. El
trabajo desconfía del sistema representativo y apela a la acción directa
cada vez que debe resolver un problema, esta cultura de la inmediación que
constituye un rasgo cada vez más acentuado reconfigura en cierto modo la forma
de hacer política que se traía del período anterior. Sin embargo, la
comunicación parece ser el terreno donde la explotación encuentra un ancho campo
de desarrollo y donde hasta ahora las estrategias de resistencia se presentan en
formas de minoría activa. La televisión es el dispositivo configurador de la
subjetividad de mayor alcance y no solo avanzó sobre la política tradicional
sino que también ha expropiado funciones clásicas de la escuela. Lo cierto es
que la política tal cual la conocíamos está vaciada de eficacia, y sobre sus
restos se ensayan diversas alternativas , en lo que sigue vamos a considerar una
de las que se están gestando en el campo emancipatorio.
Este es un momento de fuerte experimentación, probablemente se esté dibujando en
esta época el tablero donde se jugará en las próximas temporadas. Esta claro que
si miramos este momento con los ojos de la política representativa no pasa
prácticamente nada, no hay acumulación de fuerza en ningún partido y las
alternativas asamblearias y piqueteras parecen en estado vegetativo. Sin
embargo, cada vez es más evidente que las prácticas que caracterizaron las
jornadas de diciembre del 2001 se han hecho difusas en el cuerpo social. No se
detienen en ningún lado pero aparecen todas de golpe en un paro de maestros o en
la Estación Constitución. Redibujan un mapa nuevo sobre el territorio ya trazado
por la política tradicional.
República de Botnia
Este rediseño de las formas de habitar el conflicto nos obliga a dirigir la
mirada a Gualeguaychu. Y si hablamos de rehacer el mapa tenemos que reconocer
que en esto se han mostrado duchos los entrerrianos. No es cualquier terreno el
que se extiende en una frontera, en general un conflicto que se desarrolla allí
tiende rápidamente a subsumirse en la dicotomía adentro-afuera que nos propone
la lógica de los patriotas. Sin embargo ser patriota es difícil en un momento en
que la nación parece un concepto amenazado y las fronteras nacionales se
muestran imprecisas en sus competencias.
En estos tiempos en que el capital se mundializa, las antiguas jurisdicciones
tienden a hacerse confusas y los gobiernos nacionales se ven obligados a tomar
algunas decisiones. Si otrora las fronteras de los países eran un estorbo para
la lucha de los proletarios ahora también lo son para la expansión del capital.
Si bien es cierto que todavía se les saca jugo para regular el movimiento del
trabajo lo cierto es que muchas veces las demarcaciones nacionales también
entorpecen los movimientos del capital. Los gobiernos nacionales son, en cierto
modo, dependientes de los cambiantes humores de la población que dado el vínculo
electoral se ven obligados a atender algunas demandas de los trabajadores. En
cambio, despojados de cualquier control electoral los organismos colegiados del
capital global diseñan negocios en aparente desconexión con ninguna otra
necesidad que no sea la propia.
Frente a esta situación, decíamos, los gobiernos nacionales se posicionan de
distintas maneras. Algunos no ponen límite alguno a las pretensiones del capital
y, a riesgo de perder adhesión en la población, le allanan a este el camino. Es
el caso del actual gobierno uruguayo que pretende poner el territorio uruguayo a
disposición del enclave forestal papelero. Distinta es la actitud del gobierno
argentino que trata de ejercer algún control estatal sobre las pretensiones del
capital mundializado al menos en el negocio forestal (sabemos que es distinta su
actitud frente a la soja y la minería). Con este molde encaran la resolución del
conflicto poniendo el gobierno uruguayo el acento en la libre circulación de
mercancías y postulando como tribunal de la disputa a una entidad comercial como
es el MERCOSUR. Argentina, en cambio, recurre a los estrados internacionales y
conciben el problema como un problema jurídico / político.
Distintos son también los vínculos que tienen estos gobiernos con sus
respectivos pueblos. En Uruguay no paso el vendaval del 2001 y los trabajadores
creen en sus gobernantes, en cambio, en Argentina el vínculo representativo con
los gobernantes está debilitado en un clima donde cunde la acción directa.
Frente a las distintas posiciones que asumen los gobiernos frente a las demandas
del capital, los asambleístas de Gualeguaychú descreen de este posibilismo e
inventan su propio juego. Por lo pronto crean su propio territorio mediante la
interrupción de la circulación de las mercancías de un espacio nacional a otro.
No hay un tiempo de la producción sino un tiempo de la interrupción de la
producción, se interrumpe la maquina social y se establecen lazos políticos.
