Argentina: La lucha continúa
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Rawson, Trelew: todavía cantamos…
Estela
El Combatiente / PRT
A la burguesía no le alcanzó con la desaparición de personas como mecanismo
de aplastamiento de las masas y eliminación de su vanguardia. Fue por más. Por
mucho más. A puro decreto por necesidad y urgencia (de ellos) siguió avanzando
hasta legalizar la impunidad más abyecta. Sin embargo, hay algo elemental que
suelen olvidar los explotadores y sus lacayos: la lucha de los pueblos nunca
muere, sólo se adormece por un tiempo y un día cualquiera despierta, se
desentumece, abre los ojos, mueve las piernas y avanza…
Así, en esa ilusión idealista burguesa, pretendieron "desaparecer" todos los
símbolos que vincularan al pueblo con sus luchas, sus banderas del pasado, su
memoria colectiva. Como si se pudiera tapar el sol con la mano.
Pero la memoria popular es tenaz y como dice una vieja canción "hay otra
historia" que tarde o temprano salta cual conejo de una galera incontenible,
insoslayable, ineludible.
En esta historia nuestra de ausencias permanentes, de memoria de compañeros que
rondan nuestro recuerdo eternamente jóvenes, eternamente adolescentes,
eternamente frescos y plenos de vida hay otra historia. Paralela. Sorda. Casi
muda. Anónima. Olvidada.
Es la historia de nuestros ex presos políticos de la dictadura. Esos mismos que
ayer eran tan jóvenes como los ausentes y que hoy portan canas, pocos dientes,
nietos, algunas lágrimas a hurtadillas, dolor, alegría, amor.
Son aquellos hombres y mujeres que poblaron las cárceles de la dictadura, que
sufrieron las mismas vejaciones que nuestros ausentes pero que quedaron vivos,
testigos anónimos de toda la ferocidad de que es capaz la burguesía cuando se
siente amenazada.
Los ex presos políticos nunca hicieron demasiado ruido, nunca fueron demasiado
visibles y al salir de las cárceles se sumergieron en una sociedad desconocida:
cuando se los llevaron presos el país estaba en ebullición, cuando salieron de
las cárceles el país sólo atinaba a preguntarse dónde estaban los que no
volverían nunca. Esos presos y presas salieron a nuestras calles con las manos
vacías: sin trabajo, con un papelito de libertad condicional en el bolsillo, con
años y años de encierro como pasado inmediato, muchos sin casa, con sus padres
envejecidos de sufrimiento por ellos, algunos con sus hijos ya grandes y otros
pugnando por dejar su simiente lo más pronto posible, otros pensando que podían
reconstruirse las organizaciones que conocían antes de quedar presos… Chocaron
con la pared de la impotencia que significa descubrir que para muchas cosas hay
que volver a empezar, con la "salvedad" de que ellos tenían una década (o más…)
sobre una espalda azotada por el verdugo de turno de cada celda, de cada
pabellón, de cada cárcel.
De a poco, haciendo como que no les había pasado nada, se reinsertaron en esa
sociedad cambiada, como pudieron, a manotazos, enmudeciendo su origen,
escondiendo su pasado en las oficinas de personal cuando pedían trabajo,
buscando, sin decirlo a nadie, como un auténtico secreto, a sus viejos
compañeros en algún bar de alguna perdida esquina… ¡Quizás si por una casualidad
aún estuvieran vivos…!
Estos hombres y mujeres aprendieron en el encierro la mejor lección para
mantenerse vivos: unirse, protegerse. Y son estos hombres y mujeres los que
sorprenden cuando se los mira desde afuera: una alianza invisible cruza sus
miradas. El lazo es tan fuerte que da impresión. Sin riesgo de quedar cursi se
puede afirmar que se aman por sobre todas sus diferencias y distancias
ideológicas, políticas y hasta geográficas. Cuando se reencuentran reviven,
rejuvenecen, se abrazan, juegan, ríen. Es difícil describirlos con exactitud,
porque como grupo humano son diferentes a cualquier otro, son fuertes en el
conjunto y siguen siendo invencibles todos juntos. Entre ellos se conocen palmo
a palmo sus lados flacos, fortalezas, manías y humores.
El 30º aniversario de la dictadura militar del ’76 trajo aparejado un revivir de
hechos silenciados, como un estallido de verdad que salió por los poros de una
sociedad que calló a medias y que jamás olvidó ni perdonó a sus verdugos.
El 23 de marzo de 2006 en la U9, cárcel de La Plata, se hizo el primer homenaje
a todos los que pasaron por allí y sobrevivieron y a todos los que ya no están:
presos y familiares que dejaron su huella y actualmente permanecen
desaparecidos.