Mediante esta actitud, se instaura la diferencia en la repetición y se abre un
nuevo campo de posibilidades. Claro que no todos los que sostienen el corte
creen lo mismo, muchos otros sostienen que todo se resuelve si el gobierno
nacional hace valer la soberanía sobre el río Uruguay y entienden lo que sucede
en los términos que propone el patriotismo. Estos conciben al nuevo diseño
fronterizo como la posibilidad de un nuevo discurso nacional de defensa de la
soberanía y a la frontera como un modo del aislamiento.
De todas maneras no escapa a nadie (y menos que nadie al gobierno) que de algún
modo la frontera se corrió, o se reterritorializó. Se constituyo un nuevo
espacio y la nueva relación que este dispone pone en cuestión el trazado del
capital sobre el territorio.
A su manera, Botnia también traza una nueva frontera y ordena los flujos
productivos de la zona con la ingente ayuda del gobierno al punto de modificar
en forma severa el entorno. Resulta toda una experiencia acercarse acercarse a
Botnia desde el lado uruguayo..
El control del territorio parece ser una variable de la nueva cultura política
que se viene perfilando. Pero el territorio no es sólo (ni siempre) un
territorio geográfico sino también un ejercicio de soberanía con sus propios
modos de enlazar lo social y lo político. Para ser más claros, lo que sucede en
Arroyo Verde es el intento de evitar que la soberanía se separe de su origen
cuando se trata de "disponer" de los recursos naturales. No delegar la
toma de decisiones en los cuerpos representativos del estado ni en ninguna
instancia ajena a la propia organización.
Fronteras difusas entre lo político y lo social
Así como los vecinos de Gualeguaychú intentan disociar los recursos naturales
del control estatal ejerciendo una soberanía sobre estos sin mediaciones también
articulan lo social y lo político de una manera distinta a como lo venían
haciendo las organizaciones tradicionales. El estado trata de monopolizar las
decisiones políticas y los asambleístas tratan de ampliar el radio de su acción
política a áreas que antes le estaban reservadas a los funcionarios. Nos
referimos a temas no menores como la relación con otros estados y el control del
territorio. Si bien, en un inicio, las demandas eran dirigidas al gobierno y se
trataba de llamar su atención para que resolviera los problemas, ahora parece
ser mayoritaria la tendencia a hacer por si mismos y ensanchar todo lo que se
pueda el radio de acción de su autonomía. Se podría decir que los entrerrianos
en lo atinente a su medio ambiente "no dejan al presidente que gobierne"
Ni dejan que el gobierno los gobierne ni pretenden gobernar a quienes se
acercan. Mucha de la gente que se acerca al corte trayendo su solidaridad y
expresando su admiración se vuelve con un consejo que palabras más o menos dice
así: "bueno ahora UD que ya sabe también tiene que informar de esto en su
barrio, municipio o provincia, porque seguramente UD. en su barrio, municipio o
provincia también están afectados, UD también tiene que organizarse con sus
vecinos" Se trataría así de buscar en la situación particular que me toca el
vínculo con situaciones mas generales El cuidado del medio ambiente y el control
de los recursos naturales atraviesan cada acción contra las empresas
contaminantes y pone en el tapete el tipo de relación que se va a establecer con
la naturaleza.
La experiencia de Gualeguaychú construye estos vínculos comunes a la vez
que desconfía de las promesas del gobierno que busca reducir la cuestión
política a sus aspectos judiciales y hacia las corporaciones privadas de la
comunicación que buscan preservar los intereses del mercado. En el conflicto de
las pasteras resulta evidente el capital entiende lo político en términos
judiciales y lo social en términos de mercado. No es fácil desembarazarse de
estas tenazas pero algo de esto sucede cuando sólo se confía en la movilización
de las propias fuerzas y se toman las decisiones en forma colectiva. Se busca un
tipo de acción pública que no se confunde con el estado, algunos autores hablan
de la emergencia de lo común como una alternativa que deja en el mismo plano lo
público (estatal) y lo privado (empresarial) hablan de un " interés común (que)
es un interés general no reducido a la abstracción por el control del Estado"
Algo de este "interés común" parece respirar en la manera en que se "confunde"
lo social y lo político en las acciones contra Botnia. Especialmente cuando se
evita cuidadosamente separar la soberanía política en la toma de las decisiones
de la fuente de la que emanan, y aquí nos referimos a la deliberación
asamblearia. Pero en este camino, los asambleístas se enfrentan a los políticos
que por izquierda o derecha intentan formatear el reclamo en los moldes de la
democracia representativa. El movimiento de Gualeguaychú opera corriendo
permanentemente las fronteras entre lo privado y lo público de manera tal que
cada vez mas cuestiones que según la lógica imperante debieran dirimirse en el
mercado entre privados ahora son llevadas al espacio público para que este se
pronuncie. La radicación de una empresa que siempre fue un tema que manejaron
quienes gestionan el estado sin mayores consultas populares ahora es una suerte
de causa regional donde ningún ciudadano que se precie se priva de opinar. La
lógica desprivatizadora que opera en este conflicto es la misma que lleva a los
trabajadores a considerar que su salario no es un asunto entre particulares sino
uno que incumbe a toda la comunidad. La huelga o el piquete logran concentrar la
atención pública sobre un conflicto que se pretendía resolver entre privados,
una vez instalados en la esfera pública se enfrentarán con la burocracia estatal
que pretende monopolizar las decisiones. Estos son los movimientos del común
para imponer sus reivindicaciones. Parece que un movimiento político se ha
conformado en el conflicto de las pasteras y lo es en la medida en que "viene a
confundir la distribución dada de lo individual y lo colectivo, al igual que la
frontera admitida de lo político y lo social".