A principios de 2007, los presos políticos de la cárcel de Rawson se soñaron
para sí otro reencuentro: se imaginaron todos juntos en esa misma cárcel, pero
libres… Trabajaron durante meses para concretar su sueño. Le pusieron fecha e
hicieron buena memoria para elegirla: 21 y 22 de agosto para recordar a sus
muertos, sus compañeros. Para ser ellos quienes homenajearan a los masacrados en
el ’72. ¿Quiénes mejores para hacerlo? Si hasta hay muchos que aún recuerdan a
los fusilados porque compartieron con ellos los pabellones, los golpes, la mala
comida, la lectura, el estudio, el aprendizaje de vivir colectivamente para
sobrevivir… Si sólo ellos todavía recuerdan el color de los ojos, los gestos,
las voces de los dieciseis fusilados…
Y, paradojas de la historia, quienes alguna vez pugnaban por escapar y salir
libres mientras los verdugos ajustaban cerrojos para impedirlo, esta vez, más de
treinta años después, tuvieron que pelear para entrar, mientras los verdugos
ajustaban cerrojos para no dejarlos pasar… Pero los ex presos de Rawson estaban
decididos, desde hacía meses, a entrar al penal, paradigma infame de las
cárceles de la dictadura…
Este 21 de agosto Rawson se transformó en una visita. Como las que ellos
recibían de sus familiares y de muchos pobladores locales que pagaron caro el
atrevimiento de solidarizarse con ellos: algunos fueron desaparecidos, otros
torturados salvajemente y hasta quedan los que aún hoy son amenazados...
Los ex presos del penal de Rawson entraron a "su" cárcel con sus hijos, sus
padres y madres, sus mujeres, sus compañeras de organización, sus amigos. Y
entre llantos y abrazos cambiaron la víspera de una fecha trágica y abominable
por una jornada sencilla, tierna y fraterna, plena de gestos humanos por encima
de todas las miserias. Hicieron homenajes a sus compañeros muertos en el penal y
a los pobladores de ese lugar tan marcado por la historia de la lucha de una
generación. Para los habitantes de Rawson no fue una sorpresa que los "presos",
como ellos los llaman, saturaran los alojamientos y que sus rostros con algunos
años más, invadieran sus calles. Eran los hijos que volvían del pasado a
reiterar que la vida es más poderosa que la muerte. Siempre.
Por la noche de ese 21 los más de cuatrocientos ex presos y ex presas políticas
llegados a la patagonia desde todo el país cantaron, cantaron, cantaron… Daniel
Viglietti los acompañó en el viaje, los homenajes, la "visita" y el canto… De
memoria y a los gritos "A desalambrar" sonaba como el himno de una generación
blanca en canas que aún canta a viva voz.
Esa misma canción, a capella en la voz indescriptible de Daniel Viglietti y de
los ex presos y presas políticos de los ’70, también retumbó en el silencio del
cementerio donde descansan los restos de un compañero, el Tordito Debenedetti,
en la mañana temprana del 22, como un presagio de que la memoria no está en
museos ni en actos solemnes y oficiales… El Tordito no aguantó la pena de
entonces y decidió irse por mano propia. Los verdugos de turno (porque siguen
existiendo y no hay que olvidarlo) lo enterraron como NN y fueron los pobladores
de Rawson quienes le pusieron nombre a su tumba… Un 22 de Agosto con cientos de
personas delante de una tumba, cantando… ¿Alguien puede imaginárselo…?
Después, el acto "oficial" de inauguración del viejo Aeropuerto de Trelew
convertido en museo de la memoria, no alcanzó para la apropiación
administrativa de la memoria colectiva: los ex presos y ex presas políticas
allí estuvieron, tan unidos como cuando estaban presos, con su bandera unitaria,
hecha por ellos en días previos. Y en la parte más alta del viejo aeropuerto,
ahora renovado con cristales recién puestos, estuvieron mezclados con sus manos
en alto haciendo la V o con el puño cerrado… Todos juntos… codo a codo, como en
otra canción que termina diciendo "somos mucho más que dos"…
El acto oficial tuvo, como es previsible, saturación de sacos y corbatas, autos
oficiales y funcionarios, caretas y máscaras de todo tipo. Pocas excepciones.
Sin embargo, contra las previsiones de unos muchos que tienden a generalizar y a
creer que todo se mide con una vara de negros y blancos, los matices a veces son
mucho más altisonantes. El acto oficial pasó sin pena ni gloria, como todos los
actos oficiales. Al acto principal lo gestaron otros, los olvidados de la
historia, los que sobrevivieron a la infamia, los que aún cantan. Los que
cantando transformaron la muerte en un conjuro por la vida y la auténtica
memoria, sin sacos ni corbatas ni coches gubernamentales.
Los funcionarios oficiales no cantan…
La lucha de los pueblos nunca muere, sólo se adormece por un tiempo y un día
cualquiera despierta, se desentumece, abre los ojos, mueve las piernas, avanza…
Y vuelve a cantar "A desalambrar"…
Este 21 y 22 de Agosto de 2007 las ex presas y ex presos políticos de Rawson
eligieron suyas las palabras del poeta checo Julius Fucik, comunista quien al
borde de la ejecución escribía: "La celda 267 canta. Si canté toda mi vida,
no se por qué habría de dejar de cantar ahora, precisamente al final, cuando la
vida es más intensa… Y así, cantamos cuando la nostalgia trata de invadirnos;
cantamos cuando el día es alegre; con nuestro canto acompañamos al camarada que
se marcha y a quien quizá no volveremos a ver nunca mas; cantando recibimos las
buenas noticias del frente oriental; cantamos en busca de consuelo y cantamos de
alegría, tal y como los hombre han cantado siempre y como seguirán cantando
mientras existan…".