Y el pueblo: ¿Dónde está?
Si hasta ahora pudimos anotar un par de características significativas de lo que
este movimiento aporta a la emergencia de una nueva cultura política, tenemos
que decir que todavía no mencionamos la menos explorada de las novedades que nos
traen los entrerrianos. Y nos referimos al tipo de movimiento que constituyen.
Claramente no es la clase obrera en tanto tal la que se da cita en este
conflicto y basta esta percepción para que las diversas formaciones de izquierda
(con las excepciones ya destacadas) no lo consideren en sus análisis. Y si bien
podría emparentarse al nivel de su extracción social con las asambleas vecinales
no son exactamente las mismas reivindicaciones las que los reúnen.
Movimientos como los de Esquel, Gualeguaychu, Famatima o San Juan constituyen la
tercera generación (o la cuarta si consideramos las empresas recuperadas) de
movimientos sociales que emergieron o cobraron fuerza luego de las crisis del
2001. En este caso el motivo de su encuentro es la preocupación por las
cuestiones ambientales que nunca conocieron en este país un desarrollo tan
amplio. Puede emparentarse o no este movimiento con aquel de envergadura
latinoamericana que disputa el control del agua, el gas o el petróleo a la
voracidad constitutiva del capital. Pero en torno a los recursos naturales se
recrea la lucha de clases. La última declaración zapatista es emblemática en
este sentido.
Justamente desde la aparición del zapatismo a la fecha asistimos a la emergencia
de movimientos sociales que intentan autogobernar áreas cada vez más crecientes
de la vida social. En general, le dan potencia política a sus reivindicaciones
sociales esquivando en la medida de lo posible la injerencia estatal. Si en los
40 y 50 los movimientos sindicales y políticos buscaban ampliar la ciudadanía a
cuestiones sociales y encontraban gobiernos populistas dispuestos a este pacto,
hoy la cosa parece transitar por otros carriles. Ya no parece haber un pueblo
dispuesto a dejarse representar en un estado. Justamente esa renuencia a
representarse constituye también una dificultad a la hora de comunicarse
horizontalmente entre movimientos. El carácter incomunicable de las luchas
obedece en gran medida al rechazo a la vieja manera de encuentro que fueron las
internacionales obreras que comenzaron a organizarse en base a un partido
principal y terminaron haciéndolo en torno a un estado. Queda pendiente una
nueva invención que recupere la comunicación secuestrada por el capital en su
rostro estatal o mercantil.
[1] Imposible este artículo sin la colaboración de los que vienen acercándose al corte de Gualeguaychú y hacen informes. Valga el reconocimiento a Maxi, Paula, Karla, Isolda. y Hernán.
[2] A no ser por Socialismo Libertario, últimamente el PCR, alguna mención del Colectivo Situaciones o algún escrito de Luis Mattini, Gualeguaychú no tiene quien le escriba.
[3] Arroyo Verde es el lugar donde están instalados los asambleístas que garantizan el corte de la ruta.
[4]Parece estarse cumpliendo en este caso algunas de las advertencias sobre el carácter incomunicable de las luchas que hacen Negri y Hardt quienes comentan que "Una de las paradojas políticas esenciales y más apremiantes de nuestra época: En nuestra tan celebrada era de las comunicaciones, las luchas han llegado a ser casi incomunicables." en Imperio, Negri-Hardt, Buenos Aires, Paidos, 2002, Pág.65.
[5]
Salvo el estimulante ejemplo de Esquel no se registran movimientos masivos en el
tema ambiental. Si consideramos como parte del mismo asunto la batalla que los
bolivianos entablan por la soberanía de sus recursos naturales podemos tender un
insospechado hilo que une Cochabamba y Entre Ríos. Sin embargo así como los
entrerrianos no se reconocen como parte de los movimientos latinoamericanos que
intentan ejercer soberanía sobre los recursos naturales tampoco bolivianos o
venezolanos ven en Entre Ríos una lucha similar a la propia.
Fuente: lafogata.org